viernes, 26 de febrero de 2010

164 ANIVERSARIO DEL NACIMIENTO DE FRANZ MEHRING


CARTA DE ROSA LUXEMBURGO A FRANZ MEHRING

Al cumplir Mehring setenta años de vida, el 27 de febrero de 1916, Rosa Luxemburgo, que fue en los años 10 y hasta su muerte, la más leal amiga y camarada de luchas, le dirigió una carta en la que con su habitual rigor y concisión de razonamiento explicitaba la importancia de la figura de Mehring en el movimiento obrero europeo. Dicha carta, que permaneció inédita por varios años, fue publicada por Eduard Fuchs en el prólogo al primer tomo de las obras completas del autor, del cual era su testamentario y editor. En español se publicó como apéndice a la edición española de la biografía de Marx (Franz Mehring, Carlos Marx. El fundador del socialismo científico, Buenos Aires, editorial Claridad 1965, 3ª edición, pp. 422-423).

Mi venerado amigo: Tiene usted que permitirme que reproduzca aquí las pocas palabras en las que he intentado decirle verbalmente por qué su personalidad y su obra me son y seguirán siempre tan caras. Desde hace muchos años, ocupa usted cerca de nosotros, por derecho propio, un puesto que nadie le puede disputar: el de representante de la auténtica cultura del siglo en todo su brillo y esplendor. Y si según Marx y Engels el proletariado alemán es el heredero histórico de la filosofía clásica alemana, usted es el albacea de esa herencia. Ha salvado usted del campo de la burguesía para traerlo al nuestro, al campo de los socialmente desheredados, todos los tesoros que aún guardaba la cultura en otro tiempo espiritual de la burguesía. Sus libros y sus artículos han familiarizado íntimamente al proletariado alemán, no sólo con la filosofía alemana clásica, sino también con los poetas clásicos, cono sólo con Kant y Hegel, sino también con Lessing, Schiller y Goethe. Con cada trazo de su pluma maravillosa, ha enseñado usted a nuestros obreros que el socialismo no es, precisamente, un problema de cuchillo y tenedor, sino un movimiento de cultura, una grande y poderosa concepción del mundo. Defenderla, permanecer en su atalaya a pie firme, es la misión que usted se ha impuesto desde hace más de una generación. Cierto es que hoy –desde la espantosa bancarrota de la guerra mundial- los herederos de la filosofía clásica andan como míseros mendigos llenos de penurias. Pero las férreas leyes de la dialéctica histórica que usted ha sabido exponer ante el proletariado, día tras día, con mano maestra, harán que los mendigos, los “desharrapados” de hoy, vuelvan a erguirse y sean otra vez los luchadores fieros e indomables. Tan pronto como el espíritu del socialismo vuelva a soplar en las filas del proletariado alemán, su primer movimiento para alargar la mano hacia sus obras, hacia los frutos de la labor de su vida, cuyos valor es imperecedero y en los que alienta siempre el mismo hálito de ideas fuertes y nobles. Hoy, en que las inteligencias de origen burgués nos traicionan y desertan de nosotros en manada para retornar al pesebre de los que mandan, podemos verlos marchar con una sonrisa de desprecio, y decirles: ¡Idos en buena hora! ¿Qué nos importa que os vayáis, si le hemos arrancado a la burguesía lo último y lo mejor que le quedaba de espíritu, talento y carácter: a Franz Mehring?

Siempre suya, cordialmente
Rosa Luxemburgo

Fuente: Sobre el materialismo histórico y otros escritos filosóficos. Franz Mehring. Fundación Federico Engels, 2009

jueves, 25 de febrero de 2010

"LA REVOLUCIÓN PERMANENTE", DE FRANZ MEHRING


ARTÍCULO PUBLICADO EN DIE NEUE ZEIT EN 1905

Berlín, 1 de Noviembre de 1905

Feliz quien ha podido vivir este glorioso año, el año de la revolución rusa, que no tendrá menos importancia en los libros de historia que la que antaño tuvo la revolución francesa de 1789. Todas las revoluciones del siglo XIX no han sido más que retoños de esta revolución, retoños auténticos, a veces un poco débiles, lo que vale incluso también para el movimiento europeo de 1848. Por poderoso que haya sido este movimiento, y por lejos que hayan llegado sus efectos indirectos, sin embargo, solamente ha sacado las consecuencias del año 1789 para el continente europeo y sus oleadas han reculado frente a la muralla de la frontera rusa.

Lo que distingue la gran revolución rusa de la gran revolución francesa es que aquella fue dirigida por el proletariado consciente de ser una clase. La Bastilla también fue tomada por asalto por los obreros de los suburbios de Saint Antoine, también son los obreros berlineses los que han triunfado sobre los guardias prusianos en la victoria del 18 de marzo de 1848 sobre las barricadas. Pero los héroes de estas revoluciones al mismo tiempo han sido sus víctimas; desde el día de su victoria, la burguesía les ha arrebatado el precio de su victoria. Y de esto se han muerto finalmente las revoluciones basadas en el modelo de 1789; la contrarrevolución tuvo tan buen juego en 1848 y 1849 porque los obreros estaban cansados de sacar las castañas del fuego y de ser engañados por los que consumían las castañas, porque su conciencia de clase no estaba lo suficientemente desarrollada para sacar provecho para sí mismo entre el poder feudal y la traición de la burguesía.

Lo que fue la debilidad de la revolución europea de 1848 es la fuerza de la revolución rusa de 1905. Su protagonista es un proletariado que ha comprendido esta "revolución permanente" que la Nueva Gaceta Renana había predicado para orejas todavía sordas. Mientras que su sangre corría a mares bajo los golpes de fusil y de sable de los verdugos del zar, los obreros rusos, con una fuerza obstinada, mantuvieron firmes sus objetivos, y el arma poderosa que constituye la huelga política de masas le permitió quebrar el poder zarista hasta sus cimientos. En el último manifiesto del zar, el despotismo asiático abdica para siempre; al prometer una constitución, cruza el Rubicón, más allá del cual ningún retorno es posible. Esto es un primer triunfo del proletariado ruso, y el mayor éxito que ningún proletariado de otro país en un movimiento revolucionario haya obtenido antes. Los que tomaron la Bastilla, como los combatientes de las barricadas de Berlín eran capaces de un impulso heroico, pero no de esta lucha infatigable y obstinada que llevaron adelante los obreros rusos, sin dejarse desviar por fracasos momentáneos. Sin embargo, su primer éxito los ubica ahora frente a un nuevo deber, incomparablemente mayor, el de perseverar, aún después de la victoria, en su antigua combatividad.

En la historia de las guerras, no deja de repetirse una experiencia: después de una victoria aplastante, es difícil llevar al fuego incluso a las tropas más valerosas para que, al perseguir al enemigo, hagan la victoria verdaderamente fecunda, y es tanto más difícil cuando la victoria ha sido más aplastante. Existe, profundamente arraigada en la naturaleza humana, la necesidad de un descanso liberador, cuando esta se libera de una fuerte tensión, y por eso la burguesía siempre ha especulado con éxito, cuando el proletariado le ha sacudido los árboles de la revolución para hacer caer sus frutos.

De manera legítima, un diario burgués evoca, a propósito del manifiesto del zar, las promesas que había hecho Federico Guillermo IV, cuando la revolución había quebrado sus bravatas de autócrata.

Son más o menos las mismas promesas: inviolabilidad de las personas, libertad de conciencia, libertad de palabra, una representación popular basada en un amplio derecho a voto y con una participación decisiva en la legislación. En esa época como ahora, la oposición burguesa sabía y sabe bien que, cuando un autócrata vencido está obligado a hacer semejantes concesiones, estas cosas buenas no nadan simplemente como pedazos de pan en la sopa de la revolución, sino que le ofrecen reales garantías de que una autocracia obligada a humillarse hasta ese punto por la fuerza nunca más podrá levantar cabeza. Pero está dentro del interés de la burguesía rebajar incluso las conquistas de la revolución para desarmar al proletariado, describirlas como un espejismo que no podrá hacerse realidad más que gracias a la más extrema ponderación, ponerse en guardia contra los cuervos de mal augurio que arriesgarían, por así decir, poner en fuga a los espectros nocturnos. Es así que después de toda victoria revolucionaria resuenan los llamados de la burguesía a la "calma a cualquier precio", supuestamente en el interés de la clase obrera, de hecho, por el frío y astuto cálculo de la burguesía.

Este es el momento más peligroso para toda revolución; pero, si bien este ha sido fatal hasta el momento para el proletariado, esta vez, la clase obrera rusa ha pasado la prueba brillantemente, al responder con resolución al manifiesto del zar: la revolución permanente. Los telegramas llegados hoy de Petrogrado a la prensa burguesa dan una testimonio honorable de nuestros hermanos rusos; "Bajo la influencia de los socialistas, la opinión se ha vuelto más desfavorable de lo que se podía esperar esta mañana. La excelente organización de los socialistas triunfa hoy sobre la burguesía".

Los obreros rusos no piensan desarmarse, los vencedores de hoy no quieren ser los derrotados de mañana, y en esto justamente reside el progreso histórico que ofrece la revolución rusa en relación con las precedentes.

Por cierto, para los obreros rusos también vale que ningún milagro ocurrirá mañana. No está en su poder saltar las etapas de la evolución histórica y crear, a partir del despótico estado zarista, de buenas a primeras, una comunidad socialista. Pero pueden acortar y allanar el camino de su combate emancipador, si no sacrifican el poder revolucionario que han conquistado frente a las tramposas quimeras de la burguesía, sino por el contrario, no dejan de servirse de él para acelerar la evolución histórica, es decir, revolucionaria. Ahora pueden asegurarse en algunos meses y semanas lo que costaría décadas de penosos esfuerzos, si cedieran el terreno a la burguesía después de haber obtenido la victoria. No pueden inscribir en la constitución rusa la dictadura del proletariado, pero pueden inscribir en ella el sufragio universal, el derecho de coalición, la jornada de trabajo legal, la libertad ilimitada de prensa y de palabra, y pueden arrancarle a la burguesía, para todas estas reivindicaciones, garantías tan sólidas como las que la burguesía le arrancará al zar de acuerdo a sus propias necesidades. Pero sólo pueden hacerlo si no deponen las armas en ningún momento y no le permiten a la burguesía dar ni siquiera un paso adelante, sin que ellos mismos no den también un paso adelante.

Y es precisamente por la "revolución permanente" que la clase obrera rusa debe replicar, y, según todas las informaciones llegadas hasta el momento, ha replicado efectivamente, ante el grito angustiado de la burguesía pidiendo "la calma a cualquier precio".

Es falso decir que así se insuflará una nueva vitalidad al despotismo que acaba de ser abatido. Con justeza un historiador de la gran revolución francesa - Tocqueville, si no me equivoco - dice que un régimen que se derrumba nunca es más débil que en el momento en que comienza a reformarse. Y esto vale mucho más que para la realeza decadente en Francia, para la autocracia decadente en Rusia. Porque toda su maquinaria gubernamental está podrida de cabo a rabo. A partir que dimita y renuncie a la apariencia de solidez que ha mantenido penosamente hasta ahora, estará sin defensa contra todo choque vigoroso. De hecho, tiene necesidad de "calma a cualquier precio" si debe restablecerse sobre una nueva base. Esta es la pérfida significación de esta consigna que, esperemos, haya terminado de cumplir su funesto rol.

Los obreros rusos se han convertido así en los campeones del proletariado europeo. Se han beneficiado con una posibilidad que, hasta ahora, no ha compartido ningún proletariado de las naciones europeas occidentales: entran en la revolución con experiencias acumuladas y una teoría clara, profunda y extendida; pero han sabido crear esta posibilidad, y este es su mérito. En el curso de décadas de combate y al precio del sacrificio de innumerables heroínas y héroes, se han impregnado de la teoría de la revolución proletaria hasta la médula de los huesos; lo que han recibido, lo devuelven ahora con creces. Le dan vergüenza a los espíritus timoratos que creían imposible muchas cosas que ellos demostraron posible; los trabajadores de Europa saben hoy que los métodos de lucha de la antigua revolución sólo han perimido para ceder el lugar a métodos más eficaces en la historia de su lucha emancipadora.

En la clase obrera de todos los países europeos caen las chispas del bautismo de fuego de la revolución rusa, y en Austria el brasero ya se inflama.

Los obreros alemanes no son los últimos en la lucha que dirigen sus hermanos rusos; el estado vasallo pruso-germánico está tan estrechamente mezclado con el destino del zarismo que la caída de este último tendrá contragolpes muy profundos sobre el imperio de los junkers al este del Elba. Quizás no por el momento, y quizás no para siempre de manera destructiva; las poderosas conmociones económicas que entrañará la revolución rusa en su continuidad pueden hacer enojar mucho más aún a esta camarilla de hambreadores. Pero a la larga, la revolución rusa ya no se dejará encerrar en las fronteras rusas como antes la Revolución francesa no se dejó encerrar en las fronteras francesas, y esto, nadie lo sabe mejor que las clases dirigentes en Alemania.

Podemos estar seguros que ellos siguen la evolución de la revolución rusa con la mayor atención y encontrarán la ocasión de darle un golpe fatal cuando vean alguna perspectiva de éxito. La clase obrera alemana no debe olvidarlo, menos aún cuando la causa de sus hermanos rusos es también la suya.

Primera vez publicado: En Die Neue Zeit, 24º año, 1er. Volumen, nº 6 - 1905 - 1906
Versión al castellano: Centro de Estudios, Investigaciones y Publicaciones "Leon Trotsky", Buenos Aires - Argentina, en base a la versión publicada en Les Cahiers du C.E.R.M.T.R.I. N° 115, diciembre de 2004-enero de 2005, París, Francia, pág. 33.
Versión digital: Centro de Estudios, Investigaciones y Publicaciones "Leon Trotsky", Buenos Aires - Argentina, 2006.
Esta edición: Marxists Internet Archive, agosto 2006.

miércoles, 24 de febrero de 2010

SERRAT VUELVE CON UN NUEVO DISCO DEDICADO AL POETA COMUNISTA MIGUEL HERNÁNDEZ

"HIJO DE LA LUZ Y DE LA SOMBRA"

El nuevo disco de Joan Manuel Serrat, "Hijo de la luz y de la sombra", con letras de Miguel Hernández, salió a la venta este martes como parte de las conmemoraciones del centenario del nacimiento del poeta republicano, que murió en la cárcel durante el franquismo.

Miguel Hernández (Orihuela, 1910), republicano militante durante la Guerra Civil (1936-1939), fue encarcelado durante el franquismo y recluido, padeció bronquitis y luego tifus, que se le complicó con tuberculosis. Falleció en la enfermería de la prisión alicantina el 28 de marzo de 1942, con tan sólo 31 años de edad.

Serrat, que hace 38 años ya homenajeó al poeta alicantino al ser el primero que puso música a sus mejores poemas, lanzó este martes el nuevo disco un mes antes de iniciar una gira por España, en Elche (Alicante, sureste), cerca de Orihuela.

Serrat interpreta 13 canciones en un álbum que presentó como una "prolongación del disco que apareció en 1972, al que llamó 'Miguel Hernández', y también un complemento".

Con estas canciones, Serrat realiza un recorrido por la obra del gran escritor de "Las nanas de la cebolla", desde poemas de juventud como "La palmera levantina" hasta versos de "Hijo de la luz y de la sombra", acaso el más profundo de sus poemas, cuya lectura aconseja el cantautor en una misiva a sus seguidores.

Serrat, autor de tremendas canciones de gran éxito en Latinoamérica como "Mediterráneo", dijo que vuelve a "escarbar" en la obra de Miguel Hernández, "fundamentalmente por dos razones: una, porque "este año se cumple el Centenario del nacimiento del poeta y, como viejo amigo que soy, me sentía en la obligación de celebrarlo desde los escenarios".

"La gente me lo iba a pedir. La gente ama al poeta y, como yo, no dejaría pasar la onomástica sin recordarla", declaró en su página internet.

La otra razón, "la más importante y la que me convenció del interés y validez del proyecto, es la intemporalidad de su poesía, la vigencia de sus versos más allá del lugar y el tiempo en que vieron la luz, más allá del contexto en que nacieron, versos que siguen sonando tan sólidos y frescos como si hubieran sido escritos ayer y aquí", explicó.

Serrat aspira que este nuevo trabajo suyo ayude "a acercar al público la poesía de Miguel Hernández", al que considera "uno de nuestros poetas contemporáneos fundamentales, y que la gente, más allá de las canciones, encuentre en los libros el alma del poeta".

En el disco puesto este martes a la venta por Sony, acompañado de un DVD documental en el que varios cineastas plasman su visión de Hernández, Serrat incluyó también poemas como "Uno de aquellos", "Si me matan, bueno", "Sólo quien ama vuela" o "Dale que dale", además del citado "La palmera levantina".

martes, 23 de febrero de 2010

90 AÑOS DE LA DETENCIÓN DE CÉSAR VALLEJO


ARTÍCULO DE GUSTAVO ESPINOZA M. PARA REBELIÓN

“El momento más grave de mi vida fue mi prisión en una cárcel del Perú”
César A. Vallejo M.

Este año -2010- se cumplen 90 años de uno de los acontecimientos más nefastos y oscuros de nuestra historia judicial. Curiosamente, el hecho marcó, sin embargo, un hito en la vida del afectado y un rumbo distinto en el proceso de la literatura abriendo cauce al surgimiento universal del más alto exponente de la poesía nacional: César Abraham Vallejo Mendoza.

Ocurrió, en efecto, que en una provincia del norte del Perú - Santiago de Chuco, departamento de La Libertad- y en medio de una fiesta local los gendarmes de la policía se sublevaron contra el Subprefecto por reclamos vinculados al pago de sus salarios. En la revuelta, participaron algunos civiles que agitaron el ambiente y provocaron una violencia mayor que dejó como secuela una casa incendiada, un policía muerto y varios ciudadanos heridos.

Rivalidades aldeanas y odios pueblerinos generan una situación insólita: César Vallejo, el poeta que entonces frisaba los 28 años, y que había vuelto al pueblo la noche anterior, se vio involucrado en los hechos y, como consecuencia de ello, fue detenido el 6 de noviembre de ese año cuando se hallaba refugiado en la casa de campo de Antenor Orrego, en las afueras de Mansiche y fue conducido a la cárcel de la ciudad de Trujillo, donde quedó privado de su libertad, con otras 11 personas.

Vallejo debió sufrir los efectos de una carcelería injusta que se prolongó indebidamente hasta febrero de 1921, cuando fue salió de la cárcel sin que, por eso, se viera librado del acoso judicial que se mantuvo como espada de Damocles, sobre él, por largos años.

Hoy se sabe por cierto, que no tuvo nada que ver con los aciagos sucesos ocurridos en la fiesta de Santiago. Pero el hecho marcó decisivamente la vida del poeta hasta el extremo que lo decidió a emigrar del Perú y a no retornar nunca. En el extremo, sus restos permanecen en un cementerio de París y todos los intentos de repatriarlos tropezaron tanto con su voluntad expresa de no volver al Perú y con la lucha de quien fuera su esposa, Georgette de Vallejo, que hizo respetar la decisión de su esposo en tal sentido.

Y es que, en efecto, la prisión dejó en el alma de Vallejo una huella indeleble, un rastro que nunca alcanzó a desaparecer, y que marcó la ruta de sus pasos tanto en su vida, como en su obra. Bien podría decirse que el poeta nunca alcanzó verdaderamente a recuperarse del trauma que le generó la prisión; pero nunca, tampoco, un hecho de esa magnitud elevó a y un espíritu selecto a la magnitud que alcanzó Vallejo.

J.M. Cohen, reconocido estudioso de la literatura latinoamericana asegura que César Vallejo es “uno de los poetas geniales” de siglo XX. Y añade que nadie lo iguala, “salvo Maiakovski, Pasternak, Rilke, Machado y un par de otros”. Y es que, en efecto, el encarcelado ciudadano de 1920 se proyectó, gracias a su capacidad creadora, a los niveles más altos de la poesía universal.

En Vallejo, sin embargo, se entremezclan diversos elementos. A su condición de peruano auténtico, es decir, de indio orgulloso de su ancestro; se suma una grandeza espiritual pocas veces registrada. Por eso, Jean Cassou lo llamó “un hombre, entre los hombres de su pueblo”. Un hombre convocado sin duda, a la lucha por la libertad.

Y en esa lucha, viajó a la capital de la República con su primer libro bajo el brazo “Los heraldos negros” publicado en 1918 y entregó en 1923 su segunda creación -“Trilce”- que fue recibida con extrema frialdad -y hasta con hostilidad- por la crítica literaria de la época.

José Carlos Mariátegui, sin embargo, entendió nítidamente el mensaje de Vallejo. En su poesía, dice el Amauta, “es siempre un alma ávida de infinito, sedienta de verdad. La creación en él es, al mismo tiempo. Inefablemente dolorosa y exultante. Este artista no aspira sino a expresarse pura e inocentemente. Se despoja, por eso, de todo ornamento retórico, se desviste de toda vanidad literaria. Llega a la más austera, a la más humilde, a la más orgullosa sencillez en la forma. Es un místico de la pobreza que se descalza para que sus pies conozcan desnudos la dureza y la crueldad de su camino”.

Hoy nadie discute ni la altura humana de Vallejo ni su inmensa calidad literaria. Pero sí hay quienes pretenden ocultar algunos aspectos esenciales de su vida y de su obra.

Aún ahora, algunos buscan omitir la militancia política de César Vallejo. El poeta, fue comunista. Se vinculó a las luchas del proletariado en sus años de estancia francesa, pero se identificó con el ideal socialista a partir de su admiración por la Revolución Bolchevique del año 17. Por eso militó en el Partido Comunista Frances y por eso viajó a Rusia y recogió sus impresiones referidas a la construcción del socialismo en ese país en su libro: “Rusia en 1931”.

Bien podría decirse que no todas sus apreciaciones fueron –como se dice- “ortodoxas”, pero nadie podría mostrar un sólo texto contrario al ideal que encarnara la experiencia leninista.

Nuevamente en Francia, en los primeros años de la década del 30, desarrolló una constante actividad revolucionaria, razón por la que fue forzado a abandonar ese país y buscar refugio en España. Allí se vio envuelto en al tumultuoso escenario de la Guerra Civil, y tomó partido –resueltamente- por la causa de La República. Bien podría decirse que fue un combatiente por la causa republicana, como lo acreditan también sus poemas de “España, aparte de mi este caliz”, verdaderos poemas épicos de la lengua castellana.

Luchando por esa causa, Vallejo estuvo entre los organizadores del Congreso de Intelectuales Antifascistas -Valencia, 1937- compartiendo responsabilidades con hombres del talento de Antonio Machado, Rafael Alberti, Miguel Hernández y Pablo Neruda; y luego del cual debió volver a París donde murió en abril de 1938.

Aunque Vallejo nunca llegó a tener en nuestro país el reconocimiento oficial que su vida y su obra merecen; su mensaje de esperanza en un futuro mejor subyace en la conciencia de los peruanos. Hoy, muchos esperan que sea verdad su buen augurio: “Necesitas comer, pero, me digo / no tengas pena que no es de pobres / la pena, el sollozar junto a su tumba / remiéndate, recuerda, / confía en tu hilo blanco, fuma, pasa lista / a tu cadena, y guárdala detrás de tu retrato / Ya va a venir el día, ponte el alma”.

(*) Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera / www.nuestra-bandera.com

lunes, 22 de febrero de 2010

TODA UNA VIDA EN POLÍTICA: NEW LEFT REVIEW CUMPLE 50 AÑOS


ARTÍCULO DE STEFAN COLLINI PARA THE GUARDIAN

“Cuando buena parte de los medios llamados “serios” se entregan a efímeras trivialidades y a reciclar comunicados de prensa y cotilleos de puertas adentro; y cuando el mundo académico lucha por mitigar los peores efectos de una sobreproducción dirigida a conseguir fondos y a la moda de hacer carrera; y cuando la política nacional e internacional parece consistir en inclinarse ante los imperativos del "mercado", mientras se esquivan los patinazos de relaciones públicas, entonces es cuando necesitamos más que nunca un "foro" como NLR. Está al día sin ser meramente periodística, es erudita, pero sin las secuelas de la cita compulsiva; y es analítica sobre las fuerzas a largo plazo que operan en la política, en lugar de obsesionarse con la espuma de la última olilla maniobrera y de pose.”

New Left Review cumple 50: nada de globos, por supuesto, y decididamente nada de juegos festivos. La idea misma de "celebración" suena a pseudo-optimismo consumista. La simple cronología es, al fin y al cabo, un concepto no teorizado. Deberíamos contemplarlo no tanto como un aniversario, más como una coyuntura sobredeterminada.

Es difícil no quedar intimidado por New Left Review. A veces, la revista puede parecer un artificio minucioso ideado para hacernos sentir unos ineptos. La relación que mantenemos con ella se conjuga como un verbo irregular: Ojalá supiera más cosas sobre la industrialización en China; deberías comprender mejor el análisis de Brenner de la turbulencia global; él o ella tiene que entender el significado del activismo de base comunitaria en América Latina. Para muchos lectores del Guardian (y demás), la revista funciona como una especie de hermano mayor hacia el que alzamos la vista: más serio, mejor informado, más fuerte, irreemplazable. Bueno, puede que un poquito solemne a veces (podríamos echar a suertes a quién le toca el encargo de decirle a Perry Anderson que lo aligere) y quizás cuando hemos estado desconectados durante un periodo bastante largo la vida parecía un poco más fácil. Pero luego volvemos a encontrarnos y nos topamos con un ejemplo de respeto a primera vista, y vuelta a empezar.

No siempre ha sido así. Hasta los hermanos mayores han pasado por periodos turbulentos en su juventud: entusiasmos errados, relaciones fallidas, retraimientos depresivos. Algunos lectores puede que recuerden los tiempos en que NLR parecía empeñada en el purismo sectario, el servilismo teórico y una premeditada opacidad. Ha atravesado varios cambios de identidad a lo largo de los últimos 50 años, y los recuerdos de estas fases anteriores pueden dificultar los esfuerzos que ha llevado a cabo recientemente para llegar a un público lector más amplio. Pero hay mucho de lo que estar orgullosos en esa historia. La revista, a su firme manera, ha registrado y respondido a inmensos cambios acontecidos en el mundo en los últimos cincuenta años, y en el curso de esa labor ha proporcionado un surtido de ideas cuya disponibilidad rebasa con mucho las filas de quienes pueden en algún momento haber compartido su forma o formas particulares de marxismo (una lealtad que se ha modulado, acaso incluso atenuado de algún modo, a lo largo de décadas). Algunas cosas de la revista, sin embargo, no cambian. ¿Qué otra publicación sacaría un anuncio a toda página en un diario nacional dando cuenta de su "número quincuagenario"? A NLR se le ha acusado de muchas cosas, pero nunca de rebajarse al modo populista.

La biografía de la revista no puede reducirse a una fórmula: su experiencia ha sido hasta ahora demasiado rica y contradictoria. Pero sería justo decir que una revista que comenzó su vida con la esperanza de animar y dar expresión a movimientos populares organizados de la izquierda se convirtió pronto en un empeño categóricamente teórico, si bien con ciertos anhelos leninistas o trotskistas en reserva. Luego, en los años 80, comenzó a interpretar su tarea intelectual en términos más expansivos, y desde el año 2000 ha sido de forma consciente una "revista de ideas", de izquierdas, a buen seguro, pero distante de los movimientos radicales del presente o de cualquier programa elaborado para el futuro.

En tanto que revista severamente intelectual comprometida, en principio, con la transformación radical de la sociedad, NLR tenía pocos modelos a los que atender en la historia británica, y la revista creció a partir de la cultura británica y durante mucho tiempo estuvo enraizada en ella, por internacionalista que haya sido desde entonces. Habían existido muchas revistas pequeñas, generalmente fugaces, tales como Commonweal (1885-90), de William Morris, o la Left Review (1934-38) originaria; ha habido publicaciones periódicas más cercanas a la refriega parlamentaria, como New Statesman (1913- ) o Tribune (1937- ); y revistas más eclécticas, de inclinaciones radicales, de arte, cultura y política, como The New Age (1907-22). Pero para encontrar otra revista de ideas exitosa llevada al más alto nivel intelectual por un grupo conscientemente radical, puede que tengamos que remontarnos a la Westminster Review, la revista de los Radicales Filosóficos de principios del siglo XIX. En la actualidad, la publicación más cercana en espíritu, pese a todas las evidentes diferencias de forma, puede que sea The London ­Review of Books (en la que algunos colaboradores se solapan), pero NLR es menos literaria, aun más política, y está comprometida con un análisis económico más sistemático y con la construcción teórica. Asimismo, hoy en día se preocupa muy poco de la política y la cultura británicas.

En la medida en que hubo un modelo consciente en los primeros años, éste fue Les Temps Modernes de Sartre, y algo parece haber quedado de una versión idealizada de la vida intelectual parisina de los años 50 en los espíritus rectores de la revista. Se toma desde luego muy en serio esos temas que son por excelencia de jersey negro de cuello alto como la filosofía y el cine; otras formas de arte, y más o menos toda la cultura popular, vienen mucho, mucho después. Aunque se han producido conmociones periódicas en el consejo editorial, con afirmaciones y todo de la necesidad de aportar sangre nueva, en el núcleo del grupo todos están alrededor de los 70 años y, por tanto, su formación se remonta a aquellos embriagadores días de la década entre 1958 y 1968 en que las noticias venían de París.

El número correspondiente al 50 aniversario incluye artículos de varios de sus incondicionales más veteranos – Tariq Ali, Perry Anderson, Robin Blackburn, Mike Davis –, así como entrevistas o artículos reimpresos de figuras renombradas de la izquierda intelectual, como Eric Hobsbawm y Stuart Hall. Estos nombres significan un elemento bastante sorprendente de continuidad. Anderson y Blackburn estaban a la cabeza del grupo más joven que asumió la dirección de la revista en 1962, tras dos años en los que Hall hizo de director y ellos, junto a Ali, Davis y un puñado más, han sido miembros constantes o recurrentes del consejo editorial desde los años 60. Anderson fue nominalmente director entre 1962 y 1983 (la revista siempre ha puesto de relieve su ethos colectivo, y desde fuera no queda claro cómo se ha dividido la responsabilidad entre director y consejo editorial); Blackburn lo asumió luego hasta finales de 1999, momento en el cual se relanzó una nueva serie de la revista, inicialmente bajo la dirección una vez más de Anderson; Susan Watkins ha sido directora desde el año 2003. Las cifras exactas de la tirada han sido siempre difíciles de establecer, pero se dice que cada uno de sus números, bimensuales, vende unos 10.000 ejemplares. Sus finanzas siguen siendo un misterio: repetidos rumores han sugerido que se ha subvencionado con el peculio de la herencia de la familia Anderson.

Pero estas continuidades en su personal enmascaran algunos drásticos giros en su rumbo y cambios en su carácter. La revista se fundó en 1960 como resultado de la fusión de dos revistas entonces activas, Universities and Left Review y The New Reasoner, en la que la primera representaba el ascenso del radicalismo político y cultural de finales de los años 50, especialmente intenso en las universidades, que repudiaba el reformismo del partido Laborista, mientras que la segunda proporcionaba un espacio de reunión de aquellos comunistas y ex-comunistas que, después de 1956, repudiaban el estalinismo ortodoxo. Se formaron clubes de la Nueva Izquierda [New Left] en todo el país, y la Campaña para el Desarme Nuclear [Campaign for Nuclear Disarmament -CND] proporcionó un centro movilizador y unificador. Durante un breve periodo, la revista fue parte de un movimiento más amplio. Pero tras el cambio de 1962, se centró de modo más exclusivo en preparar el terreno teórico para la "revolución" (puede que sea difícil recordar qué cotidiano resultaba el término "revolución" en la década de 1960 y 70). Uno de los servicios más notables prestados por NLR consistió en importar y difundir ideas europeas, sobre todo de la rica tradición de los marxismos hegelianizados, pero también otros estilos de trabajo, por ejemplo, en sociología y psicoanálisis. En 1970 se creó una editorial – New Left Books, que se transformaría en Verso – y esto contribuyó a que se pudiera disponer en inglés de muchos clásicos del pensamiento social europeo en un momento en que el sistema de educación superior en expansión sentía avidez por dichos textos. Pensadores socialistas reconocidos como Isaac Deutscher y Raymond Williams fueron importantes para la revista en sus primeros años; durante algún tiempo fue influyente Ernest Mandel, el economista belga trotskista; en diversos momentos hubo un compromiso particularmente sostenido con las ideas de Antonio Gramsci y Louis Althusser.

En el curso de la década de los 80 se había remodelado la imaginación política de la izquierda para dar cuenta de las drásticas transformaciones de la década, entre las que se contaba el final del "socialismo realmente existente". Esta década y la siguiente fueron testigos de grescas y dimisiones en la misma revista, así como de intentos de remediar su comparativa desatención de cuestiones entonces ya destacadas, como el feminismo y el medio ambiente. Su denuncia del "imperio norteamericano", sobre todo en las llamadas guerras humanitarias de la década de 1990, fue una constante; otra lo fueron sus intentos de poner al descubierto el funcionamiento global de las nuevas formas de capitalismo. Pero las preguntas respecto a lo que significaba estar comprometido con "un futuro socialista" se hicieron más insistentes e invitaban a repensar de modo más fundamental la función de la revista misma. El número 238 de NLR, publicado a finales de 1999 se convirtió en el último de la serie original.

El primer número de la nueva serie apareció a comienzos del año 2000, con un diseño y un aspecto que habían mejorado espectacularmente (el ascetismo izquierdista de elevados principios ha tendido a favorecer revistas que parecen hojas parroquiales a ciclostil), una sección regular de crítica de libros y editoriales con firma. El primero de estos consistió en una valoración severa e implacable por parte de Anderson de los desafíos que encaraba la izquierda al comienzo del nuevo siglo. A algunos lectores les sobresaltó su olímpica desolación. "El único punto de partida de una izquierda realista hoy en día estriba en registrar lúcidamente una derrota histórica". (No puedo evitar sentir admiración por la frase lo mismo que por el sentimiento aquí expresado, sobre todo esa última frase con su indomable compromiso con la lucidez sobre el naufragio de los propios sueños). Anderson opinaba que el "neoliberalismo" había triunfado en todo el mundo: no existía ninguna fuerza radical efectiva que hiciera de contrapeso. Pero eso, implícitamente, era razón de más para buscar una comprensión adecuadamente explicativa de las fuerzas que operaban en el mundo actual. Sólo sobre esta base – un análisis sistemático, profundamente informado, internacional – podían darse pasos, aun los más provisionales, para formular una alternativa viable. Puede que el mensaje sonara sombrío, pero el tono era resuelto: el principio rector de la revista debería ser "el rechazo de cualquier acomodo en el sistema dominante, así como de cualquier minusvaloración de su poder".

Con los años, NLR había ido mostrando la debida consideración al célebre lema de Gramsci de "pesimismo del intelecto, optimismo de la voluntad", pero muchos lectores pensaron que al editorial del 2000 de Anderson se le iba la mano en el pesimismo y daba poquísimo pábulo al optimismo. Un crítico francés, en un reproche que debe haberle escocido a Anderson, hombre de notorio espíritu antiprovinciano y francófilo, le acusó de ver las cosas con una óptica demasiado cerrada desde este lado del Canal de la Mancha: en Francia eran mucho más visibles, venía a sugerirse, diversas formas de resistencia, mientras que había otros que pensaban que se infravaloraban de modo semejante las formas de protesta de otras partes del mundo. Pero, una década después, el pesimismo de Anderson en lo que a esto se refiere apenas si resulta exagerado: en la medida en que el dominio del liberalismo se ha visto refrenado, no parece que haya sido resultado primordialmente de una oposición organizada y políticamente eficaz.

Anderson anunció también otro tipo de cambio en el carácter de la revista, que iba a mostrarse abierta a partir de entonces a una mayor variedad de voces. Nuevamente se oyeron murmullos de traición y elitismo – NLR como club virtual de intelectuales globales, en lugar de un colaborador que se ensuciara echando una mano en las luchas locales – pero quizás esas objeciones se equivocan en lo que puede y debe hacer una revista progresista de ideas. Personalmente, siendo relativamente forastero en este entorno, prefiero con mucho el hospitalario pesimismo de la actual NLR al optimismo excluyente de sus días más sectarios. Pero no cabe duda de que su actual carácter suscita de nuevo la pregunta de hacia dónde debería apuntar una revista de "la izquierda" cuando no se encuentra en relaciones constructivas con ningún movimiento radical o progresista más allá de sus páginas.

Ahora, en este número de aniversario, el editorial de Susan Watkins pasa una vez más revista. La atención se centra en el derrumbe financiero de 2008 y en la posterior recuperación bancaria. Aquel podría haber ofrecido a la izquierda alguna esperanza de que el "sistema" estuviera implosionando, como se suponía que debía ser en la teoría marxista o postmarxista. Esas famosas "contradicciones del capitalismo" iban a recoger lo que habían sembrado. Salvo que, tal como insiste Watkins fríamente, no ha sido ése el caso; hasta ahora, sólo ha habido ajustes, más que Apocalipsis. Además, esta convulsión del sistema financiero mundial parece haber generado bien poca turbulencia política o insurgencia popular. En una de esas frases aceradas que tan bien le quedan a la moderna NLR, escribe: "Que la crisis del neoliberalismo se muestre tan inquietantemente falta de agonía, por contraposición a la amargas batallas de su implantación, da una idea aleccionadora de su triunfo".

Así pues, ¿qué queda ahí por hacer y qué hay que hacer que sea de izquierda? [1] Resulta que bastante. Puede que no haya ningún "proyecto práctico inmediato", de modo que la preocupación debe centrarse en la longue durée. "Testimoniar el desarrollo del capitalismo realmente existente sigue siendo un deber primordial para una revista como NLR". O bien de nuevo: "Una prioridad de la Revista en años venideros debe consistir en una nueva tipología de los resultados del desarrollo en la era de las finanzas globales. Otra, un mapa del proletariado global – emplazamientos, sectores, diferenciales – que se vea vivo ante el hacerse y deshacerse contemporáneos de las clases".

Hay a quienes esto les puede parecer poco más que "levantar acta de la derrota" hasta la fecha, pero el compromiso con la información y la comprensión me parece a mí admirable. En el último párrafo de su editorial, Watkins parece verse momentáneamente tentada por el optimismo: "Pero acaso la rareza misma de un foro de izquierdas serio en estos tiempos convierta a una revista como NLR en algo más valorado". Creo que es verdad, pero un foro es precisamente un espacio en el que reunirse y hablar, un lugar acordado para estar en desacuerdo. La metáfora da a entender una distancia de la acción política, así como la distancia recorrida por la revista desde las esperanzas de los años 60. "¿Puede un proyecto intelectual de izquierdas prosperar en ausencia de un movimiento político?", se pregunta ella. "Eso está por ver". Hasta "prosperar" puede ser mucho pedir. Puede que "fracasar mejor" sea la impronta más alta que puede dejar por ahora, con una imperturbable conciencia de lo punzante que resulta la conjunción de la lealtad política y el lema beckettiano. [2]

Acaso la sensación de haber escarmentado en la historia del mundo sea conveniente para una revista de mediana edad. Sólo ocasionalmente me siento todavía mareado al enfrentarme a las abstracciones familiares, usadas en singular con confianza. Cuando me dicen, por ejemplo, que "el mundo del pensamiento de Occidente" está cada vez más determinado "por estructuras de riqueza y poder con centro atlántico", [3] llevando a remolque a las disciplinas académicas, me doy cuenta de que siento que la búsqueda de patrones y causalidad está empezando a perder de vista algo no menos importante: la desigual y torpe diversidad que aparece cuando se observa desde un poco más cerca. Toda investigación intelectual constituye un sube y baja entre la abstracción y la particularidad, y la herencia de NLR puede todavía hacerla más indulgente con la primera que con la segunda. De modo interesante, el lenguaje de los "determinantes" y el "sistema" se viene abajo cuando se trata de autodescribirse. "NLR permanece fuera de este mundo," escribe Watkins, "define su propia agenda". Excelente, pero ¿no podría haber otros elementos en “el mundo del pensamiento de Occidente" que estuvieran haciendo lo mismo, a su manera? Con todo, la audacia es admirable: me gusta el pensamiento de que una perspectiva sin ilusiones, independiente, global tenga que venir de una calle lateral del Soho [barrio londinense donde se encuentra la redacción].

Cuando buena parte de los medios llamados “serios” se entregan a efímeras trivialidades y a reciclar comunicados de prensa y cotilleos de puertas adentro; y cuando el mundo académico lucha por mitigar los peores efectos de una sobreproducción dirigida a conseguir fondos y a la moda de hacer carrera; y cuando la política nacional e internacional parece consistir en inclinarse ante los imperativos del "mercado", mientras se esquivan los patinazos de relaciones públicas, entonces es cuando necesitamos más que nunca un "foro" como NLR. Está al día sin ser meramente periodística, es erudita, pero sin las secuelas de la cita compulsiva; y es analítica sobre las fuerzas a largo plazo que operan en la política, en lugar de obsesionarse con la espuma de la última olilla maniobrera y de pose. Pese a autodescribirse en las líneas maestras de orientación de sus colaboradores, la revista no es "animada" en ningún sentido evidente. Es total y absolutamente difícil (pero de ninguna manera es peor por ello), pues lo que trata de analizar es complejo y sus instrumentos intelectuales preferidos con frecuencia son intelectualmente sofisticados. Es difícil allí donde ser fácil no representaría ninguna virtud, difícil donde tratar de ser "accesible" sería tratar condescendientemente a sus lectores, difícil allí donde hace falta masticar las ideas en lugar de engullirlas simplemente. Eso es lo que admiro sobre todo de NLR: su seriedad intelectual, lo magnífico de su tenaz intento de comprender, analizar, teorizar.

Así pues, nada de globitos, y decididamente nada de líneas de partido ni de fiesta. [4] Ningún consuelo facilón tampoco. Pero, eh, respeto: eso sin discusión.

Notas del traductor: [1] El autor juega con la palabra "left" que, como es bien sabido, significa a la vez izquierda y "lo que queda", un juego de palabras que ha menudeado como nunca en la lengua inglesa en los últimos 20 años a tenor de las circunstancias políticas. [2] "Intentarlo otra vez. Fracasar de nuevo. Fracasar mejor" es una de las más célebres citas del gran escritor irlandés Samuel Beckett (1906-1989). [3] La observación se aclara con la cita que hace a su vez Watkins en el mencionado editorial ("Shifting Sands", que puede leerse entero en la página de NLR www.newleftreview.org) del que Anderson escribió, con el título "Renewals", en el primer número de la nueva serie de NLR, de enero-febrero de 2000: "‘No hay todavía en el horizonte ningún agente colectivo capaz de equipararse al poder del capital’, hacía notar Anderson; en el plano de las ideas, ‘por primera vez desde la Reforma, no hay ya formas de oposición significativas— es decir, perspectivas sistemáticas rivales — dentro del mundo del pensamiento de Occidente’". [4] “Party” significa tanto “partido” [político] como “fiesta”. Y “party line” es tanto la línea de partido como uno de esos teléfonos al que puede llamar mucha gente a la que se pone en comunicación simultáneamente.

Stefan Collini es profesor de historia intelectual y literatura inglesa en la Universidad de Cambridge, colaborador del Times Literary Supplement y The London Review of Books y autor de Common Reading: Critics, Historians, Publics y Absent Minds, Intellectuals in Britain.

Fuente:
http://www.guardian.co.uk/books/2010/feb/13/new-left-review-stefan-collini

Traducción para www. sin permiso.info: Lucas Antón

domingo, 21 de febrero de 2010

21 DE FEBRERO DE 1944. LAS FOTOS DEL MARTIRIO DEL GRUPO MANOUCHIAN


« Ils étaient vingt et trois quand les fusils fleurirent
Vingt et trois qui donnaient leur coeur avant le temps
Vingt et trois étrangers et nos frères pourtant
Vingt et trois amoureux de vivre à en mourir
Vingt et trois qui criaient La France en s’abattant »

Aragon

Documentos. De estos « vingt et trois” (veintitrés), sólo se conocían los rostros “noirs de barbe et de nuit “(oscuros de barba y de noche) en “l´affiche qui semblait une tache de sang” (el cartel que parecía una mancha de sangre). Este cartel rojo puesto en verso por Aragon y cantado por Léo Ferré. Conocemos ahora de estos “veintitrés” sus últimos instantes capturados en tres clichés. Estas tres fotos fueron tomadas el 21 de febrero de 1944, el día de la ejecución del grupo Manouchian en Mont Valérien. Los documentos inéditos en los que vemos dos filas de soldados alemanes fusilar, en un claro de la nieve, a los resistentes comunistas del la FTP-MOI. Ese día, un suboficial de la Wehrmacht, Clemens Rüther, no llevaba su arma sino su cámara fotográfica. Se ocultó en la colina que domina la hondonada y disparó tres veces su cámara, cuando sus compatriotas apretaban el gatillo de sus fusiles.

Durante cuarenta años, conservó los negativos. Sólo en 1985, unos meses antes de su muerte, decidió confiarlos al Comité alemán Franz Stock, nombre del capellán que ofició un tiempo en Mont Valérian. En 2003, el comité traslada las tres fotos a la sección fotográfica de los archivos de la defensa (ECPAD), instalados en Fort d´ Ivry (Val de Marne).

El abogado Serge Klarsfeld, que desde hace años lleva un trabajo de identificación de todos los fusilados en Mont Valérien, estableció que estos hombres que se enfrentan al pelotón de ejecución son, con toda seguridad, los miembros de la Red Manouchian. Eligió presentar estos documentos unos días antes del aniversario de la primera ejecución colectiva, el 15 de diciembre de 1941, día en que fue fusilado el comunista Gabriel Péri.

Son los únicos clichés que existen de ejecuciones colectivas en Mont Valérien. Un documento para la historia.

Fuente: L´Humanité

sábado, 20 de febrero de 2010

DEBATE COMPILA LA OBRA PERIODÍSTICA DE MANUEL VÁZQUEZ MONTALBÁN EN TRES VOLÚMENES


La editorial Debate publicará toda la obra periodística de Manuel Vázquez Montalbán en tres volúmenes, el primer de los cuales, que salió a la venta el 12 de febrero, reúne sus artículos de juventud, escritos entre 1960 y 1973.

El segundo volumen se publicará en febrero de 2011 y el último, en febrero de 2012. En el que abre la serie, 'Volumen I. La construcción de columnista (1960-1973)', se rememora su debut en la prensa falangista y las posteriores dificultades para encontrar trabajo, tras una condena por un delito político.

Después de 'Siglo 20', una revista de información general en la que hace de redactor jefe y que se cerró por orden ministerial, se gana la vida en 'Hogares modernos', una revista de decoración de la que es el único redactor.

En el primer periódico que le contrata, 'Tele/eXpres', prosigue con sus pruebas con la ficción y luego en la revista 'Triunfo' ya se convirtió en una referencia con sus reportajes de nuevo cuño y las columnas en las que mezclaba comentarios políticos con personajes de ficción.

La antología proseguirá con 'Del humor al desencanto (1974-1986)', que empieza con 'Por Favor', el intento más ambicioso de Vázquez Montalbán de reirse e informar a la vez, con la ayuda de Forges, Perich, Maruja Torres, Joan de sagarra y Juan Marsé.

El tercer volumen, 'Las batallas perdidas (1987-2003)', cuando ya era todo un referente del periodismo de orientación de izquierdas y combina las columnas semanales en 'El País', 'Interviú' y el diario 'Avui'.

viernes, 19 de febrero de 2010

CONGRESO "PENSAR CON MARX" EN LA FACULTAD DE FILOSOFÍA DE LA UCM DE MADRID


MADRID, DEL 23 AL 26 DE FEBRERO DE 2010

Pensar con Marx significa reconocerlo como un clásico, que en cuanto tal nos interpela y constituye una herramienta teórica indispensable para dar cuenta de nuestro presente.

Este congreso tiene por finalidad llevar a cabo una reconsideración de la figura de Karl Marx desde la perspectiva de su aportación a las ciencias sociales, esto es, a la filosofía, a la sociología, a la política, a la economía y a la historia. Se tratará asimismo de valorar la actualidad o inactualidad de Marx desde los desafíos del mundo globalizado.

Este Congreso supone además la inauguración histórica en el Estado español del debate reabierto sobre la vigencia de la teoría económica marxiana en general, y la teoría del valor en particular; reapertura que ya ha tenido lugar en otros países tales como Francia y Alemania a la luz del crítico contexto económico-político mundial actual.

En cualquier caso, pensar con Marx no es sólo pensar: se trata de ejecutar un proyecto de plena vigencia.

Martes 23 de febrero

Sesión de mañana: Ciencia e Historia

10:00 Presentación del Congreso

11:00 Comunicación de Mario Espinoza

11:20 Jacobo Muñoz: Marx y el proyecto de historia como ciencia

13:00 Descanso

13:20 Debate

14:00 Fin de la sesión de mañana

Lugar: Facultad de Filosofía

Sesión de tarde: Libertad, justicia, praxis

16:00 Montserrat Galcerán: La libertad en Marx

José María Ripalda: Derrida contra Marx

César Rendueles: Tras la tutela odiosa. En torno a los dilemas prácticos del marxismo

18:45 Descanso

19:05 Debate

20:00 Fin de la sesión de tarde

Lugar: Facultad de Filosofía

Miércoles 24 de febrero

Sesión de mañana: En torno a la teoría del valor

10:00 Comunicación de César Ruiz Sanjuán

10:20 Michael Heinrich: El desarrollo de la teoría del valor en Marx y sus ambivalencias

Diego Guerrero: Observaciones acerca de la teoría del valor en Marx

12:20 Descanso

12:40 Debate

14:00 Fin de la sesión de mañana

Lugar: Facultad de Filosofía

Sesión de tarde: Dinero, crédito y crisis

16:00 Comunicación de Ignacio Álvarez

16:20 Joaquín Arriola: Las teorías de la crisis en Marx

Xabier Arrizabalo: Análisis de la crisis actual a la luz de la teoría de la crisis en Marx

18:20 Descanso

18:40 Debate

20:00 Fin de la sesión de tarde

Lugar: Facultad de Filosofía

Jueves 25 de febrero

Sesión de mañana: Ciudadanía y capitalismo

10:00 Comunicación de Javier Martínez Fernandes

10:20 Felipe Martínez Marzoa: Precisiones sobre la teoría del valor

Carlos Fernández Liria y Luis Alegre Zahonero: Mercado, Derecho y Capitalismo. El orden de la sociedad moderna en El Capital

12:20 Descanso

12:40 Debate

14:00 Fin de la sesión de mañana

Lugar: Facultad de Filosofía

Sesión de tarde: Marxismo, subjetividad y movimientos sociales

16:00 Juan Pedro García del Campo: Prolegómenos para una política de la inmanenciaRaúl Sánchez: Marx ante la producción biopolítica. El problema del común y el poder constituyente
18:20 Descanso

18:40 Debate

20:00 Fin de la sesión de tarde

Lugar: Facultad de Filosofía

Viernes 26 de febrero

10:00 Mesa redonda con la participación de varios profesores: Actualidad de Marx

14:00 Cierre del congreso

Lugar: Facultad de Filosofía

jueves, 18 de febrero de 2010

80 ANIVERSARIO DEL PARTIDO COMUNISTA DE VIETNAM


"LLAMADO CON OCASIÓN DE LA FORMACIÓN DEL PARTIDO COMUNISTA INDOCHINO", DE HO CHI MINH

18 DE FEBRERO DE 1930

Obreros, campesinos, soldados, jóvenes, alumnos de las escuelas. Compatriotas oprimidos y explotados.

Amigos, camaradas.

Las contradicciones del imperialismo han provocado la guerra mundial de 1914-1918. después de esa horrible carnicería, el mundo se dividió en dos frentes: de un lado el frente revolucionario que engloba a los pueblos coloniales oprimidos y al proletariado mundial explotado cuya vanguardia es la Unión Soviética. Del otro lado el frente contrarrevolucionario del capitalismo internacional y del imperialismo cuyo estado mayor es la Sociedad de Naciones.

Esta guerra ha causado a los pueblos pérdidas incalculables en hombres y bienes. El imperialismo francés es el que más ha sufrido. Por eso, para restaurar las fuerzas del capitalismo en Francia, los imperialistas franceses han recurrido a los medios más pérfidos para intensificar la explotación capitalista en Indochina. Crean nuevas fábricas para explotar a los obreros pagándoles un salario de hambre. Roban las tierras de nuestros campesinos para crear plantaciones, cercando así al campesinado en una miseria espantosa. Nos aplastan con impuestos exorbitantes, nos obligan a comprar bonos de empréstito. En una palabra, acorralan a nuestro pueblo con la miseria.

Acrecientan sus fuerzas militares. En principio para ahogar la revolución vietnamita.

Luego para prepara una nueva guerra imperialista, en el Pacífico con miras a conquistar nuevas colonias; en tercer lugar, para reprimir la revolución china. En cuarto lugar, para atacar a la Unión Soviética porque ayuda a los pueblos oprimidos y al proletariado explotado a hacer la revolución. La segunda guerra mundial estallará. Y es cierto que entonces los imperialista franceses llevarán a nuestro pueblo a una matanza sin precedentes. Si les dejamos las manos libres para preparar esta guerra, si les dejamos combatir la revolución china y atacar a la Unión Soviética, estrangular la revolución vietnamita ¿no será acaso dejar barrer nuestra raza de la superficie de la tierra y ahogar nuestra nación en el océano Pacífico?

Sin embargo, la opresión bárbara y la explotación feroz de los colonialistas franceses han despertado la conciencia de nuestros compatriotas. Todos han comprendido que sólo la revolución nos permitirá vivir y que sin la revolución estamos condenados a muerte lenta y miserable. Es precisamente por esta razón que el movimiento revolucionario se agranda y se refuerza día a día: los obreros hacen huelga, los campesinos reclaman la tierra, los alumnos hacen huelga en los cursos, los comerciantes, huelga de mercado. En todas partes las masas se levantan contra los imperialistas franceses que tiemblan frente a la revolución que sube. Por su parte, utilizan por un lado a los feudalistas y burgueses compradores para oprimir y explotar a nuestros compatriotas y por otra parte, aterrorizan, arrojan a la prisión y aplastan en masa a los revolucionarios vietnamitas.

Pero si creen poder ahogar la revolución vietnamita por el terror, cometen un grosero error.

En primer lugar, la revolución vietnamita no está aislad, se beneficia con el sostén del proletariado internacional y muy en particular de la clase obrera francesa. En segundo lugar, precisamente en el momento en el que los colonialistas redoblan sus amenazas terroristas los comunistas vietnamitas, antes divididos, se unen ahora en solo partido, el Partido comunista indochino, para dirigir la lucha revolucionaria de todo nuestro pueblo.

¡Obreros, campesinos, soldados, jóvenes, escolares!

¡Compatriotas oprimidos y explotados!

El Partido comunista indochino ha sido fundado. Es el partido de la clase obrera. Bajo su conducción, el proletariado dirigirá la revolución en interés de todos los oprimidos y explotados. Desde ahora nuestro deber es adherir al partido, ayudarlo y seguirlo para realizar las siguientes consignas:

1. Derrotar al imperialismo francés, al feudalismo y la burguesía reaccionaria de Vietnam
2. Conquistar la completa independencia de Indochina
3. Formar el gobierno de los obreros, campesinos y soldados.
4. Confiscar los bancos y otras empresas imperialistas y colocarlos bajo el control del gobierno de los obreros, campesinos y soldados.
5. Confiscar todas las plantaciones y otras propiedades de los imperialistas y de los burgueses reaccionarios vietnamitas para distribuirlas entre los campesinos pobres.
6. Aplicar la jornada de trabajo de ocho horas.
7. Abolir los empréstitos forzosos, el trabajo obligatorio y gratuito y las tasas inicuas que golpean a los pobres.
8. Concretar las libertades democráticas para las masas.
9. Dispensar instrucción a todos.
10. Concretar la igualdad entre el hombre y la mujer

Nguyen Ai Quoc

El Partido comunista indochino fue fundado a comienzos de 1930 en la Conferencia de unificación convocada por la Internacional comunista en Hong-Kong. Esta conferencia histórica fusionó los tres grupos comunistas que existían en el país en un partido comunista único.

Tomando como base lo expuesto por el camarada Nguyen Ai Quoc, delegado de la Internacional comunista, la Conferencia adoptó un Programa político abreviado sobre la línea de la revolución vietnamita en lo inmediato y decidió unificar el partido que tomó el nombre de Partido comunista vietnamita. La Conferencia trazó el programa y los estatutos del partido y los estatutos de las organizaciones de masas y el eligió el Comité central provisorio del partido.

Fuente: Ho Chi Minh. Obras escogidas. Editorial Akal 74 (1976)

miércoles, 17 de febrero de 2010

SE INAUGURA EN SAN PETERSBURGO EXPOSICIÓN DEDICADA A ANTIFACISTA ESTADOUNIDENSE QUE COMBATIÓ EN EL EJÉRCITO SOVIÉTICO


La exposición dedicada a la fabulosa vida del paracaidista estadounidense Joseph R. Beyrle, único antifascista que combatió en las filas de los Ejércitos de EEUU y la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial, se inaugura hoy en San Petersburgo, informaron organizadores.

"Serán expuestas 260 objetos de la colección de Joseph R. Beyrle, incluidos órdenes, medallas, condecoraciones, muestras de vestidos y vida cotidiana de la época, fotografías y documentos archivados," precisó un portavoz del famoso museo de San Petersburgo, Russki muzei, organizador del evento.

El legendario Joseph R. Beyrle empezó su carrera militar como paracaidista en el Ejercito estadounidense el día de la apertura del Segundo Frente y la acabó en los alrededores de Berlín en las filas de un batallón soviético de tanques.

Según organizadores, la historia del antifascista estadounidense puede servir de buen ejemplo de la cooperación internacional de los aliados.

Beyrle fue condecorado con los órdenes de la Estrella Roja y de la Guerra de la Patria, además de numerosas medallas.

Por casualidad del destino, su hijo, John Beyrle, fue nombrado embajador de EEUU en Rusia en 2008, cargo que aún ejerce.

Según organizadores, el diplomático junto con veteranos de la Segunda Guerra Mundial y cadetes de escuelas militares asistirán a la ceremonia de la inauguración.

La agencia RIA Novosti es copatrocinador informativo de la exposición organizada en San Petersburgo con ayuda de la Fundación del Arte y Educación Internacional, con motivo del 65 aniversario de la Victoria en la Segunda Guerra Mundial.

Fuente: RIA Novosti

martes, 16 de febrero de 2010

EDITORIAL PERIFÉRICA PUBLICA "LAS CORRESPONDENCIAS", DEL ARTISTA PEDRO G. ROMERO


El artista onubense muestra su mejor faceta literaria en ‘Las correspondencias’, que acaba de publicar la editorial Periférica

El poeta Ezra Pound dijo, antes de morir en Venecia, que todas las cartas hablan a la vez de amor y de dinero. El artista onubense Pedro G. Romero (Aracena, 1964) se apoya en esta aseveración para mostrar su mejor faceta literaria en Las correspondencias, un epistolario ficticio lleno de claves que acaba de ver la luz en el sello Periférica. Aunque presentado como libro, el origen de esta obra es un proyecto presentado por Romero en la Bienal de Venecia 2009. "Se trataba de hacer una pieza de arte a partir de la idea de poner en relación a una trama de ciudadanos reales de Venecia, localizados de forma más o menos azarosa. Al comisario del Pabellón de Catalunya, Valentín Roma, le pareció que había allí material para leerlo como ficción, como una pequeña novela, y a mí me pareció una forma más accesible de mostrar mi trabajo", recuerda el autor.

El resultado es una lectura aparentemente fragmentaria y aleatoria, en el que la narración fluye "a través de un dispositivo de cosa moderna -por decirlo a la manera de Pasolini- en el que todo lo que pasa es de alguna forma real", añade Pedro G. Romero.

Alguien refiere la muerte de un amigo, alguien cuenta cómo logró vender una pistola sumergida en un canal, alguien diserta sobre el papel del intelectual, alguien se pone en contacto con un viejo amor por un asunto de dinero, alguien trama un sabotaje... Las cartas contenidas en este volumen conforman un curioso coro polifónico cuyos protagonistas reales ignoran que forman parte de un libro. En Las correspondencias se desliza, según Romero, "un subtexto sobre la ciudad de Venecia, y a la vez esa paradoja de Ezra Pound, que se carga su vida y llega casi a la ruina por estar contra el capitalismo financiero, para acabar muriendo en la patria del capitalismo financiero", explica el autor.

"Hace mucho leí las Cartas de negocios de Jose Requejo, de Agustín García Calvo, y me parece una referencia muy importante para este proyecto. También Ferlosio, porque todo lo que he escrito en mis libros anteriores tiene que ver con la literatura antes de la luiteratura, con la búsqueda de una forma de literatura previa a la construcción del escritor. Pero los libros que me ayudaron a encontrar el tono fueron las Cartas luteranas de Pier Paolo Pasolini, las Cartas desde la cárcel de Antonio Gramsci y Querido Miguel de Natalia Ginzburg".

¿Cómo ubicar Las correspondencias en el panorama literario actual? "Pensaba que saldría como ensayo, pero la editorial lo ha clasificado como ensayo. ¿Generación Nocilla? Prefiero pongan mal mil libro a que lo tilden de nocillero. No he leído mucho a esos autores, pero comparto la opinión de la crítica mexicana, que se sorprende de que esas cosas en España sean novedad. Me interesa cómo escriben ferlosio y García Calvo, y a la vez Vila-Matas, Bolaño o César Aira, pero también Belén Gopegui o Isaac Rosa", concluye.

Fuente: El Correo de Andalucía

lunes, 15 de febrero de 2010

"METRÓPOLIS" SE EXHIBE EN BERLÍN


Una versión restaurada del filme de Fritz Lang se proyectó el viernes por la noche en la Puerta de Brandemburgo

Más de 2.000 seguidores del cine de culto desafiaron el viernes la nevada para asistir al pase al aire libre de Metrópolis, la escalofriante y monumental visión de Fritz Lang de una sociedad mecanizada, ante la Puerta de Brandeburgo de Berlín.

El clásico de 1927, que incluyó 30 minutos de material original que se temía perdido para siempre, fue exhibido simultáneamente en una presentación de gala para 1.800 personas acompañada por una orquesta en directo que se emitió al público en el exterior, en la corazón de la capital alemana.

Metrópolis, que ahora dura más de dos horas y media, forjó un modelo en el cine de ciencia ficción para muchas generaciones y su permanente influencia ha sido citada en películas que van desde Blade Runner a Fahrenheit 451 o La guerra de las galaxias.

"Es la madre de toda la ciencia ficción, y no podía esperar para ver los 30 minutos que encontraron", dijo Stefan Kolb, un diseñador gráfico de 25 años. "Es especial ver esto al aire libre, pero si hubiera conseguido una entrada para estar dentro, estaría ahí".

La película (que cuenta una tumultuosa lucha de clases en una enorme sociedad urbana) fue la primera que entró en el Registro de la Memoria del Mundo de UNESCO, que pretende preservar los logros culturales de mayor importancia.

Estrenada en 1927, se ambienta un siglo después y en un principio fue un fracaso comercial que casi arruinó al estudio que la produjo. Poco después de su lanzamiento fue cortada en gran parte para hacerla más accesible y surgieron diversas versiones nuevas.

A lo largo de los años se realizaron varios esfuerzos para restaurarla, pero se temió que cerca de una cuarta parte del metraje total se hubiera perdido para siempre. En 2008 se encontraron tres rollos en Argentina que han sido restaurados, y el viernes se mostró la versión original de 153 minutos salvo seis minutos.

"Fue un increíble golpe de suerte. Metrópolis es un tesoro de la cultura nacional", dijo el ministro alemán de Cultura, Bernd Neumann, frente a la Puerta de Brandeburgo. "Es un gran evento, incluso si está cayendo un poco de nieve".

Rodada en los estudios Babelsberg, en las afueras de Berlín, Metrópolis utiliza la ciencia ficción para explorar las tensiones sociales entre trabajadores y propietarios en el capitalismo.

La acción tiene lugar en una enorme ciudad de rascacielos en la que la clase trabajadora está esclavizada trabajando en máquinas gigante, mientras que los hijos de los ricos se divierten con el lujo y la decadencia.

"Creía que en una noche helada como esta habría dos personas como mucho", dijo el director de la Berlinale, Dieter Kosslick. "Pero hay más de 2.000 personas, es increíble". Monika Dörhöfer, una estudiante de 38 años que acudió con su novio, viajó desde Baviera. "Es fascinante ver la visión del futuro que tenían en los años 20", afirmó. "Había visto la versión más corta, y tenía muchas ganas de ver el metraje original. Es un clásico".

Fuente: Público

sábado, 13 de febrero de 2010

"MARX Y LA NEUE RHEINISCHE ZEITUNG (1848-1849)"


TEXTO ESCRITO POR ENGELS A MEDIADOS DE FEBRERO DE 1884 Y PUBLICADO EN DER SOZIALDEMOKRAT Nº 11 DEL 13 DE MARZO DE 1884 (1)

Cuando estalló la revolución de febrero [2], el "Partido Comunista" Alemán, como lo llamábamos nosotros, se reducía a un pequeño núcleo, a la Liga de los Comunistas, organizada como sociedad secreta de propaganda. La Liga era secreta única y exclusivamente a causa de que por aquel entonces no existía en Alemania libertad de asociación ni de reunión. Aparte de las asociaciones obreras del extranjero, en las que reclutaba sus afiliados, la Liga tenía en la propia Alemania unas treinta comunidades o secciones, además de diversos afiliados sueltos en muchas localidades. Pero esta insignificante fuerza de combate tenía en Marx un jefe de primera categoría, al que todos se sometían de buen grado, y además, gracias a él, un programa de principios y de táctica que conserva todavía hoy su validez: el Manifiesto Comunista.

Aquí nos interesa, en primer lugar, la parte táctica del programa. Esta aparece formulada, en términos generales, así:

«Los comunistas no forman un partido aparte, opuesto a los otros partidos obreros.

No tienen intereses que los separen del conjunto del proletariado.

No proclaman principios especiales a los que quisieran amoldar el movimiento proletario.

Los comunistas sólo se distinguen de los demás partidos proletarios en que, por una parte, en las diferentes luchas nacionales de los proletarios, destacan y hacen valer los intereses comunes a todo el proletariado, independientemente de la nacionalidad; y, por otra parte, en que, en las diferentes fases de desarrollo por que pasa la lucha entre el proletariado y la burguesía, representan siempre los intereses del movimiento en su conjunto.

Prácticamente, los comunistas son, pues, el sector más resuelto de los partidos obreros de todos los países, el sector que siempre impulsa adelante a los demás; teóricamente, tienen sobre el resto del proletariado la ventaja de su clara visión de las condiciones, de la marcha y de los resultados generales del movimiento proletario».

En lo que respecta al partido alemán en particular:

«En Alemania, el Partido Comunista lucha al lado de la burguesía, en tanto que ésta actúa revolucionariamente contra la monarquía absoluta, la propiedad territorial feudal y la pequeña burguesía reaccionaria.

Pero jamás, en ningún momento, se olvida este partido de inculcar a los obreros la más clara conciencia del antagonismo hostil que existe entre la burguesía y el proletariado, a fin de que los obreros alemanes sepan convertir de inmediato las condiciones sociales y políticas que forzosamente ha de traer consigo la dominación burguesa en otras tantas armas contra la burguesía, a fin de que, tan pronto sean derrocadas las clases reaccionarias en Alemania, comience inmediatamente la lucha contra la misma burguesía.

Los comunistas fijan su principal atención en Alemania, porque Alemania se halla en vísperas de una revolución burguesa» etc. ("Manifiesto", IV) [*]

No ha habido nunca un programa táctico que haya mostrado su validez tan brillantemente como éste. Formulado en vísperas de una revolución, salió triunfante de la prueba a que dicha revolución lo sometió. Desde entonces, siempre que un partido obrero se ha desviado de él, ha pagado cara su desviación; y hoy, transcurridos casi cuarenta años, ese programa es el que marca la pauta a todos los partidos obreros resueltos y conscientes de Europa, desde Madrid hasta Petersburgo.

Los acontecimientos de Febrero en París precipitaron la revolución alemana que se avecinaba y modificaron con ello su carácter. La burguesía alemana, en lugar de vencer con sus propias fuerzas, triunfó a remolque de una revolución obrera [176] francesa. Antes de haber derrotado por completo a sus antiguos enemigos —la monarquía absoluta, la propiedad feudal del suelo, la burocracia y la cobarde pequeña burguesía—, tuvo que hacer frente a un nuevo enemigo: el proletariado. Pero, inmediatamente hiciéronse sentir los efectos de la situación económica del país, mucho más atrasada que la de Francia e Inglaterra, así como las consecuencias del consiguiente retraso en las relaciones de clase.

La burguesía alemana, que empezaba entonces a fundar su gran industria, no tenía la fuerza, ni la valentía precisa para conquistar la dominación absoluta dentro del Estado; tampoco se veía empujada a ello por una necesidad apremiante. El proletariado, tan poco desarrollado como ella, educado en una completa sumisión espiritual, no organizado y hasta incapaz todavía de adquirir una organización independiente, sólo presentía de un modo vago el profundo antagonismo de intereses que le separaba de la burguesía. Y así, aunque en el fondo fuese para ésta un adversario amenazador, seguía siendo, por otra parte, su apéndice político. La burguesía, asustada no por lo que el proletariado alemán era, sino por lo que amenazaba llegar a ser y por lo que era ya el proletariado francés, sólo vio su salvación en una transacción, aunque fuese la más cobarde, con la monarquía y la nobleza. El proletariado, inconsciente aún de su propio papel histórico, hubo de asumir por el momento, en su inmensa mayoría, el papel de ala propulsora, de extrema izquierda de la burguesía. Los obreros alemanes tenían que conquistar, ante todo, los derechos que les eran indispensables para organizarse de un modo independiente, como partido de clase: libertad de imprenta, de asociación y de reunión; derechos que la burguesía hubiera tenido que conquistar en interés de su propia dominación pero que ahora les disputaba, llevada por su miedo a los obreros. Los pocos y dispersos centenares de afiliados a la Liga de los Comunistas se perdieron en medio de aquella enorme masa puesta de pronto en movimiento. De esta suerte, el proletariado alemán aparece por primera vez en la escena política principalmente como un partido democrático de extrema izquierda.

Esto determinó el que nuestra bandera, al fundar en Alemania un gran periódico, no podía ser otra que la bandera de la democracia; pero de una democracia que destacaba siempre, en cada caso concreto, el carácter específicamente proletario, que aún no podía estampar de una vez para siempre en su estandarte. Si no hubiéramos procedido de este modo, si no hubiéramos querido adherirnos al movimiento, incorporándonos a aquella ala que ya existía, que era la más progresiva y que, en el fondo, era un ala proletaria, para impulsarlo así hacia adelante, no nos hubiera quedado más [177] remedio que ponernos a predicar el comunismo en alguna hojita lugareña y fundar, en vez de un gran partido de acción, una pequeña secta. Pero el papel de predicadores en el desierto no nos cuadraba; habíamos estudiado demasiado bien a los utopistas para caer en ello. No era para eso para lo que habíamos trazado nuestro programa.

Cuando llegamos a Colonia, los elementos democráticos, en parte comunistas, habían hecho ya los preparativos para fundar un gran periódico. La intención de los organizadores era dar al periódico un carácter puramente local y desterrarnos a Berlín. Pero, en 24 horas, y gracias principalmente a Marx, les ganamos el terreno y nos hicimos dueños del periódico, a cambio, hubimos de admitir en la redacción a Heinrich Bürgers. Este escribió un artículo (para el número 2), pero no llegó a escribir el segundo.

Adonde nosotros teníamos que ir era precisamente a Colonia y no a Berlín. En primer lugar, porque Colonia era el centro de la provincia del Rin, la provincia que había pasado por la revolución francesa, la que se había asimilado, con el Código de Napoleón [3], concepciones jurídicas modernas, la que había desarrollado en mayor grado la gran industria y la que era, en todos los aspectos, la región más avanzada de Alemania, en aquella época. Al Berlín de entonces lo conocíamos demasiado bien, por propia experiencia, con su burguesía acabada de nacer, con su pequeña burguesía, de lengua insolente, pero cobarde y rastrera en sus actos, con sus obreros aún faltos por completo de desarrollo, con sus infinitos burócratas y su chusma de nobles y cortesanos, con todo su carácter de mera "residencia". Pero el factor decisivo era que en Berlín imperaba el misérrimo derecho de la tierra de Prusia, y los procesos políticos se ventilaban ante jueces profesionales, mientras que en el Rin estaba en vigor el Código de Napoleón, que desconoce los procesos por delitos de prensa, porque da por supuesto el régimen de censura, y establece la competencia del jurado sólo para los hechos calificados como delitos políticos, y no como infracciones. En Berlín, después de la revolución, el joven Schlöffel fue condenado a un año de cárcel por una verdadera pequeñez; en cambio, en el Rin gozábamos de una libertad incondicional de prensa, y la aprovechamos hasta la última gota.

Así, el 1 de junio de 1848 dimos comienzo a la publicación de nuestro periódico, con un capital por acciones muy limitado, de ellas sólo unas pocas habían sido hechas efectivas y los accionistas eran más que inseguros. Tan pronto como se hubo publicado el primer número nos abandonó la mitad de ellos, y al final del mes no quedaba ya ninguno.

La constitución que regía en la redacción del periódico se reducía simplemente a la dictadura de Marx. Un gran periódico diario, que ha de salir a una hora fija, no puede defender consecuentemente sus puntos de vista con otro régimen que no sea éste. Pero además, en este caso, la dictadura de Marx era algo natural, que nadie discutía y que todos aceptábamos de buen grado. Gracias, sobre todo, a su clara visión y a su firme actitud, la "Neue Rheinische Zeitung" se convirtió en el periódico alemán más famoso de los años de la revolución.

El programa político de la "Neue Rheinische Zeitung" constaba de dos puntos fundamentales:

República alemana democrática, una e indivisible, y guerra con Rusia, que llevaba implícito el restablecimiento de Polonia.

La democracia pequeñoburguesa se dividía, por aquel entonces, en dos fracciones: la de la Alemania del Norte, que deseaba un emperador prusiano democrático, y la de la Alemania del Sur (entonces casi específicamente de Baden), que quería transformar a Alemania en una república federal a semejanza de Suiza. Nosotros teníamos que luchar contra ambas fracciones. El interés del proletariado se oponía igualmente a la prusianización de Alemania como a la perpetuación del fraccionamiento en Estados diminutos. Exigía imperiosamente la unificación de Alemania en una nación, única forma de limpiar de todos los mezquinos obstáculos heredados del pasado el palenque en que habían de medir sus fuerzas el proletariado y la burguesía. Pero el interés del proletariado se oponía también a que la unificación se realizase bajo la hegemonía de Prusia: el Estado prusiano, con todas sus instituciones, con sus tradiciones y su dinastía era precisamente el único enemigo interior serio que la revolución alemana tenía que derribar; además, Prusia sólo podía unificar a Alemania desgarrándola, dejando fuera la Austria alemana. Disolución del Estado prusiano, desmoronamiento del Estado austríaco, unificación real de Alemania como república: éste y sólo éste podía ser nuestro programa revolucionario inmediato. Y este programa se podía llevar a la práctica por medio de la guerra contra Rusia, y sólo por este medio. Sobre este punto, volveré más adelante.

Por lo demás, el tono del periódico no era, ni mucho menos, solemne, serio e inflamado. No teníamos más que adversarios despreciables, y a todos ellos los tratábamos con el mayor de los desprecios. La monarquía conspiradora, la camarilla, la nobleza, la "Kreuz-Zeitung", toda la "reacción" unificada sobre la que el filisteo volcaba su indignación moral, no encontraba en nosotros más que befa y burla. Y no tratábamos mejor a los nuevos ídolos encumbrados por la revolución: los ministros de Marzo [4], las [179] asambleas de Francfort y de Berlín [5] La Asamblea de Berlín fue convocada en Berlín en mayo de 1848 para elaborar la Constitución «de común acuerdo con la Corona». Al haber adoptado esa fórmula como base de su actividad, la Asamblea renunció con ello al principio de la soberanía del pueblo; en noviembre, a base de un decreto del rey fue trasladada a Brandeburgo; fue disuelta durante el golpe de Estado en Prusia en diciembre de 1848.- 179, 197, sin distinguir entre derechas e izquierdas. Ya el primer número empezó con un artículo que ridiculizaba la poquedad del parlamento de Francfort, la esterilidad de sus larguísimos discursos y la inutilidad de sus cobardes resoluciones ******[*]. Este artículo nos costó la mitad de los accionistas. El parlamento de Francfort ni siquiera era un club de debates; en él apenas se discutía; casi no se hacía más que recitar las disertaciones académicas que se llevaban preparadas y aprobar resoluciones destinadas a entusiasmar al filisteo alemán, pero de las que, por lo demás, nadie hacía caso.

La asamblea de Berlín tenía ya más importancia, pues se enfrentaba a una fuerza real y no discutía ni tomaba resoluciones en el vacío, en el reino de las nubes de la asamblea de Francfort. Por eso, el periódico le dedicaba más atención. Pero los ídolos de la izquierda de la asamblea de Berlín —Schulze-Delitsch, Berends, Elsner, Stein, etc.— eran tratados por nosotros con la misma dureza que a los de Francfort, poniendo implacablemente al desnudo su indecisión, su timidez y su gazmoñería y demostrándoles cómo se iban deslizando paso a paso, a fuerza de componendas, por la senda de la traición a la revolución. Esto provocaba, naturalmente, el espanto del demócrata pequeñoburgués, que acababa de fabricar para su propio uso a estos ídolos. Pero este espanto era, para nosotros, la prueba de que habíamos dado en el blanco.

Asimismo salíamos al paso de las ilusiones, celosamente difundidas por la pequeña burguesía, de que la revolución había terminado con las jornadas de marzo y de que ahora no había más que recoger sus frutos. Para nosotros, febrero y marzo sólo podían tener el significado de una auténtica revolución siempre y cuando que no fuesen el remate, sino, por el contrario, el punto de partida de un largo movimiento revolucionario, en el que (como había ocurrido en la Gran Revolución francesa) el pueblo se fuese desarrollando a través de sus propias luchas, en el que los partidos se fuesen deslindando cada vez más nítidamente hasta coincidir por entero con las grandes clases —burguesía, pequeña burguesía y proletariado— y en el que el proletariado fuese conquistando, en una serie de batallas, una posición tras otra. De ahí que nos enfrentásemos también con la pequeña burguesía democrática siempre que ésta pretendía velar sus contradicciones de clase con el proletariado con la frase favorita de que "todos queremos lo mismo, nuestras diferencias se deben todas a meros equívocos". Y cuanto menos consentíamos que la pequeña [180] burguesía se forjara ilusiones en cuanto a nuestra democracia proletaria, más dócil y sumisa se mostraba con nosotros. Cuanto más enérgica y resueltamente se enfrenta uno con ella, tanto más gustosa agacha la cabeza y tantas más concesiones hace al partido obrero. Lo hemos visto a través de nuestra propia experiencia.

Poníamos, en fin, al descubierto el cretinismo parlamentario (como lo llamaba Marx) de las diversas asambleas denominadas nacionales ******[*]. Estos señores habían dejado que se les escapasen de las manos todos los resortes del poder, reintegrándolos —voluntariamente en parte— a los gobiernos. Junto a gobiernos reaccionarios nuevamente fortalecidos, en Berlín y en Francfort funcionaban unas asambleas sin fuerza alguna, aunque se imaginasen que sus acuerdos impotentes iban a sacar al mundo de quicio. Estas ilusiones cretinas prevalecían hasta entre la extrema izquierda. ¡Vuestro triunfo parlamentario —les gritábamos— coincidirá con vuestra derrota real y efectiva!

Y así ocurrió, tanto en Berlín como en Francfort. Cuando la "izquierda" obtuvo la mayoría, el gobierno disolvió la asamblea; y pudo hacerlo porque ésta había perdido todo su crédito ante el pueblo.

Cuando, más tarde, leí el libro de Bougeart sobre Marat, vi que nosotros habíamos imitado inconscientemente, en más de un aspecto, el gran ejemplo del verdadero "Ami du Peuple" [6] "L'Ami du Peuple" («El amigo del pueblo»): periódico publicado por J. P. Marat del 12 de septiembre de 1789 al 14 de julio de 1793; con este nombre apareció del 16 de septiembre de 1789 al 21 de septiembre de 1792; el periódico salía con la firma: "Marat, l'Ami du Peuple".- 180 (no del falseado por los monárquicos), y que todo ese griterío furioso y todo ese falseamiento de la historia que ha desfigurado por completo, a lo largo de casi un siglo, la verdadera imagen de Marat, se debe exclusivamente a que Marat desenmascaró sin piedad a los ídolos del momento (Lafayette, Bailly y otros), denunciándolos como traidores consumados de la revolución, y a que Marat, al igual que nosotos, no consideraba que la revolución había terminado, sino que se había declarado permanente.

Proclamamos abiertamente que la tendencia que nosotros representábamos sólo podría lanzarse a la lucha por la consecución de nuestros objetivos reales de partido cuando el más extremo de los partidos oficiales existentes en Alemania llegase al poder. Y entonces, frente a él, nosotros formaríamos la oposición.

Pero los acontecimientos hicieron que a las burlas contra nuestros adversarios alemanes se uniese el fuego de la pasión. La insurrección de los obreros de París en junio de 1848 nos encontró en nuestro puesto. Desde que sonó el primer tiro nos pusimos resueltamente al lado de los insurrectos. Después de [181] su derrota, Marx ensalzó la memoria de los vencidos en uno de sus artículos más vigorosos [*].

En vista de esto nos abandonaron los últimos accionistas que nos quedaban. Pero tuvimos la satisfacción de ser el único periódico de Alemania y casi de toda Europa que mantuvo en alto la bandera del proletariado derrotado en un momento en que los burgueses y los pequeños burgueses de todos los países volcaban sobre los vencidos sus calumnias más inmundas.

La política exterior propugnada por nosotros era bien sencilla: defender a todo pueblo revolucionario y llamar a la guerra general de la Europa revolucionaria contra el gran baluarte de la reacción europea: Rusia. Desde el 24 de febrero [7], era claro para nosotros que la revolución no tenía más que un enemigo verdaderamente temible, Rusia, y que este enemigo se vería tanto más obligado a lanzarse a la lucha cuanto más se extendiese el movimiento a toda Europa. Los acontecimientos de Viena, Milán y Berlín tenían que retrasar el ataque de Rusia, pero éste era tanto más seguro cuanto más se acercaba la revolución a las puertas de Rusia. Pero si se conseguía arrastrar a Alemania a la guerra contra Rusia, se habrían acabado los Habsburgos y los Hohenzollern, y la revolución triunfaría en toda la línea.

Esta línea política es mantenida en todos los números del periódico hasta el momento en que los rusos invaden Hungría, hecho que vino a confirmar plenamente nuestros pronósticos y que decidió la derrota de la revolución.

En la primera de 1849, a medida que se acercaba la batalla decisiva, el lenguaje del periódico iba haciéndose más violento y más apasionado en cada número. Wilhelm Wolff recordó a los campesinos de Silesia, en su serie de artículos titulada "Los mil millones silesianos" (ocho artículos) [8] cómo los terratenientes, con motivo del rescate de las cargas feudales, les habían estafado, con ayuda del gobierno, su dinero y sus tierras, y exigía para ellos una indemnización de mil millones de táleros.

Al mismo tiempo se publicó en abril, en una serie de artículos editoriales, la obra de Marx sobre el trabajo asalariado y el capital [*], que constituían una clarísima indicación sobre los objetivos sociales de nuestra política. Cada número, cada edición extraordinaria aludían a la gran batalla que se estaba preparando, al recrudecimiento de las contradicciones en Francia, Italia, Alemania y Hungría. Sobre todo los números extraordinarios de abril y mayo eran otros tantos llamamientos al pueblo, invitándole a estar preparado para la acción.

En toda Alemania se maravillaban de que pudiéramos hablar tan abiertamente de todo eso en una fortaleza prusiana de primer orden, con una guarnición de ocho mil hombres, y en las mismas narices del cuerpo de guardia. Pero nuestra redacción, en la que había ocho fusiles de bayoneta y 250 cartuchos, amén de los gorros frigios que llevaban nuestros cajistas, era también considerada por los oficiales como una fortaleza que no podrían tomar con un simple golpe de mano.

Por fin, el 18 de mayo de 1849 descargó el golpe.

La sublevación de Dresde y Elberfeld había sido sofocada y la de Iserlohn estaba cercada; las provincias del Rin y Westfalia estaban erizadas de bayonetas, que, después de aplastar por completo a la Prusia renana, se disponían a marchar sobre el Palatinado y Baden. Fue entonces cuando el gobierno se atrevió, por fin, a meternos mano. La mitad de nuestros redactores fue procesada judicialmente; los demás debían ser expulsados por no tener la nacionalidad prusiana. Mientras el gobierno tuviera detrás a todo un cuerpo de ejército, no había nada que hacer. No tuvimos más remedio que entregar nuestra fortaleza, pero evacuamos con armas y bagajes, con música y con la bandera desplegada del último número, impreso en tinta roja, en el que precavíamos a los obreros de Colonia contra toda intentona desesperada y les decíamos:

«Los redactores de la "Neue Rheinische Zeitung" se despiden de vosotros dándoos las gracias por la simpatía que les habéis demostrado. Su última palabra será siempre y en todas partes ésta: ¡Emancipación de la clase obrera!»

Así termino la "Neue Rheinische Zeitung", poco antes de cumplir un año de existencia. Habiendo comenzado casi sin dinero —los escasos recursos prometidos no le fueron entregados, como hemos visto—, en septiembre tenía una tirada de cerca de 5.000 ejemplares. Fue suspendida al declararse el estado de sitio en Colonia; a mediados de octubre tuvo que comenzar desde el principio. Pero en mayo de 1849, al declararse su prohibición, contaba ya con 6.000 suscriptores, mientras que la "Kölnische Zeitung" [9] no contaba, por aquel entonces, según confesaba ella misma, con más de 9.000. Ningún periódico alemán ha tenido jamás, ni antes ni después, la fuerza y la influencia que tuvo la "Neue Rheinische Zeitung", ni ha sabido galvanizar a las masas proletarias como ella.

Y esto lo debía, principalmente, a Marx.

Después del golpe, la redacción se dispersó. Marx se trasladó a París, donde se estaba preparando el desenlace que se produjo el 13 de junio de 1849 [10]; Wilhelm Wolff se fue a ocupar su escaño en el parlamento de Francfort, donde la asamblea debía elegir [183] entre ser disuelta desde arriba o unirse a la revolución; y yo me fui al Palatinado, entrando de ayudante en el cuerpo de voluntarios de Willich.

NOTAS
[1] En el artículo presente, escrito para el primer aniversario de la muerte de Marx, Engels explica las particularidades de la táctica de los revolucionarios proletarios en el período de la revolución democrática burguesa de los años 1848-1849. El trabajo de Engels muestra la significación histérica de la lucha revolucionaria de las masas y de la justa dirección táctica de sus acciones. Engels subraya que el partido proletario debe combinar acertadamente las tareas democrátieas generales con las proletarias. En el ejemplo de la táctica de Marx en los años 1848 y 1849 Engels enseña a los socialdemócratas alemanes a luchar por el papel rector de la clase obrera en el movimiento democrático general, defender los intereses de clase del proletariado, no dejarse llevar por las ilusiones pequeñoburguesas y denunciar decididamente los intentos de las clases gobernantes de embaucar al proletariado con falsas promesas.- 174

[2] 117 Trátase de la revolución de 1848 en Francia.- 174

[*] Véase la presente edición, t. 1, pág. 122. (N. de la Edit.)

[3] 83 Aquí y en adelante, Engels no entiende por "Código de Napoleón" únicamente el "Code civil" (Código civil) de Napoleón adoptado en 1804 y conocido con este nombre, sino, en el sentido lato de la palabra, todo el sistema del Derecho burgués, representado por los cinco códigos (civil, civil-procesal, comercial, penal y penal-procesal) adoptados bajo Napoleón I en los años de 1804 a 1810. Dichos códigos fueron implantados en las regiones de Alemania Occidental y Sudoccidental conquistadas por la Francia de Napoleón y siguieron en vigor en la provincia del Rin incluso después de la anexión de ésta a Prusia en 1815.- 112, 177, 390, 486, 520

[4] 118 Se alude a los ministros del gobierno prusiano, llegado al poder después de la revolución de marzo de 1848: Hansemann, Camphausen y otros líderes de la burguesía liberal, que llevaban a cabo una política traidora de conciliación con la burguesía.- 178

[5] 119 Asamblea de Francfort: Asamblea Nacional convocada después de la revolución de marzo en Alemania, que comenzó sus sesiones el 18 de mayo de 1848, en Francfort del Meno. La tarea principal de la Asamblea consistía en liquidar el fraccionamiento político de Alemania y elaborar la Constitución de toda Alemania. Sin embargo, a causa de la cobardía y las vacilaciones de su mayoría liberal, la indecisión y la inconsecuencia de su ala izquierda, la Asamblea no se atrevió a tomar en sus manos el poder supremo del país y no supo adoptar una postura decidida respecto a las cuestiones fundamentales de la revolución alemana de los años 1848-1849. El 30 de mayo de 1849, la Asamblea se vio obligada a trasladar su sede a Stuttgart. El 18 de junio fue dispersada por las tropas.

[*******] Véase F. Engels, "La Asamblea de Francfort". (N. de la Edit.)

[*******] Véase la presente edición, t. 1, pág. 465. (N. de la Edit.)

[6] 120 El libro de A. Bougeart, "Marat, l'Ami du Peuple" («Marat, el amigo del pueblo»), apareció en París en 1865.

[*]Véase Carlos Marx, "Revolución de junio". (N. de la Edit.)

[7] 121 El 24 de febrero de 1848. Se trata del día de la caída de la monarquía de Luis Felipe en Francia. Nicolás I, al recibir la noticia del triunfo de la revolución de febrero en Francia, dio la orden a su ministro de Guerra de efectuar una movilización parcial en Rusia, a fin de prepararse para la lucha contra la revolución en Europa.- 181

[8] 122 La serie de artículos de W. Wolff fue publicada en "Neue Rheinische Zeitung" del 22 de marzo al 25 de abril de 1849.- 181

[*] Véase la presente edición, t. 1, págs. 153-178. (N. de la Edit.)

[9] 47 "Kölnische Zeitung" («Periódico de Colonia»): diario alemán que se publicó con ese nombre desde 1802 en Colonia; en el período de la revolución de 1848-1849 y la reacción que le sucedió reflejaba la política de traición y cobardía de la burguesía liberal prusiana; en el último tercio del siglo XIX estuvo ligado al partido nacional-liberal.- 80, 182, 428

[10] 55 El 13 de junio de 1849, en París, el partido pequeñoburgués La Montaña organizó una manifestación pacífica de protesta contra el envío de tropas francesas para aplastar la revolución en Italia. La manifestación fue disuelta por las tropas. Muchos líderes de La Montaña fueron arrestados y deportados o tuvieron que emigrar de Francia.- 83, 182, 197