viernes, 28 de octubre de 2022

DISCURSO AL PRIMER CONGRESO DE LOS ESCRITORES SOVIÉTICOS (1934), DE RAFAEL ALBERTI, EN EL 23 ANIVERSARIO DE LA MUERTE DEL POETA COMUNISTA

 

Discurso de Rafael Alberti en nombre de la A.E.A.R. de España al Primer Congreso de los Escritores Soviéticos (1934)

Reproducimos a continuación el discurso del escritor y poeta Rafael Alberti (1902-1999) en nombre de la Asociación de Escritores y Artistas Revolucionarios (A.E.A.R.) de España en el Primer Congreso de los Escritores Soviéticos, que tuvo lugar en la Casa de los Sindicatos de Moscú del 17 de Agosto al 1 de Septiembre de 1934. Fue publicado originalmente en francés en la revista de la A.E.A.R. de Francia Commune* bajo el apartado titulado España y su texto en castellano ha sido extraído del libro de José Esteban y Gonzalo Santonja Los novelistas sociales españoles (1928-1936). Antologia, Editorial Ayuso, Madrid 1977, págs. 138-140:

RAFAEL ALBERTI

DISCURSO AL PRIMER CONGRESO DE LOS ESCRITORES SOVIÉTICOS (1934)

Mis camaradas de la A.E.A.R me encargan dirigir su saludo fraterno al primer congreso de los Escritores Soviéticos.
Trabajamos en nuestro país en medio de la represión más violenta, mientras las cárceles están repletas de obreros y campesinos revolucionarios, mientras están prohibidos los mítines, nuestra prensa perseguida, nuestros paseos por las afueras de Madrid interrumpidos por las balas de los fascistas, y nuestras fiestas, cuando llegan a celebrarse, rodeadas por camiones llenos de policías, siempre preparados para intervenir.
Cuando, al salir de semejante vida de angustia perpetua, de amenaza incesante, llegamos aquí, entonces realmente, en vuestras calles tranquilas, las únicas que no están ocupadas por bayonetas, entonces verdaderamente sentimos que sois los constructores de una edad nueva.
Resulta inútil hablar de las dificultades de un escritor revolucionario en España, las cuales sufren igualmente la mayoría de los escritores que se mantienen en un terreno pretendidamente neutral. Es preciso declararse fascista, partidario del gobierno o agrario para gozar de algunos privilegios.
Nuestra literatura, como corresponde a un país que fue neutral durante la guerra de 1914-18, no es deliberadamente militarista. Sin embargo, hay que señalar la reciente aparición de una literatura de exaltación histórica y social que está ganando sobre todo a la juventud universitaria. Al exhumar la momia del emperador Carlos V, putrefacta en el Monasterio de El Escorial, su consigna fue: “Catolicidad e Imperio”. Frente a ella, nos levantamos lo escritores y artistas revolucionarios de España. Nuestra revista Octubre nos sirve para combatir y para expresarnos. Es una revista ilustrada y literaria, acogida con gran entusiasmo por las masas trabajadoras, sin distinción de partido. Está ilustrada, abundantemente provista de fotos de la Unión Soviética, porque algunas de nuestras provincias deben tener alrededor de un 70 por 100 de analfabetos. Sabemos que después de haber tendido sus redes, los pescadores de Málaga se reúnen para escuchar la lectura en voz alta de nuestra revista revolucionaria. Y sabemos que se encuentran en los muros de las casas, recortadas y pegadas las fotos que publicamos. Nos escriben igualmente que en el campo de Jaén y Córdoba, una vez acabadas las faenas, los campesinos se reúnen para comentar algún poema recitado por uno de sus compañeros de trabajo.
El maravilloso folklore español, en el que late todavía el sentido de la epopeya, evoluciona sin cesar, enriqueciendo su canto con anatemas a la Guardia Civil, por la sangre vertida en la represión, con todos los graves problemas de la realidad campesina. A la revista Octubre llegan constantemente testimonios de esa literatura popular y se divisan a través de toda España los primeros síntomas de la aparición de una literatura revolucionaria. Hay que añadir que numerosos escritores profesionales pasan al campo de la revolución: Joaquín Arderius, María Teresa León, César M. Arconada, Ramón J. Sender, Emilio Prados, Arturo Serrano Plaja, Luis Cernuda y otros novelistas y poetas, de quienes se puede decir que son los iniciadores de una literatura de carácter social, prácticamente sin precedentes en nuestra patria. Como España es un país de gran tradición literaria y artística, se puede esperar que los nombres que hoy surgen podrán elevarse a la altura de nuestros grandes clásicos del siglo XVII. Teniendo sobre ellos la ventaja de cantar el momento en que se realiza el ideal de justicia de la revolución española.
Vosotros, escritores soviéticos, que ya vivís en plena construcción socialista, sois el ejemplo que admiran los escritores de los demás países. En España se os conoce. Entre los poetas, el nombre de Maiakovski goza de gran popularidad, pese a que sus versos sean casi ignorados. La revista Octubre ha publicado algunos pasajes de Svetlov y de Aseev. Por el contrario, los libros de Gorki, Ehremburg, Ivanov, Leónov, Gladkov, Fedin, Fadeev y de otros autores figuran en los escaparates de las librerías, pero generalmente tan mal traducidos que de su belleza literaria apenas sí conservan el tema. Quería pediros, a vosotros que tanta facilidad tenéis para aprender las lenguas extranjeras, que cultivaseis un poco más el estudio del español. Así podríais protestar enérgicamente contra los traductores que os asesinan de forma traicionera, ya que estáis lejos para poderlos fusilar contra un muro. También desearía que aumentase vuestro interés por la literatura española, una de las más bellas del mundo, y que su popularización en la Unión Soviética estuviese, como lo desearíamos para la literatura soviética en España, rigurosamente controlada por los escritores.
Sufro al no poder invitaros a ver de cerca nuestro hermoso país y sus luchas revolucionarias. La actual reacción española no lo permite. Un día, quince fascistas armados con pistolas destruyeron la exposición contra la guerra y el fascismo, organizada por nuestros artistas revolucionarios. La impunidad asegurada por el Gobierno a esta hazaña os demuestra que sólo los fascistas tienen el derecho de actuar y pasearse libremente por las calles. Pero llegará un día en que la España soviética abrirá sus fronteras. Llegará un día en que, al triunfar nuestra revolución, podremos recorrer juntos las ciudades y el campo de nuestro país, rodeados de banderas rojas.

(*) Commune, París, núms. 13-14, año 2, septiembre-octubre de 1934, págs. 80-82.

Fuente: Gran Marcha hacia el Comunismo

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