viernes, 15 de julio de 2011

UN "SHOSTAKÓVICH" QUE HARÁ ÉPOCA



"LA NARIZ", OBRA DEL COMPOSITOR SOVIÉTICO, COSECHA UN TRIUNFO APABULLANTE EN EL FESTIVAL DE AIX-EN-PROVENCE


El gran sorpresón operístico de este año en la 63ª edición del festival lírico de Aix-en-Provence ha sido la representación de La nariz, de Shostakóvich, con Kazushi Ono al frente de los cuerpos estables de la Opera de Lyon, un reparto vocal mayoritariamente ruso y una dirección escénica del artista sudafricano William Kentridge absolutamente delirante y llena de fantasía, ritmo y belleza plástica que obtuvo una de las mayores ovaciones a un equipo teatral que yo he visto nunca en un teatro lírico.

La coproducción del Metropolitan de Nueva York, Aix y Lyon es sencillamente fabulosa y vuelve a poner en primer plano la importancia de la ópera como lugar de encuentro entre teatro, música, belleza plástica y canto. Kentridge tiene estos días un par de exposiciones en la ciudad, de las cuales es especialmente reveladora la que está en el Atelier Cézanne con un imaginativo retrato de Shostakóvich incluido, y con un vídeo que muestra los secretos de alcoba, es decir, la manera en la que compone las figuras gracias al movimiento.

La segunda gran sorpresa vino con el estreno mundial de la ópera Thanks to my eyes, del compositor Oscar Bianchi (Milán, 1975) a partir de Grâce a mes yeux, de Joël Pommerat, autor también de la puesta en escena. La ópera, que contó con la inestimable aportación del Ensemble Modern de Fráncfort, dirigido por Franck Ollu, y de un equipo de cantantes-actores fuera de serie, derrocha a manos llenas misterio, poesía y magnetismo en el desarrollo de una historia llena de enigmas en el límite de la realidad y la ensoñación, y con la condición humana siempre en el punto principal de mira. La ópera se verá en el teatro de La Zarzuela de Madrid el próximo junio dentro del ciclo operadhoy.

Los aficionados de siempre tuvieron su noche con una nueva producción de La traviata, de Verdi, en la que el foco de atención gravitó alrededor de Natalie Dessay, que puso, digámoslo de entrada, al público en pie por su inquietante y sensible construcción del personaje de Violetta. No fue demasiado fina la dirección de Louis Langrée al frente de la London Symphony y se mantuvo la puesta en escena de Jean-François Sivadier en el terreno de las buenas intenciones, sin lograr traspasar esa frontera entre la vida y el teatro que pretendía. Tézier, como Germont, y Castronovo, como Alfredo, cumplieron, pero la gran triunfadora fue Natalie Dessay para gozo absoluto de los amantes de los divos del canto en estos tiempos de hegemonía teatral.

Fuente: El País

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