viernes, 5 de diciembre de 2014

SINFONÍA Nº 5 DEL COMPOSITOR SOVIÉTICO DIMITRI SHOSTAKOVICH



La Sinfonía nº 5 en re menor, opus 47 (1937, subtitulada "respuesta de un artista soviético a una crítica justa") fue bien recibida, tanto por el partido como por el público.

La Sinfonía Nº 5 en Re menor Op. 47 fue estrenada el 21 de noviembre de 1937 en Leningrado por la Orquesta Filarmónica de dicha ciudad, bajo la dirección de Yevgeny Mravinsky.

Tras la suspensión del estreno de su cuarta sinfonía en diciembre de 1936, la situación de Shostakovich es muy complicada. Pesan sobre él los artículos contra su música vertidos en Pravda por la cúpula del PCUS. Existe una atmósfera de opresión política, iniciada con las primeras purgas de Stalin, en la que allegados y familiares del compositor fueron arrestados e incluso ejecutados; ni tan siquiera el apoyo del poderoso valedor de Shostakovich, el mariscal Mijail Tukhachevsky (uno de los cinco primeros mariscales del Ejercito Rojo), ya que este, caído también en desgracia, fue procesado y ejecutado en junio de 1937. Con este panorama ante si, Shostakovich no tiene otra salida que cumplir con las indicaciones del partido en orden a abandonar el «formalismo» y componer de acuerdo al realismo socialista.

Pero estamos hablando de Dmitri Dmitrievich Shostakovich. Ya, en la Cuarta sinfonía, trastocó a su pleno antojo las normas académicas de la composición, pero, como ya señalamos, sin dejar de demostrar su gran dominio de la creación musical. Escribiría, pues, una nueva partitura, una sinfonía que colmará las expectativas del partido, una pieza que, sin lugar a dudas, ensalzará los valores eternos del proletariado y su fe inquebrantable en la victoria final. Y además, una obra con una estructura técnica impecable, académicamente perfecta. Nadie podrá negar que responde plenamente a las características del realismo socialista. Pero, al mismo tiempo, sutilmente, compondría una música capaz de aunar los sentimientos de los oyentes, al modo de Mahler (¡una vez más, Mahler!); oyentes que acabarán arrastrados a una emoción única y controlada, donde el músico logra transmitir a la audiencia el sentimiento trágico que le produce la censura sobre su obra, dotándola de un pathos desgarrador. Un nuevo truco de magia, una sinfonía que eleva sobremanera el espíritu humano, pero después de recorrer los doloridos fondos del alma; una obra que transmuta lo simple en arte sublime.
En el primer movimiento (Moderato) subyace la forma sonata. La exposición arranca con un vigoroso canon sobre el que se desarrolla un abrumador motivo principal, que acaba acompañado por una lírica melodía ejecutada por los primeros violines. Posteriormente las cuerdas introducen el segundo tema, amplio pero hierático y acerado. Con todo el material presentado, se produce el desarrollo, cambiando los tempi tanto en aumento como en disminución, creando un conflicto contrapuntístico en sí mismo, el cual acaba transformado, a través de la percusión y de las trompetas, en una especie de marcha de banda militar no exenta de cierto tinte grotesco. El drama interno del «Despertar a la lucha» alcanza el clímax en la recapitulación, donde, sin apenas nuevos temas, la carga emocional llega a las más altas cotas. La coda nos lleva, en el dialogo de las cuerdas menores con la celesta, a un ambiguo y evocador desenlace. Con una variación del tema principal del primer movimiento, en forma de scherzo y a ritmo de vals, se inicia el segundo movimiento (Allegretto). Hay un grave motivo melódico con las tubas, después los clarinetes, más tarde los oboes y finalmente las cuerdas, para desembocar en una graciosa melodía llena de energía.

En el tercer movimiento (Largo) Shostakovich abandona el uso de viento-metales (trompetas en el primer movimiento y tubas en el segundo) y, subdividiendo las secciones de cuerda, expone el motivo en apasionadas y alargadas melodías, sólo apoyadas por los vientos de madera. El ambiente se llena de tristeza y resignación; otra vez confusión; y, de nuevo, renacer frente al derrotismo (hay quien señala los sonidos del xilofón como una imagen de la «crítica justa» que espolea el abatido ánimo del hombre). Tras el conflicto, en una dulce paz, muere la música. El cuarto movimiento (Allegro non troppo) se inicia con un poderoso comienzo en las cuerdas que arrastra al oyente con su energía, tras esto aparece el primer tema, que se presenta dividido en dos subtemas claramente distinguibles. El primero ejecutado por las trompetas sobre los fieros redobles de los timbales, a continuación, sobre un fondo de notas repetidas, suena el segundo en las cuerdas. Tras la exposición, se entra en una zona intermedia, que discurre mayoritariamente en pianísimo, donde nuevas melodías nos exponen, de forma misteriosa, un subyugante pasaje sonoro. Tras un marcado silencio los viento-maderas nos traen el tema principal que desemboca en el poderosísimo finale escrito en clave de Re mayor, la tonalidad antagónica a la general de la sinfonía, Re menor; asociada esta por convenio a un carácter circunspecto, tímido y melancólico, mientras que aquella se asocia al regocijo, al triunfo, a la victoria. Se especula, y es motivo de controversia, sobre la intencionalidad del autor con este cambio. Sea intencionado o no, lo cierto es que el brillante final dota a la obra, en su totalidad, de sentido positivo de la vida, de triunfo de las potencias del alma, de un desmesurado ánimo para el renacer del hombre.

El estreno fue un clamoroso éxito, siendo ovacionado por más de 40 minutos, y la obra quedó como una de las favoritas del público soviético. El porqué de esta calurosa acogida viene dada por la estrecha relación entre los sentimientos vertidos por Shostakovich en su obra con los de los ciudadanos de la época. En unos tiempos tan convulsos como aquellos, el publico ruso estaba abierto a evocar intensas emociones, y Shostakovich supo compartir con ellos sus penas y sus esperanzas. Por su parte el aparato oficial quedo plenamente satisfecho; los críticos oficialistas hablaban, por ejemplo, del fiel retrato que el compositor hace de la «formación de la personalidad soviética» y como, en un ascenso lleno de optimismo, siempre llega la victoria. El autor había descrito la sinfonía como la «respuesta de un artista a una crítica justa», esto, para el régimen estalinista, equivalía a un acatamiento incondicional por parte del compositor. Se ha dicho que con esta sinfonía Shostakovich salvó la vida; pero lo que realmente le libró de ser procesado fue suspender el estreno de la cuarta sinfonía. Si el autor hubiese querido complacer servilmente las presiones del PCUS, le habría bastado con escribir una obra programática, descriptiva y sin pretensiones espirituales. La Quinta es, pues, un envite a Stalin; como ya comentamos, un juego de malabares, en el que aparentando sometimiento, el compositor nos planta una obra llena de conceptos abstractos, difíciles lecturas y complejas emociones.

Hay un poema de Pushkin, Vozrozhdenije (Renacimiento), musicado por Shostakovich en el opus 46 No.1 , el anterior a la Quinta sinfonía, que para muchos es clave para la comprensión de la actitud del compositor. Dicho poema dice:

Renacimiento
 
Un artista-bárbaro con su perezoso pincel
ennegrece la pintura de un genio.
Y, sin sentido, lo cubre con
su propio dibujo ilegítimo.
Pero con el paso de los años, los extraños colores
caen como escalas podridas;
la creación del genio surge
ante nosotros en su primigenia belleza.
Así desaparecen las ilusiones
de mi alma atormentada
y en ella aparecen visiones
de tiempos originales e inocentes.


Fuente: Oído Fino

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