El periodista Lois Pérez Loira es un estudioso de la vida del Che Guevara. En esta entrega cuenta sus días en Centroamérica. Ernesto en su segundo viaje y el definitivo hacia Sierra Maestra,
recorre casi toda América latina. Después de la separación en Guayaquil
de su amigo Carlos “Calica” Ferrer, se embarca hacia Panamá. En
Guayaquil hace nuevos amigos argentinos, que tendrán como objetivo
Guatemala, entre ellos Ricardo Rojo, “Gualo” García y Oscar Valdovinos.
Durante algunas semanas Guevara y sus nuevos acompañantes recorren
en parte juntos o por separado, varios países centroamericanos, para
encontrarse en Guatemala, que era el destino, por ahora final. En aquel
país había un proceso revolucionario. Para los argentinos era importante
vivirlo de cerca. En el camino se suman los hermanos Beberraggi, con un
automóvil Ford 1947 con placa de “la Universidad de Boston”, de los
EEUU.
Desde Nicaragua los argentinos intentan pasar por Honduras, rumbo a
Guatemala. Es así que necesitan conseguir una visa: “Empezamos el día
siguiente la peregrinación por consulados. En el de Honduras aparecieron
Rojo y sus compañeros que no habían podido pasar y además desistieron
por el precio fantástico que les cobraban. Allí se decidió todo
rápidamente. Nosotros nos iríamos con Domingo, el menor de los
Beberraggi a Guatemala a vender el coche y el gordo y Walter a San José
de Costa Rica en avión.” Recuerda Guevara.
Ernesto Guevara en su viaje hacia Guatemala pasa el lunes 19 de
diciembre de 1953, por Honduras, donde recorre casi sin parar, este
país. En esta parte del viaje continua con dos jóvenes argentinos:
Eduardo “Gualo” García, estudiante de abogacía de la Ciudad de la Plata y
Domingo Beberaggi.
Desde Nicaragua recorren la ruta Panamericana del lado del Océano
Pacifico. Pasa la frontera de El Espino y desde allí recorre San Marcos
de Colón, en camino a Choluteca. Luego transita por Jícaro Galán,
continuando hasta Nacaome, hasta llegar a la frontera con el Salvador,
El Amatillo. Allí cruzan el río Goascorán que separa a los dos países.
Mientras que el “Gordo” Rojo y Walter Beberraggi compañeros de
aventuras viajaron también a Guatemala, pero por otra vía, para luego
reencontrarse.
Por aquellos años Honduras estaba gobernada por Juan Manuel Gálvez
Durón, del Partido Nacional. Había ganado las elecciones a través de un
tremendo fraude electoral.
Tras recorrer Honduras sin demasiadas incidencias entran en El Salvador, en el Ford conducido por Domingo Beberaggi.
Nos cuenta el Che en su libro de viaje: “Tenía tan solo 20 dólares.
Del lado de Honduras debimos pagar. Seguimos hasta cruzar toda la
estrecha franja de este país, caímos en la otra frontera pero no
podíamos pagar porque resultaba muy caro. Durante el recorrido Domingo
estaba preocupado por la venta del coche, temía que por el hecho de
tener matrícula norteamericana. Podía ser un impedimento para venderlo.
En el trayecto le contó a Ernesto y a Gualo cómo fue a parar exilado a
Uruguay, sin documentos y cómo desde este país salió con una carta de
identidad uruguaya, donde se dejaba constancia de que era de
nacionalidad argentina.”
Por la Panamericana el coche que lo trasladó sufrió varios pinchazos.
La carretera estaba llena de pozos y los neumáticos estaban en una
situación muy precaria. Domingo durante el trayecto le habló de su novia
Julia, con la que tenía pensado casarse. Mientras que Ernesto bajo un
sol de más de 36 grados le preguntaba sobre Perón y el peronismo.
Ernesto Guevara llega a Guatemala: Juan Núñez Aguilar
Al llegar a Guatemala comienza a contactar con personalidades de
izquierda, que apoyaban al gobierno revolucionario de Juan Jacobo
Árbenz. Guatemala por entonces acogía a centenares de exiliados de
varios países de América Latina: cubanos, peruanos, hondureños,
nicaragüenses, venezolanos entre otros.
Ernesto Guevara de la Serna traía una carta de presentación dirigida
al Director del Departamento de Estudios Económicos del INFOP,
Ingeniero Juan Núñez Aguilar. Este ingeniero era hondureño, había
estudiado en la Argentina, donde fue compañero y amigo del Presidente
Juan Domingo Perón, cuando estudiaron juntos en el Colegio Militar. Por
aquellos años era común que los países menos desarrollados enviaran a
sus futuros oficiales a escuelas militares de cierto abolengo.
Ricardo Rojo en su libro Mi amigo el Che nos da una
perspectiva más clara de quién era Juan Núñez Aguilar, a partir del
encuentro que tuvieron con el ex presidente de Honduras, Juan José
Arévalo.
“Un día nos invitó a almorzar (Arévalo), junto al lago Amatitlán, un
bello paraje a veinte kilómetros de la capital. Guevara y yo lo
interrogamos amistosamente por los motivos que podía haber tenido para
condecorar a Perón con la Orden del Quetzal, la más alta distinción que
podía otorgar Guatemala a un extranjero.
Arévalo nos refirió que poco después de que su gobierno sancionara el
Código del Trabajo, en mayo de 1947, las compañías navieras
norteamericanas habían comunicado dejarían de servir los puertos de
Guatemala.
El país no poseía flota propia y esta decisión significaba un bloqueo
en regla... Arévalo entabló entonces una negociación secreta ante
Perón. El agente de esta negociación fue el economista hondureño Juan
Núñez Aguilar, que había sido camarada de Perón en el Colegio Militar de
la Argentina. Núñez Aguilar visitó a su antiguo compañero de Academia,
le impuso el problema de Guatemala, y en el mismo momento que se lo
comunicó, el presidente llamó al director de la flota mercante y le
ordenó que, en lo sucesivo, los barcos de bandera argentina debieran
hacer escala en Guatemala. Arévalo nos confesó que Perón había hecho
algo más: los primeros barcos argentinos que tocaron puertos de
Guatemala llevaban armas de las fábricas militares de Buenos Aires.
Después de estas revelaciones, que explicaban los honores diplomáticos
de Guatemala a Perón, hubo por lo menos dos antiperonistas que quedaron
profundamente confundidos.”
Por intermedio de Núñez Aguilar conoce Hilda Gadea y esta comienza a
presentarle a sus amistades especialmente a los exiliados. Es así como
le presenta a una destacada militante hondureña Elena Leiva de Holst.
En su libro de memoria Mi vida con el Che, Hilda Gadea nos
cuenta: “Un día les presenté a Rojo y Guevara a una gran amiga, la
exiliada hondureña Elena Leiva de Holst. Ella era como una madre para
mí, y a veces pasaba los domingos en su casa. Mujer encantadora, de
vasta preparación marxista, dirigente de la Alianza de Mujeres, había
visitado la URSS y China. Su esposo, Henry Holst, alemán, hombre de
negocios, también me estimaba mucho. Hubo cambio de impresiones y mucha
discusión. Guevara mostraba grandes simpatías por las realizaciones de
la Revolución Soviética, Rojo (amigo argentino de Guevara) y yo teníamos
algunos reparos. Los míos no eran contradicciones desde el punto de
vista teórico, sino práctico, es decir, que esas realizaciones no se
podían trasplantar idénticas porque nuestra realidad era distinta, pero
expresaba mi admiración por la Revolución Soviética.”
Helena Leiva de Holst
En ese mundo de exiliados como relata Hilda Gadea conoce a la
hondureña Helena Leiva de Holst, con quien hará una profunda amistad con
Ernesto. La señora de Holst casada con un alemán, fue una militante
comunista muy destacada de su país. Provenía de una familia distinguida,
era la nieta del presidente hondureño Ponciano Leiva. Leiva fue
presidente cuatro veces por el partido conservador. Durante su juventud
viajó a la URSS y a China a estudiar marxismo. Fue una de las primeras
feministas de su país. En su estancia en Guatemala participó del Primer
Congreso Interamericano de Mujeres en 1947. Fue una de las líderes de la
Alianza de Mujeres. De Honduras participó Helena Leiva que intervino
sobre los exilios hondureños en Guatemala, Argentina Diaz Lozano y
Lucila Gamero de Medina, para los comités Pro Paz y Libertad de San
Pedro Sula y Tegucigalpa y Paca Navas de Miralda.
Con la invasión a Guatemala se refugió en México. A finales de los 60
logró regresar a su país. Helena Leiva falleció el 23 de agosto de 1978
en San Sula, departamento de Cortés. En el cuaderno de viajes “Otra
Vez” Ernesto va relatando su paso fugaz por Honduras y especialmente por
Guatemala, como así también su relación con los exiliados hondureños.
“Día sábado sin pena ni gloria. Lo único bueno fue una sustanciosa
charla con la Sra. Helena de Holst, cercana en algunos puntos a los
comunistas y que me dio la impresión de ser muy buena persona….”, relata
Ernesto.
La señora de Holst le empieza a buscar casa donde vivir y trabajo
como profesional. Los encuentros con la hondureña se convierten en
frecuentes y muy animados. Ernesto le pregunta sobre la URSS y China.
Hablan de marxismo y debaten ideas. Helena le propone que se vaya a
vivir a su casa. Aunque Ernesto queda indeciso. Espera conseguir un
lugar barato para tener más intimidad. “La señora Holst –recuerda
Ernesto- me invita a su casa; probablemente vaya pero todavía no he
dicho nada…”
Los días siguen pasando pero ya no me importa un queso. Tal vez, unos
de estos me mude a lo de Helenita Leiva, tal vez no, pero de todas
maneras sé que el asunto tiene que arreglarse. De alguna manera y no me
caliento más los sesos.” Sentencia Guevara.
Hilda Gadea nos relata cómo conoció a Ricardo Rojo en su libro de memorias.
“A fines de noviembre de 1953, me encontraba trabajando en el
Departamento de Estudios Económicos del Instituto de Fomento de la
Producción de Guatemala y fui llamada por el presidente del mismo, el
ingeniero Juan Ángel Núñez Aguilar, agrónomo y economista hondureño
graduado en la Universidad de La Plata y gran amigo del doctor Arévalo y
del presidente de la República, coronel Jacobo Árbenz…El ingeniero
Núñez Aguilar me llamaba para presentarme a un joven abogado argentino,
el doctor Ricardo Rojo, quien se había escapado espectacularmente de una
cárcel de Perón. Aunque yo sentía algunas simpatías por el régimen
peronista debido a sus medidas anti oligárquicas y su apoyo a la clase
trabajadora, el hecho de que Rojo fuera un abogado que defendía a los
presos políticos y de que fuera un exiliado como yo, aunados a su
cultura y don de gentes, me animaron a ayudarlo. (…) En honor a la
verdad debo decir que el ingeniero Núñez Aguilar también simpatizaba con
el régimen peronista. Me pedía, al presentarme a Rojo, que lo
introdujera en el ambiente político guatemalteco y le presentará a
algunos dirigentes apristas peruanos que trabajaban allí y que Rojo
deseaba conocer.” Hilda Gadea cumple con la misión encomendada por Núñez
Aguilar de presentarle a los exiliados, especialmente a Ricardo Rojo y a
través de este a Ernesto Guevara.
“Hoy, lo pasé escribiendo, -nos cuenta Guevara- comiendo en lo de
Holst, jugando Canasta, y viendo los libros del gringo, todo en inglés,
pero muy interesantes”.
Ernesto no tardó en destacarse entre los exiliados. Su vasta
preparación cultural, sus conocimientos básicos del marxismo, su estilo
contundente en los debates lo diferenciaban del resto.
Entre los exiliados se comenzó a comentar si Ernesto era agente o
confidente de la Embajada Argentina. Por aquel entonces era embajador
de este país Nicasio Sánchez Toranzo, un hombre muy vinculado al General
Perón. Sería el líder hondureño Ventura Ramos quien argumentó que el
rumor sobre Ernesto era una simple fantasía. Las dudas surgieron dado
que Ernesto no tenía militancia previa en la Argentina. Con Ventura
Ramos mantuvo también una muy buena relación. Este exiliado hondureño
era de extracción campesina. Sin embargo tenía una elevada formación
política. Su origen social, el marco histórico de la época, la
influencia de la revolución socialista de Rusia, y las condiciones
económicas y políticas del país, lo llevaron a identificarse con las
ideas marxistas; pero no lo hizo de manera mecánica, sino basándose en
las tradiciones de lucha de los pueblos indígenas, contra la dominación
española y en la gesta independista de los patriotas del siglo XIX. A
causa de sus ideas, fue exiliado y debió enfrentar obstáculos para el
ejercicio del periodismo, el cual inició de manera autodidacta en 1945.
Por ese entonces comienza a noviar con la exiliada peruana Hilda
Gadea. En septiembre de ese año habían llegado a Guatemala los
combatientes del Moncada entre ellos Antonio Ñico López, Mario Dalmáu,
Armando Arancibia y Antonio Darío López, el Gallego.
La relación tan estrecha de Ernesto con Helenita generó algún
malestar con su marido, el alemán Holster. El propio Ernesto nos cuenta:
“Como continúa la bronca de Mrs. Holst, yo como de contrabando una vez
al día duermo con Ñico el cubano (futuro expedicionario del Granma),
cagado de risa todo el día pero sin hacer nada.”
Será Ñico quien le pondrá "Che" a Ernesto y luego sus compatriotas
cubanos le seguirán el juego. Por aquel entonces por América Latina era
muy común decirles a los argentinos "los Che". No pasaron algunos días
que todos los exilados y amigos se olvidaron de Ernesto Guevara y
comenzó a nacer el Che. Con Ñico tejió rápidamente una gran amistad.
Este era bromista, alegre, le gustaba el baile y el ron. Y ante todo era
un tremendo martiano. El nuevo Che se la pasaba horas preguntándoles
sobre qué había pasado en Cuba, en el fracaso del Moncada, de quien era
Fidel. Ernesto estaba maravillado del heroísmo de estos
revolucionarios.
“De Buenos Aires llegan pocas noticias. Helenita parte con rumbo
desconocido y se me acaba el rebusque pero me va a llevar a casa de una
tía que me dará el almuerzo, además le va hablar al ministro por
teléfono”, continúa Guevara.
La hondureña se movía en todos los niveles para conseguirle a Ernesto
un trabajo. Helenita le acercó los libros de los socialistas del siglo
XX, y en el caso del pensamiento hondureño, le dio a leer una biografía
del general Francisco Morazán, el mayor unionista centroamericano.
Ernesto quedó impactado con la lectura de la vida de Morazán. Fue
entendiendo más profundamente los ideales de la Patria Grande.
Guevara por ese entonces aún no había resuelto su residencia legal en
Guatemala, se le vencían los tres meses de permanencia y tiene Hondura
o El salvador, como opción para salir del país por unos días. Para
ello gestiona el visado para ir a cualquier de los dos países.
“No hay noticias de Honduras y solo espero hasta mañana., pues, se
acaban las reservas de dólares”, escribe en su diario Guevara. Al final
logra pasar a El Salvador.
La situación en Guatemala era cada vez más difícil. Se esperaba una
provocación militar. “Hace días, -relata en su diario Guevara- aviones
procedentes de Honduras cruzaron las fronteras con Guatemala y pasaron
por la ciudad, en plena luz del día ametrallando gente y objetivos
militares”
Guevara no dudó en enrolarse como voluntario para repeler el ataque.
Nos cuenta Ernesto: “Yo me inscribí en las brigadas de sanidad para
colaborar en la parte médica y en las brigadas juveniles que patrullan
las calles por la noche. El curso de los acontecimientos fue el
siguiente: luego de pasar estos aviones, tropas al mando del Coronel
Castillo Armas, emigrado guatemalteco en Honduras, cruzaron la frontera
avanzando sobre la ciudad de Chiquimula. El gobierno guatemalteco, que
ya había protestado ante Honduras los dejó entrar sin ofrecer
resistencia y presentó el caso ante las naciones unidas.” Desde su
llegada a este país Ernesto mantuvo un vínculo muy estrecho con el
Partido Guatemalteco del Trabajo (comunistas).
Cuando el presidente Arbens decide renunciar a la presidencia,
Guevara deambula por la ciudad hasta que tiene que entrar en la Embajada
Argentina. Allí lo recibirá el Embajador argentino Nicasio Sánchez
Toranzo. La mujer del Embajador Elsa Nelly Orti, tendrá un trato muy
especial con Ernesto. A los dos les gustaba hablar largamente sobre la
Argentina. Otra vez el peronismo era un tema recurrente de las
conversaciones.
Cuando todo ya está perdido Ernesto Guevara, ahora el Che, logra
trasladarse hasta México, donde se reencontrará con Hilda Gadea y sus
amigos de Guatemala. El gobierno del General Perón envió varios aviones
para repatriar a los exiliados argentinos. Ernesto prefiere seguir a
México donde vivirá con Hilda Gadea y su hija Hildita.
Fuente: Agencia Paco Urondo