La masía, 1921-1922. National Gallery de Washington.
Comenzada a pintar al natural, reproduce los edificios anexos de la casa de los padres de Miró en Mont-roig. El artista llegará a considerar esta gran tela como la pintura más importante de los inicios de su carrera. Los objetos familiares se magnifican como una culminación de las detalladas obras realizadas los años precedentes. Será en París donde Miró acabará de pintar de memoria este cuadro, que ya muestra los indicios del estilo más condensado que desarrollará posteriormente en la ciudad francesa.
Paisaje catalán (El cazador), 1923-1924. MoMA, Nueva York.
Aunque todavía está íntimamente ligado a la identificación de Miró con Mont-roig, lo que predomina en esta pintura es el elemento fantástico. Los detalles precisos de los paisajes anteriores se transforman aquí en campos de color en los que las formas se condensan y se empequeñecen. A la izquierda, hay un cazador reducido a signos: cuerpo de palo, cabeza triangular, pipa humeante, rifle cónico... En la base, descansa una sardina esquelética mientras que un barco con la bandera española se adentra en el mar. El líder surrealista André Breton comprará esta pintura poco después de que el pintor la acabe.
Cabeza de campesino catalán, 1925. Tate Scottish National Gallery, Londres.
Esta obra muestra la progresión simplificadora a la que Miró someterá progresivamente su pintura. La figura del campesino que hemos visto en Paisaje catalán (El cazador) reaparece aquí de forma todavía más esquematizada, condensando sólo en la cara los atributos que lo distinguen: la estructura cruciforme, los ojos en forma de disco y la barretina roja, que se erige como un símbolo de la independencia de los campesinos catalanes. La referencia al espacio terrenal desaparece y la figura del campesino se muestra ingrávida sober un fondo azul, pero dejando entrever las líneas reticulares que delimitan su rostro.
Personaje, 1934. Fundación Miró, Barcelona.
La distorsionada energía de estas crueles caricaturas, consideradas por el propio Miró como sus primeras "pinturas salvajes", evoca las tensiones sociales y políticas que predominan en la República Española a mediados de los años 30. Para hacer más evidente esta atmósfera de inestabilidad, el artista recurre, en esta serie de pasteles realizados el mes de octubre de 1934, al modelado y a un determinado claroscuro.
Naturaleza muerta del zapato viejo, 1937. MoMA, Nueva York.
Realizada en París a principios de 1937, Naturaleza muerta del zapato viejo capta la reacción de Miró ante la Guerra Civil. El retorno al realismo le parece necesario y, de hecho, en aquel momento Miró escribe: "Quiero que se sostenga al lado de una buena naturaleza muerta de Velázquez". En la década de 1950 reconocerá que en esta pintura "había símbolos trágicos de la época, sin yo saberlo; la tragedia de un miserable trozo de pan y de un zapato viejo, una manzana traspasada por un cuchillo cruel y una botella, como una casa en llamas".
Aidez l´Espagne, 1937. Fundación Miró, Barcelona.
Destinado a venderse como un sello para ayudar a la causa republicana, Aidez l´Espagne se reproducirá finalmente en pochoir y será encartado en la revista Cahiers d´art. Miró inscribe esta frase: "En la lucha actual, veo en el lado fascista las fuerzas caducas, y en el otro bando al pueblo, con unos recursos creativos inmensos que darán a España una sacudida que dejará aturdido al mundo".
Mujer en rebelión, 1938. Centre George Pompidou, París.
Como sucede en El segador, la imagen de esta mujer monumental remite a su título. Aun así, ahora el artista escoge una mujer desnuda, que corre con pavor en medio de un pueblo en llamas, para mostrar el tormento que le infunde la guerra. La deformación a la que somete esta figura, intensificada por la coloración del fondo y con una pierna inmensa en forma de falo que traviesa horizontalmente toda la superficie del cuadro, es una clara muestra de este sentimiento de malestar.
Fuente: El Cultural
Información de la exposición "Joan Miró. La escalera de la evasión": http://www.fundaciomiro-bcn.org/
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