Retrato de mujer (la madre de Eugenio Arias) con pañuelo en la cabeza. Abajo en el ángulo inferior derecho, la firma de Picasso.
Eugenio Arias y Picasso coincidieron en el exilio francés. Arias, de
familia humilde —su padre era sastre y su madre había trabajado de
pastora y de criada—, ingresó en el Partido Comunista de España en
1931. Su compromiso con la defensa de la Segunda República lo llevó a
participar en los primeros combates de julio de 1936 en el frente
bélico de Somosierra, llegando a formar parte del consejo municipal de
Buitrago en verano en representación del PCE y de la UGT.
Terminó la guerra como capitán, cojo de por vida por las heridas
recibidas en la batalla de Teruel, y pasó por la dura experiencia de
los campos franceses de Argelès-sur-Mer y Vernet d’Ariège al comienzo
de su exilio francés. Militante de la resistencia contra el nazismo,
fue en 1947 cuando coincidió con Picasso en la población sureña de
Vallauris, donde regentaba un salón de peluquería: dio comienzo
entonces una firme amistad, casi una relación padre-hijo, que solamente
terminaría con la muerte del pintor en 1973.
Según el propio Eugenio Arias este retrato fue "realizado
con motivo de la petición de amnistía para los españoles encarcelados".
Se trata, por tanto, de otra de las obras que ponen de manifiesto el
compromiso político de Picasso con la realidad española y su oposición al franquismo. El retrato, según el testimonio de quienes conocieron a la señora Arias, guarda un extraordinario parecido con la retratada, y fue realizado a partir de una fotografía que Arias entregó
a Picasso el 24 de octubre de 1960. Picasso probablemente la veía como
una representación de las virtudes del pueblo castellano y, por
extensión, español. Lo escueto de su trazo parece hacer alusión a la
austera idiosincrasia del personaje, a quien Picasso tenía en gran
respeto por sus fuertes convicciones morales. La fotografía en la que se
basa este dibujo, se conserva actualmente en manos de los herederos de Eugenio Arias.
"Mi madre, aquella pastora de Robledillo de la Jara, me dijo un día: "hijo, en este combate que es la vida, te podrán robar la cartera, desvalijar tu casa; pero atención, no te dejes pervertir el alma". Un día le comenté a Picasso este pensamiento de mi madre y este me contestó: "no me extraña, ya te he dicho siempre que tienes la suerte de tener una madre muy inteligente".
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