Poema a la muerte de Stalin
“A las pocas horas” de anunciarse la muerte de Stalin, el militante del Partido Comunista español Jorge Semprún escribía, “sin que fuera por encargo”, el poema que sería leído ante miles de refugiados políticos españoles reunidos en una sala de París al final del acto en homenaje a la memoria de Stalin.
La clase obrera es huérfana,
son huérfanos
los cargadores de Bilbao,
los que trabajan en Éibar el acero,
los marinos de Ondárroa y de Laredo,
los mineros de Mieres, de Langreo,
las mujeres de Murcia en el mercado,
los pastores de Gredos, las muchachas
que lavaban la ropa en el arroyo,
y el albañil es huérfano y su duelo
brilla en la negra cal de los andamios.
La clase obrera es huérfana en Manresa
y en Sabadell. Por toda Barcelona
corre un rumor de llanto y de promesa:
“¡Se nos ha muerto Stalin! ¡Su bandera
levantaremos hasta la victoria!”
Madrid se ha estremecido.
No habla nadie
en el camino triste hacia el trabajo.
Madrid calla y recuerda.
“¡Se nos ha muerto Stalin! ¡Su Partido
proseguirá la ruta que él abriera!”
Los que sufren del hambre,
los que venden
al Capital su fuerza de trabajo,
los que no tienen nada que perder
y un mundo que ganar,
los que veían
ese mundo ganado y defendido,
de Shangai a Berlín,
más feliz cada día, engrandecido
por la mano de Stalin,
todos ellos son huérfanos.
Se nos ha muerto el padre, el camarada,
se nos ha muerto el Jefe y el Maestro,
Capitán de los pueblos, Arquitecto
del Comunismo en obras gigantescas.
Se nos ha muerto. Ha muerto. No hay palabras.
Redoblen los tambores del silencio.
Se nos ha muerto Stalin, camaradas.
Apretemos las filas en silencio.
Jorge Semprún, Autobiografía de Federico Sánchez, [1977] , Barcelona, Planeta, 1995.
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