viernes, 30 de octubre de 2009

HOMENAJE A MIGUEL HERNÁNDEZ EN EL 99 ANIVERSARIO DE SU NACIMIENTO


"VIENTO DEL PUEBLO"

Su primera edición salió en Valencia, Ediciones del Socorro Rojo, a comienzos del verano de 1937. Recoge composiciones escritas a lo largo de doce meses (las primeras corresponden al verano de 1936) y publicadas puntualmente en diversos medios, como las revistas El Mono Azul, Mediodía, Hora de España, Nueva Cultura..., así como en diarios de diferentes ciudades y hojas o periódicos impresos en el frente.

Desde el convencimiento de que el poeta es un mero intérprete del sentir colectivo cuya misión ha de ser la de pasar, como viento del pueblo, “a través de sus poros y conducir sus ojos y sus sentimientos hacia las cumbres más hermosas”, Hernández recurre en estos poemas a la combinación de fórmulas diferentes según la función de su discurso poético. Hallamos así variaciones formales como la silva, la décima, la cuarteta, el soneto alejandrino, serventesios de pie quebrado y romances. Muchos de estos poemas se escribieron pensando en la recitación pública que el propio Hernández les daba en el frente, de ahí los rasgos declamatorios de ciertas composiciones. En lo que a contenidos se refiere, en Viento del pueblo hallamos poemas elegíacos, de exaltación heroica, de carácter sarcástico y beligerante y, sobre todo, de tono social; estos últimos representan al Miguel más auténtico, con piezas tan profundas como “El sudor”, “Las manos”, “El niño yuntero” o la “Canción del esposo soldado”.

Fuente: Miguel Hernández. Antología poética. Biblioteca Austral. Ed. Espasa Calpe.

DESCARGAR LIBRO: www.librosgratisweb.com/pdf/hernandez-miguel/viento-del-pueblo.pdf


"CANCIONERO Y ROMANCERO DE AUSENCIAS"

En los tramos finales de su vida, en la cárcel de Alicante, Miguel Hernández escribió las desgarradoras canciones de este libro, que concitó la admiración de las sucesivas generaciones que lo fueron leyendo, donde el amor, la muerte y la ausencia de todo aquello que da la vida, como la libertad, se entrelazan como en un desgarrador y apasionado alarido.

Miguel Hernández empezó a escribir Cancionero y romancero de ausencias, en octubre de 1938, después de la muerte de su primer hijo, y lo terminó en septiembre de 1939. Apareció publicada póstumamente.

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jueves, 29 de octubre de 2009

65 AÑOS DE LA ADHESIÓN DE PICASSO AL PARTIDO COMUNISTA

Masacre en Corea, 1951

"POR QUÉ ME HE ADHERIDO AL PARTIDO COMUNISTA"

Entrevista a Picasso por Paul Galliard para la revista americana «New Masses». L'Humanitè, Órgano Central del Partido Comunista de Francia, nº 64, París, 29-30 de octubre de 1944.

Hace diez días, L’Humanité recibía de Nueva York el siguiente cablegrama:

«PETICIÓN ENTREVISTAR PARA NOSOTROS PICASSO SOBRE ADHESIÓN AL PARTIDO COMUNISTA. EXPEDIR POR CABLE NEW MASSES».

De este modo, uno de los grandes semanarios de Estados Unidos no duda en preguntarnos, por cable, acerca de los motivos de la adhesión de Picasso a nuestro partido, seguro del interés que suscitarán estas declaraciones entre todos los artistas y los hombres de progreso americanos. ¿Se atreverá alguien a afirmar después de esto que la exposición Picasso en el Salón de Otoño daña el prestigio de Francia?

Fuimos pues al encuentro de nuestro gran camarada en su taller y he aquí la declaración que nos hizo para New Masses. Nosotros podemos publicarla hoy, toda América la conoce ya:

«Yo preferiría responderles con un cuadro», nos dice él: «no soy escritor, pero puesto que no es fácil enviar mis colores por cable, trataré de explicárselo…

Mi adhesión al Partido Comunista es la consecuencia lógica de toda mi vida, de toda mi obra. Y es que nunca, y estoy orgulloso de decirlo, he considerado la pintura como un arte de simple satisfacción, de distracción: he querido, a través del dibujo y del color, porque ésas eran mis armas, penetrar siempre más allá en el conocimiento del mundo y de los hombres, a fin de que este conocimiento nos libere a todos cada día más; he intentado decir, a mi manera, lo que yo consideraba más cierto, más justo, lo mejor, y esto era siempre, naturalmente, lo más bello, los más grandes artistas lo saben bien.

Sí, tengo conciencia de haber luchado siempre a través de mi pintura, como un verdadero revolucionario. Pero ahora he comprendido que esto no basta; estos años de represión terrible me han demostrado que debo combatir no solamente con mi arte, sino con todo mi ser…

Y así, me he acercado al Partido Comunista sin dudar un instante, pues, en el fondo, he estado con él desde siempre. Aragon, Éluard, Cassou, Fougeron, todos mis amigos lo saben bien; si no me he adherido oficialmente antes ha sido por algo parecido al “candor”, porque yo creía que mi obra, mi adhesión de corazón eran suficientes, pero ya entonces era mi partido. ¿No es este el que más trabaja a favor de conocer y construir el mundo, de hacer a los hombres de hoy y de mañana más lúcidos, más libres, más felices? ¿No son los comunistas quienes han mostrado mayor coraje tanto en Francia como en la URSS, o en mi España? ¿Cómo habría podido dudar? ¿Miedo a comprometerme? ¡Si, al contrario, nunca me he sentido más libre, más completo! Y además, tenía tanta urgencia por reencontrar una patria: siempre he sido un exiliado, ya no lo soy más: a la espera de que España pueda por fin acogerme, el Partido Comunista Francés me ha abierto los brazos, y allí he encontrado a cuantos más estimo, los más grandes sabios, los más grandes poetas, y todos esos rostros de insurgentes parisinos, tan bellos, que vi durante las jornadas de agosto, ¡estoy de nuevo entre mis hermanos!»


Será fácil percibir, bajo sus bellas palabras, la simplicidad y la emoción con las que Picasso nos habló.

Ciertamente, como comunistas no pretendemos tomar partido por una u otra escuela de poetas o pintores; la admiración que muchos entre nosotros experimentan ante los lienzos de Picasso, donde tras el asombro inicial descubren tantas bellezas nuevas, no compromete más que a su gusto. Pero estamos muy orgullosos de contar entre nuestras filas, al lado de Langevin y Joliot-Curie, de Aragon y Éluard, con un hombre cuyo genio reconocen los más grandes pintores del mundo: al servicio del prestigio intelectual y artístico de Francia, como en cualquier otro terreno, los comunistas son los primeros.

Fuente: Crítica, Tendencia y Propaganda. Textos sobre Arte y Comunismo, 1917-1954. Juan José Gómez (ed.). Ediciones ISTPART. Sevilla, 2004


LA TATE DE LIVERPOOL PREPARA PARA 2010 LA MUESTRA “PICASSO: PEACE AND FREEDOM” SOBRE SU PERIODO COMO MILITANTE COMUNISTA

El 4 de octubre de 1944, menos de seis semanas después de la liberación de París –donde se había exiliado– Pablo Picasso sorprendió al mundo con su anuncio de que se unía al Partido Comunista francés. Su alistamiento en la causa era un golpe increíble para Moscú, una movida que dividió a los expertos en arte y política para siempre. Algunos cínicos dudaron de sus convicciones y alegaron que era sólo un mero exponente de las visiones de moda expuestas en los círculos intelectuales de izquierda en los que él se movía. Otros supusieron que su arte nunca recobraría su vieja gloria, mientras el hombre se encontraba enredado en la cada vez más amarga batalla de propaganda de la Guerra Fría.

Ahora, el público tendrá la oportunidad de hacerse su propia opinión sobre el prolongado Período Rojo de Picasso como miembro del Partido Comunista, una relación que sobrevivió al levantamiento húngaro y la Primavera de Praga, y que el artista mantuvo con fidelidad hasta su muerte en 1973. Una gran exhibición que incluye más de 150 trabajos del pintor español abrirá el año próximo en la Tate de Liverpool, en un intento de arrojar nueva luz en un capítulo controvertido de una carrera extraordinariamente productiva. Entre las estrellas de la muestra estará su monumental The Charnel House, que no ha sido vista en Inglaterra en más de medio siglo, inspirada en las imágenes de campos de concentración liberados. La exhibición, montada en colaboración con el museo Albertina de Viena, presentará La violación de las sabinas, recreación del célebre Rapto de las Sabinas creada en el pico de la crisis de los misiles cubanos en 1962. En la muestra también habrá ejemplos y bocetos de la paloma de la paz que se convertiría en el instantáneamente reconocible símbolo del movimiento mundial por la paz.

Picasso: Peace and Freedom (Picasso: Paz y Libertad), que sucede a la exitosa exhibición de 2008 sobre Gustav Klimt, es el resultado de años de planeamiento y una exhaustiva investigación que llevó a los expertos al Picasso Institute en París, donde se conserva buena parte de la correspondencia del artista. Christoph Grunenberg, director de la Tate Liverpool, tiene la esperanza de que a partir de esta muestra el público pueda tener una apreciación más sutil del artista en los años posteriores a 1945. “Es mirar a Picasso durante la Guerra Fría, alejarse de su mito como genio creativo y playboy con un compulsivo talento expresivo, para tener una visión con más matices”, señala el director. “La gente ha tratado de desmerecer su compromiso político, pero él fue miembro activo y completo del partido, y estaba claramente involucrado en el movimiento pacifista”, agrega.

Una de las cosas que resultaba curiosa de la asociación entre Picasso y los comunistas era que el partido adoptaba oficialmente la escuela de realismo social, en oposición oficial al movimiento moderno del cual el “decadente” Picasso era quizá el mayor exponente. Pero su largo exilio de la España natal por su oposición al régimen del general Franco, combinado con las brutales experiencias de la vida durante la ocupación nazi de París, llevaron a que viera al comunismo como un ideal de paz y la llave para un mundo libre de fascismo. En el momento, su decisión desató toda una serie de consecuencias. Hubo protestas de grupos de derecha en sus exhibiciones y se le prohibió la entrada a Estados Unidos. Pero el artista comenzó a viajar por todo el mundo, presentándose en conferencias públicas por primera vez y realizando donaciones a causas varias, incluyendo el regalo de un millón de francos a los mineros de carbón franceses en huelga. Se unió a protestas contra la Guerra de Corea y la ejecución de Nikos Beloyannis, comunista griego y líder de la resistencia.

Picasso recibió el Premio Stalin de la Paz y el Premio Mundial de la Paz, que compartió con el cantante estadounidense Paul Robeson y el poeta chileno Pablo Neruda, aunque luego declinó recibir la Legión de Honor francesa. En 1953, tras la muerte de Stalin, el estilizado retrato que Picasso hizo del joven dictador abrió una grieta con los comunistas franceses, que objetaron su falta de realismo. Los acontecimientos en Hungría enfriaron aún más la relación, pero Picasso, a pesar de sus crecientes reservas, no abandonó el partido y prefirió expresarse a través de la prodigiosa producción que caracterizó las últimas décadas de su vida. Por supuesto, no todos compraron la idea del artista como figura central de la izquierda. Salvador Dalí hizo un comentario famoso: “Picasso es pintor, yo también; Picasso es español, yo también; Picasso es comunista, yo tampoco”. Grunenberg cree que es una visión injusta, y que la caída del Muro de Berlín provocó un cambio sísmico en la apreciación de sus últimos trabajos. “Eso ya no tiene vigencia. Hay muchas piezas fantásticas que serán parte de la exhibición: Picasso siguió reinventándose a sí mismo y comenzando nuevos temas. Son trabajos maravillosos”, dice.

Fuente: Jonathan Brown (De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12)

Retrato de Stalin, 1953

miércoles, 28 de octubre de 2009

10º ANIVERSARIO DE LA MUERTE DEL POETA COMUNISTA RAFAEL ALBERTI


EL COMPROMISO POLÍTICO DE ALBERTI

Su espíritu militante y comprometido, que cristalizaría en la guerra civil, despierta bajo la dictadura del General Primo de Rivera (1923-1930). Alberti ve actuar los caballos de la dictadura en las vísperas de la II República. Plasma el despertar de su conciencia cívica en Sobre Los Ángeles, verdadero revulsivo y ajuste de cuentas con tintes surrealistas. «Comprendí —diría— que la poesía que hacíamos no era válida, que teníamos necesidad de otra cosa. No puedo tener las venas en un sitio y la sangre en otro». Alberti fue precursor y antorcha de su generación en este compromiso. Escribe entonces compulso «poesías como manifiestos» que pegaba en las paredes de las casas madrileñas. «Eran poesías duras y anárquicas, plagadas de palabrotas y protestas», explicó. Nacía un espíritu rebelde que estallaría en su plenitud con el advenimiento de la República y su ingreso en el Partido Comunista de España en 1931. Dos años antes había conocido a María Teresa León, compañera inseparable y abnegada esposa en el exilio hasta que la enfermedad minó sin remisión su salud. Contrajo matrimonio con ella en 1931. Pasa Alberti la guerra a pie de trinchera pero con ánimo atento a las musas. Su personal llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías, Verte y no verte, aparece en 1935. Entretanto, se ocupa del secretariado de la Alianza de Intelectuales Antifascistas, funda las revistas Mono Azul y Octubre...

Es a partir de 1936 cuando decide intervenir en la campaña por el Frente Popular en España. Fue un hombre muy comprometido con la izquierda y en el transcurso de la guerra civil llegó a entrevistarse con Stalin en Moscú. Finalmente decidiría enrolarse en la aviación republicana. Pero incluso en plena guerra no podía Alberti olvidar su sentimiento artístico. Así, en el transcurso del asedio a Madrid participó en la evacuación de las obras del Museo del Prado, para evitar su destrucción bajo el bombardeo de la artillería nacional.

El abismo del exilio se abre para Alberti y María Teresa como para tantos otros perdedores, durante 38 años en su caso, cerrado con una frase esperanzadora a su regreso: «Me fui con el puño cerrado y vuelvo con la mano abierta como símbolo de paz y fraternidad entre todos los españoles». Exilio difícil y fructífero de casi cuatro décadas que transcurrió por París, Roma y Buenos Aires. Veintitrés de estos años transcurrirían en la capital de la Argentina.

De vuelta a Europa se instala en Italia, en el corazón del popular Trastévere romano. Por su apartamento de vía Garibaldi pasaron legiones de amigos, entre ellos Ungaretti, Passolini, o Vittorio Gassman. Allí acumularía los tesoros de toda una vida. Una colección de manuscritos y recuerdos que a su vejez le costarían más de un dolor de cabeza. Hubo disputa con la diputación de Cádiz por el legado. Un triste pleito con final feliz para la fundación Alberti con el beneplácito del poeta. El 27 de abril de 1977 regresó a España: en junio de ese mismo año fue elegido diputado a Cortes del PCE por la provincia de Cádiz, pero poco después, en octubre de ese mismo año, renunció al escaño.


UN FANTASMA RECORRE EUROPA

…y las viejas familias cierran las ventanas,

afianzan las puertas

y el padre corre a oscuras a los Bancos

y el pulso se le para en la Bolsa

y sueña en las noches con hogueras,

con ganados ardiendo,

que en vez de trigos tienen llamas,

en vez de granos, chispas,

cajas,

cajas de hierro llenas de pavesas.

¿Dónde estás,

dónde estas?

Los campesisnos pasan pisando nuestra sangre.

¿Qué es esto?


Cerremos,

cerremos pronto las fronteras.

vedlo avanzar de prisa en el viento del Este,

de las estepas rojas del hambre.

Que su voz no la oigan los obreros,

que su silbido no penetre en las fábricas,

que no divisen su hoz alzada los hombres de los campos.

¡Detenedle!

Porque salta los mares,

recorriendo toda la geografía,

porque se esconde en las bodegas de los barcos

y habla a los fogoneros

y los saca tiznados a cubierta,

y hace que el odio y la miseria se subleven,

y se levanten las tripulaciones.


¡Cerrad,

cerrad las cárceles!

Su voz se estrellará contra los muros.

¿Qué es esto?


Pero nosotros lo seguimos,

lo hacemos descender el viento Este que lo trae,

le preguntamos por las estepas rojas de la paz y del triunfo,

lo sentamos a la mesa del campesino pobre,

presentándolo al dueño de la fábrica,

haciéndolo presidir las huelgas y manifestaciones,

hablar con los soldados y los marineros,

ver en las oficinas a los pequeños empleados

y alzar el puño a gritos en los Parlamentos del oro y de la sangre.


Un fantasma recorre Europa,

El mundo.

Nosotros le llamamos camarada.


En: Un fantasma recorre Europa. Ediciones La Tentativa poética, Madrid, 1933. Impreso por Concha Mendez y Manuel Altolaguirre. Contiene este poema y cinco más.

Fue incluido en: De un momento a otro (Poesía e historia) (1932-1938).

VIDA Y OBRA DE ALBERTI EN LA WEB CERVANTES VIRTUAL: http://www.cervantesvirtual.com/bib_autor/alberti/

WEB FUNDACIÓN RAFAEL ALBERTI: http://www.rafaelalberti.es

martes, 27 de octubre de 2009

MANIFIESTO DE LA ASOCIACIÓN DE AMIGOS DE LA URSS


MADRID, 11 DE FEBRERO DE 1933

Quince años tiene ya de existencia la República obrera rusa. Durante ellos, con esfuerzos inauditos, se ha venido levantando en aquel inmenso territorio el acontecimiento económico y social más formidable del mundo moderno. Este acontecimiento crea en todos los países un ambiente más o menos difuso, pero manifiesto de curiosidad, de simpatía y de expectación. De él participan todos los hombres atentos a los problemas del presente y a las perspectivas del porvenir, los intelectuales y los técnicos, las grandes masas trabajadoras. Todo el mundo ansía saber la verdad de lo que pasa en aquel país en construcción. Sobre esta gran página de la Historia humana se exacerban las pasiones políticas. Hasta hoy, en nuestro país no se había intentado todavía un esfuerzo serio para situarse ante estos hechos con plenas garantías de veracidad.

En casi todos los países del mundo (Francia, Inglaterra, Alemania, Estados Unidos, Japón, etc.) funcionan ya Asociaciones de Amigos de la Unión Soviética, cuyo cometido es poner claridad en el tumulto de las opiniones contradictorias, pasionales, y no pocas veces interesadas, sobre la URSS. España no podía seguir manteniéndose aislada de este gran movimiento internacional. Era necesario recoger todo ese ambiente difuso de curiosidad y de simpatía hacia la Unión Soviética, organizarlo y darle una base de documentación seria y actual; estudiar y exponer a la luz del día, sin ocultar ni desfigurar nada, los éxitos, las dificultades, los problemas de esta magnifica experiencia que supone para el mundo la construcción de una sociedad nueva. La Asociación de Amigos de la Unión Soviética, situándose por entero al margen de los partidos y por encima de las tendencias y formaciones políticas, aspira a reunir a cuantos creen que el mundo no puede colocarse hoy de espaldas a lo que pasa en Rusia. Nuestra Asociación no tendrá más programa ni más bandera que decir y ayudar a conocer la verdad sobre la URSS, combatiendo con las armas de la verdad la mentira, la calumnia y la deformación.

Para conseguirlo, la Asociación de Amigos de la Unión Soviética organizará en toda España conferencias, documentales sobre la URSS, proyecciones de películas de tipo informativo, exposiciones con gráficos, fotografías, etc.; publicará libros y materiales estadísticos; dará a conocer las conquistas y los problemas del socialismo en la Unión Soviética; organizará delegaciones obreras a aquel país; facilitará la organización de viajes de estudios; editará una revista ilustrada de actualidad consagrada a la vida en la URSS; organizará sesiones de radio para recibir las emisiones soviéticas de conciertos y conferencias informativas en español; encauzará el intercambio de correspondencia y de relaciones entre obreros, técnicos e intelectuales de ambos países, etc.

Para el desarrollo eficaz de todas estas actividades nuestra Asociación necesita contar en toda España con la adhesión individual o colectiva de representantes de todas las clases y de todas las tendencias políticas. No se trata de crear un grupo más, sino de recoger un amplio movimiento de opinión, carente hasta hoy de órgano adecuado y de plasmar el anhelo de miles y miles de españoles que no pueden considerar ajena a sus preocupaciones humanas ni a los destinos del mundo la lucha por la sociedad nueva que ciento cincuenta millones de hombres están librando en el país de los Soviets.

Luis Lacasa, arquitecto. R. Díaz Sarasola, médico. José María Dorronsoro, ingeniero. Diego Hidalgo, notario. Roberto Novoa Santos, médico. Gregorio Marañón, médico. Eduardo Ortega y Gasset, abogado. Pío Baroja, escritor. Eduardo Barriobero, abogado. Luis Jiménez Asúa, catedrático. Victoria Kent, abogado. Ramón J. Sender, periodista. Felipe Sánchez Román, catedrático. Jacinto Benavente, escritor. Victorio Macho, escultor. Juan Madinaveitia, médico. José Maluquer, ingeniero. Ramón del Valle Inclán, escritor. M. Rodríguez Suárez, arquitecto. Juan Negrín, catedrático. Augusto Barcia, abogado. M. Sánchez Roca, periodista. Luis de Tapia, escritor. Roberto Castrovido, periodista. Teófilo Hernando, catedrático. José María López Mezquita, pintor. Marcelino Pascua, médico. J. Planell, médico. Ángel Garma, médico. Eduardo Ugarte, escritor. Santiago E. de la Mora, arquitecto. Pedro de Repide, escritor. Manuel Machado, escritor. Luis Blanco Soler, arquitecto. Regino Sáinz de la Maza, músico. Fernando García Mercadal, arquitecto. Concha Espina, escritora. Manuel Aníbal Álvarez, arquitecto. Carmen Monné de Baroja. Fernando Cárdenas, ingeniero. Luis Bagaría, dibujante. J. Díaz Fernández, escritor. Joaquín Vaamonde, arquitecto. Luis Calandre, médico. José Antonio Balbontín, abogado. María Martínez Sierra, publicista. Ricardo Baroja, pintor. Adolfo Vázquez Humasqué, ingeniero. Pilar Coello. Fernando de Castro, médico. Federico García Lorca, escritor. Carlos Montilla, ingeniero. Juan Cristóbal, escultor. Cristóbal de Castro, publicista. Secundino Zuazo, arquitecto. Enrique Balenchana, ingeniero. María Rodríguez, viuda de Galán. Juan de la Encina, crítico de arte. Timoteo Pérez Rubio, pintor. Javier Zorrilla, ingeniero. Carolina Carabias, viuda de García Hernández. José Capuz, escultor. Julián Zugazagoitia, periodista. Luis Salinas, abogado. Félix Gordón Ordás, veterinario. Clara Campoamor, abogado. Pío del Río Hortega, histólogo. Isaac Costero, catedrático. Rafael Salazar Alonso, abogado. L. Vázquez López, médico. Luis Bello, periodista. Wenceslao Roces, catedrático. J. Sánchez Covisa, catedrático. Cristóbal Ruiz, pintor. Víctor Masriera, profesor. Joaquín Arderíus, escritor. Rodolfo Llopis, profesor. Nicanor Piñole, pintor. Rafael Giménez-Siles, editor. Agustín Viñuales, catedrático. Rodrigo Soriano, diputado. Victoria Zárate, profesora. Ezequiel Endériz, periodista. Isidoro Acevedo, escritor. Salvador Sediles, diputado. Francisco Galán, periodista. Amaro Rosal, empleado de Banca. Carmen Dorronsoro. Francisco Mateo, períodista. Rosario del Olmo, periodista. Julián Castedo, pintor. María Ángela del Olmo, actriz. Antonio Buendía, abogado.

lunes, 26 de octubre de 2009

"LOS RUSOS EN LA GUERRA DE ESPAÑA. 1936-1939"


EXPOSICIÓN EN MADRID SOBRE LA PARTICIPACIÓN SOVIÉTICA EN LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA

La muestra está patrocinada por la Fundación Pablo Iglesias y la Comisaría del Catedrático de Historia Contemporánea, Ricardo Miralles. Es el resultado de una investigación exhaustiva sobre la presencia en España de un cuerpo de asesores soviéticos que colaboró activamente en la defensa de la República española. De la misma manera que en el bando llamado “nacional” hubo una presencia nutrida de alemanes e italianos, en el bando republicano la hubo de rusos. Los “rusos” que combatieron al lado de la República española eran entonces soviéticos y, además de los propiamente rusos, combatieron también bielorrusos, ucranianos, osetios y georgianos. Participaron también estonios, letones, lituanos y otros que en aquel momento histórico eran países independientes de la URSS. Sin embargo, en España a todos los llamaron “los rusos” y cuando la gente les vitoreaba por las calles gritaba “¡Viva Rusia!”. Esta es la razón por la cual la muestra lleva el título genérico de “Los rusos en la guerra de España”, porque los ciudadanos españoles de la época así los percibieron y porque así los rememoraron después.
Los “rusos” que actuaron en España como combatientes directos, especialistas, asesores, ingenieros, médicos e intérpretes fueron exactamente 2.105. En la exposición todos y cada uno quedan nombrados con sus nombres y apellidos, misiones, fechas de entrada y salida en España, o, en su caso, de muerte (cayeron 192 rusos en total).

La muestra cuenta con un total de 142 piezas, entre documentos, fotografías y maquetas, 165 retratos de los asesores y combatientes soviéticos que participaron en la Guerra Civil, además de dos películas documentales, «Operación Nikolai» y «Gira Gira», y el audiovisual «Salud España», sobre música de Dimitry Shostakovich y varias proyecciones de fotografías.

Fecha: Hasta el 10 de enero de 2010

Lugar: Centro Cultural Conde Duque (Sala Juan de Villanueva). Conde Duque 9 y 11

Más información http://www.fpabloiglesias.es

domingo, 25 de octubre de 2009

“¿QUIÉN AMONESTA AL LEF?”

Portada de Rodchencko de la revista Lef

ARTÍCULO DEL GRUPO LEF PUBLICADO EN LA REVISTA LEF Nº 1 EN 1923.

¡Futuristas! Vuestros méritos artísticos son grandes, pero no creáis que podéis vivir de los intereses del espíritu revolucionario de ayer. Mostrad con vuestro trabajo para el día de hoy que vuestra expresión no es el lamento de desesperación del intelectual alcanzado en su centro, sino lucha, trabajo junto a todos los que aspiran al triunfo de la Comuna.

¡Constructivistas! Cuidaos en convertiros en una nueva escuela estética de moda. El constructivismo sólo en el arte no es nada. Lo que se juega es la cuestión misma de la existencia del arte. El constructivismo debe convertirse en la máxima ingeniería formal de toda la vida. El constructivismo en la ejecución de músicas pastorales es un absurdo...

¡Productivistas! Cuidaos en convertiros en artesanos, secuaces del arte aplicado. Educando al obrero aprende de él. Impartiendo órdenes estéticas desde vuestra mesa a la fábrica, os convertiréis en simples clientes. Vuestra escuela es la fábrica.

¡Vosotros los del Opoyaz! El método formal es la clave para la estudio del arte. La menor pulga debe ser tomada en consideración. Pero guardaos de la caza de pulgas en el espacio vacío. Sólo afianzando en el análisis sociológico del arte vuestro trabajo será no sólo interesante sino también indispensable.

Fuente: Constructivismo ruso (Ediciones del Serbal, 1994)

Notas

Lef: Frente de Izquierda del Arte

Opoyaz: Sociedad para el Estudio del Lenguaje Poético de Leningrado

viernes, 23 de octubre de 2009

145 AÑOS DEL MANIFIESTO INAUGURAL DE LA ASOCIACIÓN INTERNACIONAL DE TRABAJADORES, ESCRITO POR KARL MARX


FUNDADA EL 28 DE SEPTIEMBRE DE 1864, EN UNA ASAMBLEA PÚBLICA CELEBRABA EN SAINT MARTIN'S HALL DE LONG ACRE, LONDRES [1]

Trabajadores:

Es un hecho notabilísimo el que la miseria de las masas trabajadoras no haya disminuido desde 1848 hasta 1864, y, sin embargo, este período ofrece un desarrollo incomparable de la industria y el comercio. En 1850, un órgano moderado de la burguesía británica, bastante bien informado, pronosticaba que si la exportación y la importación de Inglaterra ascendían a un 50 por 100, el pauperismo descendería a cero. Pero, ¡ay! el 7 de abril de 1864, el canciller del Tesoro [*] cautivaba a su auditorio parlamentario, anunciándole que el comercio de importación y exportación había ascendido en el año de 1863 «a 443.955.000 libras esterlinas, cantidad sorprendente, casi tres veces mayor que el comercio de la época, relativamente reciente, de 1843». Al mismo tiempo, hablaba elocuentemente de la «miseria». «Pensad —exclamaba— en los que viven al borde de la miseria», en los «salarios... que no han aumentado», en la «vida humana... que de diez casos, en nueve no es otra cosa que una lucha por la existencia». No dijo nada del pueblo irlandés, qu en el Norte de su país es remplazado gradualmente por las máquinas, y en el Sur, por los pastizales para ovejas. Y aunque las mismas ovejas disminuyen en este desgraciado país, lo hacen con menos rapidez que los hombres. Tampoco repitió lo que acababan de descubrir en un acceso súbito de terror los más altos representantes de los «diez mil de arriba». Cuando el pánico producido por los «estranguladores» [2] adquirió grandes proporciones, la Cámara de los Lores ordenó que se hiciera una investigación y se publicara un informe sobre los penales y lugares de deportación. La verdad salió a relucir en el voluminoso Libro Azul de 1863 [3], demostrándose con hechos y guarismos oficiales que los peores criminales condenados, los presidiarios de Inglaterra y Escocia, trabajaban muchos menos y estaban mejor alimentados que los trabajadores agrícolas de esos mismos países. Pero no es eso todo. Cuando a consecuencia de la guerra civil de Norteamérica [4], quedaron en la calle los obreros de los condados de Lancaster y de Chester, la misma Cámara de los Lores envió un médico a los distritos industriales, encargándole que averiguase la cantidad mínima de carbono y de nitrógeno, administrable bajo la forma más corriente y menos cara, que pudiese bastar por término medio «para prevenir las enfermedades ocasionadas por el hambre». El Dr. Smith, médico delegado, averiguó que 28.000 gramos de carbono y 1.330 gramos de nitrógeno semanales eran necesarios, por término medio, para conservar la vida de una persona adulta... en el nivel mínimo, bajo el cual comienzan las enfermedades provocadas por el hambre. Y descubrió también que esta cantidad no distaba mucho del escaso alimento a que la extremada miseria acababa de reducir a los trabajadores de las fábricas de tejidos de algodón [*]. Pero escuchad aún: Algo después, el docto médico en cuestión fue comisionado nuevamente por el Consejero Médico del Consejo Privado, para hacer un informe sobre la alimentación de las clases trabajadoras más pobres. El "Sexto Informe sobre la Sanidad Pública", dado a la luz en este mismo año por orden del parlamento, contiene el resultado de sus investigaciones. ¿Qué ha descubierto el doctor? Que los tejedores en seda, las costureras, los guanteros, los tejedores de medias, etc., no recibían, por lo general, ni la miserable comida de los trabajadores en paro forzoso de la fábrica de tejidos de algodón, ni siquiera la cantidad de carbono y nitrógeno «suficientes para prevenir las enfermedades ocasionadas por el hambre».

«Además» —citamos textualmente el informe— «el examen del estado de las familias agrícolas ha demostrado que más de la quinta parte de ellas se hallan reducidas a una cantidad de alimentos carbonados inferior a la considerada suficiente, y más de la tercera parte a una cantidad menos que suficiente de alimentos nitrogenados; y que en tres condados (Berks, Oxford y Somerset), el régimen alimenticio se caracteriza, en general, por su insuficiente contenido en alimentos nitrogenados». «No debe olvidarse» —añade el dictamen oficial— «que la privación de alimento no se soporta sino de muy mala gana, y que, por regla general, la falta de alimento suficiente no llega jamás sino después de muchas otras privaciones... La limpieza misma es considerada como una cosa cara y difícil, y cuando el sentimiento de la propia dignidad impone esfuerzos por mantenerla, cada esfuerzo de esta especie tiene que pagarse necesariamente con un aumento de las torturas del hambre». «Estas reflexiones son tanto más dolorosas, cuanto que no se trata aquí de la miseria merecida por la pereza, sino en todos los casos de la miseria de una población trabajadora. En realidad, el trabajo por el que se obtiene tan escaso alimento es, en la mayoría de los casos, un trabajo excesivamente prolongado».

El dictamen descubre el siguiente hecho extraño, y hasta inesperado: «De todas las regiones del Reino Unido», es decir, Inglaterra, el País de Gales, Escocia e Irlanda, «la población agrícola de Inglaterra», precisamente la de la parte más opulenta, «es evidentemente la peor alimentada»; pero hasta los labradores de los condados de Berks, Oxford y Somerset están mejor alimentados que la mayor parte de los obreros calificados que trabajan a domicilio en el Este de Londres.

Tales son los datos oficiales publicados por orden del parlamento en 1864, en el siglo de oro del librecambio, en el momento mismo en que el canciller del Tesoro decía a la Cámara de los Comunes que «la condición de los obreros ingleses ha mejorado, por término medio, de una manera tan extraordinaria, que no conocemos ejemplo semejante en la historia de ningún país ni de ninguna edad».

Estas exaltaciones oficiales contrastan con la fría observación del dictamen oficial de la Sanidad Pública:
«La salud pública de un país significa la salud de sus masas, y es casi imposible que las masas estén sanas si no disfrutan, hasta lo más bajo de la escala social, por lo menos de un bienestar mínimo».
Deslumbrado por los guarismos de las estadísticas, que bailan ante sus ojos demostrando el «progreso de la nación», el canciller del Tesoro exclama con acento de verdadero éxtasis:
«Desde 1842 hasta 1852, la renta imponible del país aumentó en un 6%; en ocho años, de 1853 a 1861, aumentó ¡en un veinte por ciento! Este es un hecho tan sorprendente, que casi es increíble... Tan embriagador aumento de riqueza y de poder» —añade Mr. Gladstone— «se halla restringido exclusivamente a las clases poseedoras».

Si queréis saber en qué condiciones de salud perdida, de moral vilipendiada y de ruina intelectual ha sido producido y se está produciendo por las clases laboriosas ese «embriagador aumento de riqueza y de poder, restringido exclusivamente a las clases poseedoras», examinad la descripción que se hace en el último «Informe sobre la Sanidad Pública» referente a los talleres de sastres, impresores y modistas. Comparad el «Informe de la Comisión para examinar el trabajo de los niños», publicado en 1863 y donde se prueba, entre otras cosas, que «los alfareros, hombres y mujeres, constituyen un grupo de la población muy degenerado, tanto desde el punto de vista físico como desde el punto de vista intelectual»; que «los niños enfermos llegan a ser, a su vez, padres enfermos»; que «la degeneración progresiva de la raza es inevitable» y que «la degeneración de la población del condado de Stafford habría sido mucho mayor si no fuera por la continua inmigración procedente de las regiones vecinas y por los matrimonios mixtos con capas de la población más robustas».

¡Echad una ojeada en el Libro Azul al informe del señor Tremenheere, sobre las «Quejas de los oficiales panaderos»! Y quién no se ha estremecido al leer la paradójica declaración de los inspectores de fábrica, ilustrada por los datos demográficos oficiales, según la cual la salud pública de los obreros de Lancaster ha mejorado considerablemente, a pesar de hallarse reducidos a la ración de hambre, porque la falta de algodón los ha echado temporalmente de las fábricas; y que la mortalidad de los niños ha disminuido, porque al fin pueden las madres darles el pecho en vez del cordial de Godfrey.

Pero volvamos una vez más la medalla. Por el informe sobre el impuesto de las Rentas y Propiedades presentado a la Cámara de los Comunes el 20 de julio de 1864, vemos que del 5 de abril de 1862 al 5 de abril de 1863, 13 personas han engrosado las filas de aquellos cuyas rentas anuales están evaluadas por el cobrador de las contribuciones en 50.000 libras esterlinas y más, pues su número subió en ese año de 67 a 80. El mismo informe descubre el hecho curioso de que unas 3.000 personas se reparten entre sí una renta anual de 25.000.000 de libras esterlinas, es decir, más de la suma total de ingresos distribuida anualmente entre toda la población agrícola de Inglaterra y del País de Gales. Abrid el registro del censo de 1861 y hallaréis que el número de los propietarios territoriales de sexo masculino en Inglaterra y en el País de Gales se ha reducido de 16.934 en 1851, a 15.066 en 1861, es decir, la concentración de la propiedad territorial ha crecido en diez años en un 11% Si en Inglaterra la concentración de la propiedad territorial sigue progresando al mismo ritmo, la cuestión territorial se habrá simplificado notablemente, como lo estaba en el Imperio Romano, cuando Nerón se sonrió al saber que la mitad de la provincia de Africa pertenecía a seis personas.

Hemos insistido tanto en estos «hechos, tan sorprendentes, que son casi increíbles», porque Inglaterra está a la cabeza de la Europa comercial e industrial. Acordaos de que hace pocos meses uno de los hijos refugiados de Luis Felipe felicitaba públicamente al trabajador agrícola inglés por la superioridad de su suerte sobre la menos próspera de sus camaradas de allende el Estrecho. Y en verdad, si tenemos en cuenta la diferencia de las circunstancias locales, vemos los hechos ingleses reproducirse, en escala algo menor, en todos los países industriales y progresivos del continente. Desde 1848 ha tenido lugar en estos países un desarrollo inaudito de la industria y una expansión ni siquiera soñada de las exportaciones y de las importaciones. En todos ellos «el aumento de la riqueza y el poder, restringido exclusivamente a las clases poseedoras» ha sido en realidad «embriagador». En todos ellos, lo mismo que en Inglaterra, una pequeña minoría de la clase trabajadora ha obtenido cierto aumento de su salario real; pero para la mayoría de los trabajadores, el aumento nominal de los salarios no representa un aumento real del bienestar, ni más ni menos que el aumento del coste del mantenimiento de los internados en el asilo para pobres o en el orfelinato de Londres, desde 7 libras, 7 chelines y 4 peniques que costaba en 1852, a 9 libras, 15 chelines y 8 peniques en 1861, no les beneficia en nada a esos internados. Por todas partes, la gran masa de las clases laboriosas descendía cada vez más bajo, en la misma proporción, por lo menos, en que los que están por encima de ella subían más alto en la escala social. En todos los países de Europa -y esto ha llegado a ser actualmente una verdad incontestable para todo entendimiento no enturbiado por los prejuicios y negada tan sólo por aquellos cuyo interés consiste en adormecer a los demás con falsas esperanzas-, ni el perfeccionamiento de las máquinas, ni la aplicación de la ciencia a la producción, ni el mejoramiento de los medios de comunicación, ni las nuevas colonias, ni la emigración, ni la creación de nuevos mercados, ni el libre cambio, ni todas estas cosas juntas están en condiciones de suprimir la miseria de las clases laboriosas; al contrario, mientras exista la base falsa de hoy, cada nuevo desarrollo de las fuerzas productivas del trabajo ahondará necesariamente los contrastes sociales y agudizará más cada día los antagonismos sociales. Durante esta embriagadora época de progreso económico, la muerte por inanición se ha elevado a la categoría de una institución en la capital del Imperio británico. Esta época está marcada en los anales del mundo por la repetición cada vez más frecuente, por la extensión cada vez mayor y por los efectos cada vez más mortíferos de esa plaga de la sociedad que se llama crisis comercial e industrial.

Después del fracaso de las revoluciones de 1848, todas las organizaciones del partido y todos los periódicos de partido de las clases trabajadoras fueron destruidos en el continente por la fuerza bruta. Los más avanzados de entre los hijos del trabajo huyeron desesperados a la república de allende el océano, y los sueños efímeros de emancipación se desvanecieron ante una época de fiebre industrial, de marasmo moral y de reacción política. Debido en parte a la diplomacia del Gobierno inglés, que obraba con el gabinete de San Petersburgo, la derrota de la clase obrera continental esparció bien pronto sus contagiosos efectos a este lado del Estrecho. Mientras la derrota de sus hermanos del continente llevó el abatimiento a las filas de la clase obrera inglesa y quebrantó su fe en la propia causa, devolvió al señor de la tierra y al señor del dinero la confianza un tanto quebrantada. Estos retiraron insolentemente las concesiones que habían anunciado con tanto alarde. El descubrimiento de nuevos terrenos auríferos produjo una inmensa emigración y un vacío irreparable en las filas del proletariado de la Gran Bretaña. Otros, los más activos hasta entonces, fueron seducidos por el halago temporal de un trabajo más abundante y de salarios más elevados, y se convirtieron así en «esquiroles políticos». Todos los intentos de mantener o reorganizar el movimiento cartista [5] fracasaron completamente. Los órganos de prensa de la clase obrera fueron muriendo uno tras otro por la apatía de las masas, y, de hecho, jamás el obrero inglés había parecido aceptar tan enteramente un estado de nulidad política. Así pues, si no había habido solidaridad de acción entre la clase obrera de la Gran Bretaña y la del continente, había en todo caso solidaridad de derrota.

Sin embargo, este período transcurrido desde las revoluciones de 1848 ha tenido también sus compensaciones. No indicaremos aquí más que dos hechos importantes.

Después de una lucha de treinta años, sostenida con una tenacidad admirable, la clase obrera inglesa, aprovechándose de una disidencia momentánea entre los señores de la tierra y los señores del dinero, consiguió arrancar la ley de la jornada de diez horas [6]. Las inmensas ventajas físicas, morales e intelectuales que esta ley proporcionó a los obreros fabriles, señaladas en las memorias semestrales de los inspectores del trabajo, son ahora reconocidas en todas partes. La mayoría de los gobiernos continentales tuvo que aceptar la ley inglesa del trabajo bajo una forma más o menos modificada; y el mismo parlamento inglés se ve obligado cada año a ampliar la esfera de acción de esta ley. Pero al lado de su significación práctica, había otros aspectos que realzaban el maravilloso triunfo de esta medida para los obreros. Por medio de sus sabios más conocidos, tales como el doctor Ure, profesor Senior y otros filósofos de esta calaña, la burguesía había predicho, y demostrado hasta la saciedad, que toda limitación legal de la jornada de trabajo sería doblar a muerto por la industria inglesa, que, semejante al vampiro, no podía vivir más que chupando sangre, y, además, sangre de niños. En tiempos antiguos, el asesinato de un niño era un rito misterioso de la religión de Moloc, pero se practicaba sólo en ocasiones solemnísimas, una vez al año quizá, y, por otra parte, Moloc no tenía inclinación exclusiva por los hijos de los pobres. Esta lucha por la limitación legal de la jornada de trabajo se hizo aún más furiosa, porque —dejando a un lado la avaricia alarmada— de lo que se trataba era de decidir la gran disputa entre la dominación ciega ejercida por las leyes de la oferta y la demanda, contenido de la Economía política burguesa, y la producción social controlada por la previsión social, contenido de la Economía política de la clase obrera. Por eso, la ley de la jornada de diez horas no fue tan sólo un gran triunfo práctico, fue también el triunfo de un principio; por primera vez la Economía política de la burguesía había sido derrotada en pleno día por la Economía política de la clase obrera.

Pero estaba reservado a la Economía política del trabajo el alcanzar un triunfo más completo todavía sobre la Economía política de la propiedad. Nos referimos al movimiento cooperativo, y, sobre todo, a las fábricas cooperativas creadas, sin apoyo alguno, por la iniciativa de algunas «manos» («hands») [*] audaces. Es imposible exagerar la importancia de estos grandes experimentos sociales que han mostrado con hechos, no con simples argumentos, que la producción en gran escala y al nivel de las exigencias de la ciencia moderna, puede prescindir de la clase de los patronos, que utiliza el trabajo de la clase de las «manos»; han mostrado también que no es necesario a la producción que los instrumentos de trabajo estén monopolizados como instrumentos de dominación y de explotación contra el trabajador mismo; y han mostrado, por fin, que lo mismo que el trabajo esclavo, lo mismo que el trabajo siervo, el trabajo asalariado no es sino una forma transitoria inferior, destinada a desaparecer ante el trabajo asociado que cumple su tarea con gusto, entusiasmo y alegría. Roberto Owen fue quien sembró en Inglaterra las semillas del sistema cooperativo; los experimentos realizados por los obreros en el continente no fueron de hecho más que las consecuencias prácticas de las teorías, no descubiertas, sino proclamadas en voz alta en 1848.

Al mismo tiempo, la experiencia del período comprendido entre 1848 y 1864 ha probado hasta la evidencia que, por excelente que sea en principio, por útil que se muestre en la práctica, el trabajo cooperativo, limitado estrechamente a los esfuerzos accidentales y particulares de los obreros, no podrá detener jamás el crecimiento en progresión geométrica del monopolio, ni emancipar a las masas, ni aliviar siquiera un poco la carga de sus miserias. Este es, quizá, el verdadero motivo que ha decidido a algunos aristócratas bien intencionados, a filantrópicos charlatanes burgueses y hasta a economistas agudos, a colmar de repente de elogios nauseabundos al sistema cooperativo, que en vano habían tratado de sofocar en germen, ridiculizándolo como una utopía de soñadores o estigmatizándolo como un sacrilegio socialista. Para emancipar a las masas trabajadoras, la cooperación debe alcanzar un desarrollo nacional y, por consecuencia, ser fomentada por medios nacionales. Pero los señores de la tierra y los señores del capital se valdrán siempre de sus privilegios políticos para defender y perpetuar sus monopolios económicos. Muy lejos de contribuir a la emancipación del trabajo, continuarán oponiéndole todos los obstáculos posibles. Recuérdense las burlas con que lord Palmerston trató de silenciar en la última sesión del parlamento a los defensores del proyecto de ley sobre los derechos de los colonos irlandeses. «¡La Cámara de los Comunes —exclamó— es una Cámara de propietarios territoriales!».

La conquista del poder político ha venido a ser, por lo tanto, el gran deber de la clase obrera. Así parece haberlo comprendido ésta, pues en Inglaterra, en Alemania, en Italia y en Francia, se han visto renacer simultáneamente estas aspiraciones y se han hecho esfuerzos simultáneos para reorganizar políticamente el partido de los obreros.

La clase obrera posee ya un elemento de triunfo: el número. Pero el número no pesa en la balanza si no está unido por la asociación y guiado por el saber. La experiencia del pasado nos enseña cómo el olvido de los lazos fraternales que deben existir entre los trabajadores de los diferentes países y que deben incitarles a sostenerse unos a otros en todas sus luchas por la emancipación, es castigado con la derrota común de sus esfuerzos aislados. Guiados por este pensamiento, los trabajadores de los diferentes países, que se reunieron en un mitin público en Saint Martin's Hall el 28 de septiembre de 1864, han resuelto fundar la Asociación Internacional.
Otra convicción ha inspirado también este mitin.

Si la emancipación de la clase obrera exige su fraternal unión y colaboración, ¿cómo van a poder cumplir esta gran misión con una política exterior que persigue designios criminales, que pone en juego prejuicios nacionales y dilapida en guerras de piratería la sangre y las riquezas del pueblo? No ha sido la prudencia de las clases dominantes, sino la heroica resistencia de la clase obrera de Inglaterra a la criminal locura de aquéllas, la que ha evitado a la Europa Occidental el verse precipitada a una infame cruzada para perpetuar y propagar la esclavitud allende el océano Atlántico. La aprobación impúdica, la falsa simpatía o la indiferencia idiota con que las clases superiores de Europa han visto a Rusia apoderarse del baluarte montañoso del Cáucaso y asesinar a la heroica Polonia; las inmensas usurpaciones realizadas sin obstáculo por esa potencia bárbara, cuya cabeza está en San Petersburgo y cuya mano se encuentra en todos los gabinetes de Europa, han enseñado a los trabajadores el deber de iniciarse en los misterios de la política internacional, de vigilar la actividad diplomática de sus gobiernos respectivos, de combatirla, en caso necesario, por todos los medios de que dispongan; y cuando no se pueda impedir, unirse para lanzar una protesta común y reivindicar que las sencillas leyes de la moral y de la justicia, que deben presidir las relaciones entre los individuos, sean las leyes supremas de las relaciones entre las naciones.

La lucha por una política exterior de este género forma parte de la lucha general por la emancipación de la clase obrera.

¡Proletarios de todos los países, uníos!

Escrito por C. Marx entre el 21 y el 27 de octubre de 1864 Se publica de acuerdo con el texto del folleto publicado en inglés "Addres and Provisional Rules of the Working Men's International Association, Established September 28, 1864, at a Public Meeting held at St. Martin's Hall, Long Acre, London", editado en Londres en noviembre de 1864. Al mismo tiempo se publicó la traducción al alemán, hecha por el autor, en el periódico "Social-Demokrat", núm. 2 y en el apéndice al núm. 3, del 21 y 30 de diciembre de 1864.

NOTAS

[1] El 28 de setiembre de 1864 se celebró en St. Martin's Hall de Londres una gran asamblea internacional de obreros, en la que se fundó la Asociación Internacional de los Trabajadores (conocida posteriormente como la I Internacional) y se eligió el Comité provisional. C. Marx entró a formar parte del mismo y, luego, de la comisión nombrada en la primera reunión del Comité celebrada el 5 de octubre para redactar los documentos programáticos de la Asociación. El 20 de octubre, la comisión encargó a Marx la redacción de un documento preparado durante su enfermedad y escrito en el espíritu de las ideas de Mazzini y de Owen. En lugar de dicho documento, Marx escribió, en realidad, dos textos completamente nuevos —el "Manifiesto Inaugural de la Asociación Internacional de los Trabajadores" y los "Estatutos provisionales de la Asociación"— que fueron aprobados el 27 de octubre en la reunión de la comisión. El 1º de noviembre de 1864, el "Manifiesto" y los "Estatutos" fueron aprobados por unanimidad en el Comité provisional, constituido en órgano dirigente de la Asociación. Conocido en la historia como Consejo General de la Internacional, este órgano se llamaba hasta fines de 1866, con mayor frecuencia, Consejo Central. Carlos Marx fue, de hecho, su dirigente, organizador y jefe, así como autor de numerosos llamamientos, declaraciones, resoluciones y otros documentos.
En el "Manifiesto Inaugural", primer documento programático, Marx lleva a las masas obreras a la idea de la necesidad de conquistar el poder político y de crear un partido proletario propio, así como de asegurar la unión fraternal de los obreros de los distintos países.
Publicado por vez primera en 1864, el "Manifiesto Inaugural" fue reeditado reiteradas veces a lo largo de toda la historia de la Internacional, que dejó de existir en 1876.- 5.[*]
W. Gladstone. (N. de la Edit.)
[2] Estranguladores (garroters), ladrones de los años 60 del siglo XIX, que agarraban a sus víctimas por el cuello.- 6.
[3] Libros Azules (Blue Books), denominación general de las publicaciones de documentos del parlamento inglés y de los documentos diplomáticos del Ministerio del Exterior, debida al color azul de la cubierta. Se editan en Inglaterra a partir del siglo XVII y son la fuente oficial fundamental de datos sobre la historia económica y diplomática del país.
En la pág. 6 trátase del "Informe de la comisión para investigar la acción de las leyes referentes al destierro y a los trabajos forzados", t. I, Londres, 1863; en la pág. 90, de la "Correspondencia con las misiones extranjeras de Su Majestad sobre problemas de la industria y las tradeuniones", Londres, 1867.- 6, 90
[4] La guerra civil de Norteamérica (1861-1865) se libró entre los Estados industriales del Norte y los sublevados Estados esclavistas del Sur. La clase obrera se Inglaterra se opuso a la política de la burguesía nacional, que apoyaba a los plantadores esclavistas, e impidió con su acción la intervención de Inglaterra en esa contienda.- 6, 19, 38, 89, 119, 164
[*] Dudo de que haya necesidad de recordar al lector que el carbono y el nitrógeno constituyen, con el agua y otras substancias inorgánicas, las materias primas de los alimentos del hombre. Sin embargo, para la nutrición del organismo humano, estos elementos químicos simples deben ser suministrados en forma de substancias vegetales o animales. Las patatas, por ejemplo, contienen sobre todo carbono, mientras que el pan de trigo contiene substancias carbonadas y nitrogenadas en la debida proporción.
[5] El cartismo era un movimiento revolucionario de masas de los obreros ingleses en los años 30-40 del siglo XIX. Los cartistas redactaron en 1838 una petición (Carta del pueblo) al parlamento, en la que se reivindicaba el sufragio universal para los hombres mayores de 21 años, voto secreto, abolición del censo patrimonial para los candidatos a diputado al parlamento, etc. El movimiento comenzó con grandiosos mítines y manifestaciones y transcurrió bajo la consigna de la lucha por el cumplimiento de la Carta del pueblo. El 2 de mayo de 1842 se llevó al parlamento la segunda petición de los cartistas, que incluía ya varias reivindicaciones de carácter social (reducción de la jornada laboral, elevación de los salarios, etc.). Lo mismo que la primera, esta petición fue rechazada por el parlamento. Como respuesta, los cartistas organizaron una huelga general. En 1848, los cartistas proyectaban una manifestación ante el parlamento a fin de presentar una tercera petición, pero el Gobierno se valió de unidades militares para impedir la manifestación. La petición fue rechazada. Después de 1848, el movimiento cartista decayó.
[6] La clase obrera de Inglaterra sostuvo la lucha por la reducción legislativa de la jornada laboral a 10 horas desde fines del siglo XVIII. Desde comienzos de los años 30 del siglo XIX, esta lucha se extendió a las grandes masas del proletariado.
La ley de la jornada laboral de 10 horas, extensiva nada más que a las mujeres y los adolescentes, fue adoptada por el parlamento el 8 de junio de 1847. Sin embargo, en la práctica, muchos fabricantes hacían caso omiso de ella.
[*] Hands, manos, significa también obreros. (N. de la Edit.)

jueves, 22 de octubre de 2009

LOS HISTORIADORES ÁNGEL VIÑAS Y FERNANDO HERNÁNDEZ SÁNCHEZ PUBLICAN "EL DESPLOME DE LA REPÚBLICA"

Título: El desplome de la República
Autores: Angel Viñas y Fernando Hernández Sánchez
Editorial: Crítica
ISBN 978-84-9892-031-4
592 páginas
Formato: 15,5 x 23 cm


Hay hojarasca que ensucia el pasado. Los barrenderos de la memoria son los historiadores, que limpian y sacan brillo a los acontecimientos que se interpretan una y otra vez, a partir de capas de suciedad que no respetan las formas originales de los acontecimientos. El libro de los historiadores Ángel Viñas y Fernando Hernández Sánchez, El desplome de la República (Crítica editorial), es un estudio razonable y vehemente contra dos amenazas de su profesión: la falta de verdad y rigor en el estudio de las fuentes y la manipulación de la lectura de los hechos por los vencedores.

En su despacho en el décimo piso de la Facultad de Historia de la Universidad Complutense, una caja de cerillas para todo el que la mire, Ángel Viñas otea la ciudad y ataca la ideología. Detrás de su pajarita multicolor hay un investigador encendido contra el historiador que no busca las fuentes relevantes, y pone nombres: el académico Fernando Suárez, el profesor Ricardo de la Cierva y el popular Anthony Beevor, a quien tritura por hacer una lectura, desde la derecha anglosajona, de la Guerra Civil española en su famoso libro.

"Hay que preguntar siempre al historiador por la relevancia de las fuentes", cuenta Viñas desde su mesa. "Hemos sido generosos, porque podríamos haber destrozado página tras página los grandes libros de la historia de la Guerra Civil, que están sesgados ideológicamente". Por eso pide una nueva escritura del final de la República, para mostrar a unos militares y la extrema derecha de la época que quisieron "arrumbar las reformas económicas, sociales y culturales de la II República".

Y para lograrlo hay que sacar el cepillo y arrimar la hojarasca a un lado de la calle. Lo primero con lo que acaban en este libro es con la idea de que el Ejército rebelde se sublevó por una "cruzada anticomunista". "Hay que quitar todo eso, pero no por lo que digan los comunistas, sino porque lo dicen los documentos de la época. Lo que nos han contado durante la dictadura y la democracia es un camelo, una construcción ideológica", vuelve a la carga, mientras Fernando aguarda su turno para añadir en cuanto puede que los historiadores se encargan de machacar las construcciones ideológicas. "La lucha por la historia es una lucha por la verdad", dice Viñas.

Una joya en los archivos

Son conscientes de que el libro picará a los historiadores a los que acusan de no haber hecho los deberes y visitar todos los archivos por los que ellos han pasado, desde Moscú a Londres, para terminar encontrando la pequeña joya en la que fundamentan sus palabras: el informe secreto que el PCE elevó a Stalin en el verano de 1939. Una especie de auditoría en el que los informadores escribieron "las cosas que sabían que los rusos no sabían, como las relaciones de Negrín con las otras fuerzasdel Frente Popular".

Según reconocen, "se trata de una pieza de evidencia primaria hasta ahora, no utilizada en la literatura española o extranjera" y libre de cualquier carga política. Viñas se muestra tajante al apuntar que estas 150 páginas con una cubierta en la que está escrito a mano el título Materiales que han servido para la confección de Guerra y Revolución, son informes que "no son marxistas". "Es una descripción de hechos, no son informes de la Comintern, son muy descriptivos y de escaso contenido teórico", cuenta para subrayar que lo único que quieren son hechos, no interpretaciones. "Es que el marxismo ahí no está" emocionado. "Podría haberlos escrito un militar franquista".

En estos informes que explican la situación del partido no hay propaganda, y en ese caso reconocen que es un texto "muy distinto" a los escritos comunistas de la época que están acostumbrados a leer. En este documento hallan el meollo del estudio y de sus esfuerzos por alumbrar las relaciones entre Negrín, los comunistas y el golpe del coronel Casado.

Llega la conclusión esencial. El PCE no manipulaba los tiempos, sino que iba a remolque de Negrín, y eso deshace dos ideas preconcebidas: que Negrín no es un juguete de los comunistas y que tenía todavía poder en 1939. "El que cortaba todavía el bacalao era Negrín", Viñas de nuevo.

De esta manera se pone en evidencia la lectura de la Historia de España que creó el franquismo a su medida "y que sigue en vigor". "El franquismo no ha desaparecido en cierta medida". "El franquismo fundamentó su legitimidad en la victoria por las armas. Nunca le fue suficiente. Tenía que demostrar las características intrínsecas del enemigo aplastado: la antiEspaña", escriben en las conclusiones.

Mentiras en la escuela

El desplome de la República se pregunta por la manera en la que debe escribir la historia de la Guerra Civil el historiador en el año 2009, cuando se han abierto la mayoría de los archivos que hace 10 años permanecían bajo candado. Por eso, insiste Viñas en aclarar que lo que hace el historiador es sustituir el mito por el hecho y los datos, y lo interpreta. "Hoy tenemos acceso a numerosas fuentes que hasta ahora no se había tenido y hay que explotarlas. Es así como caen muchos mitos de la izquierda y la derecha. No nos hemos comido los mitos de Azaña y Besteiro", y es cierto que les responsabilizan de miles de muertes por su decisión de abandonar.

Con todo, se confirma que será un libro que picará y tendrá repercusión. Principalmente porque, según los dos autores, seguimos presos de la interpretación franquista, que se filtra y que llega a la enseñanza en el Bachillerato a través de los libros de texto que hoy están en vigor y que enseñan a los chavales. "Siguen reproduciendo que aquí hubo dos bandos, que hubo el peligro de una revolución soviética", anuncia Fernando Hernández, profesor.

Considera letal para la conciencia democrática que se mantenga esta lectura en las escuelas. "Hay que recuperar de una vez el nexo entre la II República y la democracia", para recuperar el crédito de la modernización económica, política y social de la República. Y remata: "El franquismo no es la consecuencia de la guerra, es el hito".

Contra los fantasmas franquistas

La manipulación
La principal conclusión de ‘El desplome de la República’ (Crítica) acaba con la mayor tergiversación franquista sobre el final de la Guerra Civil española: no fue el Partido Comunista de España quien empujaba o manipulaba a Negrín, sino que era el PCE el que dependía del presidente del Gobierno.

Casado, golpista
Casado manipuló las esperanzas e ilusiones de los mandos del Ejército Popular. El golpe se aprovechó de la tesis falsa de que la resistencia hacía el caldo gordo a los comunistas y a los intereses políticos. Como “buen traidor”, “fue el auténtico muñidor del golpe de fuerza que liquidó cualquier posibilidad de resistencia”.

Negrín, apoyado
El PCE, por su parte, ni preparaba un golpe ni tenía necesidad alguna de hacerlo. Propugnaba la resistencia, pero al final y en parte de su cúpula, no de manera ciega y numantina. En los dos primeros meses de 1939, los dirigentes comunistas apoyaron las acciones de Negrín y del Gobierno, del que el PCE formaba parte.

Negrín, en solitario
Para Ángel Viñas y Fernando Hernández Sánchez el presidente Negrín es el único que se salva de la catástrofe que fue el final de la Guerra Civil española. Se salva, a pesar de sus dos errores fundamentales y graves: su pésimo manejo de la Flota y su estrategia de jugar en solitario, sin desvelar sus cartas a nadie. “Su comportamiento ha sido execrado desde los más variados ángulos”, apuntan. “Fue lo más parecido que España tuvo a un Charles de Gaulle, pero perdió”.

Rendirse y no morir
El Gobierno y su presidente hicieron piña en torno a varios puntos fundamentales: la necesidad imperiosa de que Azaña regresara a la zona centro-sur y la conveniencia de mantener la resistencia mientras se hacían gestiones para evitar una rendición con persecuciones.

Golpe innecesario
El golpe hubiera sido innecesario. Casi todos los grandes actores implicados aspiraban a lo mismo. Poner fin a una guerra sin perspectivas de victoria pero evitando en lo posible las represalias y, cuando se vio que ni siquiera esto sería posible, se intentó garantizar la evacuación.

El error de Azaña
Dejó en la estacada a los republicanos de todo cuño. Los autores del libro reconocen que la otra figura trágica de esos meses de 1939 fue Besteiro, quien cegado por falsas percepciones hizo un análisis antinegrinista y anticomunista. “Ninguno vivió lo suficiente para comprobar lo que el destino depararía a los combatientes que habían depositado en ellos su confianza”.

Bandeja de plata
El golpista Casado y sus compañeros de sedición (socialistas, anarcosindicalistas, republicanos burgueses) rindieron un magnífico servicio a Franco, al proporcionarle la oportunidad de capturar y proceder a la eliminación sistemática de lo más granado que podría haber sido el núcleo de una oposición exterior experimentada política y militarmente.

Fuente: Peio H. Riaño (Público)

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miércoles, 21 de octubre de 2009

"RODCHENKO Y POPOVA: DEFINIENDO EL CONSTRUCTIVISMO"

Construcción dinámico-espacial (Popova, 1921)

EL REINA SOFÍA DEDICA UNA EXPOSICIÓN A LA VANGUARDIA RUSA

La exposición, una de las más importantes de la temporada, recoge la obra de dos figuras clave de la formación estilística y teórica del Constructivismo Ruso: Liubov Popova (1889 -1924) y Alekxander Rodchenko (1891 – 1956). Organizada por la Tate Modern de Londres en colaboración con el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, la muestra, que ha sido comisariada por Margarita Tupitsyn, supone un completo repaso a este movimiento artístico que cambió la cara del arte ruso.

La amplia muestra, la más completa que hasta ahora se les ha dedicado en España, recoge aproximadamente 350 trabajos, realizados entre 1917 y 1929 por ambos artistas: pinturas, carteles de cine y teatro, dibujos de diseño de trajes, de muebles, libros, fotografías y esculturas. Como complemento se proyectarán algunas películas de la época que guardan relación con los artistas y se podrán ver otros trabajos de creadores coetáneos.

Una característica a destacar de la exposición, es la equiparación de los sexos (en consonancia con los ideales de la Revolución Rusa); a Popova se le ha otorgado el mismo espacio e importancia que a Rochednko y en términos de calidad e innovación en el trabajo, no hay diferencia entre los dos artistas.

La exposición arranca en 1917, año de la Revolución de Octubre, cuando Popova y Rodchenko empezaron a aplicar al diseño sus experimentos anteriores sobre abstracción geométrica. Con la convicción de que el lenguaje abstracto tenía el potencial de alterar la vida cotidiana, ambos artistas transformaron la pintura en un campo de pruebas de formas abstractas capaces de influir en las primeras teorías de la arquitectura constructivista y las nuevas ciudades socialistas.

En el arranque de la exposición, se muestran los primeros trabajos realizados por los artistas: una extraordinaria colección de lienzos y obra gráfica producidos entre 1917 y 1921 que reflejan la aplicación inmediata de su vocabulario abstracto, todavía muy influido por la arquitectura.

Siguiendo el recorrido expositivo, encontramos una sala dedicada a uno de los grandes pioneros del arte abstracto, Wassily Kandisky, influencia evidente en los primeros momentos del Constructivismo ruso y figura clave para los dos protagonistas de la muestra.

Más adelante, y después de pasar una sala dedicada a escultura, se presenta parte de la exposición titulada “5x5 = 25” que Rodchenko y Popova realizaron en Moscú en 1921 junto a Varvara Stepanova, Aleksandr Vesnin y Aleksandra Exter, donde renunciaban a la pintura. A partir de este momento, nos encontramos con la transición desde la pintura a otros medios como el diseño gráfico o la moda. Por lo tanto, los dos artistas promovieron una práctica multi-media que incluyó desde diseño para cine y teatro, hasta el diseño de pósters, libros, ropa, textiles, y muebles. En este sentido encontramos, por ejemplo, diseños para portadas de libros de escritores como Trotsky o Mayakovsky.

La exposición aúna también las contribuciones originales de ambos artistas en estos medios, enfatizando en su dedicación al trabajo en colaboración y su implicación con las industrias locales. La muestra de las obras utilitarias de Rodchenko y Popova pondrá de manifiesto el grado en el que ambos artistas influyeron en la moda, los medios audiovisuales, el teatro y el cine del siglo XX.

La temprana muerte de Popova, en 1924 no le permitió entrar en la siguiente fase del Constructivismo. A partir de este momento Rodchenko se dedicaría exclusivamente a la fotografía y el cine. La exposición, recoge, cómo éste empleaba la cámara para reflejar de forma efectiva la nueva arquitectura Soviética, y para identificar, por medio de enérgicos retratos, a las figuras claves del movimiento Constructivista. Por último, se proyectará la película Moscú en Octubre, 1927 de Boris Barnet donde Rodchenko participó como director de arte y diseñó los títulos de crédito del film.

Fechas: 21 de octubre 2009 – 11 de enero 2010

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Construcción, nº 104 (Rodchenko, 1920)

martes, 20 de octubre de 2009

90 AÑOS DE LA OBRA DE JOHN REED "DIEZ DÍAS QUE ESTREMECIERON EL MUNDO" SOBRE LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE

Título: Diez días que estremecieron el mundo
Autor: John Reed
Editorial: AKAL
ISBN: 978-84-460-2214-5
EAN: 9788446022145
Precio: 11 €
Año: 2004
416 páginas
Enecuadernación: Rústica


PREFACIO DE LENIN A LA EDICIÓN NORTEAMERICANA

Después de haber leído, con inmenso interés e inalterable atención hasta el fin, el libro de John Recd, DIEZ DÍAS QUE ESTREMECIERON AL MUNDO, desde el fondo de mi corazón lo recomiendo a los obreros de todos los países. Quisiera que ate libro fuese distribuido por millones de ejemplares y traducido a todas las lenguas, ya que ofrece ^ln cuadro exacto y extraordinariamente til u de acontecimientos que tan grande importancia tienen para comprender lo que.es la revolución proletaria, lo que es la dictadura del proletariado. Estas cuestiones son hoy objeto de discusión general; pero, antes de aceptar o rechazar las ideas que encarnan, es indispensable comprender toda la significación del partido que con relación a ellas se tome. El libro de John Reed, sin duda alguna, ayudará a esclarecer este fundamental problema del movimiento obrero universal.

V. I. LENIN

Finales de 1919

PREFACIO DE N. KRUPSKAYA A LA PRIMERA EDICIÓN RUSA

DIEZ DÍAS QUE ESTREMECIERON AL MUNDO es el título que John Reed ha dado a su asombrosa obra. Este libro describe, con una intensidad y un vigor extraordinarios, los primeros días de la Revolución de Octubre. No se trata de una simple enumeración de hechos, ni de una colección de documentos, sino de una serie de escenas vividas y a tal punto típicas, que no pueden por menos de evocar, en el espíritu de los que fueron testigos de la revolución, episodios análogos a los que ellos presenciaron. Todos estos cuadros, tomados directamente de la realidad, traducen de manera insuperable el sentimiento de las masas y permiten así captar el verdadero sentido de los diferentes actos de la gran revolución.

Se antoja extraño, a primera vista, que este libro lo haya escrito un extranjero, uri americano que ignora la lengua del país y sus costumbres. Al parecer, tendría que haber caído, a cada paso, en los errores más ridículos y omitido factores esenciales.

No suelen escribir así los extranjeros sobre la Rusia soviética. O no entienden los acontecimientos, o generalizan los hechos aislados, que no siempre son típicos. Verdad es que casi ninguno fue testigo personal de la revolución.

John Reed no fue un observador indiferente. Revolucionario apasionado, comunista, comprendía el sentido de los acontecimientos, el sentido de la gigantesca lucha. De ahí esa agudeza de visión, singla cual no habría podido escribir un libro semejante.

Tampoco los rusos hablan de otro modo de la Revolución de Octubre: o bien formulan un juicio general, o bien se limitan a describir los episodios de que fueron testigos. El libro de John Reed ofrece un cuadro de conjunto de la insurrección de las masas populares tal como realmente se produjo, y por ello tendrá una importancia muy particular para la juventud, para las generaciones futuras, para aquellos a cuyos ojos la Revolución de Octubre será ya historia. En su género, el libro de John Rced es una epopeya.

Johit Rced está inseparablemente unido a la revolución rusa. Amaba la Rusia soviética y se sentía cerca de ella. Abatido por el tifus reposa al pie de la muralla roja del Kremlin. Quien ha descrito los funerales de las víctimas de la revolución como lo hizo John Reed, merece tal honor.

N. KRUPSKAYA

PREFACIO DEL AUTOR

Este libro es un trozo de historia, de historia tal como yo la he visto. Sólo pretende ser un relato detallado de la Revolución de Octubre, es decir, de aquellas jornadas en que los bolcheviques, a la cabeza de los obreros y soldados de Rusia, se apoderaron del poder del Estado y lo pusieron en manos de los Soviets.

Se refiere, sobre todo, a Petrogrado, que fue el centro, el corazón mismo de la insurrección. Pero el lector debe tener en cuenta que todo lo que acaeció en Petrogrado se repitió, casi exactamente, con una intensidad más o menos grande y a intevalos más o menos largos, en toda Rusia.

En este volumen, que es el primero de una serie en la que trabajo actualmente, estoy obligado a limitarme a una crónica de los acontecimientos de que fui testigo y a los cuales me mezclé personalmente o conocí de fuente segura. El relato propiamente dicho va precedido de dos capítulos, donde expongo brevemente los orígenes y las causas de la Revolución de Octubre. Sé perfectamente que la lectura de estos dos capítulos es difícil, pero ambos son esenciales para comprender lo que sigue.

Buen número de preguntas se ofrecerá al espíritu del lector: ¿Qué es el bolchevismo? ¿En qué consiste la forma de gobierno implantada por los bolcheviques? ¿Por qué, estando los bolcheviques a favor de la Asamblea Constituyente, la disolvieron, enseguida, por la fuerza? ¿Y por qué la burguesía, hostil a dicha Asamblea hasta la aparición del peligro bolchevique, se entregó después a su defensa?

Estas preguntas no pueden tener aquí respuesta. En otro volumen, De Kornilov a Brest-Litovsk donde prosigo el relato de los acontecimientos hasta la paz con Alemania inclusive, desscribo el origen y el papel de las diversas organizaciones revolucionarias, la evolución del sentimiento popular, la disolución de la Asamblea Constituyente, la estructura del Estado soviético, el :desarrollo y el fin de las negociaciones de Brest-Litovsk.

Al abordar el estudio de la sublevación bolchevique, es importante tener en cuenta que no fue el 25 de octubre (7 de noviembre) de 1917, sino muchos meses antes, cuando se produjo la desorganización de la vida económica y del ejército rusos, término lógico de un proceso que se remontaba al año de 1915. Los reaccionarios sin escrúpulos que dominaban la corte del zar habían decidido, deliberadamente, el hundimiento de Rusia, a fin de poder concentrar una paz separada con Alemania. La falta de armas en el frente, que tuvo como consecuencia la gran retirada del verano de 1915; la escasez de víveres en los ejércitos y en las grandes ciudades, el cese de la producción y de los transportes en 1916, todo ello formaba parte de un. gigantesco plan de sabotaje, que la revolución de febrero vino a contener a tiempo.

Durante los primeros meses del nuevo régimen, en efecto, a pesar de la confusión consiguiente a un gran movimiento revolucionario como el que acababa de liberar a un pueblo de 160 millones de hombres, el más oprimido del mundo entero, la situación interior, así como la potencia combativa de los ejércitos, mejoraron sensiblemente.

Pero esta "luna de miel" duró poco. Las clases poseedoras querían una revolución solamente política que, arrancando el poder al zar, se lo entregara a ellas. Querían hacer de Rusia una república constitucional a la manera de Francia o de los Estados Unidos, o incluso una monarquía constitucional como la de Inglaterra. Ahora bien, las masas populares querían una verdadera democracia obrera y campesina.

William English Walling, en su libro El mensaje de Rusia, consagrado a la revolución de 1905, describe perfectamente el estado de espíritu de los trabajadores rusos, que más tarde, casi unánimente, habrían de apoyar al bolchevismo:

Los trabajadores comprendían bien que, incluso bajo un gobierno liberal, se exponían a seguir muñéndose de hambre si el poder continuaba en manos de otras clases sociales.

El obrero ruso es revolucionario, pero no es violento ni dogmático ni falto de inteligencia. Se muestra presto al combate de barricadas, pero ha estudiado las reglas y, caso único entre los obreros del mundo entero, es en la práctica donde las ha aprendido. Está resuelto a llevar hasta el fin la lucha contra su opresor, la clase capitalista. No ignora que existen aún otras clases, pero exige que las mismas tomen claramente partido en el encarnizado conflicto que se aproxima.

Los trabajadores rusos reconocían que nuestras instituciones pero no se preocupaban mucho por cambiar un despotismo por otro (el de la clase capitalista)...

Si los obreros de Rusia se han hecho matar y han sido ejecutados por centenares en Moscú, en Riga, en Odesa; si millares de ellos han sido encerrados en los calabozos rusos y desterrados a los desiertos y las regiones árticas, no es para comprar los dudosos privilegios de los obreros de los Goldfields y de Cripple-Creek...

Fue así cómo se desarrolló en Rusia, en el curso mismo de una guerra exterior e inmediatamente después de la revolución política, la revolución social, que terminó con el triunfo del bolchevismo.

Mr. A. J. Sack, director de la Oficina de Información rusa en los Estados Unidos y adversario del Gobierno soviético, se ha expresado, en su libro El nacimiento de la democracia rusa, de la manera siguiente:

Los Bolcheviques constituyeron un gabinete con Lenin como presidente del Consejo y Trotzki como ministro de Asuntos Extranjeros. Poco después de la revolución de febrero, su llegada al poder aparecía como inevitable. La historia de los bolcheviques, después de la revolución, es la historia de su ascensión constante.

Los extranjeros, los americanos particularmente, insisten, con frecuencia, sobre la ignorancia de los trabajadores rusos. Es cierto que éstos no poseían la experiencia política de los pueblos occidentales, pero estaban notablemente preparados en lo que concierne a la organización de las masas. En 1917, las cooperativas de consumo contaban, con más de 12 millones de afiliados. El mismo sistema de los Soviets es un admirable ejemplo de su genio organizador. Además, no hay probablemente en la tierra un pueblo que esté tan familiarizado con la teoría del socialismo y sus aplicaciones prácticas.

William English Walling escribe sobre el particular:

Los trabajadores rusos, en su mayoría, saben leer y escribir. La revuelta situación en que se hallaba el país, de años atrás, le dio la ventaja de tener por guías, no sólo a los más inteligentes de entre ellos, sino a una gran parte de la clase culta, igualmente revolucionaría, que les aportó su ideal de regeneración política y social de Rusia...

Muchos autores han justificado su hostilidad al Gobierno soviético pretextando que la última fase de la revolución no fue otra cosa que una lucha defensiva de los elementos civilizados de la sociedad contra la brutalidad de los ataques de los bolcheviques.

Ahora bien, fueron precisamente esos elementos, las clases poseedoras, quienes, viendo crecer el poderío de las organizaciones revolucionarías de la masa, decidieron destruirlas, costase lo que costase, y poner una barrera a la revolución. Dispuestos a alcanzar sus objetivos, recurrieron a maniobras desesperadas. Para derribar el ministerio Kerenski y aniquilar a los Soviets, desorganizaron los transportes y provocaron perturbaciones interiores; para reducir a los Comités de fábrica, cerraron las fábricas e hicieron desaparecer el combustible y las materias primas; para acabar con los Comités del ejército restablecieron la pena de muerte y trataron de provocar la derrota militar.

Esto era, evidentemente, arrojar aceite, y del mejor, al fuego bolchevique. Los bolcheviques respondieron predicando la guerra de clases y proclamando la supremacía de los Soviets.

Entre estos dos extremos, más o menos ardorosamente apoyados per grupos diversos, se encontraban los llamados socialistas "moderados", que incluían a los mencheviques, a los socialrevolucionarios y algunas fracciones de menor importancia. Todos estos partidos estaban igualmente expuestos a los ataques de las clases poseedoras, pero su fuerza de resistencia se hallaba quebrantada por sus mismas teorías.

Los mencheviques y los socialrevolucionarios consideraban que Rusia no estaba madura para la revolución social y que sólo era posible una revolución política. Según ellos, las masas rusas carecían de la educación, necesaria para tomar el poder; toda tentativa en este sentido no haría sino provocar una reacción, a favor de la cual un aventurero sin escrúpulos podría restaurar el antiguo régimen. Por consiguiente, cuando los socialistas "moderados" se vieran obligados por las circunstancias a tomar el poder, no osarían hacerlo.

Creían que Rusia debía recorrer las mismas etapas políticas y económicas que la Europa occidental, para llegar, al fin, y al mismo tiempo que el resto del mundo, al paraíso socialista. Asimismo, estaban de acuerdo con las clases poseedoras en hacer primero de Rusia un Estado parlamentario, aunque un poco más perfeccionado que las democracias occidentales, y, en consecuencia, insistían en la participación de las clases poseedoras en el gobierno. De ahí a practicar una política de colaboración no había más que un paso. Los socialistas "moderados" necesitaban de la burguesía; pero la burguesía no necesitaba de los socialistas "moderados". Los ministros socialistas se vieron obligados a ir cediendo, poco a poco, la totalidad de su programa, a medida que las clases poseedoras se mostraban lo más apremiantes.

Y finalmente, cuando los bolcheviques echaron abajo todo esc hueco edificio de compromisos, mencheviques y socialrevolucionarios se encontraron en la lucha al lado de las clases poseedoras. En todos los países del mundo, sobre poco más o menos, vemos producirse hoy el mismo fenómeno.

Lejos de ser una fuerza destructiva, me parece que los bolcheviques eran en Rusia el único partido con un programa constructivo y capaz de imponer ese programa al país. Si no hubiesen triunfado en el momento que lo hicieron, no hay apenas duda para mi de los que los ejércitos de la Alemania imperial habrían entrado en Petrogrado y Moscú en diciembre, y de que uri zar cabalgaría hoy de nuevo sobre Rusia.

Aún está de moda, después de un año de existencia del régimen soviético, hablar de la revolución bolchevique como de una "aventura". Pues bien, si es necesario hablar de aventura, ésta fue una de las más maravillosas en que se ha empeñado la humanidad, la que abrió a las masas laboriosas el terreno de la historia e hizo depender todo, en adelante, de sus vastas y naturales aspiraciones. Pero añadamos que, antes de noviembre, estaba preparado el aparato omediante el cual podrían ser distribuidas a los campesinos las tierras de los grandes terratenientes; que estaban constituidos también los Comités de fábrica y los sindicatos, que habrían de realizar el control obrero de la industria, y que cada ciudad y cada aldea, cada distrito, cada provincia, tenían sus Soviets de Diputados obreros, soldados y campesinos, dispuestos a asegurar la administración local.

Independientemente de lo que se piense sobre el bolchevismo, es innegable que la revolución rusa es uno de los grandes acontecimientos de la historia de la humanidad, y la llegada de los bolcheviques al poder, un hecho de importancia mundial. Así como los historiadores se interesan por reconstruir, en sus menores detalles, la historia de la Comuna de París, del mismo modo desearán conocer lo que sucedió en Petrogrado en noviembre de 1917, el estado de espíritu del pueblo, la fisonomía de sus jefes, sus palabras, sus actos. Pensando en ellos, he escrito yo este libro.

Durante la lucha, mis simpatías no eran neutrales. Pero, al trazar la historia de estas grandes jornadas, he procurado estudiar los acontecimientos como un cronista concienzudo, que se esfuerza por reflejar la verdad.

J. R.

Nueva York, 1 de enero de 1919.

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