A todos los trabajadores y revolucionarios
Camaradas:
Una obligación ética me impele a haceros partícipes de las causas que
motivan la decisión de separarme de un movimiento al que consagré 10
años de actividad discreta y sentida, con toda la fuerza y sinceridad de
la juventud. Esta separación no significa una deserción de la lucha;
ello es simplemente una rectificación en la metodología revolucionaria,
consecuencia experimental de ideas malogradas.
Para haceros más viable el enjuiciamiento de causas, os las clasificaré en la forma siguiente:
Motivos teóricos
El
anarquismo se halla fosilizado, sumergido en el pasado, huérfano de una
revisión crítica profundísima en sus principios que lo haga vivir con
la época. Está incapacitado para una amplia acción revolucionaria de
masas organizadas, que es lo que únicamente puede destrozar hoy al
régimen capitalista, primer dique contensor para innumerables conquistas
ideológicas posteriores.
Los
anarquistas están imposibilitados de unificar las diferentes fases
doctrinales de su movimiento. La moral humanitaria de Tolstoi excluye
por completo el individualismo aristocrático de Stirner. Las luchas de
clases de Bakunin y Kropotkin no pueden acrisolarse en una misma acción
científica a causa de ese caracter indisciplinado de la teoría. Ello es
la causa de que en todo el curso de sus actividades no hayan podido
obtener un éxito de importancia mundial. La ausencia de unidad en el
pensamiento anarquista ha paralizado la unidad de la voluntad colectiva,
fracasando en toda la tentativa de acción revolucionaria de masas.
Para
ellos no importa que en los pueblos se sucedan convulsiones políticas o
científicas; que el ritmo de la historia se vea apresurado
continuamente por la apoteosis de la ingeniería. Los anarquistas siguen
conservando el ideal en su iniciación teológica, considerándolo
infalible para solucionar unilateralmente todas las cuestiones. Con su
característica demagogia gritan: ¡Hay que abolir la máquina del estado!
Como si este solo grito pudiera satisfacer a la inmensa multitud de
pueblos que se preparan a hacer su revolución. No ven que ante el
proletariado se presenta una cuestión ineludible, ¿Por qué puede ser
reemplazado este organismo estatal? Es la pregunta fundamental de Lenin,
a la cual el anarquismo se ha evidenciado como incapaz de dar una
respuesta teórica concrta. Sus eternos monosílabos filosóficos
plenamente han demostrado su bancarrota en lo concerniente a soluciones
prácticas y científicas, ocasionando estos formidables fracasos a los
movimientos revolucionarios de los pueblos.
Hoy
ha de satisfacerse el escepticismo de las masas con soluciones
concretas que vigoricen sus ímpetus combativos, gastados en pasadas
esterilidades filosóficas.
La
crisis económico-política por la que atraviesa España, y que
rápidamente puede transformarse en una situación revolucionaria, nos
coloca a los trabajadores en la necesidad de conquistar la dirección de
la revolución que se prepara. y para ello estamos obligados a denunciar
la incapacidad del anarquismo como movimiento de masas, evitando que
repitan sus fracasos poniendo en peligro el triunfo de la revolución. La
historia nos señala ejemplos monumentales de sus desaciertos líricos:
la Comune de París abandonada en manos de Thiers, y la revolución de
Alemania e Italia en las de Hindenburg y Mussolini son esperiencias
dolorosas que nos hacen comprender que si bien hay que destruir la
máquina burocrárica militar y capitalista del Esado, el proletariado
victorioso debe controlar y mantener esta acción revolucionaria creando
su propio estado obrero transitorio, interin no consolide todas las
conquistas de la revolución. Este Estado está bien definido que ha de
ser transitorio, y no existe un teórico del comunismo que lo haya
preconizado a perpetuidad. He aquí cómo se expresa Engels a este objeto:
«Las clases desaparecerán de un modo tan inevitable como
inevitablemente surgieron en el pasado. Con la desaparición de las
clases el Estado también desaparecerá. Al organizar de nuevo la
producción sobre la base de productores libres e igualitarios, la
sociedad desterrará la maquinaria integral del Estado a un lugar muy
apropiado para ella, es decir, al museo de antigüedades, al lado del
hacha de silex y de la rueca». Y Marx añade rotundo: «La sociedad sin Estado es el ideal del provenir».
La
revolución es un ejemplo elocuentísimo del procedimiento estatal de
clase como transición hacia la desaparición de las clases. Estúdiese el
desarrollo real de los acontecimientos revolucionarios en el interior de
Rusia; la lucha de los soviets de obreros y campesinos contra el
ambiente antirevolucionario del resto del mundo; la autodefensa de la
revolución contra sus enemigos interiores y exteriores; su marcha hacia
la construcción del socialismo, edificador de un nuevo sistema económico
que va abriéndose paso a pesar del sabotaje y otras múltiples formas de
agresiones contrarevolucionarias. Esto nos plantea de forma concreta, y
no de un modo sofístico, la consecuencia de un plan de organización
disciplinada por un partido que tiene un concepto básico de la defensa
de la revolución por el control de un Estado, a la par organizador de la
producción.
Ahora, he aquí los
Motivos tácticos
Los
anarquistas han subordinado siempre los intereses de clase del
proletariado a los caprichos filosóficos de pequeños grupos, no
concediendo al movimiento obrero casi ninguna beligerancia. Nosotros
pretendemos volcar las actividades filosóficas de los grupos en el vasto
movimiento general de clase. Sus tácticas han sido y siguen siendo
siempre la consecuencia de un concepto mecánico y arbitrario de los
fenómenos sociales, dan soluciones metafísicas a todos los problemas,
sustituyendo la vida real por abstracciones ideales, pretendiendo
sugestionar a las masas con palabras y conceptos rígidos como «acción
directa», «propaganda por le hecho», «anti-autoritarismo» y
otros muchos tópicos que constantemente tienen en boca con lo cual
demuestran su completa contradicción entre la teoría y lo hechos. El
anarquismo viene batiendo el récord del colaboracionismo con los
políticos y partidos burgueses en inteligencia de izquierdas más o menos
revolucionarias y mendigando constantemente por los ministerios el
reconocimiento de sus organizaciones. Y para colmo de su disparidad
ideológica, pidiendo Cortes Constituyentes en un reciente manifiesto de
la CNT.
Esta
desorientación táctica no es sólamente exclusiva del movimiento en
España, es la característica en general del anarcosindicalismo en Europa
y América. Más de un año en Berlín me ha dado margen para estudiar, con
materias de juicio suficiente, la actuación del desquiciado engranaje
burocrático-vitalicio de la AIT, caricatura de organización
internacional de notoria nulidad combativa. Solamente recordar dos
jornadas memorables del proletariado alemán, es lo suficiente para poner
de relieve el vergonzoso reformismo de quienes tan pomposamente se
proclaman defensores de la acción directa del sindicalismo
revolucionario. Fue el primero de mayo de 1929, cuando yo presencié a
las masas proletarias de la capital de Prusia batirse a sangre y fuego
contra las hordas policíacas de Zörgiebel, el jefe socialdemócrata,
asesino de mujeres indefensas. Fue en esta sangrienta jornada cuando yo
ví a los anarco-sindicalistas cobardemente refugiados en un local de la
barriada de Treptow, con músicas y discursos, hacer odas a la Diosa
anarquía, mientras el proletariado alemán conquistaba con su sangre sus
reivindicaciones.
Otra
fecha fue el primero de agosto, jornada internacional de lucha contra
la guerra. Las fuerzas organizadas del proletariado comunista alemán se
lanzaban a la calle en tempestuosas manifestaciones antimilitaristas y
la AIT, con la ridícula pretensión de sabotear el movimiento, convocaba
cuatro días más tarde otra manifestación con una fracción de la
social-democracia.
Insistiendo
en los motivos tácticos tenemos que reconocer que el capitalismo
contemporáneo ha llevado al máximo los procedimientos monopolistas.
Concentrando los medios de producción ha aglomerado las diferentes
categorías obreras en una masa proletaria compacta, presentando al
movimiento obrero moderno tareas y procedimientos modernos de lucha que
requieren nuevas formas de organización. En esta época de gran acción de
masas se precisa una firme orientación político-social de clases.
Gigantesca tarea para la que está incapacitado el anarco-sindicalismo.
Sus partidarios, al pretender mantener la hegemonía en el movimiento
obrero, imposibilitan a éste de paralelizar su ritmo con la época,
incapacitándolo para el injerto de las nuevas experiencias sociales y
los modernos descubrimientos técnicos y científicos con los que no se
puede perder contacto para no anular su actividad revolucionaria sobre
el capitalismo moderno.
La
crisis del régimen burgués acentúa la reacción política contra el
proletariado, teniendo éste para su defensa necesidad de coordinar las
huelgas políticas de masas con sus reivindicaciones económicas, de
transformar las guerras imperialistas en guerras civiles, y de organizar
la revolución para crear el Estado proletario. Todos estos nuevos
problemas y procedimientos de lucha se van planteando cada día de forma
más imperiosa e ineludible como labor inmediata y no como tema de
discusiones filosóficas y literarias. El leninismo ha dado a todas estas
cuestiones respuestas claras y definitivas en el orden teórico y
práctico. El anarquismo ha callado en lo que concierne a la teoría, y en
la práctica participa con los enemigos de los trabajadores en la
actividad combativa contra los movimientos revolucionarios comunistas,
como por ejemplo desautorizando recientes movimientos espontáneos de las
masas rebeldes del país, en notas oficiosas elogiados por los corifeos
de la burguesía.
Motivos éticos
Todas
las ideas pueden mantenerse en el campo de las actividades públicas, si
se desarrollan en un plano moral y de franca polémica teórica. Pero
cuando para afianzar principios, que la ley arrolladora del tiempo
condenó a la jubilación, se lanza cieno a falta de lógica, pretendiendo
de esta forma obstruir actividades libertadoras no catalogadas en el
arcaico criterio de determinados grupos filosóficos, erigidos por sí
mismos en patrones del movimiento proletario, no cabe más que una
solución a los revolucionarios, aparte de tales saboteadores de la
unidad revolucionaria, señalando a los obreros como enemigos de sus
intereses.
¡Trabajadores!
¡Revolucionarios! Pensadlo bien. Nos encontramos ante dos interrogantes
definitivos: fascismo o comunismo. No existe otro dilema. No hay otro
camino. Los que no vengan con el comunismo, no importa cual sea su
lenguaje ideológico, se encontrarán, tarde o temprano, en las filas del
fascismo.
Vuestro y de la revolución proletaria.
Helios Gómez
Cataluña, Julio 1930
Publicado en La Batalla
Fuente: Amor y rabia
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