CRÍTICA DEL URBANISMO
Los situacionistas han dicho siempre que "el urbanismo unitario no es una doctrina urbanística,
sino una crítica del urbanismo" (Internationale Situationniste nº 3). El proyecto de un urbanismo
más moderno, más progresista, concebido como una corrección de la especialización urbanística
actual es tan falso como la sobrestimación del momento de la toma del poder en el proyecto
revolucionario, por ejemplo, que es una idea propia de especialistas que implica inmediatamente
el olvido y la represión de todas las tareas revolucionarias que se plantean, en todo momento, en
el conjunto de las actividades humanas inseparables. Antes de su fusión con una praxis
revolucionaria generalizada, el urbanismo es forzosamente enemigo de todas las posibilidades
de la vida urbana de nuestra época. Es uno de los fragmentos del poder social que pretenden
representar una totalidad coherente y tienden a imponerse como explicación y organización
totales, no haciendo así más que enmascarar la totalidad social real que los ha producido y que
ellos conservan.
Si aceptamos esta especialización del urbanismo, nos ponemos al servicio de la mentira
urbanística y social existente, del estado, para realizar uno de los múltiples urbanismos
"prácticos" posibles, pero el único urbanismo práctico para nosotros, el que hemos llamado
urbanismo unitario, se abandona en ese momento, puesto que exige la creación de condiciones
de vida completamente diferentes.
Asistimos desde hace seis u ocho meses a maniobras, principalmente por parte de los arquitectos
y capitalistas de Alemania Occidental, para lanzar inmediatamente un "urbanismo unitario", al
menos en el Ruhr. Comerciantes poco informados y conocedores de las realizaciones urgentes
han creído poder anunciar en febrero la próxima apertura de un laboratorio de U.U. en Essen
(como transformación de la galería de arte Van de Loo). Sólo de mala gana han publicado un
desmentido ante la amenaza de revelar públicamente la falsificación. El ex-situacionista
Constant, cuyos colaboradores holandeses fueron excluidos de la I.S. por haber aceptado
construir una iglesia, propone ahora unas maquetas de fábricas en su catálogo, editado en marzo
por el Museo Municipal de Bochum. El muy astuto, entre dos o tres plagios de ideas
situacionistas mal cogidas, se propone abiertamente como relaciones públicas para integrar a las
masas en la civilización técnica capitalista, y reprocha a la I.S. haber abandonado
completamente su programa de subversión del medio urbano, del que sería el único que seguiría
ocupándose. En estas condiciones ¡claro! Por otra parte no es inútil recordar que es el mismo
grupo de antiguos miembros de la sección holandesa de la I.S. que, en abril de 1959, se oponían
firmemente a la adopción por parte de la I.S. de una "Llamada a los intelectuales y artistas
revolucionarios", afirmando: "estas perspectivas no dependen para nosotros de una inversión
revolucionaria de la sociedad actual cuyas condiciones no existen" (cf. sobre este debate
Internationale Situationniste nº 3). Han seguido por tanto su camino lógico. Lo que es más
curioso es que haya todavía quien intente seducir a algunos situacionistas para que se mezclen
en este tipo de empresas. ¿Piensan ganarnos por el placer de la gloria, o por el cebo de la
ganancia? Attila Kotányi respondía el 15 de abril a una carta del director del museo de Bochum
que pedía la colaboración de la Oficina de urbanismo unitario de Bruselas: "Pensamos que, si
tiene algún conocimiento del original, no puede confundir nuestra óptica crítica con la óptica
apologética que se esconde bajo la copia de su etiqueta". Y rechazaba toda posibilidad de
discusión.
Tampoco es fácil conocer la versión original de las tesis situacionistas sobre el U.U. Nuestros
camaradas alemanes publicaron en junio un número especial de su revista (Spur nº 5) que reunía
los textos consagrados al U.U. desde hace años, tanto por la I.S. como por las corrientes que
prepararon su formación, muchos de los cuales no habían aparecido en ningún idioma o lo
habían hecho en publicaciones hoy inaccesibles, y todos ellos inéditos en alemán. Pronto
pudimos constatar las presiones que se ejercían contra los situacionistas en Alemania para
impedir la aparición de estos textos, o para conseguir su alteración al menos: desde el bloqueo
de la tirada en la imprenta durante tres semanas hasta extravagantes amenazas de procesos por
inmoralidad, pornografía, blasfemia e incitación al motín. Los situacionistas alemanes,
evidentemente, han pasado de largo ante todas esos intentos de intimidación, y en la actualidad
los gerentes del urbanismo unitario pequeño-burgués del Ruhr tienen que empezar a preguntarse
si esta etiqueta es válida para lanzar su operación.
La contestación de la sociedad actual en su conjunto es el único criterio para una liberación
auténtica en el ámbito de las ciudades, como en cualquier otro ámbito de la actividad humana.
De otra forma, las "mejoras", los "progresos", siempre estarán destinados a engrasar el sistema,
a perfeccionar el condicionamiento que hay que destruir en el urbanismo y en todas partes. Henri
Lefebvre, en el número 3 de la Revue Française de Sociologie (julio-septiembre de 1961) critica
muchas insuficiencias del proyecto del equipo de arquitectos y sociólogos que acaba de publicar
en Zurich Die neue Stadt, eine Studie für das Fürttal. Pero nos parece que esta crítica no va
demasiado lejos, precisamente porque no cuestiona claramente la función de este equipo de
especialistas en un marco social que admite sin discusión imperativos absurdos. De forma que el
artículo de Lefebvre aún valora demasiado trabajos que poseen ciertamente utilidad y mérito,
pero desde una perspectiva radicalmente enemiga de la nuestra. El título del artículo, "Utopía
experimental: por un nuevo urbanismo", contiene ya el equívoco. Porque el método de la utopía
experimental, para responder verdaderamente a su proyecto, debe abarcar evidentemente la
totalidad. Su puesta en práctica no puede llevarnos a un "nuevo urbanismo", sino a una nueva
utilización de la vida, a una nueva praxis revolucionaria. La falta de unión entre el proyecto de
subversión pasional de la arquitectura y las demás formas de condicionamiento, y de su negación
a escala de toda la sociedad, es otra de las debilidades de la tesis de Feuerstein publicadas en el
mismo número de la revista de la sección alemana de la I.S., a pesar de algunos aspectos
interesantes, particularmente la noción de bloque errático, "representación del azar y también de
la organización mínima de los objetos que componen un acontecimiento". Las ideas de
Feuerstein sobre la "arquitectura accidental", que se encuentran en la misma línea que las de la
I.S., sólo pueden ser comprendidas en todas sus consecuencias y realizadas precisamente
mediante una superación del problema separado de la arquitectura y de las funciones que se le
reservarían abstractamente.
Tanto más fecunda que la crisis del urbanismo es a partir de ahora la crisis concretamente social
y política, aunque ninguna fuerza surgida de la política tradicional esté en disposición de
intervenir sobre ella. Las banalidades médico-psicológicas sobre la "patología de las grandes
aglomeraciones", el aislamiento afectivo de la gente que tiene que vivir en ellas o el desarrollo
de ciertas reacciones extremas de rechazo, principalmente en la juventud, traducen simplemente
el hecho de que el capitalismo moderno, la sociedad burocrática de consumo, comienza a
modelar por todas partes su propio escenario. Esta sociedad construye con las nuevas ciudades el
terreno que la representa exactamente, que reúne las condiciones más adecuadas para su buen
funcionamiento; al mismo tiempo que traduce en el espacio, en el lenguaje claro de la
organización de la vida cotidiana, su principio fundamental de alienación y de coacción. Por
tanto, es igualmente ahí donde van a manifestarse con más nitidez los nuevos aspectos de la
crisis.
En París, en abril, una exposición sobre urbanismo titulada "París mañana" presentaba en
realidad la defensa de las grandes aglomeraciones, ya realizadas o en proyecto, en los
alrededores de la ciudad. El futuro de París sería completamente extraparisino. Un recorrido
didáctico aspiraba en su primera etapa a convencer a la gente (principalmente a los trabajadores)
de que París, como lo prueban las estadísticas perentorias, era más malsana e inhabitable que
cualquier otra capital conocida. Por tanto tenían que marcharse a otro sitio, y la feliz solución se
presentaba precisamente a continuación, omitiendo únicamente revelar a qué precio habría que
pagar la construcción de esas zonas de reagrupamiento: cuántos años de esclavitud económica
reforzada representa la compra de un apartamento en esas aglomeraciones, y qué tipo de
reclusión urbanística de por vida representa luego esta propiedad adquirida.
Sin embargo, la propia necesidad de esta propaganda trucada, de dar explicaciones a los
interesados después de que la administración haya decidido soberanamente, revela una
resistencia primaria de las masas. Esta resistencia deberá ser apoyada y esclarecida por una
organización revolucionaria realmente dispuesta a conocer todas las condiciones del capitalismo
moderno y a combatirlas. Las encuestas sociológicas, cuyo fallo más redhibitorio es no presentar
más opciones que las miserables variantes existentes, indican que el 75 % de los habitantes de
las grandes aglomeraciones sueñan con poseer un pabellón con un jardín.
Esta imagen mistificada de la propiedad, en el sentido antiguo, llevó por ejemplo a los obreros
de Renault a comprar las casitas que les cayeron encima en junio en un barrio de Clamart. Las
condiciones del hábitat de una sociedad que se va haciendo totalitaria no podrán ser
reemplazadas en la práctica por un retorno a esta ideología arcaica de una fase del capitalismo
que ha prescrito, sino por la liberación de un instinto de construcción actualmente rechazado en
todos: liberación que no puede llegar sin los demás aspectos de la conquista de una vida
auténtica.
Las discusiones en las investigaciones progresistas de hoy, que conciernen a la política tanto
como al arte o el urbanismo, se hallan muy atrasadas con respecto a la realidad que se impone en
todos los países industrializados: la organización que tiende a concentrar la vida.
El grado de condicionamiento ejercido sobre los trabajadores de un suburbio como Sarcelles, o
más claramente todavía en una ciudad como Mourenx (fundada en el monoempleo de su
población en el complejo petroquímico de Lacq) prefiguran las condiciones a partir de las cuales
tendrá que luchar el movimiento revolucionario en todas partes si sabe reconstituirse en el plano
de las verdaderas crisis, de las verdaderas reivindicaciones de nuestro tiempo. En Brasilia, la
arquitectura funcional se revela, en su pleno desarrollo, como la arquitectura de los funcionarios,
el instrumento y el microcosmos de la Weltanschauung burocrática. Se puede constatar ya que
allí donde el capitalismo burocrático y planificador ha construido su escenario, el
condicionamiento está tan perfeccionado y el margen de elección de los individuos tan reducido,
que una práctica tan esencial para él como la publicidad, que correspondía a la fase más
anárquica de la competencia, tiende a desaparecer en la mayoría de sus formas y soportes. Se
puede estimar que el urbanismo es capaz de fundir todas las antiguas publicidades en una única
publicidad del urbanismo. El resto se obtendrá fuera de lo convenido. Es igualmente probable
que, en estas condiciones, la propaganda política que ha sido tan fuerte en la primera mitad del
siglo XX desaparezca casi totalmente y sea reemplazada por un reflejo de repulsión con respecto
a toda cuestión política. Y así como el movimiento revolucionario tendrá que desplazar el
problema muy lejos de donde se hallaba el antiguo campo político despreciado por todo el
mundo, el poder establecido contará en mayor medida con la simple organización del
espectáculo de los objetos de consumo, que no tendrán valor consumible más que ilusoriamente,
en la medida en que hayan sido primero objetos del espectáculo. Las salas del espectáculo de
este nuevo mundo ya se están ensayando en Sarcelles o Mourenx. Atomizadas en extremo
alrededor de cada receptor de televisión, pero extendidas al mismo tiempo a la dimensión exacta
de la ciudades.
Si el urbanismo unitario designa, como nosotros pretendemos, una hipótesis de utilización de los
medios de la humanidad actual para construir libremente su vida, comenzando por el entorno
urbano, es totalmente vano aceptar la discusión con los que nos preguntan hasta qué punto es
realizable, concreto, práctico o está inscrito en el hormigón, por la simple razón de que no existe
en ninguna parte teoría ni práctica algunas que conciernan a la creación de las ciudades o de las
conductas que están ligadas a ellas. Nadie hace "urbanismo", ya que nadie construye el medio
que reivindica esta doctrina. Sólo existe un conjunto de técnicas de integración (técnicas que
resuelven conflictos, efectivamente, creando otros actualmente menos conocidos pero más
graves). Estas técnicas son manejadas inocentemente por los imbéciles y deliberadamente por la
policía. Y todos los discursos sobre el urbanismo son mentiras tan evidentes que el espacio
organizado por el urbanismo es el espacio de la mentira social y de la explotación fortificada.
Los que disertan sobre los poderes del urbanismo intentan hacer olvidar que no hacen sino el
urbanismo del poder. Los urbanistas, que se presentan como los educadores de la población,
debieron educarse ellos mismos en ese mundo de la alienación que reproducen y perfeccionan
todo lo que pueden.
En la verborrea de los urbanistas, la noción de centro de atracción es lo contrario de la realidad,
exactamente igual que la noción sociológica de participación. Son disciplinas que se acomodan
a una sociedad en la que la participación sólo puede orientarse hacia "donde es imposible
participar" (punto 2 del Programa elemental); una sociedad que debe imponer la necesidad de
objetos poco atractivos, y no podría tolerar la atracción auténtica bajo ninguna de sus formas.
Para comprender lo que la sociología no comprende nunca basta considerar en términos
agresivos lo que para la sociología es neutral.
La disposición de las "bases" para la vida experimental de la que habla el programa de
urbanismo unitario de la I.S. es al mismo tiempo la disposición de los lugares, las permanencias
de la organización revolucionaria de un nuevo tipo que creemos inscrita en el orden del día del
período histórico en el que entramos. Estas bases, cuando existan, sólo pueden ser subversivas.
Y la organización revolucionaria futura no podrá apoyarse en instrumentos menos completos.
Publicado en Internationale Situationiste # 6 (Agoto, 1961). Traducción extraída de Internacional
situacionista, vol. II: La realización del arte, Madrid, Literatura Gris, 1999.
Fuente: Archivo Situacionista Hispano