viernes, 8 de agosto de 2025

"MEMORIAS DE DMITRI SHOSTAKÓVICH", DE RNE, EN EL 50 ANIVERSARIO DE SU MUERTE


Memorias de Dmitri Shostakóvich. (1ª entrega)

“Uno puede decir la verdad sobre el pasado o no. Es muy duro recordar el pasado y aún más, hacerlo en nombre de la verdad. Si miro atrás no veo más que ruinas, sólo montañas de cuerpos. Y no deseo construir nuevos Potemkin sobre esas ruinas”.

La vida y la obra de Dmitri Shostakóvich (Petrogrado, 25 de septiembre de 1906- Moscú, 9 de agosto de 1975) reflejan que muy pocos artistas han estado tan enraizados como él en las circunstancias sociales, políticas y culturales de su tiempo. Sinfonías, cuartetos de cuerda, óperas, música de cámara, piano, música para cine y teatro… Escribió las bandas sonoras de 35 películas, aunque son incontables las partituras de cine que le deben más que simple inspiración.

“Intentaré decir la verdad. No es fácil. He sido testigo de muchas cosas. De cosas muy importantes. He conocido a gente muy destacada. Intentaré contar lo que sé sobre esa gente sin maquillar ni falsificar nada. Podría ser el testimonio de un testigo ocular…”

Shostakóvich, un hijo de la Revolución, demostró en su conflicto con Stalin que la teoría política no es aplicable a la creación musical, y que el choque entre ambas puede estimular aún más el talento de un músico genial…

https://www.rtve.es/play/audios/videodrome/videodrome-memorias-dmitri-shostakovich-1a-entrega-07-07-19/5304906/ 

Memorias de Dmitri Shostakóvich. (2ª entrega)

“Lady Macbeth” puede definirse como una ópera trágico-satírica. Aunque Katerina Lvovna acaba asesinando a su esposo y a su suegro, yo siento una gran simpatía por ella.

La lectura de Lady Macbeth del distrito de Mtsensk (Mesensk) de Nikolái Leskov, publicada por primera vez en 1865, le proporcionó a Dimitri Shostakóvich nuevos y muchos motivos de inspiración. La novela se había reeditado a finales de los años 20 con ilustraciones de Borís Kustódiev. La obra narra el drama de Katerina Lvovna (Lovovna), una mujer joven que ha sido vendida como esposa a un marido del que se ve despreciada. Pronto se siente atraída por Serguéi, un simple obrero. Durante un viaje de negocios de su marido, su suegro se enfrenta a ella por su adulterio y le mata. Matará después al marido, cuyo cadáver aparecerá el día de su boda con Serguéí…

Me he esforzado en dar un carácter siniestro satírico a todas las circunstancias que la rodean. Por supuesto, no entiendo la palabra “satírico” en el sentido de “ridículo burlesco”. Todo lo contrario, lo que he intentado en “Lady Macbeth” es crear una ópera que sea una sátira desenmascaradora, que obligue a odiar todo ese horrible egoísmo del insultante mundo de los comerciantes…

https://www.rtve.es/play/audios/videodrome/videodrome-memorias-dmitri-shostakovich-2a-entrega-14-07-19/5304905/ 

Memorias de Dmitri Shostakóvich. (3ª entrega)

Después de la gira en Turquía, que tuvo gran repercusión en los periódicos, inicie una gira por el país ya que había sido invitado a dar conciertos a lo largo y ancho del territorio. En uno de estos viajes, estuve varios días en Moscú donde asistí a una representación de Lady Macbeth en el Bolshoi. A esa representación asistió el camarada Stalin. A la mañana siguiente dejé Moscú y emprendí viaje a Arcángel, donde tenía que ir a interpretar la Sonata para chelo y piano con el dedicatario de la obra, Viktor Kubatsky. Al llegar a la estación para iniciar el viaje compré el periódico. Era el 28 de enero de 1936. En la tercera página había un artículo titulado “Caos en lugar de música”. Nunca olvidaré ese día.

La ópera desapareció de los teatros. Se organizaron actos para repetir machaconamente la palabra “caos”. La gente se fue apartando de mí. Había una frase en el artículo que decía que “esto podía terminar mal”. Todo el mundo pensó en que el mal estaba por llegar. Desde ese momento yo era considerado “un enemigo del pueblo”, y no creo que sea necesario agregar lo que significaba algo así en aquellos días…

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Memorias de Dmitri Shostakóvich. (4ª entrega)

El 18 de abril de 1937, Shostakóvich empezó a escribir en Crimea una nueva sinfonía, la quinta.

Gaspra era un lugar maravilloso. Me traía recuerdos… los días felices que en mi juventud pasé allí con Kustódiev; mi primer amor, Tatiana. Allí, en primavera, a orillas del mar, mientras en Leningrado llueve sin parar, brilla el sol y hace una temperatura muy agradable. En aquella casa trabajé bien. El tercer movimiento lo escribí en sólo tres días… Algunos temas surgieron del sueño; por la mañana sólo tenía que transcribirlos.

Cuando el 2 de junio partió rumbo a Leningrado ya tenía escritos los tres primeros movimientos de su nueva obra.

Cuando llegué a Leningrado me encontré con que mi cuñado acababa de ser detenido, y mi hermana deportada a Siberia.

Los ensayos duraron cinco días. El 21 de noviembre de 1937 se estrenó la Quinta Sinfonía en re menor de Shostakóvich…

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Memorias de Dimitri Shostakóvic. (5ª entrega)

Al amanecer del día 22 de junio de 1941 las tropas alemanas comenzaban la invasión de la Unión Soviética.

La noticia le llegó a Shostakóvich durante los exámenes de piano del Conservatorio de Leningrado. No se interrumpieron las pruebas a los alumnos, aunque junto a otros profesores, el compositor participó en la construcción de las defensas de la ciudad. El 8 de agosto sufrieron los primeros bombardeos de la aviación. Durante 900 días, con sus noches, la ciudad sufriría el asedio del enemigo.

Al comenzar la guerra, el 22 o 23 de junio, me apunté como voluntario en el Ejército. Me contestaron: le admitiremos, pero ahora vuelva, por favor a su puesto y continúe su trabajo. Volví a solicitar el ingreso en el ejército. Habló un comisario conmigo. Me dijo que lo que tenía que hacer era escribir música.

Shostakóvich siguió insistiendo hasta que fue incorporado a la sección de incendios del grupo de defensa aérea. Su misión consistía en la lucha contra los incendios provocados por los bombardeos y en colaborar en la defensa de la ciudad.

El 19 de julio, Dimitri Shostakovich empezó a trabajar en una nueva sinfonía, la Séptima.

Me propuse escribir una obra sobre nuestras gentes, que durante la lucha contra el enemigo se convirtieron en héroes. Mientras trabajaba en la nueva sinfonía pensaba en la grandeza de nuestro pueblo, en su heroísmo, en las maravillosas ideas humanistas, en los valores humanos, en nuestra espléndida naturaleza, en la humanidad, en la belleza. 

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Memorias de Dimitri Shostakóvich. (6ª entrega)

En julio de 1943, Dimitri Shostakóvich comienza a componer su Sinfonía nº8 que terminaría en septiembre. Es una obra escrita en Moscú e Ivánovo, en los meses que siguieron a la batalla de Stalingrado.

Esta obra refleja las ideas y los sentimientos que me inspiran las buenas noticias relativas a las primeras victorias del Ejército Rojo. Intento en ella anticipar el futuro inmediato, la época de posguerra. La concepción filosófica de esta sinfonía se resume en pocas palabras: desaparecerá lo oscuro y lo indigno; triunfará lo bello.

La Sinfonía nº8 se estrenó en Moscú el 8 de noviembre de 1943 y tuvo y no tuvo el éxito de la “Leningrado”. Era una obra difícil para el público general. Los dirigentes culturales no mostraron oficialmente ningún interés por la partitura. De hecho, no se imprimiría hasta 1946. En occidente se escuchó por primera vez el 2 de abril de 1944. Fue en Nueva York por la Orquesta Filarmónica de la CBS bajo la dirección de Artur Rodzinski en un concierto transmitido por la radio y con una audiencia de 25 millones de personas. La Sinfonía nº8 molestó a los burócratas de la cultura, pero la fama mundial del compositor, y, sobre todo, las ramificaciones políticas de la Séptima, evitaron los ataques frontales. Aunque en 1948, casi toda la obra de Shostakóvich sería censurada oficialmente hasta la muerte de Stalin.

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Memorias de Dmitri Shostakóvich. (7ª entrega)

En los primeros años de la posguerra comenzó de nuevo la ofensiva por parte de los dirigentes del partido contra la vida artística y cultural soviética. Al frente de esta ofensiva estaba Andrei Shdanov, Secretario del Comité Central del PCUS hasta su muerte en 1948. En enero de ese año, Shdanov ordenó la convocatoria de una sesión de la sección de Moscú con el fin de confeccionar una lista de los compositores representantes de la orientación formalista. La lista negra.

Ninguna de las obras con influencia musical judía de esa época, la que comprende el final de la II GM y la muerte de Stalin, el Concierto para violín, los Cantos judíos y el cuarteto nº4, pudieron ser interpretados entonces, sólo se pudieron escuchar tras la muerte de Stalin.

El 5 de marzo de 1953 murió Stalin.

“Tras la muerte del líder y maestro, compuse mi Décima Sinfonía. Yo no podía escribir una despedida apoteósica de Stalin. Imposible. La sinfonía es sobre Stalin y sus años en el poder. El segundo movimiento es un retrato del difunto “líder y maestro”.

El 5 de diciembre de 1954, Nina Vasilievna, que acababa de cumplir 45 años, murió repentinamente. Fue enterrada en el cementerio moscovita de Novodévichi…

“En Komárovo todo recuerda a Nina Vasilievna. Le gustaba este lugar e hizo muchos esfuerzos para que nos instaláramos aquí. En definitiva, el verano transcurre entre la esterilidad y la tristeza”.

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Memorias de Dimitri Shostakóvich (8ª entrega)

Los tiempos en la Unión Soviética parecían estar cambiando. En 1957 tuvo lugar el II Congreso de la Unión de Compositores Soviéticos. “En muchos casos el juicio emitido en el anterior congreso sobre las obras de determinados compositores era, con frecuencia, infundado y erróneo… Expresaban la opinión subjetiva del camarada Stalin acerca de determinadas obras de arte y de la actividad creadora de algunos artistas…”

El llamado “deshielo” era un hecho. Pero, en 1958, a raíz de la concesión del Premio Nobel a Boris Pasternak, la política cultural soviética volvió a enfriarse. “En mi caso el “deshielo” fue una realidad…hasta la Sinfonía nº13, Babi Yar, en 1962. A partir de ese momento, y más con la llegada de Brézhnev, mi música volvió a estar bajo sospecha”.

En el verano de 1960, Shostakovich viajó a Dresde para finalizar la música de la película "Cinco días, cinco noches".

“¿Realmente se ha aprendido la lección para que no vuelva a repetirse jamás otra guerra, tras esta tan cruenta y absurda?”

En sólo tres días, entre el 12 y el 14 de Julio, escribió su octavo cuarteto. Este cuarteto es puramente autobiográfico, una obra de increíble fuerza expresiva. Aunque en la partitura pueda leerse: “Dedicado a las víctimas del fascismo y de la guerra”, según Galina, la hija del compositor, su padre dijo al terminarlo: “Me lo dedico a mí mismo”.

“Pensé que, una vez muerto, nadie dedicaría una obra a mi memoria. Así que decidí escribir yo mismo esa obra”.

Dimitri Shostakóvich murió de insuficiencia respiratoria, consecuencia de un cáncer de pulmón, el 9 de agosto de 1975. 

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jueves, 7 de agosto de 2025

"EL AMIGO DEL PUEBLO A LOS PATRIOTAS FRANCESES", TEXTO DE JEAN PAUL MARAT PUBLICADO EN AGOSTO DE 1792

                                    Retrato de Jean-Paul Marat de Joseph Boze (1793)

EL AMIGO DEL PUEBLO A LOS PATRIOTAS FRANCESES

Marat, perseguido durante muchos años y obligado a cambiar de domicilio diariamente, pasando la mayor parte del tiempo en un sótano húmedo, fue finalmente elegido para el Consejo Comunal de París. A continuación, reproducimos un documento de campaña que publicó a principios de agosto de 1792, al menos antes del 10 de agosto, fecha de la toma de las Tullerías y la Proclamación de la República.  

Un hombre que ha vivido oculto durante mucho tiempo para preservar su vida y serviros, hoy abandona su refugio subterráneo e intenta consolidar la victoria en vuestras manos.

Desea demostraros que no es indigno de vuestra confianza y pediros permiso para recordaros que ya en los días en que la tiranía reinaba, os reveló las viles maquinaciones de nuestros crueles enemigos.

Él os predijo que vuestros aliados serían llevados a la masacre por sus generales traidores, y el comienzo de la campaña fue anunciado por tres derrotas vergonzosas; él os predijo que las fronteras de vuestro reino serían entregadas al enemigo, y ya el enemigo ha tomado posesión por segunda vez de la ciudad de Bavay; él os predijo que la mayoría contaminada de la Asamblea Nacional continuaría para siempre traicionando a su país, y sus últimas leyes, que elevaron la indignación del público a su pináculo, fue la provocación de los crueles –pero, ¡ay!– demasiado necesarios acontecimientos de este día.

Él os predijo que seguiríais vendidos para siempre por vuestros infieles administradores, los funcionarios, hasta que no fuerais capaces de decidiros a hacer correr la sangre de vuestros enemigos, para salvar a vuestro país.

Queridos conciudadanos, crean estas palabras de los labios de un hombre que conoce todas las intrigas y conspiraciones, y que no ha cesado sus denuncias durante tres años aún por sobre su propia seguridad.

El glorioso día del 10 de agosto de 1792 puede ser decisivo para el triunfo de la libertad, si demuestran inteligencia al aprovechar las ventajas obtenidas. Muchos de los partidarios del déspota ya han mordido el polvo; sus enemigos irreconciliables parecen atónitos, pero pronto se habrán recuperado del terror y volverán al campo de batalla, más formidables que nunca. Piensen en el juicio de Châtelet, resultado de los sucesos de la noche del 5 al 6 de octubre. Estremeceos, no sea que prestéis oídos a la voz de una compasión mal dirigida. Después de haber derramado su sangre para salvar a su país del abismo, tiemblen, no sea que se conviertan en víctimas de sus tratados secretos. Temblad, no sea que seáis arrancados de vuestras camas por soldados sedientos de sangre en la oscuridad de la noche y seáis arrojados a prisiones subterráneas donde seréis abandonados a vuestra desespe- ración hasta que os arrastren al cadalso.

Repito, deben temer la reacción. Sus enemigos no los perdonarán cuando llegue su hora. ¡Por lo tanto, no tengan piedad ahora! Están perdidos para siempre si no se apresuran a eliminar a todos los miembros corruptos de la administración municipal, de los Departamentos, a todos los jueces de paz antipatriotas y a los miembros más contaminados de la Asamblea Nacional. Digo, de la Asamblea Nacional; ¿por qué un prejuicio fatal, una excepción ruinosa de respeto hacia ellos, debería perdonar a los miembros de ese cuerpo? No se cansan de decirles que, por muy mala que sea la Asamblea, es necesario obedecerla una vez más. Esto equivaldría a pedirles que se reúnan sobre la bomba que yace oculta bajo sus pies y que confíen la salvaguardia de su destino a sinvergüenzas decididos a destruirlos. No olviden que la Asamblea Nacional es su enemigo más peligroso; una vez que se consolide firmemente, hará todo lo posible por destruiros; y mientras tengan armas en sus manos, los adulará y tratará de acallarlos con falsas promesas. Iniciará maquinaciones secretas para anular vuestros esfuerzos; y si alguna vez logra hacerlo, os entregará a la merced de la soldadesca a sueldo del campamento. ¡No olvidéis el baño de sangre en Champs de Mars!

Nadie aborrece el derramamiento de sangre más que yo. Pero, para evitar la necesidad de derramar una onza de sangre, les suplico encarecidamente que derramen unas gotas, para conciliar los deberes de humanidad con su solicitud por el bienestar público; propongo que ejecuten a uno de cada diez hombres entre los miembros contrarrevolucionarios de la Administración Municipal, los Jueces de Paz, el Departamento y la Asamblea Nacional. Si se resisten a esto, no olviden que la sangre derramada hoy será una pérdida neta y que nada se habrá logrado en favor de la libertad.

Pero, sobre todas las cosas, tomen al Rey, a su esposa y a su hijo como rehenes, y dejen que sea presentado al pueblo cuatro veces al día hasta que se dicte su sentencia final. Y, ya que a él le corresponde liberarnos para siempre de nuestros enemigos, explíquenle que si los austriacos y los prusianos no se retiran en dos semanas a una línea a veinte millas más allá de las fronteras, para no regresar jamás, entonces su propia cabeza rodará bajo sus pies. Déjenlo redactar de su puño y letra esta condena aterradora, y enviarla a sus cómplices coronados; a él le corresponderá liberarlos a ustedes de la necesidad de ejecutarlo.

También detened a las personas del antiguo ministerio y engrilladlos. Todos los miembros contrarrevolucionarios del Estado Mayor de París deben ser ejecutados; todos los oficiales antipatriotas deben ser separados de sus batallones; desarmad a los infestos batallones de Saint-Roche, de las Filles-Saint-Thomas, de Notre-Dame, de Saint-Jean- en-Grève y de los Enfants Rouges. Todos los ciudadanos patriotas deben ser armados y pertrechados de abundante munición.

Demandad la convocatoria de una Convención Nacional con el fin de condenar al Rey y reformar la Constitución; sobre todo, sus miembros no deben ser elegidos por un cuerpo independiente de electores, sino por el voto directo del pueblo. 

Que se decrete el retorno inmediato de todos los regimientos extranjeros y suizos, pues han demostrado ser enemigos de la Revolución. ¡Temblad, estremeceos, no sea que dejéis pasar ni una sola de las oportunidades que os ha puesto en las manos el genio protector de Francia para escapar de este abismo y consolidar vuestra libertad para siempre! 

“L’Ami du Peuple”, Agosto de 1792.

Fuente: El Sudamericano 

miércoles, 6 de agosto de 2025

"MARÍA DE LA PAZ", OBRA SINFÓNICA DEL COMPOSITOR COMUNISTA JOSÉ FLORES EN RECUERDO A LAS VÍCTIMAS DE HIROSHIMA, EN EL 80 ANIVERSARIO DEL LANZAMIENTO DE LA BOMBA ATÓMICA POR PARTE DE EE.UU.

"María de la paz" para coro y orquesta. es una de las obras sinfónicas de mayor significación en la historia de la música del Paraguay y forma parte de la trilogía, junto a Pyhare Pyte y Ñanderuvusu, que elevó la música sinfónica a niveles nunca antes alcanzado, a través de las memorables interpretaciones en Moscú por la Orquesta Sinfónica y el Coro Unido de Radio Moscú en la década del 60. Compuesta en 1953 en homenaje a la paz mundial y en recuerdo a las víctimas de Hiroshima.

La obra tuvo su estreno mundial en 1961 en la ciudad de Rosario, Argentina. Don Oscar Mendoza cantó Guyrau, dirigido por la Orquesta del Maestro José Asunción Flores. En 1991 después de la caída de la dictadura, la pudo conocer el público paraguayo por medio de las interpretaciones de la OSCA bajo la dirección de Luis Szaran.

La histórica primera audición contó con la presencia del poeta Elvio Romero, autor de los textos, quien recibió la mayor ovación en la historia de los conciertos de la capital. De pie el público, aplaudió a Romero y la OSCA por más de 12 minutos.

Durante esa presentación Elvio Romero señaló acerca de la obra: Letra y música conjugan una melodía de amor, un intenso afán de acercamiento entre los hombres. Al fin y al cabo, nuestra paloma también estaba herida, pues salía de un nido maltratado por la prepotencia, la altanería, por la grotesca felonía de un mandón que ensuciaría, por más de treinta años la atmósfera de la patria. Tenía ya el ala quebrada por los años sombríos.

José Flores fue miembro del Comité Central del Partido Comunista Paraguayo, siendo galardonado con la Orden Nacional al Mérito en 1949. Sin embargo, rechazó la distinción en protesta por el asesinato del estudiante Mariano Roque Alonso en una manifestación contra el gobierno. Debido a ello, fue tratado como traidor a la Patria por el gobierno de Alfredo Stroessner  presidente de Paraguay que lo envió al exilio, impidiéndole a pesar de estar enfermo, víctima del mal de Chagas, el deseo de ver su país y su gente antes de morir. Lo único que se permitió fue seguir pasando por radio las Guaranias.

José Agustín Volta Flores murió en Buenos Aires el 16 de mayo de 1972. Tras el derrocamiento de  Stroessner, en 1991 habiendo sido designado miembro del Consejo Mundial de la Paz, sus restos fueron trasladados a Asunción y depositados en la plaza dedicada a él y a Ortiz Guerrero.

Fuente: Historia de la Sinfonía 

martes, 5 de agosto de 2025

ESTRENADA EN ESPAÑA "LA GRAN AMBICIÓN", PELÍCULA SOBRE EL DIRIGENTE COMUNISTA ITALIANO ENRICO BERLINGUER

Título: La gran ambición
Dirección: Andrea Segre
Intérpretes: Elio Germano, Paolo Pierobon, Roberto Citran, Stefano Abbati, Francesco Acquaroli
País: Italia, Bélgica, Bulgaria
Año: 2024
Fecha de estreno: 1-08-2025  
Guion: Andrea Segre, Marco Pettenello
Duración: 95 min.
 
Nostalgia de la historia que pudo haber sido

La gran ambición reconstruye los años decisivos de Enrico Berlinguer, secretario general del Partido Comunista Italiano entre 1973 y 1978. La película sigue los pasos del llamado “compromiso histórico”, aquella apuesta arriesgada por un acuerdo entre el PCI y la Democracia Cristiana que pudo haber cambiado no solo la historia de Italia, sino también la de Europa. Ese futuro truncado por el asesinato de Aldo Moro sirve aquí como eje de una reflexión serena y profunda sobre cómo una política basada en ideales y convicciones pudo derrumbarse en el centro mismo de un sistema que se creía democrático.

La película se mueve entre el retrato íntimo y la evocación política. Elio Germano, galardonado por su papel, encarna a Berlinguer con una mezcla de gravedad, contención y humanidad. No estamos ante un líder carismático al estilo actual, magnético y mediático, sino ante un hombre cuya fuerza estaba en la claridad de sus ideas y en su forma de vida. Germano, como Berlinguer, transmite timidez, sobriedad y una firmeza interior que se traduce en presencia política. Berlinguer aparece como una figura completamente ajena al espectáculo, cuya autoridad se construye en la honestidad y la valentía (su discurso en Moscú revela a un hombre valeroso en extremo) y cuya fragilidad personal lo hace aún más creíble.

El enfoque de Segre en La gran ambición es dejar que la cámara observe con tranquilidad y distancia, con una cierta sobriedad de puesta en escena, y dejando el protagonismo al contenido: el retrato de una forma de hacer política que no se construye sobre los efectos, sino sobre la coherencia. Inspirado por el pensamiento de Gramsci, Berlinguer se nos presenta como alguien impregnado de honestidad, lo que lleva inevitablemente a la reflexión sobre el presente: qué hemos hecho con aquella política que pensaba antes de actuar, que dudaba, que dialogaba, que buscaba transformar sin destruir.

Drama político con mensaje

La gran ambición se muestra como un drama político en el que no se trata todo de un juego de poder. Nos habla de una izquierda con mensaje, con entrega, con debate interno, y este retrato se enfrenta, en la mente del espectador, al paisaje contemporáneo, dominado por la búsqueda de adhesiones inmediatas, por la acumulación de seguidores, por la puesta en escena constante. Esta película pareciera una reivindicación de la política como proyecto común. Berlinguer es un líder con un objetivo para el país y guiado por sus principios, y el espectador no puede dejar de preguntarse si otro rumbo para Italia hubiese sido posible. La película deja entrever una nostalgia contenida por aquella Italia que no fue: menos convulsa, más constructiva, más lúcida.

La película opta claramente por centrarse en su protagonista. En ese sentido, se trata de un estudio de personaje más que de un fresco histórico. Las complejidades del contexto político quedan relegadas o suavizadas, y otras figuras clave de aquel momento —como Moro— aparecen apenas delineadas. Se trata de una biografía en la que se privilegia la fidelidad emocional por encima de la contextualización histórica, y tiene el efecto indirecto de despertar la curiosidad del espectador por ese momento en el tiempo.

Pese a ello, La gran ambición conmueve. Su poder reside en el contraste entre su tono contenido y la fuerza de lo que cuenta. En tiempos en que la política parece haber perdido densidad y horizonte, La gran ambición recupera la figura de un político honesto, reflexivo y comprometido, que busca transmitir el mensaje de que, en algún momento no tan lejano, hubo quienes quisieron y pudieron cambiar para bien el cariz de la historia.

Laura Zurita

Fuente: No es cine todo lo que reluce

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lunes, 4 de agosto de 2025

EDITORIAL SATORI PUBLICA "KANIKOSEN, EL CANGREJERO Y OTROS RELATOS PROLETARIOS", DEL ESCRITOR COMUNISTA JAPONÉS TAKIJI KOBAYASHI

Kanikosen, El cangrejero y otros relatos proletarios
KOBAYASHI TAKIJI
Traducción de Enrique Mora y Alejandro Sánchez 
Editorial Satori
ISBN: 978-84-10404-11-3
PVP: 25,00€
Páginas: 280
Año: 2025 

Sinopsis

En un mundo dominado por la explotación voraz y la injusticia sistemática, la literatura se convierte en un arma arrojadiza. Takiji Kobayashi, el gran exponente de la narrativa proletaria japonesa, empuñó su pluma sin miedo para denunciar las condiciones inhumanas de los trabajadores y pagó con su vida el precio de su valentía.

Esta antología reúne sus relatos más emblemáticos, encabezados por su obra maestra, El cangrejero (Kanikosen), un feroz retrato de la brutalidad capitalista a bordo de un barco factoría, donde los tripulantes son reducidos a meras piezas de una maquinaria despiadada.

Con un estilo directo y una fuerza arrolladora, Kobayashi plasma la agónica desesperación de los explotados, pero también su determinación por luchar, en historias cargadas de realismo y emoción que son un testimonio conmovedor de la dignidad humana.

KOBAYASHI TAKIJI (1903-1933) nació en el seno de una humilde familia de granjeros y asistió al Instituto Superior de Comercio de Otaru, donde destacó como promesa literaria. Tras graduarse en 1924, comenzó a trabajar en un banco de Sapporo. Al año siguiente acudió a Tokio para presentarse, sin éxito, al examen de acceso de la Universidad de Comercio. Impresionado e inspirado por el realismo y el humanitarismo de la obra de Shiga Naoya y el grupo Shirakaba, Kobayashi desarrolla en sus primeros relatos una sincera preocupación idealista por los problemas sociales, al tiempo que comienza a profundizar en sus estudios sobre marxismo. En 1926, Kobayashi entró en contacto con los movimientos obreros de Otaru y participó en varias huelgas. Sufrió en su propia carne la brutalidad policial y la represión política, vivencias que plasmó en «15 de marzo de 1928», «Vida de un militante» o Kanikosen, que lo encumbraron como escritor insignia del movimiento proletario. Tras ser despedido del banco, se trasladó a Tokio en 1930 para entregarse en cuerpo y alma a la literatura y al movimiento. Sujeto al acoso policial, Kobayashi pasó a la clandestinidad en 1932, pero continuó publicando bajo seudónimo. Traicionado por un policía infiltrado, fue apresado el 20 de febrero de 1933 y murió en la cárcel al día siguiente como resultado de la brutalidad del interrogatorio al que fue sometido.

 

domingo, 3 de agosto de 2025

"LA MASACRE DE RUE TRANSNONAIN, EL 15 DE ABRIL DE 1834", DE HONORÉ DAUMIER


Honoré Daumier
Rue Transnonain, le 15 Avril 1834
Litografía
33.9 x 46.5 cm
Galería de Arte de la Universidad de Yale 
Publicado en La Association Mensuelle”, núm. 24, agosto-septiembre de 1834

La masacre

Todos en París sabían lo que había sucedido en el edificio de departamentos. Fue en la esquina de dos calles: rue Transnonain y rue de Montmorency. La noche del 13 de abril de 1834, soldados de la guardia civil ingresaron al edificio yendo de departamento en departamento. Los trabajadores del barrio habían protestado contra la represión de una revuelta de los trabajadores de la seda en la ciudad de Lyon. Posteriormente, los soldados ingresaron al edificio de departamentos en respuesta a los disparos realizados desde el último piso durante la toma de protesta. Años después, los sobrevivientes recordaron haber escuchado golpes en las puertas de los departamentos mientras los soldados se abrieron paso en disparos, bayoneteo y discotecas a los desventurados residentes.

Monsieur Thierry fue asesinado mientras aún estaba en su ropa de cama, Monsieur Guettard y Monsieur Robichet tuvieron la misma suerte. Receptor de la Legión de Honor francesa, Monsieur Bon fue asesinado mientras intentaba esconderse debajo de una mesa. Mataron a Monsieur Daubigny, un hombre paralizado, en su cama y dejaron por muerto a su esposa e hijo. Monsieur Bréfort fue asesinado en cuanto abrió la puerta y Monsieur Hue y su hijo de cuatro años se encontraron con la misma suerte. En los periódicos conservadores se hablaba de un nido de asesinos disparando contra soldados, los periódicos más liberales ofrecían relatos detallados de las víctimas.

Los parisinos habían vivido con la represión política impuesta por la policía y la guardia civil durante años y las batallas callejeras no eran nada nuevo. La Revolución de 1830, inspiración para la pintura de Delacroix La libertad liderando al pueblo, había derrocado a la monarquía represiva que seguía el gobierno de Napoleón. El nuevo gobernante, Luis Felipe se llamaba a sí mismo el Rey de los franceses y se suponía que era más liberal. En cambio, reprimió la disidencia pública y la prensa al igual que sus predecesores. Quienes querían las libertades prometidas por la Revolución Francesa de 1789 intentaron otra rebelión en junio de 1832. El escritor, Víctor Hugo, conmemoró esa insurrección que dejó más de 100 muertos en las calles del centro de París, en su libro Los Miserables. De alguna manera, lo que pasó en la rue Transnonain fue diferente.

Artista de clase obrera

Honoré Daumier llegó a París cuando era niño cuando su padre, vidriero y fabricante de marcos, trasladó a su familia para perseguir sus ambiciones literarias. La familia nunca estuvo acomodada y Daumier trabajó desde los doce años para libreros y como chico de recados para un bufete de abogados para ayudarles a apoyarlos. Un amigo de la familia, el anticuario y arqueólogo Alexandre Lenoir, dio clases informales de dibujo al joven Daumier porque la familia no podía permitirse ninguna formación formal para el joven artista talentoso.

Daumier continuó dibujando y estudiando por su cuenta, visitando el Louvre para dibujar escultura y la Académie Suisse, un estudio económico sin instructor, donde podía dibujar del desnudo. A pesar de que se convirtió en un artista ampliamente respetado en París, Daumier nunca se alejó de sus orígenes obreros, y tal vez esto le dio la inmensa empatía que encontró en su interpretación de los que perecieron en la rue Transnonain.

La impresión es una litografía, utiliza tintas a base de piedra caliza y aceite para crear luces y sombras similares al dibujo o la pintura. Daumier experimentó con esta técnica cuando era un joven adolescente y posteriormente realizó un trabajo trabajando para un grabador. Para 1834, se había establecido como caricaturista y caricaturista político, trabajando para el editor Charles Philipon creando litografías para sus revistas satíricas e ilustradas La Caricature y, después de 1835, Le Charivari. A lo largo de su carrera, Daumier publicó más de 3 mil litografías.

Cómo mostrar una masacre

Entre estas muchas litografías, Rue Transnonain destaca por su tono brutal y su inquebrantable comentario sobre lo que había ocurrido hace poco. Daumier reúne a un grupo de cuatro cuerpos en un solo espacio, y zonas extremas de luz y oscuridad, para darle al espectador una imagen que resumiera la violencia de esa noche.

Un hombre muerto con su camisón ensangrentado, recién levantado de la cama arrugada, yace boca abajo a través de la composición con su cuerpo descansando sobre un niño azotado. La cabeza y las manos gorditas del niño simplemente emergen de debajo del hombre. Quizás estos cuerpos, escorzados y moviéndose hacia el espectador, aluden al señor Hue y a su hijo. A la izquierda del hombre y del niño, la cabeza de un hombre mayor entra en escena desde el borde del papel, frente a una silla derribada. Estos cuerpos, iluminados con una luz dramática, complementan la porción más oscura de la composición al otro lado de la sábana donde el cadáver de una mujer se aleja del espectador hacia la oscuridad en la parte trasera del departamento. Marcas oscuras, probables manchas de sangre, ensucian el piso. El grabado no es una imagen documental sino una diseñada para evocar la brutalidad del evento en los términos más cruzados. Aquí no hay acción ni drama; en cambio, Daumier deja al espectador solo con la quietud y el silencio de la muerte.

Daumier conocía el riesgo

En los años que rodearon la publicación de Rue Transnonain, periodistas, editores y grabadores podrían enfrentar cargos penales, multas e incluso encarcelamiento por sus publicaciones. En 1831, Daumier había creado una impresión titulada Gargantua que representa a Louis-Philippe, el rey de los franceses, como una gota corpulenta con una lengua de cinta transportadora de gran tamaño que consume dinero proporcionado por los trabajadores de Francia (Gargantua es también el nombre de un gigante en una serie de novelas escritas en del siglo XVI por Rabelais). Por esta obra, Daumier y su editor Philipon fueron acusados, juzgados y sentenciados a seis meses de prisión. Al comenzar a trabajar en la huella, Rue Transnonain, Daumier entendió el riesgo que estaba tomando.

Honoré Daumier, Gargantua, 1831, litografía, 23/5 x 30.6 cm (Galería de Arte de la Universidad de Yale)

Daumier creó Rue Transnonain para la suscripción impresa, L'Association Mensuelle Lithographique y la publicó en agosto de 1834. Fundada por Philipon, mientras cumplía condena en prisión por la publicación de Gargantua, L'Association Mensuelle distribuyó caricaturas a los suscriptores mensualmente y los fondos recaudados apoyaron la libertad de prensa y ayudaron a pagar la multas gubernamentales.

Rue Transnonain fue la última litografía publicada en esa serie. Si bien los censores gubernamentales habían aprobado la impresión, cuando se exhibió en la ventana de un vendedor de impresiones, la policía tomó nota y rápidamente intentó localizar tantas copias como pudieron. La policía también confiscaron la piedra litográfica para que no se pudieran hacer más huellas. El resto de las impresiones originales de la Rue Transnonain de Daumier se encuentran entre las obras más valoradas de Daumier. Después de que publicaron Rue Transnonain, Daumier y Philipon evitaron la persecución pero el costo final fue alto. El gobierno aprobó una nueva ley que restringe la libertad de prensa y proscribió la caricatura política. En consecuencia, Daumier cambió su tema, apartando la mirada de la crítica política directa y hacia el comentario social.

Fuente: LibreTexts

sábado, 2 de agosto de 2025

"PIROSMANI". PELÍCULA SOVIÉTICA SOBRE EL PINTOR GEORGIANO NIKO PIROSMANASHVILI

Título: Pirosmani
País: URSS
Año: 1969
Duración: 81 min.
Dirección: GIORGI SHENGELAIA
Guión: Erlom Akhvlediani, Giorgi Shengelaia.
Música: Nodar Gabunia, Vakhtang Kukhianidze.
Fotografía: Konstantin Apryatin, Dudar Margievi, Aleqsandre Rekhviashvili.
Intérpretes: Avtandil Varazi, Dodo Abashidze, Givi Aleqsandria, Spartak Bagashvili, Teimuraz Beridze, Kote Daushvili

«Tengo otras películas que amo mucho, pero la que es más importante para mí es ‘Pirosmani’. Cuando tocas a ‘Pirosmani’, me tocas a mí.
Expresa la vieja Georgia, no la Georgia de hoy»

(Giorgi Shengelaia)


El director moscovita de origen georgiano Giorgi Shengelaia (1937-2020) vio a algunos de sus contemporáneos sucumbir jóvenes bajo el yugo del sistema del cine soviético en tiempos de Iósif Stalin, cuya política cultural, denominada realismo socialista, marcó un rechazo a las vanguardias y a la libertad creativa en pos de un proyecto artístico unívoco de formas decimonónicas y carácter propagandístico. Pero Giorgi Shengelaia, próximo en espíritu a otros autores como Andrei Tarkovsky y Serguéi Paradzhánov (quien, igual que Shengelaia en 1961, dedicaría un documental a Niko Pirosmani), incluso después de la caída del dictador y su muro censor en 1953, y hasta de la llegada de la Perestroika en 1987, siempre se sintió fuera de sincronía con el mundo del arte moderno que él mismo había ayudado a crear.

La cineasta georgiana Russudan Glurjidze (House of Others, 2016), que durante su etapa estudiantil recibió clases de dirección de cine y guión impartidas por el también profesor Giorgi Shengelaia en la Universidad de Cine y Teatro Shota Rustaveli de Tbilisi, una de las universidades más importantes y antiguas del Cáucaso, recuerda con cariño sus enseñanzas. «En su opinión, los sueños siempre prevalecían sobre la rutina», dice Glurjidze. Aunque conservador con respecto a la tradición y la familia, Shengelaia fue un «rebelde e innovador» que alentó a sus alumnos a experimentar con valentía: «Lo primero que nos enseñó fue pensar sin autocensura, límites y dogmas. En nuestro primer año, apagó el sonido y nos dijo que si no entendía nuestras películas sin diálogo, no eran cine».



El mejor y más conocido filme de los catorce que dirigió (desde 1961 a 2005) el ocasionalmente actor Giorgi Shengelaia es, sin lugar a dudas, Pirosmani (1969). La pieza maestra de su arte, ganadora del premio Hugo de Oro en el Festival de Cine de Chicago del año 1974, es una representación serena, poética e idiosincrática de la vida adulta del gran pintor primitivista de Georgia, Niko Pirosmanashvili, más conocido como Niko Pirosmani, el cual sólo se hizo famoso tras su muerte, pese a que antes ya gozaba de cierta popularidad local (en la película encarnado por el bressoniano actor no profesional Avtandil Varazi, casualmente también pintor en la vida real). Nacido en 1862 en el seno de una familia campesina y de origen humilde en el pueblo de Mirzaani, en la región montañosa de Kakheti, y pronto huérfano, Niko fue un hombre solitario cuya desoladora existencia estuvo marcada por la pobreza, la incomprensión, el talento innato para pintar y una triste historia de amor.

Se sabe que Pirosmani se enamoró instantáneamente de la bailarina francesa Margarita al verla actuar en un restaurante con motivo de su visita a Tbilisi (momento que aparece retratado brevemente en la cinta). Niko vendió inmediatamente todas sus pertenencias, incluida su casa, para comprar todas las flores de la ciudad y enviarlas a Margarita como muestra de su amor. La gente decía que Margarita le dio al artista su primer y último beso. Desafortunadamente, varios días después la bailarina abandonó Georgia acompañada de un admirador rico. A partir de entonces, Pirosmani vivió en una pequeña habitación bajo las escaleras de un edificio ruinoso de Tbilisi. Su única fuente de ingresos, que apenas le alcanzaba para comprar pintura, eran sus cuadros que vendía muy baratos (Niko no creía en su obra pictórica) y los trabajos que realizaba como albañil o pintando las paredes de las tabernas, que a cambio le daban comida y bebida. El georgiano al que nadie enseñó a pintar y nunca supo de su grandeza, acabó muriendo en la más absoluta miseria aquejado de alcoholismo y desnutrición en al año 1918. Actualmente su obra es costosa y conocida en todo el mundo.



Pirosmani no es un biopic convencional ni un encadenamiento lineal o cronológico de acontecimientos, sino que está compuesto por retazos vitales del legendario pintor, momentos éstos que se alternan con otros en los que dos expertos en arte admiran sus cuadros y, en cierto sentido, tratan de recomponer las piezas de su biografía. Shengelaia presenta a Pirosmani como el artista inadaptado y torturado por excelencia de antaño, como un monje llamado a crear y condenado a sufrir a manos de una sociedad banal y pragmática que se burla de él y no es capaz de entender su estilo de vida bohemio, su forma de pintar ajena a los cánones y su nulo interés por el negocio del arte. Fiel a sus principios, el pintor decía: «Seguiré haciendo como hasta ahora: arar y sembrar. Nunca he tenido ni tendré amos. Cuando sentía deseos de pintar, pintaba». Además de enseñar muchas de las pinturas del artista, la película se impregna de su esencia y parece encarnarlas, lo que tiene sentido conociendo que en Georgia el arte es un asunto familiar y que Shengelaia, que no era una excepción, pasó su infancia escudriñando los cuadros de Pirosmani que veía cada vez que visitaba con sus padres la casa de sus amigos intelectuales. Más tarde, estudiando en la escuela de cine VGIK de Moscú con el pionero del montaje Dovzhenko, Shengelaia decidió «encontrar un modo de dar forma a estos recuerdos de la infancia».

La cinta de Shengelaia, pues, se construye a partir de una sucesión de cuadros similares a los que pintaba Pirosmani, cuyo estilo, cercano al arte naif e incardinado en el primitivismo, privilegia las formas sencillas, los motivos folclóricos georgianos y el retrato de gente común y animales. Muchos planos son aquí una reproducción fiel y elaborada de la obra de Pirosmani, y los que no lo son mantienen su composición y tratamiento cromático. Esta puesta en escena marcadamente pictórica y teatralizada destaca por la atención al detalle y la disposición muy pensada de personajes y elementos dentro del marco, los cuales permanecen quietos o se mueven, como la cámara, muy lentamente. Por su parte, la excepcional y apagada fotografía en tonos pastel, unida al magnífico uso de las localizaciones interiores y al aire libre y del vestuario y atuendos típicos, ayudan a reflejar de manera muy hermosa y realista la vida rural y el carácter del pueblo georgiano de principios del siglo XX, dejando traslucir el amor que sentía el director por la tierra de sus orígenes y sus tradiciones, además de por su legado artístico.



Pirosmani muestra sensiblemente un modo diferente de entender el arte, la vida y el mundo a través de la figura del enigmático pintor Niko Pirosmanashvili, un modo de entender que en algunos aspectos se asemeja al pensamiento del propio Giorgi Shengelaia. Una película melancólica y de belleza primitiva, realizada con óptica de autor y en las antípodas de la pretenciosidad, que se vanagloria de ser uno de los tesoros mejor guardados del cine soviético de raíz caucásica y, a la vez, uno de los biopics más extraños y fabulosos del cine universal.


«No puedo entender cómo reaccionarían Sócrates o Platón ante las computadoras»

(Giorgi Shengelaia)

Fuente: El Hombre Martillo 

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viernes, 1 de agosto de 2025

OBRAS SOBRE EL ÉXODO Y EL EXILIO, DE JOSEP FRANCH-CLAPERS, EN EL MUSEO DE HISTORIA DE CATALUÑA

 

Josep Franch-Clapers. El éxodo. El exilio

En 1989, el artista hizo una donación generosa y desinteresada de una parte muy considerable de su obra a la Generalitat de Catalunya. Una obra plástica que, además de ser un importante legado artístico, se ha convertido en un excepcional y singular documento para conocer mejor uno de los episodios más dramáticos de nuestro país: la retirada de miles de personas hacia la frontera con Francia, huyendo de la cruel represión de los vencedores de la Guerra Civil, así como su posterior internamiento en campos de refugiados en el Estado francés.

Josep Franch-Clapers, exiliado e internado en estos campos de refugiados, captó a través del dibujo y la pintura, con gran realismo, intensidad y emotividad, la dureza y el dramatismo de un pueblo que había perdido la guerra y las libertades. Un pueblo que intentaba sobrevivir en unas circunstancias indignas.

Su obra, y toda su trayectoria vital, supone un testimonio de la labor de tantos y tantos catalanes anónimos que, desde la lejanía, con un espíritu irreductible, vencido pero nunca derrotados, lucharon por su país. Franch-Clapers amó la tierra que le acogió y donde formó su familia, pero nunca olvidó su patria, lo que atestigua su voluntad de legar su obra.

jueves, 31 de julio de 2025

"EL LENINISMO Y LA CRÍTICA ARTÍSTICA", TEXTO DE MIJAIL LIFSCHITZ, EN EL 120 ANIVERSARIO DEL NACIMIENTO DEL FILÓSOFO SOVIÉTICO

El artículo de Mijail Lifschitz "El leninismo y la crítica artística" fue publicado en 1936 en la Gaceta Literaria, órgano de expresión de la Unión de Escritores Soviéticos 

Desde hace cierto tiempo es admisible escribir de forma copiosa sobre las insuficiencias de nuestra crítica literaria. Insuficiencias que en verdad son grandes. Para ayudar a nuestra crítica se prescriben no pocos medios. Se escribe, por ejemplo, que se necesita solo de artículos inteligentes, que todo crítico debe poseer gusto artístico, que está obligado a ser honrado y valiente al fustigar los vicios, pero a más de todo, debe ser talentoso.

Todo esto es, por supuesto, verdad. Si la persona es boba y deshonesta no se le puede permitir pasar ni del umbral de la literatura. Sí, es fundamental pensar que siendo inepta o cobarde se la debe mantener lejos del trato con el lector. Pero esto ni de lejos lo es todo. ¿Acaso faltan personas honestas y talentosas? Sería extraño dudar de ello. ¿Por qué se escribe tanto sobre las insuficiencias de nuestra crítica literaria? Al parecer, aquí se manifiesta la influencia de otras causas.

Escuchar interminables discusiones sobre la inteligencia y el talento, sin querer nos recuerda a una de los personajes de la comedia de Shakespeare «Mucho ruido y pocas nueces». El chistoso viejo Dogberry sermonea al guardián nocturno Seacoal: «Ser guapo es un don de la fortuna, pero saber leer y escribir depende de la naturaleza». Así razonan muchos de nuestros literatos. Ellos están convencidos de que inteligencia y talento son cosas recuperables, pero suponen silenciosamente que el arte de leer y escribir lo otorga la naturaleza. En realidad ocurre de otra forma. Predicar cuán importante es el gusto y el talento, si este no existe, toda vuestra prédica es moral vacía, y de estar presente, esta prédica es tanto inútil como innecesaria. En los hechos, los raciocinios de este tipo conducen a que la crítica empiece a «ser guapa» con ayuda de adornos artificiosos.

Pero existe otro aspecto, el del arte de leer y escribir. Y pese a lo sentenciado por el viejo Dogberry, este arte no es dado por la naturaleza sino solo por un trabajo largo y perseverante. Es aquí que dirigen justamente su celo nuestros moralistas. Con todo, la gente es más gustosamente consciente de su ineptitud que de la ausencia del conocimiento, aunque esto último se corrige fácilmente.

Hablando sucintamente y sin preámbulos, nuestra crítica no capta al arte de leer y escribir en el espíritu del leninismo. He allí la razón verdadera de sus insuficiencias. Por supuesto, después de Octubre muchas ideas de Lenin están muy difundidas entre nosotros, son ampliamente conocidas en el medio literario. Pero el viejo adagio es verdad, el conocer todavía no es comprender. Y el leninismo es ciencia, y no se diga, nos exige una comprensión precisa.

Generalmente se piensa que el conocimiento o, más bien, cierto sentimiento del leninismo, es dado a nosotros naturalmente, y solo es necesario adquirir la guapura literaria con ayuda de los esfuerzos propios. Pero, como ya dijimos arriba, esto es un prejuicio. Si algo nos es dado naturalmente o, más precisamente, es lo viejo y reviejo que desciende de la costumbre tradicional, y todo ello no es más que la reminiscencia del marxismo dogmático, del marxismo de la vieja escuela socialdemócrata que debemos superar por medio del trabajo consciente. El problema trata sobre los remanentes de esa redacción del materialismo histórico contenida en los folletos y libros de Kautsky, Plejánov, Gorter, parcialmente en Lafargue, parcialmente en Mehring. La generación de mayor edad de entre nuestros críticos aprendió a interpretar los fenómenos ideológicos en estos folletos y libros. Y con frecuencia extrajeron de allí, junto con los granos de verdad, muchos dogmas corrientes e incorrectos. La generación más joven asimiló esta herencia con el suplemento de la esquemática ultraizquierdista en el espíritu de Bogdánov y de las abstracciones sociológicas de Bujarin o Friche. El marxismo vivo aún debe abrirse camino a través del nubarrón de estas deformaciones.

En los últimos tiempos nuestros escritos conceden mucha atención a la crítica de todos los esquemas sociológicos inoportunos. Es necesario señalar que las cabezas de muchos activistas literarios todavía están completamente indigestas de todo tipo de tonterías posibles. Entonces se sentencia que la esencia de la obra de Pushkin es el servilismo, entonces se hace de Gogol el representante de los terratenientes de angaria, y leímos recientemente en los periódicos que un redactor en exceso celoso prohibió la palabra «joven» por ser burguesa. Se admite que todo esto cae a cuenta de los absurdos humanos cotidianos. Y en verdad, aquí no son pocos los absurdos, pero este absurdo tiene su sistema.

Ahora ya no basta con simplemente mofarse de las caricaturas aisladas del tipo sociológico vulgar. Es perfectamente evidente que ellas emanan de una comprensión unilateral e incorrecta del marxismo. El coso sociológico baladí no se vuelve mejor allí donde se expresa en forma más intelectual, más precavida y más evasiva. A fin de cuentas, lo que en la inteligencia es sobrio resulta ebrio en lenguaje.

¿Pero qué es sobrio en la inteligencia? ¿Ese sistema de puntos de vista que descansa sobre todos los esquemas sociológicos inoportunos? Para responder a estas preguntas es necesario volver al fundamento fáctico de la escuela sociológica en la crítica marxista: G.V. Plejánov. A los escritos del propio Plejánov se les puede llamar de todo menos vulgares, y con todo eso, los esquemas de la sociología vulgar provienen justamente de este origen.

Para persuadirnos de la corrección de nuestras conjeturas tomamos el siguiente ejemplo. No hace mucho en las páginas de Literaturnaya Gazeta se dio publicidad al ridículo maestro de la escuela modelo en Ulan-Ude. Este sociólogo dio a sus estudiantes la siguiente caracterización de Tolstoi: «L. N. Tolstoi es el representante de la nobleza aristocrática, patriarcal, hacendaria que no fue absorbida en el aparato burocrático de la autocracia y estaba condenada a un gradual empobrecimiento económico». Bien podemos reírnos de esta descripción, pero el hecho es que el maestro de Ulan-Ude simplemente estaba repitiendo en una forma más chabacana los dogmas comunes de la crítica literaria capitalina.

Lo que es interesante es el origen de este dogma. Ya el fallecido V.M. Friche definió la creación de Tolstoi como «el realismo de la nobleza mundana». Los numerosos discípulos de Friche se embarcaron en la búsqueda de las más diminutas subdivisiones de esta nobleza, y allí se armó la de San Quintín. No hay duda, pese a todo, que el propio Friche tomo su definición de Plejánov. Para Plejánov, Tolstoi era «el escritor costumbrista de los estamentos superiores». La personalidad creadora del gran escritor se redujo por entero a la psicología del artista-aristócrata. Lo único, que en el parecer de Plejánov, perturbaba esta regularidad social eran las búsquedas sociales de Tolstoi, y él acometió contra ellas como un capricho del desgarbado gran señor idealista. Si el gran señor nació y obtuvo educación en el medio nobiliario, entonces que escriba de cómo se vive en las haciendas de la nobleza, he aquí un gran artista. Pero, ¡por Dios!, no os plantéis con vuestra crítica de la civilización burguesa, pues de socialismo no entendéis nada. Tales son, a fin de cuentas, las ideas fundamentales del artículo de Plejánov sobre Tolstoi y, además, de toda su sociología de la literatura: «Cada oveja con su pareja».

Lenin aborda de otro modo la cuestión de la creación de Tolstoi. Para Plejánov las obras del gran escritor eran una ilustración más de la regla general: el ambiente social del que provino el artista, influencia su psicología y dirige sus intereses. Para Lenin la fórmula materialista «el ser determina la consciencia» tiene un significado más profundo. Él no busca en Tolstoi los rasgos psicológicos de la existencia cotidiana de cierto estrato social, él, en general, no arranca en su análisis del ser económico de la nobleza, sino del ser social en el amplio sentido histórico, arranca de la interrelación y lucha de todas las clases de la sociedad.

¿Cuál es el significado de Tolstoi? «Su significación mundial como artista, escribió Lenin, y su fama universal como pensador y predicador reflejan, cada una a su modo, la importancia mundial de la revolución rusa». Tolstoi no era solo un maestro de la palabra artística que siempre será amado por millones de personas: la propia grandeza artística de sus obras yace en que él «supo también transmitir con notable vigor el estado de ánimo de las grandes masas oprimidas por el sistema actual, describir su situación y expresar sus espontáneos sentimientos de protesta e indignación». Así escribía Lenin en 1910. ¡Cuánta diferencia en comparación con la evaluación general de Tolstoi en los artículos de Plejánov! Allí tenemos al escritor costumbrista del nido nobiliario, aquí al artista en cuyas obras se escucha la voz de la historia mundial. Las obras de Tolstoi llevan escritas en sí el drama objetivo de la revolución rusa. En ellas se refleja la regularidad, tal si fuere un proceso natural, de la fortaleza y flaqueza del movimiento campesino de masas y además del país, descubriendo la perspectiva de romper el secular modo de vida injusto en Asia, cuna de la humanidad. «¿Qué punto de vista, entonces, reflejó la predica de León Tolstoi?», pregunta Lenin en el artículo «Tolstoi y la lucha proletaria». «Por boca suya habló toda esa ingente masa del pueblo ruso, que ya odia a los dueños y señores de la vida moderna, pero que aún no ha llegado hasta la lucha consciente, firme, consecuente e inconciliable contra ellos».

¿Puede el «artista-aristócrata» reflejar el movimiento popular en su país? Desde el punto de vista de Plejánov tal idea es equivalente a renunciar al marxismo. Y en efecto, este criterio sobre las obras de Tolstoi choca resueltamente con el marxismo dogmático de la época de la Segunda Internacional. Plejánov concebía la dependencia de la literatura respecto de la vida social como dependencia psicológica del artista del ambiente que le rodea. Este aspecto de la concepción materialista de la historia se desarrolló en él de manera tan unilateral que oscureció el hecho histórico básico acorde al cual el arte y la literatura son el reflejo de la realidad externa, espejo de la práctica humana objetiva multilateral. Para Lenin, en su análisis de la creación de Tolstoi, se parte precisamente de esta totalidad.

La unilateralidad de la «sociología del arte» de Plejánov ejerció y continúa ejerciendo la más triste influencia en la crítica e historia de la literatura de nuestra época. Este es el esquema perfectamente sobrio con el que el lenguaje se emborracha de sus éxitos en la sociología vulgar. Reza la tesis de arranque de esta sociología que todo artista solo pone en orden las vivencias psicológicas ancestrales impuestas a él por su propio ambiente, su crianza o los intereses de su grupo social. Estas vivencias surgen de modo enteramente involuntario, son automáticas, como la sensación de dolor al cortarse un dedo. Toda clase lleva una vida espiritual autónoma, ella se aflige, alegra, preocupa respecto a su salud (recuerden la crítica a los médicos en Moliére), y sucumbe, en general, a los más diversos estados de ánimo. El arte únicamente recopila los ánimos de su clase en reservorios especiales llamados obras de arte. En este sentido, todo artista está en su locura. No podéis convencerle ni disuadirle y, hablando de forma rigurosa, incluso resulta absurdo alabarle o despreciarle. Él es por ley un producto psicológico de su medio. Al fin y al cabo, todo artista solo puede expresar su propio yo, su ser, el ser de su clase, de su grupo, de su capa intermedia. Nuestro análisis será más exacto y más científico mientras más fuerte atemos al artista a su propia mediocridad. Así, o casi, razonan los numerosos representantes de la moderna sociología del arte y la literatura, de forma mucho más consecuente que Plejánov, naturalmente, en su aceptación de la orientación.

¿Qué es la literatura? ¿Un reflejo de la realidad, un cuadro del mundo objetivo que rodea al artista, a su clase, a su capa social intermedia? En modo alguno. La literatura es una forma particular «de la ideología de clase que se expresa en forma del conocimiento clasista de la realidad y sirve a la tarea de la autoafirmación clasista […]». Tal explicación la da nuestra Enciclopedia Literaria. De esta forma, los contenidos de la literatura no son tomados del mundo externo, sino de las profundidades de la psicología de una clase determinada. Algunos historiadores de la literatura fueron incluso más allá a través de esta senda y sacaron la conclusión de que el artista, en general, no puede retratar nada excepto a su propia clase. Si Gogol escribió sobre los cosacos, entonces para la mirada sagaz estos no son cosacos ni en lo más mínimo, sino pequeños nobles, como el propio Gogol, disfrazados con pergaminos y zupanes.

Toda obra literaria se convierte de ese modo en un telegrama cifrado, y toda la historia del arte mundial es la compilación de jeroglíficos y señales simbólicas que esconden un sentido de clase determinado. Es necesario resolver estos jeroglíficos y determinar su equivalente sociológico. De allí ese rasgo de la sociología vulgar que tan a menudo salta a la vista, su manía de desenmascarar. El sociólogo se afana en coger al escritor con las manos en la masa en ese momento cuando se le va la lengua sin querer, dejando ver las viejas tendencias de su conciencia de clase. Si, por ejemplo, la Julieta de Shakespeare exclama: «¡Quiebra, oh corazón mío!», el perspicaz maestro de una cosa parecida al psicoanálisis se aprovechará sin falta de ello para ligar al gran dramaturgo con los intereses de los mercaderes de Londres, los nobles comerciantes o los terratenientes aburguesados.

El leninismo en la historia y crítica de la literatura no tiene nada en común con semejante análisis o, mejor dicho, cartomancia sociológica. La gente es cuerda, su consciencia no es solo un rasgo psicológico de algún punto de vista subjetivo. Esta da un retrato del mundo objetivo a nuestro alrededor, refleja la realidad externa a nosotros. Los escritores y artistas la representan en una forma más o menos veraz, más o menos artística. La principal insuficiencia de esta forma sociológica, tan difundida entre nosotros, consiste en que sustituye la teoría del reflejo de Lenin por el simbolismo de clase y rompe, en este punto importantísimo, con el marxismo.

¿Pero cómo se puede combinar la teoría del reflejo con un punto de vista clasista? Dice perplejo el sociólogo vulgar. Si la literatura refleja la realidad externa ¿Qué resta en el campo del análisis de clase? Estos miedos reiteran por entero lo que decían en sus tiempos los así llamados economistas, y luego el propio Plejánov en la Iskra menchevique, a propósito del libro de Lenin ¿Qué hacer?. Vale recordar al lector que ellos acusaron a Lenin de idealismo y de olvidar la naturaleza clasista de la conciencia.

El marxismo dogmático entiende por análisis de clase el establecimiento de tipos sociopsicológicos y estilos de pensamiento ancestrales, unívocamente verdaderos desde el punto de vista de sus propias clases y unívocamente falsos desde el punto de vista de las clases contrarias. El sociólogo solo explica estos tipos y sus explicaciones se reducen, por último, a la filosofía del Doctor Pangloss: «Todo es como es y no puede ser de otra forma que como es».

El concepto de Lenin sobre la ideología de las distintas clases en las obras de arte es totalmente diferente. La naturaleza de clase de los fenómenos espirituales se determina, en su base, no por el matiz subjetivo, sino por la profunda y veraz comprensión de la realidad que en ellas se incluye. De ello, del mundo objetivo, es que se recoge el mismísimo matiz subjetivo de la ideología de clase. Ella es la conclusión, la conclusión en el grado más alto de deducción y no el punto de partida. El hombre capaz de elevarse al odio hacia la opresión y falsedad en todas las manifestaciones de la vida social de su época, se convierte en ideólogo de la clase revolucionaria. El hombre sumergido por entero en su propio ser particular, en su cortedad tradicional, siempre quedará bajo el poder de las ideas, creencias, prejuicios que resultan de los intereses de las clases reaccionarias.

Lenin supo demostrar, en contraste al marxismo dogmático, que la conciencia de clase no aparece automáticamente. No se nace siendo ideólogo de una clase determinada, se llega a ser uno. Así, la ideología proletaria, es decir, el marxismo, no es la sencilla profundización en la psicología del trabajador, y a ella no es posible considerarla una consecuencia inmediata del ser de la planta fabril. La verdadera conciencia de clase se elabora solo a partir de la observación de todas las clases de la sociedad en la totalidad de las manifestaciones de vida de estas clases, sean intelectuales, morales y políticas. La ideología proletaria surge precisamente en esa esfera de relación mutua de las diversas clases de la sociedad, ella es la conclusión sujeta a leyes de toda la práctica histórica de la humanidad, el resumen del desarrollo de la filosofía, la economía política y el socialismo.

A la inversa, desde el punto de vista de la sociología burguesa, la cual toma algunas de sus tesis de la literatura marxista, la ideología de clase tiene un carácter más puro si ella es ciega y aislada dentro de sí, en tanto y cuanto es de lo más limitada e ignorante del mundo circundante. Sí, es indudable, toda limitación lleva, en el análisis final, a la defensa de determinados intereses de clase, y con mayor precisión, los intereses de la reacción. Pero las propias masas trabajadoras permanecerán bajo el poder de la ideología reaccionaria de las clases dominantes, mientras ellas no comprendan la realidad social que les rodea y por intermedio del mundo externo no lleguen a la comprensión de su propio rol histórico, esto es, a su autoconciencia de clase. Lenin dice: «El conocimiento no es (o no sigue) una línea recta, sino una curva que se aproxima infinitamente a una serie de círculos, a una espiral. Todo fragmento, segmento, sección de esta curva puede ser transformado (transformado unilateralmente) en una recta independiente, completa, que entonces (si los árboles impiden ver el bosque) conduce al lodazal, al oscurantismo clerical (donde queda SUJETA por los intereses de clase de las clases dominantes)».

El espíritu revolucionario consciente y la defensa consciente o inconsciente del oscurantismo y la falsedad son antítesis muy importantes de por sí, pero insuficientes. Pese a la contradicción clasista franca y diáfana, siempre han existido muchos millones de la masa de gente que habiéndose erguido ya hasta la revuelta en contra de sus opresores, aún no llegan a la lucha consciente y consecuente. Esta confusión de clases objetiva, esta carencia de un deslinde de las clases (como en Rusia entre 1861 y 1905, y en Francia y Alemania entre 1789 y 1848), y las vacilaciones en las propias masas populares que de allí emanan, nos explican de mejor modo las contradicciones de los grandes escritores, artistas y humanistas del pasado. La mixtura de rasgos revolucionarios y reaccionarios en la consciencia de los mejores representantes de la vieja cultura es un hecho histórico fijo. Los ideales revolucionarios rara vez se reflejaron en la literatura de modo franco y directo. Habiéndose apartado de la secular crema y nata de la vieja sociedad, las mentes más nobles no pudieron, todavía, hallar en el mundo exterior que les rodeaba la solución a las complejas contradicciones de la historia humana. De allí la capitulación interna de estas personas ante la religión y la moral tradicional, de allí la consolidación de esta capitulación en interés de las clases dominantes.

Si Tolstói solo expresó la psicología de la aristocracia en decadencia, si Pushkin solo celebró los goces y dificultades de los terratenientes aburguesados, entonces la historia de la literatura guardaría silencio sobre ellos, como guarda silencio sobre los miles de Mitrofanov literarios y los escritores de la tendencia ojrankista. Se dan, no obstante, otros casos. «Y si nos encontramos en presencia de una artista de verdadera grandeza, dice Lenin, ese artista ha tenido que reflejar en sus obras al menos, algún aspecto esencial de la revolución». Y vemos en la interpretación de Lenin, como el gran artista vence las limitaciones psicológicas de su ambiente y se convierte en portavoz de los sufrimientos e ira de millones en la masa popular. Tolstói trasladó a sus obras el sentir primordial de la psicología primitiva del democratismo campesino. En esto residía el genuino equivalente social de su creación artística, el manantial del auge espiritual del gran escritor. De otra parte, la psicología patriarcal dejó su huella de rudeza en todo el movimiento campesino (1861-1905). Cuando el campesino ruso deseaba expresar en su propio lenguaje la idea de la socialización de la tierra, este dijo: «La tierra no le pertenece a nadie, la tierra es de Dios». Ese campesinado patriarcal no pudo encontrar un mejor vocero de sus vacilaciones que Tolstoi.

Con similar criterio de la lucha de clases es que Lenin conceptuó a Herzen. «La quiebra moral de Herzen, su profundo escepticismo y pesimismo tras 1848, señalan la quiebra de las ilusiones burguesas sobre el socialismo. El drama moral de Herzen fue resultado y reflejo de esa gran época histórica en la que el espíritu revolucionario de la democracia burguesa estaba muriendo ya (en Europa), y en la que el espíritu revolucionario del proletariado socialista todavía no había llegado a su madurez».

Y en el mundo capitalista moderno existen muchas personas que ya están desencantadas de la democracia burguesa, pero no han llegado todavía a la democracia proletaria. Las vacilaciones de millones de personas se reflejan en las búsquedas artísticas de los más diversos escritores occidentales, cuya posición de clase la determina, en el análisis final, su actitud para con las fuerzas combativas de nuestra era, para con el problema central de la época, para con la cuestión de la propiedad y el poder.

De ello es evidente que esa manera tan ampliamente difundida entre nosotros de describir las aspiraciones de estas personas a partir de la psicología de tal o cual pequeña capa intermedia de la clase burguesa no responde a las exigencias del leninismo. En nuestros libros de texto, Anatole France todavía es presentado como un ideólogo de la burguesía media, Romain Rolland como un pequeño burgués humanista y así por el estilo. La clasificación de estos tipos psicológicos oculta por entero, ante muchos críticos, la cuestión básica sobre la relación del escritor con la revolución. Aquí la sociología vulgar confluye de forma inmediata con el «sectarismo jactancioso» en la Internacional Comunista.

Volvamos, no obstante, a la cuestión de los clásicos de la literatura mundial, pues los autores de los libros de textos y de otras obras les tienen predestinada, como representantes del viejo mundo, cierta lectura que los trata del modo más despiadado. Según esta literatura, las obras de Pushkin, Gogol y Tolstói deben ser comprendidas partiendo de los quehaceres domésticos de la nobleza rusa, del empobrecimiento o regeneración burguesa de esta clase. Así mismo procede la historia de la literatura occidental en relación a Shakespeare, Moliere, Goethe. Pero todo esto denigra la historia artística de la humanidad, y el verdadero análisis de clase se diferencia de modo resoluto al oponerse a todo este enfoque sociológico, al brindar la posibilidad de poner por delante todo lo que es verdaderamente grande en la historia del arte y dejar ver sus vínculos con los elementos democráticos y socialistas de la vieja cultura. El leninismo nos enseña a descifrar inteligentemente el contenido histórico de la herencia artística para separar en ella lo vivo de lo muerto, lo que pertenece al futuro de eso que es impronta de un pasado servil.

Aquí abordamos la principal insuficiencia de nuestra escuela sociológica. La gente que habla y escribe tanto de análisis de clase no comprende en realidad nada de la lucha de clases. En esencia, ellos aíslan al socialismo de la lucha de clases. En la base de todos los despropósitos de la sociología vulgar no yace no la figuración leninista de las clases, sino la burgués-menchevique.

¿En qué se ocupan, de hecho, los historiadores de la literatura excitados por esta manía sociológica? En buscar los irrelevantes grupos élite de la burguesía y la nobleza a los que atribuir luego las creaciones de Shakespeare o Balzac. Si les creemos a nuestros sociólogos, toda la historia del arte universal expresa la pequeña pelea por un pedazo de la presa entre los distintos tipos de parásitos. ¿Y en esto consiste el contenido principal de la lucha de clases? ¿Y dónde se hallan las contradicciones de clase básicas de cada período histórico? ¿Dónde está la lucha secular entre los arriba y los de abajo? ¿Dónde se ha metido el pueblo? Hacerse estas preguntas es en vano. En los esquemas históricos de nuestros sociólogos no hallaréis nada por el estilo. Lo más a que llega su capacidad es a hacer loas en honor de la burguesía «progresista», «joven», «en ascenso», «fortaleciéndose» y «madurando». De tal modo, se puede ver que la sociología vulgar y la no vulgar (por sus maneras) trabajan para apartar al arte del pueblo. La poesía de Pushkin viene a ser patrimonio de los terratenientes aburguesados, la obra de Gogol surge de la pequeña nobleza, y los escritores antiguos no pueden pretender ser algo mejor.

Nosotros podemos decir que el pueblo no tuvo o prácticamente no tuvo sus propios voceros directos en el arte del pasado. Esto es verdadero hasta un cierto grado, pero no significa que el arte y la literatura se desarrollaron sin influencia de las masas de base de la humanidad. Saltykov-Shchedrín está aquí más cercano a Lenin que decenas de nuestros marxistas. Él escribe: «Además de las fuerzas activas del bien y el mal, en la sociedad también existe un consabido medio pasivo que sirve principalmente de arena para toda clase de influencia. No es posible dejar de tener en cuenta a este medio, incluso si el escritor no tiene otras pretensiones salvo las de recopilar materiales. Muy frecuentemente, de ello no se menciona una palabra, y por lo tanto pareciere como si se lo tachare, pero esta tacha es imaginaria, en realidad las representaciones de este medio pasivo nunca abandonan el pensamiento del escritor. Es justo este medio en el cual se oculta “el hombre que come quínoa”. ¿Vive o solo se oculta? Es mi opinión que aunque de preferencia se oculta, empero él todavía vive un poco».

El hombre que come quínoa es el campesino, es ese ser extraño que La Bruyere observó desde la ventana de su carruaje, ese ser incomprensible, pasivo que, con todo, en palabras de Montaigne, se diferencia del Rey solo en la hechura de los pantalones. ¿Cómo es posible pretender que la literatura se desarrolló sin la influencia del campesino, del obrero, del soldado que regresaba de los campos de la guerra imperialista? Recordad con cuanta perseverancia Lenin repudio a los sociólogos del Veji que se afanaban por aislar a la literatura y crítica del siglo XIX de los ánimos del campesinado en servidumbre. Conocemos del ejemplo de Tolstói que las búsquedas espirituales del gran escritor, surgido del medio nobiliario, lograron reflejar las contradicciones de vida de las masas populares. Ya los autores demócratas del siglo XVIII como Vico, Winckelman, Fergusson y Herder dieron justo testimonio de las verdaderas raíces populares del arte, de la degeneración de la creación artística en todas partes donde las personas de talento pierden contacto con la base democrática de la cultura y se transforman en componentes ideológicos de la clase dominante (según la expresión de Marx en las Teorías de la plusvalía). Esta convicción fue propia a todos los pensadores revolucionarios del pasado, ella inspiró a Belinski cuando escribió su carta a Gogol. Y es este mismo pensamiento en su desarrollo ulterior el que subyace en la base de los artículos de Lenin sobre Tolstoi. «El arte pertenece al pueblo», le dijo Lenin a Clara Zetkin. «Deben echar sus raíces más profundas en las grandes masas trabajadoras. Debe ser entendido también por estas masas, y apreciado por  Reflejo veraz de la vida y carácter popular, he aquí los dos criterios principales de la crítica leninista, las dos aristas de una y la misma totalidad.

La lucha de clases en la literatura es la lucha de las tendencias populares en contra de la ideología de la dominación y la esclavitud, en contra de la inexpresividad religiosa, la brutalidad primitiva, la villanía refinada y el empalagoso servilismo. E inscribir este punto de vista de clase a través de toda la historia mundial del arte no significa en lo absoluto clasificar las obras de arte en estantes según los distintos grupos sociales. No, significa someter a la herencia artística del pasado a un análisis genuino, concreto y valorar por sus méritos todo lo grande en ella, entendiendo tanto las contradicciones de la historia del arte como sus graves repliegues, para juzgarla con el punto de vista más consecuente, el del más claro deslinde entre las clases, con el punto de vista de lucha proletaria contemporánea.

La así llamada sociología, esa explicación desalmada que se nos ofrece con la apariencia de ser análisis de clases marxista, es mucho más cercana a los novísimos productos del pensamiento burgués moderno (por ejemplo, la «sociología del conocimiento» alemana) que al leninismo. Ella rompe incluso con las mejores tradiciones de la crítica democrática rusa, la tradición de Belinski, Chernichevski y Dobrolyubov. Existe una discrepancia determinada entre el marxismo creador, que cimenta las conquistas de la revolución de Octubre y esa tediosa escolástica aparentemente marxista que aún ensucia nuestra prensa. Se puede llamar a esto de retraso en la crítica o cualquier otra cosa, los hechos son los hechos. Hay un marxismo dogmático y un marxismo creador, vivo, multilateral, libre de todas las limitaciones profesorales y sectarias, un marxismo impregnado de parte a parte del espíritu de la dialéctica revolucionaria. Nosotros nos paramos en el terreno de este último, es decir, en el terreno del leninismo. Pero en nuestra crítica literaria, en artículos de revistas y libros de historia de la literatura, a menudo esto queda como una simple declaración.

Debemos trabajar en ello para dominar el arte de leer y escribir en el espíritu del leninismo.

Fuente: Para la Voz