A 85 años del inicio del exilio republicano en México, una exposición busca visibilizar y reivindicar el legado artístico de 29 mujeres que huyeron de la Guerra Civil española.
Con el arribo del buque "Sinaia", el 13 de junio de 1939, al puerto de Veracruz, México empezó a recibir miles de intelectuales, poetas y artistas, quienes, además de salvar su vida y la de sus familias mientras perseguían la libertad, enriquecieron su nueva patria o se nutrieron de ella.
Parte de ese éxodo fueron hijas, madres, abuelas o hermanas, que, como tantos más, pensaron que volver a casa sería cuestión de unos meses. La historia se encargó de desengañarlas. Lo único que derrocó al régimen de Francisco Franco fue su muerte en 1975.
Durante ese tiempo, varias de ellas, ya formadas como artistas en su país de origen, pudieron crear sin censura en México. Ese fue el caso de Manuela Ballester (1908-1994), polifacética artista valenciana, comprometida con los ideales democráticos y los derechos de su género, fallecida en Berlín.
También la madrileña María Teresa Toral (1911-1994), distinguida grabadora, brillante científica y farmacéutica encarcelada en España. Tras exponer internacionalmente en la década de los 60 y 70, su obra pudo ser apreciada en su tierra natal hasta 1975.
Arte con un denominador común: el exilio de España
"Exiliadas de España. Artistas en México” es el nombre de una colección de más de 200 piezas que dan cuenta de la figura y trabajos de estas y otras creadoras. La exposición puede admirarse en el Antiguo Colegio de San Ildefonso de la capital mexicana entre 11 de diciembre de 2024 y el 27 de abril de 2025.
La exhibición gira en torno a "29 mujeres de diferentes edades con diferentes experiencias artísticas, hay muchísima variedad, pero con algo en común: un vínculo con España, con el exilio que marcó su trayectoria vital y profesional”, explica a DW Yolanda Guasch Marí, co-curadora de la muestra.
Pinturas, fotografías, bocetos, serigrafías, tapices, documentos e incluso poemas ofrecen una visión artística de la memoria, la resiliencia de aquellas que dejaron todo atrás, al igual que el significado de ser hijas, nietas o bisnietas del exilio, nacidas y criadas al otro lado del océano. "Regina Raull, Mary Martín, Lucinda Urrusti o Marta Palau vinieron de niñas, pero se formaron e integraron de otra manera”, agrega la especialista.
A menudo, el talento de Josep Renau, Vicente Rojo o Enrique Climent ha sido centro de homenajes, catálogos y muestras individuales o colectivas en ambos lados del Atlántico. Pocas mujeres han tenido este honor.
El discurso museográfico busca sacar del anonimato nombres como Carmen Millá, Loty de la Granja, Alma Tapia Bolívar, Guadalupe y Nela Gaos, Paloma Altolaguirre, Montserrat Aleix, Elena Climent, Josefina Ballester, Puri Yáñez y Yani Pecanins, empezando por su país de acogida o nacimiento.
"Estas artistas que hoy valoramos son a la vez españolas y mexicanas, desgraciadamente mucho más mexicanas por el reconocimiento que han tenido aquí, pues en España son poco conocidas”, explica Rafael López Guzmán, co-comisario de la exposición.
Algunas excepciones son la pintora y escritora geronesa Remedios Varo (1908-1963), perteneciente a la Generación del 27 e ícono del surrealismo. En México, a donde llegó en 1941, colaboró con Marc Chagall en el vestuario del ballet "Aleko” e hizo amistad con Frida Kahlo y un nexo entrañable con otra surrealista, la inglesa Leonora Carrington.
Asimismo, Elvira Gascón (1911-2009), ilustradora ibérica, docente de dibujo y activa muralista ha sido ejemplo de "mujeres que quedaron en silencio, como tantas veces, en la historia del arte. De alguna manera oscurecidas, marginadas de la visión central o dominante del arte”, lamenta Eduardo Vázquez Martín, coordinador ejecutivo del Antiguo Colegio de San Ildefonso.
En una pintura monumental en el templo de San Antonio de las Huertas, Elvira Gascón plasmó pasajes biográficos de San Antonio de Padua, obra borrada por mostrar más piel de lo debido, relatan los comisarios, catedráticos de la Universidad de Granada.
Mary Martín asistió a Diego Rivera en su mural para el Teatro de los Insurgentes. Regina Raull retrató en gran formato "La educación del niño mexica”, en el Museo Nacional de Antropología, pero eso apenas sabe. Anécdotas como estas y otras detallan las vicisitudes enfrentadas por las artistas, a la par de la deuda pendiente del arte para con ellas.
Pese a hallar "un espacio de libertad en México que les permite desarrollar toda su capacidad creativa, hay que tener en cuenta que sus principios no fueron fáciles: tuvieron que hacerse cargo de hijos, familia, de problemas de sanidad o educación”, plantea López Guzmán.
Del hogar al caballete
Julia Giménez Cacho (1921-2000) era un ama de casa de 26 años cuando dejó España, rumbo a Estados Unidos. Mucho después volvió a su natal Madrid convertida en artista plástica, ocupación descubierta casi treinta años más tarde, durante su estadía mexicana.
De encerrarse en el baño para que no la vieran pintando por la pena de la edad cuando empezó a hacerlo -contaba la pintora, madre de seis hijos-, pasó a ser considerada "una maga del color” por su mentor Gilberto Aceves Navarro, gran exponente del expresionismo abstracto mexicano.
A decir de López Guzmán, Julia Giménez Cacho -de formación autodidacta- "es uno de los personajes más importantes rescatados en la muestra, aunque aún falta recuperar un alto número de sus obras. Una cantidad inmensa que, por la etapa en que comenzó a pintar, ha sido muy poco conocida”.
Toda su producción gira en torno a la mujer, influenciada por Francisco Goya. A diferencia de varias de sus colegas, sus cuadros sí pudieron ser apreciados de manera individual, más de una ocasión, en suelo español.
Su última exposición, "Siempre mujeres”, se programó para septiembre de 2000 en el Instituto de México en España. Ella ya no llega, sólo sus pinturas. Pereció en la ciudad de Cuernavaca dos meses antes de la apertura.
La patria perdida
Durante la primera mitad del siglo XX, México tuvo una gran efervescencia cultural e intelectual. "Exiliadas de España. Artistas en México” detalla el panorama hallado por las artistas a su llegada, quienes pronto se empaparon de él e hicieron sus propias aportaciones a la creatividad de su nuevo hogar, donde moldearon su identidad.
Lo hace mediante un recorrido temático de cinco núcleos: 'El final del comienzo', 'Nostalgias', '¿Cómo es posible que una mujer se trepe a los andamios?', 'Continuidades, rupturas y disidencias', y 'Memorias Colectivas'.
Su montaje, fruto de una década de investigación de los comisarios, se debe a la colaboración entre la Universidad Nacional Autónoma de México, la Secretaría de Cultura de México y el Gobierno de la capital mexicana.
Un tono nostálgico se percibe en algunas piezas, debido al deseo de volver a ver la patria. Los exiliados, relata López Guzmán, "tenían una maleta detrás de la puerta, por si acaso, pensando que Franco caería rápidamente”.
El dictador, prosigue el curador, "murió tranquilamente en su cama, y México -esto hay que reconocerlo públicamente- fue el único país de este planeta que nunca reconoció la dictadura franquista".
En otras obras se nota la impronta del color o la huella del arte mexicano. Muchas de ellas, asegura Yolanda Guasch, "jamás se han visto o fueron expuestas hace mucho tiempo, veinte, treinta o cuarenta años”.
La muestra abre con una pequeña escultura contemporánea de Marta Palau (1934-2022), retratista de Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes y Octavio Paz. Unos pies-manos, de arcilla, con una carga simbólica fuerte: la mayoría de los refugiados españoles escaparon a Francia por la frontera catalana. Andar, con todos los sentidos alerta, era el único camino a la libertad.
¡Votad al Frente Popular! Manuela Ballester 1936 Tinta sobre papel Museu de Reus
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