Che en el Congo en 1965
Grabación inédita del Che Guevara recitando el poema "Los Heraldos Negros", del poeta peruano César Vallejo. Este audio es un extracto del documental "Che, un hombre nuevo", de Tristán Bauer.
Este archivo sonoro fue entregado por el ejercito boliviano que fusiló al Che al realizador del documental, Tristán Bauer. Tras doce años de investigación del director argentino sobre el líder de la revolución cubana, se presenta documentación íntima, entre escritos, grabaciones y narraciones literarias, fueron ofrecidas por primera vez por la esposa del Che, Aleida March y sus hijos.
"Fue muy emotivo escuchar la voz del Che Guevara recitando a César Vallejo en un mensaje de despedida a mi madre antes de marcharse al Congo en 1965... Yo tenía tres años, no tengo registro de esa despedida" (Declaraciones de Camilo Guevara, hijo del legendario revolucionario, para AFP).
Fuente: Rebelión
LOS HERALDOS NEGROS
Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... ¡Yo no sé!
Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.
Son las caídas hondas de los Cristos del alma
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.
Y el hombre... Pobre... ¡pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.
Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!
LOS HERALDOS NEGROS
Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... ¡Yo no sé!
Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.
Son las caídas hondas de los Cristos del alma
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.
Y el hombre... Pobre... ¡pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.
Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!
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