jueves, 14 de julio de 2016

EMMA COHEN NO ES LA COLA DE UN COMETA

Emma Cohen con Paco Algora en la fiesta del PCE 2010, los dos participaron en el homenaje a Miguel Hérnández
Foto: Atrapasueños

Era una plenitud, la dignidad de una voz rebelde, el presente de una luz propia que no confundía modestia con entrega.

Ha muerto Emma Cohen. Quiero dedicarle un recuerdo. No desde un punto de vista biográfico, haciendo, como se suele, una especie de inventario. Sino desde el punto de vista de un cierto tiempo, no demasiado, que compartimos descatalogando a Hernández, Celaya, Alberti, María Teresa León… La voz de las mujeres suele tacharse en este país que apenas lee pero que tantas páginas pasa sin leerlas siquiera. Páginas, a veces, cargadas por la personalidad histórica y cultural de mujeres memorables, como Emma.

Durante un tiempo hemos coincidido en la militancia de una excomisión de cultura que trabajaba mucho más por producir una hegemonía antidominante que por dedicarse a poner en el escenario a expresiones más o menos altisonantes de ese famoseo que también abunda en el mundillo de la cultura. Emma participaba fundamentalmente a través de Atrapasueños y de su relación con Joaquín Recio, que le publicó textos y dibujos verdaderamente notables. En Twitter se la puede ver y oír recitando a Marcos Ana en el escenario central de la Fiesta anual del PCE.

Pero eran otros tiempos. Vivíamos un presente como descatalogando el espíritu de otros tiempos. Nosotros, los de entonces, ya no éramos los mismos. Aunque la comisión se dedicara, a lo largo y ancho del país, en más de 200 actos, a hablar de cultura, a explicar que la política sin cultura tiene mucho de subasta, a destacar que los actos culturales tienen mucho más de misión pedagógica que de escenario de fiestas locales en noches locas de espectáculo y ruido.

Solo quiero destacar eso: Emma, como María Teresa León, no era la cola de ningún cometa. Aparecía, si se quiere, como una voz tachada, como una persona “incompleta”, desde el punto de vista de la normalidad patriarcal. Realmente era una plenitud, la dignidad de una voz rebelde, el presente de una luz propia que no confundía modestia con entrega. Y así la vivíamos. Realmente estas cosas se dicen cuando alguien ha desaparecido, no para compensar, no para fingir un sentimiento, sino porque no es necesario decirlas en vida, porque basta una mirada, un tono de voz, coincidir leyendo en público a Hernández o a Marcos Ana, observar el cansancio de unos ojos tras un larguísimo viaje con el objeto cumplido de leer un poema de Celaya ante unas cuantas decenas de personas que aplauden conmocionadas de que aún exista Celaya y de que aún exista la voluntad en algunos/as de volverlo a leer en público; de que aún exista la voz de Emma y su voluntad rebelde, de que nadie pueda en ningún momento de la historia quemar todas las brujas.

Por eso nos dedicábamos a rescatar ese temple histórico de las misiones pedagógicas, sabiendo que no era una victoria puntual pero tampoco un trabajo inútil. Rescatar aquel tiempo anterior al capitalismo posmoderno, y rescatar a María Teresa León. Lo mismo que haremos ahora desde otras comisiones con Emma. Otros se dedican a rescatar bancos.

Felpe Alcaraz (Fuente: Mundo Obrero)

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