Lenin escribiría el 2 de mayo de 1920, a propósito del “Sábado Comunista” del Primero de Mayo del día anterior:
V. I. LENIN.
“DEL PRIMER SÁBADO COMUNISTA EN LA LÍNEA FÉRREA MOSCÚ- KAZÁN, AL SÁBADO COMUNISTA DEL PRIMERO DE MAYO EN TODA RUSIA”.
“La
 distancia indicada en el título ha sido recorrida en un año. Enorme 
distancia. A pesar de los débiles que son nuestros sábados comunistas, a
 pesar de los incontables defectos revelados por cada sábado comunista 
en cuanto a orden, organización y disciplina, lo principal ha sido 
hecho. La masa ciclópea  ha sido movida de su sitio, y eso es lo que 
importa.
Nos
 damos cuenta muy cabal, de lo poco que se ha hecho y de lo muchísimo 
que aún queda por hacer; pero solo los enemigos acérrimos de los 
trabajadores, los partidarios acérrimos de la burguesía pueden adoptar 
una actitud despectiva ante el sábado comunista de Primero de Mayo. Sólo
 los seres más despreciables, los que se han venido en cuerpo y alma a 
los capitalistas, son capaces de condenar el que se aproveche la gran 
fiesta del Primero de Mayo para tratar de aplicar en masa el trabajo 
comunista.
Después
 del derrocamiento de los zares, de los terratenientes y de los 
capitalistas empieza a descombrarse por primera vez el terreno para la 
verdadera edificación del socialismo, para el establecimiento de nuevas 
relaciones sociales, de una nueva disciplina del trabajo común, de un 
nuevo régimen histórico-mundial de toda la economía nacional (y, más 
tarde, de la internacional). Se trata de transformar las costumbres 
mismas, emporcadas y adulteradas para mucho tiempo por la maldita 
propiedad privada sobre los medios de producción, así como por toda esa 
atmósfera de rencillas, desconfianza, hostilidad, dispersión y 
zancadilleo recíproco, engendrada inevitablemente y continuamente 
reproducida por la pequeña economía de los propietarios que intercambian
 “libremente” sus productos. 
La
 libertad de comercio, el intercambio libre ha constituido durante 
cientos de años y para millones de personas el postulado supremo  de la 
sabiduría económica, la costumbre más arraigada en centenares y 
centenares de millones de seres humanos. Esa libertad es tan 
profundamente falsa y es tan usada para encubrir el engaño, la violencia
 y la explotación capitalista, como las demás “libertades” proclamadas y
 puestas en práctica por la burguesía, como la “libertad de trabajo” 
(léase libertad de morirse de hambre), etc., etc.
Nosotros
 hemos roto, y rompemos definitivamente, con esa “libertad” del 
propietario de ser propietario, con esa “libertad” del capital para 
explotar el trabajo, contra las que luchamos de un modo implacable y con
 toda abnegación.
¡Abajo
 las viejas relaciones sociales, las viejas relaciones económicas, la 
vieja “libertad” del trabajo (sometido al capital), las viejas leyes y 
las viejas costumbres!
¡Edifiquemos una sociedad!
No
 nos han asustado las derrotas experimentadas en el curso de la gran 
guerra revolucionaria contra el zarismo, contra la burguesía, contra 
Estados imperialistas que extienden su poderío a todo el mundo.
No
 nos asustarán las dificultades gigantescas, ni los errores inevitables 
en los comienzo de una obra dificilísima, pues la transformación de los 
hábitos y costumbres de trabajo es una empresa de decenios enteros. Y 
nosotros nos prometemos firme y solemnemente unos a otros, que estaremos
 dispuestos a todos los sacrificios, que resistiremos y triunfaremos en 
esta lucha, la más difícil de todas, -en la lucha contra la fuerza de la
 costumbre-, que trabajaremos incansablemente años y decenios. 
Trabajaremos para desterrar  esa máxima maldita de “cada uno para sí y 
Dios para todos”, para desterrar la costumbre de considerar el trabajo 
únicamente como una prestación y considerar justo tan solo el trabajo 
retribuido de acuerdo a ciertas normas. 
Trabajaremos
 para inculcar en la conciencia, en los hábitos y en las costumbres de 
cada día de las masas la regla de “todos para uno y uno para todos”, la 
regla de “cada cual según su capacidad y a cada cual según sus 
necesidades”, para ir implantando gradual pero inexorablemente la 
disciplina y el trabajo comunista.
Hemos
 movido de su sitio una montaña de insólitas proporciones, la montaña de
 la rutina, de la ignorancia, de la obstinación en la defensa del hábito
 a la "libertad de comercio" y a la "libertad" de compraventa de la 
fuerza humana de trabajo, lo mismo que cualquier otra mercancía. Hemos 
empezado a hacer vacilar y a destruir los prejuicios más arraigados, las
 costumbres más insolidarias, más rutinarias y que cuentan con siglos de
 existencia. Nuestros sábados comunistas han realizado en un año un 
enorme progreso.  Su debilidad es aún infinita, pero eso no puede 
asustarnos. Nosotros hemos visto como, ante nuestros propios ojos, el 
Poder Soviético, “infinitamente débil”, se ha robustecido gracias a 
nuestros esfuerzos y ha empezado a convertirse en una fuerza mundial 
infinitamente poderosa. 
Trabajaremos
 años y decenios para que se apliquen los "sábados comunistas", para que
 se  desarrollen, para que se difundan, para que mejoren, para que se 
arraiguen en las costumbres. 
¡Y llegaremos al triunfo del trabajo comunista!” 
En “Pervomaiski Subbótnik” (“El sábado Comunista de Mayo”) del 2 de mayo de 1920, y firmado por “N. Lenin”)
(Fuente: Marxists Internet Archive).
 
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