"HIMNO SINFÓNICO", DE KARL AMADEUS HARTMANN
Karl Amadeus Hartmann nació en Múnich en 1905 dentro de una familia de artistas
francófilos, muchos de ellos pintores. Cuando era muy joven, siguió de cerca el
Levantamiento Obrero de Bavaria a finales de la 1GM, y muy a pesar de su
trágico final, él sería un socialista utópico por el resto de su vida. Siempre
se interesó en la música y en 1920, Hartmann ingresó a la Akademie der Tonkust
donde estudió composición e interpretación de metales. Algunas de sus más
tempranas obras datan de fines de los 20’s 
y si bien su música hace uso de procedimientos atonales, éstas nunca son
dodecafónicas; su música es más cercana al expresionismo o al jazz que a otras
prácticas, como por ejemplo su Tanzsuite de 1931. También componía obras
corales con connotaciones políticas marxistas. Cuando los Nazis tomaron el
poder, muchas de sus comisiones e interpretaciones quedaron canceladas para
evitar escándalos; situación que enardeció a Hartmann, quien se retiró a
componer en reclusión y no permitió que nadie dentro del Tercer Reich tocara
una pieza suya. A diferencia de muchos amigos suyos que pudieron exiliarse a
Suiza, Hartmann no pudo salir y se enfrentó a una marginalización extrema.
Afortunada y contradictoriamente, su esposa resultó ser hija de un magnate
armamentista, así que nunca sufrió penurias extremas. Su obra orquestal
Miserae, creada para conmemorar la memoria de sus amigos perecidos en el primer
campo de concentración de Dachau; fue estrenada con enorme éxito en Praga en
1935 y en Londres en 1938. Pero tan pronto los Nazis se enteraron, vinieron
críticas viciosas hacia Hartmann por todos lados. Situaciones similares
ocurrieron con su Symphonie L’Oeuvre
de 1936 y su Concerto Fúnebre de
1939, ambas obras de protesta. Cuando la guerra era inevitable Hartmann tomó la
drástica decisión de envenenarse “accidentalmente” para evitar la conscripción;
una acción que hecha con entera consciencia lo habría enviado al campo de
concentración; una acción que sin embargo lo pondría como mártir si fallaba o
como sobreviviente si lograba evadir el ejército. Los años de guerra fueron
para él, tal y como se pensaría, muy productivos. Por un lado, pudo estudiar de
manera particular con Anton Webern; de él, Hartmann sólo aprendería composición
ya que diferían estética y políticamente. Por otro lado, compuso tres grandes
obras en el género sinfónico. Una Sinfonia
Tragica en 1940, su Sinfonía
Klagesang (Canto lamentoso) en 1944 y un tríptico llamado Sinfoniae Drammaticae (Sinfonías
Dramáticas): Éste estaba compuesto por la Obertura
Sinfónica China kamfpt (China a la lucha) de 1940, dedicada a la facción
comunista china que luchaba contra los invasores japoneses; el Symphonische Hymnen (Himno Sinfónico) de
1943 y la Suite Sinfónica Vita Nova
de 1944 que nunca terminó.
Symphonische Hymnen
de 1943 es la única de estas piezas que ha recibido atención significativa
hasta nuestros días. Es también quizás la que representa mejor la filosofía que
Hartmann tenía sobre el régimen Nazi y su guerra ya que él sintió, desde el
momento en que los Nazis tomaron el poder, “que la libertad triunfaría al final
– aunque eso significara nuestra destrucción total.” Aquí Hartmann usa la
orquesta más grande de su carrera, compuesta de alientos triples con tres
flautines y dos contrafagots adicionales, cuatro cornos, seis trompetas y
trombones, tuba, timbales, gran sección de percusiones con xilófono; celesta,
piano, arpa y cuerdas. La obra es en realidad una sinfonía y consta de tres
secciones en forma rápido-lento-rápido.
El primer movimiento es una Fantasie
compuesta por una Introducción con “Tema y Variaciones”. Las trompetas anuncian
el tema con fanfarrias disonantes en clúster que dan lugar a un remolino
orquestal donde las percusiones y los metales dominan la escena. Las cuerdas
toman un ritmo motriz seguido por las trompetas que introducen un salvaje
ritornello en alientos y metales. Una trompeta jazzeada toca con el piano en un
tema muy ruso, seguido por las cuerdas. Esto se repite con figuras
Stravinskianas en los metales. Los clarinetes entonan figuras alocadas y son
respondidos por un solo de trompeta con su coro, terminando en apantallantes
xilófonos que bien podrían recordar a Antheil. Esto se desarrolla con las
cuerdas en un episodio suave. El ambiente se rompe al repetirse las fanfarrias
de apertura. Una melodía para corno inglés progresa en la melodía motriz hacia
las cuerdas y la flauta en politonalidad y contrapunto; mientras que el
ritornello vuelve en monstruosa confrontación. Un oscuro solo para chelo se
alza de la oscuridad con un cuarteto para cuerdas, abriendo una  ventana para la sutileza entre paisajes
conflictivos. Más cuerdas se unen al canto fúnebre que se alza y se hunde en la
melancolía.
El segundo movimiento es un Adagio, del cual Hartmann generaría
modelos  para usos posteriores. Este abre
con un clúster en el coro de mentales que conlleva a un duelo entre el corno
inglés y el oboe con tonos de jazz e incluso propagandísticos. El dueto se
refleja entonces en varias secciones de la orquesta, alzando su voz cada vez
más en un paisaje que bien podría ser estadounidense según el escucha. De
repente, la música se pierde en un modo sombrío que es dominado por las cuerdas
y el coro de metales como respuesta. La música crece en sonido y altura
mientras las percusiones y los teclados se unen en una sección motriz y
“Antheiliana”, dirigida por los metales en una secuencia que empieza en Si
mayor llena de politonalidad y que termina en un coral danzante lleno de
pasión. Golpes de percusiones derriban este muro de sonido mientras que los
fagots entonan una melodía desoladora, seguida por los chelos y el corno ingles
con un coro de alientos dentro de un ambiente inestable. Los cornos interrumpen
para dejar paso a los chelos solos que cierran este movimiento.
El final es una
Toccata que se abre de nuevo en un coro de metales, tocando una permutación
rítmico-musical del Himno de Habsburgo
según Haydn, comenzando en los cornos en Fa mayor y pasando a las trompetas. Un
nuevo remolino sonoro de disonancias se alza de los alientos a los metales,
culminando en una majestuosa re-exposición del tema. Éste recibe un tratamiento
de danza que sonaría como el triunfante final de la Sinfonía No. 1 de
Popov.  El tema es retomado por las
cuerdas hacia un patrón rítmico pre-minimalista, mismo que cierra con golpes en
las percusiones. El ambiente disminuye a un dueto en pianissimo para corno y
trompeta; esta idea pasa hacia una melodía que nos recuerda el tema “ruso” del
primer movimiento para corno inglés y trompetas, concluyendo en un coral para
metales. Un dron en Fa introduce un dueto hermoso para piano y clarinete que
pasa a través de un remolino de sonido dos veces. Esto pasa a través de una
danza Stravinskiana en las trompetas que entra a una masiva celebración
orquestal, interrumpida y rota por conflictos en los metales y las percusiones.
El remolino inicial reaparece suavemente en cuerdas y metales creciendo y
afirmándose constantemente, concluyendo en una entonación del tema principal en
Fa sostenido mayor para trombones y coro de metales que lleva la pieza a un
trágico y enfático cierre
Fuente: Musical Histories
 
 
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