
Sobre la histórica victoria en la Guerra de Liberación de la Patria y las
tareas del Ejercito Popular
Discurso pronunciado por Kim Il Sung ante los oficiales y soldados de la Unidad No. 256 del Ejército Popular de Corea, 23 de octubre de 1953.
Camaradas:
Permítanme expresar, en nombre del Comité Central del Partido del
Trabajo de Corea, el Gobierno de la República y el Cuartel General
Supremo, mi cálido agradecimiento a los oficiales y soldados de la
Unidad No. 256 por haber combatido con valentía en el frente durante
largo tiempo, desde el comienzo de la guerra.
Ustedes saben que la guerra coreana terminó con nuestra victoria. Por
supuesto no aniquilamos por completo al enemigo ni reunificamos la
Patria. Sin embargo, vencimos a ingentes fuerzas armadas del
imperialismo norteamericano, cabecilla del imperialismo mundial, y de 15
países satélites, forzándoles a aceptar nuestras propuestas al firmar
el Acuerdo de Armisticio. Esto es gran victoria nuestra.
¿Qué victoria fue la que conquistamos en esta espantosa guerra de tres años?
Primero, el pueblo y el Ejército Popular de Corea, con su heroica lucha,
rechazaron la agresión armada del enemigo y salvaguardaron honrosamente
la base democrática del Norte de la República.
Después de la liberación, aprovechando las condiciones favorables que
implicaba el estacionamiento del ejército soviético, sentamos, en la
parte Norte de la República, la base democrática y acometimos enormes
tareas en los dominios político, económico, cultural, militar, etc.
Formamos el Partido del Trabajo, al que se integraron 800 mil personas,
organizaciones sociales como la Unión de la Juventud Democrática, la
Federación de los Sindicatos, la Unión de Campesinos, la Unión de
Mujeres, etc., que comprendían varios millones de miembros, e
incorporamos
amplias masas populares de diversas clases y sectores en el Frente
Democrático para la Reunificación de la Patria, aunándolas estrechamente
en torno al Partido y al Gobierno. Por medio de consolidar el Partido y
fortalecer su unidad con las masas, afianzamos las fuerzas políticas.
Al mismo tiempo, movilizando al pueblo realizamos la reforma agraria,
nacionalizamos las industrias y llevamos a la práctica otras reformas
democráticas, impulsamos enérgicamente la construcción económica y
adoptamos todas las medidas para reforzar la capacidad económica en la
parte Norte.
En especial, desde el día de la liberación, prestábamos profunda
atención a elevar la capacidad de la defensa del país. A partir de 1946
formábamos cuadros del Ejército Popular en la Escuela de Pyongyang, en
la Escuela Central de Cuadros de Seguridad y en otras entidades; en 1948
proclamamos la creación del Ejército Popular y adoptamos las medidas
pertinentes para fortalecerlo en todos los aspectos.
Gracias al oportuno asentamiento de la base democrática y a la fortaleza
del Ejército Popular pudimos rechazar a los invasores armados de 16
países, acaudillados por el imperialismo norteamericano, y ganar la
guerra. En el curso del conflicto, si hubiéramos combatido sólo contra
el ejército títere de Syngman Rhee y no contra los ejércitos del
imperialismo yanqui y de sus países satélites, lo hubiéramos derrotado y
habríamos reunificado la Patria.
Nuestro pueblo y nuestro Ejército Popular lucharon con heroísmo,
superando sin vacilación alguna las dificultades y las pruebas, para
repeler la agresión armada del imperialismo yanqui y de sus países
satélites y salvaguardar la base democrática.
Estamos firmemente convencidos de que mientras existan innumerables
militantes del Partido con alta conciencia política y forjados como el
acero, el pueblo firmemente unido en torno al Partido y la sólida base
democrática, en el futuro rechazaremos indefectiblemente cualquier
agresión del enemigo.
Segundo, en la guerra coreana, el pueblo y el Ejército Popular de Corea
infligieron severa derrota política al enemigo, aparte de la militar.
La guerra coreana puso de relieve plenamente ante el mundo las
bestialidades del imperialismo e hizo añicos el mito de la “potencia”
del imperialismo yanqui.
Realmente, en otros tiempos había personas que abrigaban ilusiones sobre
la “potencia” y el “humanitarismo” del imperialismo yanqui. Pero en el
curso de la guerra coreana, los pueblos del mundo no sólo comprendieron
claramente que los imperialistas norteamericanos eran las más feroces
bestias, sino que, además, se convencieron con más firmeza de que si se
los combate valerosamente, armas en mano, hasta el fin, es posible
derrotarlos.
Hace mucho tiempo que el mundo conoce a los imperialistas yanquis como
los más bárbaros agresores y los mayores bandoleros de la Tierra.
También en Corea saquearon durante largo tiempo grandes cantidades de
oro de las Minas de Kapsan, Holtong, Unsan, etc. Y construyeron con
miserables fondos algo así como un “hospital de caridad”, el “Hospital
Sebrance”, iglesias y escuelas, e intentaban presentarse como si
ofrecieran “misericordia”. Además, procuraban captar la confianza de los
coreanos enviando a su país unos cuantos lacayos ?adoradores de los
yanquis? como estudiantes, y los usaban para predicar entre los coreanos
la idolatría hacia Estados Unidos. Enceguecidos por tales fraudes,
algunos ingenuos admiraban a los yanquis.
Como botón de muestra de su barbarie basta decir que en Sunan grabaron
con ácido clorhídrico la palabra “ladrón” en la frente de un niño, que
al pasar cerca del huerto de un yanqui recogió una manzana caída.
Aunque los imperialistas yanquis recurrían por fuera a toda clase de
artimañas para ganarse la simpatía del pueblo coreano, de hecho no
renunciaban a sus viles designios de conquistar Corea. Cuando el
imperialismo japonés agredió nuestra Patria, le apoyaron activamente.
La astucia de los imperialistas norteamericanos se reveló también
durante la Segunda Guerra Mundial, respecto al problema de la formación
del segundo frente y de la liberación de Corea.
Realmente, los imperialistas yanquis no jugaron ningún papel en la
liberación de Corea. Nada hicieron, mientras el ejército soviético,
junto con el Ejército Revolucionario Popular de Corea, derrotaba al
millón de soldados del ejército de Kwantung del imperialismo japonés,
liberando así a Corea. Tras irrumpir en Corea del Sur, sin hacer un solo
disparo, los imperialistas de EE.UU. se proclamaron descaradamente
“libertadores” de la población surcoreana. Pero esta propaganda
fraudulenta no podía perdurar largo tiempo.
A través de la guerra coreana, la naturaleza agresiva de los
imperialistas norteamericanos se reveló con toda claridad y las
ilusiones que antes abrigaban algunas gentes hacia ellos se
desvanecieron.
Citemos algunos ejemplos. Un tiempo, en las cercanías de Pyongyang vivía
un sacerdote. En el período de la construcción pacífica, se mostraba
negligente en la ejecución de la política de nuestro Partido,
oponiéndose con sigilo a nuestro régimen, pero participó activamente en
nuestra obra tras expulsado de la parte Norte el enemigo que la había
ocupado
temporalmente, durante la guerra. En conversación con un cuadro de
nuestro Partido, dijo: “Francamente, deseaba que ustedes perdieran la
contienda y viniesen los norteamericanos. Cuando ustedes se retiraban,
preparé una bandera de Corea del Sur, e incluso obligué a todos mis
familiares a engalanarse para dar la bienvenida al ejército
norteamericano. Pero tras convivir con los yanquis, me di cuenta de que
no eran lo que yo me imaginaba. Nada más bajar del jeep empezaron a
disparar sus carabinas y a robar como les vino en ganas gallinas y otras
cosas, cometieron un sinfín de atrocidades como profanar y violar
mujeres. Al presenciar esto, comprendí profundamente que sólo el Partido
del Trabajo de Corea y el Gobierno de la República eran portadores de
verdadera libertad y felicidad del pueblo”.
Es sabido que como este sacerdote hay muchos.
Una vez, una militante del Partido Laborista de Inglaterra vino a Corea
delegada por la federación Democrática Internacional de Mujeres. Dijo
que antes de llegar a corea dudaba de que el ejército de EE.UU. o de su
país perpetrara tantas barbaridades como se decía. Manifestó que durante
su estancia en Corea cambió de parecer al ver directamente en Anak y
Sinchon, en la provincia de Hwanghae, y en otros lugares la trágica
realidad provocada por los imperialistas yanquis y británicos al
bombardear indiscriminadamente ciudades y aldeas pacíficas y asesinar
salvajemente a habitantes inocentes. De vuelta a su país denunció esos
crímenes.
Utilizando hasta armas bacteriológicas y perpetrando toda clase de
atrocidades en la guerra coreana, el imperialismo yanqui apareció
desnudo ante los pueblos del mundo como más bárbaro que la camarilla de
Hitler y los imperialistas japoneses.
En la guerra coreana se puso de relieve la vulnerabilidad del imperialismo yanqui, además de su barbarie y crueldad.
En el pasado, algunas personas llamaban “país de oro” o “país de la ciencia” a EE.UU. y le temían.
Pero ustedes mismos han podido experimentar y comprobar en la guerra
contra los yanquis que ellos son los más cobardes del mundo. Al empezar
el combate, colocan camiones hacia atrás, para huir más rápido.
El imperialismo norteamericano hablaba de una “Corea pequeña”, con
desprecio, pero se vio obligado a encajar vergonzosa derrota en la
guerra coreana.
La lucha heroica del pueblo coreano contra el imperialismo yanqui sirvió
de bandera y ejemplo a la lucha de liberación nacional de los pueblos
oprimidos del mundo entero. Les convencimos de la verdad de que si
luchan con bravura, como lo hicieron los coreanos, podrán rechazar
cualquier agresión del imperialismo y sacudirse su yugo.
Después de la guerra coreana, en varios países del Sudeste de Asia como
Malaya, Indonesia y Vietnam, y en otras regiones del mundo, la lucha
contra el dominio colonial de los imperialistas, acaudillados por el
imperialismo yanqui, cobra cada vez mayor auge, y el sistema colonial se
desmorona ineludiblemente.
Esto significa que ha pasado la época cuando ellos ocupaban a su antojo a otros países y oprimían y explotaban a sus pueblos.
Tercero, el pueblo coreano, el Ejército Popular, los organismos del
Partido y de poder, las organizaciones sociales, así como sus
funcionarios se forjaron y adquirieron rica experiencia, en los tres
años de guerra. Esta es una de las victorias más importantes que
obtuvimos.
En el ardor de la guerra, nuestro pueblo, nuestros militantes y cuadros
se templaron como el acero. Si el pueblo coreano del pasado fue, por
decirlo así, de “arrabio”
destemplado, hoy es de “acero especial” forjado en horno eléctrico.
La historia no conoce todavía una guerra tan cruenta como la coreana.
Pero el Ejército Popular logró aplastar de un golpe al ejército títere
de Syngman Rhee y rechazar a las tropas agresoras imperialistas yanquis
hasta la línea del río Raktong.
En las batallas, nuestros oficiales se capacitaron en el mando de
unidades modernas y acumularon rica experiencia para organizar y dirigir
con maestría operaciones de ataque, retirada y defensa.
Nuestro Partido y nuestro Gobierno adquirieron invalorable experiencia
para trazar estrategia y táctica científicas y dirigir hábilmente el
ejército en guerra contra un enemigo poderoso, normalizar la vida del
pueblo y satisfacer las necesidades del frente en circunstancias de
guerra, así como organizar con habilidad los transportes bajo las
difíciles condiciones de bombardeos nocturnos de la aviación enemiga.
Aunque sufrimos tremendas pérdidas a consecuencia de los bombardeos
enemigos, adquirimos también rica experiencia en el combate antiaéreo.
El enemigo no es así. Por la noche no sabe combatir ni conducir
automóviles con los faros apagados. Por ser mercenarios, no pueden
soportar ni un solo día una guerra en que debieran sufrir una prueba
como la que sufrimos en tan difíciles condiciones.
La experiencia práctica nos convenció firmemente de que podíamos ganar
la guerra, sobreponiéndonos a toda dificultad, porque contamos con la
dirección del Partido del Trabajo de Corea y estamos dotados no de
ambición por la dinero, sino de una voluntad indoblegable y de las
invencibles ideas del marxismo-leninismo.
Sin embargo, el enemigo se desconcierta ante el más pequeño peligro y entra en caos irreparable.
Aun cuando Syngman Rhee emprendiera la “marcha hacia el Norte”, de la
que habla tan ruidosamente, no puede asustarnos. En la primera
contraofensiva, cuando nuestras unidades acorazadas avanzaban hacia
Soul, Syngman Rhee daba alaridos incluso por radio de que era incapaz de
frenar el avance de los tanques del “ejército comunista”. En el futuro,
si el enemigo se atreve a emprender una aventurera “marcha hacia el
Norte”, le asestaremos contraataque, y movilizaremos muchos aviones.
Entonces el enemigo lanzará gritos lastimeros al verse impotente de
detener el ataque de la aviación del “ejército comunista”.
Tampoco tememos a que el imperialismo yanqui provoque una guerra
mundial. Entonces, deberá combatir dispersándose en vastas regiones del
mundo, y no en reducido territorio como es el de Corea. Esto nos creara
una situación más favorable.
En caso de una posible guerra, nuestro pueblo, forjado en la pasada
contienda encarnizada de tres años, sabrá llevar a cabo mejor la
construcción de refugios antiaéreos y la labor de traslado, mientras que
los chóferes pueden conducir sus máquinas perfectamente, sin luces, en
la noche.
Como se ve, en la guerra nos forjamos y adquirimos rica y valiosa
experiencia. Es un tesoro precioso, un gran haber para la segura defensa
de nuestro país.
Cuarto, gracias a la justeza de la finalidad combativa de nuestro pueblo
y a su lucha de autosacrificio, la posición y el prestigio de nuestro
país en el mundo se elevaron de modo extraordinario, y contribuimos
grandemente a la tarea de preservar la paz y la seguridad en el planeta.
En todas partes del mundo ganamos gran número de amigos y el apoyo y la
simpatía de los pueblos. Esto es para nosotros una gran victoria.
A lo largo de la historia de nuestro país jamás fuimos objeto de tal
respaldo y simpatía y nuestro prestigio internacional nunca estuvo más
alto que ahora.
Durante la reciente visita de una delegación gubernamental de nuestro
país a la Unión Soviética y a los países de democracia popular de
Europa, todos nos desearon curar cuanto antes las heridas de guerra, nos
prometieron ayuda desinteresada basada en el internacionalismo
proletario.
Saludamos como una gran victoria la firma del Acuerdo de Armisticio,
mientras que Syngman Rhee dijo que era la mayor vergüenza estatal, ya
que 16 países lo firmaron por no haber podido vencer a un “pequeño
ejército comunista”. Tampoco los yanquis, desde luego, lo consideraron
honroso. Esto se debió a que el armisticio significaba revelar a fondo
ante los pueblos del mundo, especialmente de sus países dependientes, la
impotencia de EE.UU. que no pudo vencer siquiera a la “pequeña Corea”,
según expresaba. Para paliar tanta vergüenza, el imperialismo
norteamericano dilató más de 2 años las negociaciones de armisticio,
recurriendo a toda clase de artimañas para presentarse como
“triunfador”. Pero, en fin de cuentas, firmó el Acuerdo de Armisticio,
al comprender que no podría ganar la guerra.
El mismo no pudo evitar reconocer su derrota vergonzosa. En su crítica
al plan Truman respecto a la guerra coreana, un doctor norteamericano le
reprochó los siguientes errores:
Primero, había fallado al elegir “raza”, es decir, no tomaba en cuenta
que los coreanos eran gentes de firme voluntad, mientras que los chinos
eran muchos.
Segundo, combatió en una geografía desfavorable. Realmente, en Corea hay
muchas zonas montañosas y por eso no podía aplicar libremente la
técnica de la que tanto se vanagloriaba. Además, dijo que nunca podría
conquistar
Corea, porque no es una isla, sino un país peninsular con fronteras con
la Unión Soviética y China.
Tercero, el momento no era apropiado. Calificó de estúpido el propósito
de Estados Unidos de ocupar Corea en una época en que la revolución
china había triunfado, la Unión Soviética había restablecido su economía
destruida por la guerra, y, en especial, Corea del Norte había sentado
sólida base democrática durante los cinco años siguientes a la
liberación.
No sé a qué clase pertenece ese doctor, pero considero que acertó en lo
que dijo. A lo largo de su historia, EE.UU. no perdió ninguna de sus
guerras de agresión. Sin embargo, mascó el polvo amargo de la derrota en
la guerra coreana.
¿Cuáles fueron, entonces, los factores que nos permitieron aniquilar a
las tropas agresoras imperialistas norteamericanas, que se jactaban de
su “supremacía” mundial, y obtener la gran victoria en la Guerra de
Liberación de la Patria?
Primero, nuestro pueblo de hoy no es el pueblo coreano de ayer, sino un pueblo nuevo, consciente, dueño de su país y del poder.
Nuestro pueblo ya no es aquel pueblo atrasado e inconsciente, subyugado
por las corruptas clases dominantes feudales de la dinastía de los Ri,
que duró 500 años.
En el pasado, los gobernantes feudales de nuestro país permanecían de
brazos cruzados sin hacer nada, mientras Japón progresaba con rapidez
después de la restauración de Meiji. Enfrentaban con rifles de mecha a
los japoneses, que invadían con fusiles de repetición de cinco balas.
¿Cómo iban a vencer al enemigo?
Después de la liberación, trabajamos para no volver a la ofensa y
humillación que sufrimos durante medio siglo como esclavos coloniales
del imperialismo japonés, como pueblo
privado de su propio país, trabajamos para hacer rico y poderoso al
país. Con nuestras propias manos establecimos el Poder popular y
llevamos a cabo reformas democráticas. En los cinco años siguientes a la
liberación, realizamos grandes cambios en los dominios político,
económico, cultural, etc., y asentamos la sólida base democrática.
El coreano es un pueblo de nuevo tipo, que vive un nuevo régimen.
Segundo, el pueblo coreano salió vencedor en la guerra porque contaba
con el Partido del Trabajo de Corea, fuerza rectora y orientadora,
firmemente dotado de la teoría marxistaleninista.
En cada período y etapa de la guerra, el Partido del Trabajo de Corea
trazó la correcta orientación estratégica, organizó y movilizó al pueblo
para la victoria.
Sus militantes marchaban en la vanguardia cuando atacábamos y en la
retaguardia para impedir el avance enemigo, cuando nos retirábamos. En
las fábricas y aldeas, fueron siempre los primeros en ejecutar los
trabajos más difíciles.
Ahora contamos con un millón de militantes. Estos, armados con las ideas marxistas-leninistas, son fuerza portentosa.
Los pueblos de la Unión Soviética y de otros países dicen que el
Ejército Popular de Corea es un ejército muy potente en el mundo; si es
tan potente se debe a que lo dirige el Partido y nuestros militantes
desempeñan el papel de vanguardia, de núcleo del Ejército.
Esto fue la garantía decisiva que nos permitió defender la República de
la agresión armada imperialista. Incluso el enemigo no pudo dejar de
reconocer nuestra potencia.
En vísperas del alto el fuego, cuando Syngman Rhee alborotaba sobre una
“marcha hacia el Norte” por
separado, concentramos golpes en el ejército títere. Más tarde, los
periódicos de Corea del Sur publicaron, palabra más o menos, el
contenido de las charlas sostenidas entre Clark y Syngman Rhee. Clark
reprochaba a Syngman Rhee por desobedecer sus consejos de guardar
silencio y no vociferar sobre la “marcha hacia el Norte” por separado.
Decía: “Cálmese y no recurra a la vanidad, si, como ochentón que es,
quiere mantenerse en la presidencia unos años más. Por no escuchar mis
consejos y gritar a voz en cuello marcha hacia el Norte, esta vez el
ejército comunista cambió su dirección a encauzar el ataque contra
vuestro ejército de defensa nacional, ¿no es así? Las fuerzas del
ejército comunista del Norte se calculan en cientos de miles de
efectivos, de los cuales hay numerosos cuadros con ideas comunistas.”
Los soldados del “ejército de defensa nacional”, que regresaron del
frente a Pusan cuando Syngman Rhee gritaba acerca de una “marcha hacia
el Norte” por separado, vieron marchar a unas decenas de miembros del
“cuerpo juvenil de Taehan” gritando lo mismo. Entonces se quitaron sus
uniformes militares y se los tiraron diciendo: “Pónganselos y vayan
solos hacia el Norte si quieren”. Esto prueba que estaban atemorizados
en el frente y se daban cuenta de que “la marcha hacia el Norte” era
imposible.
Tercer, nuestra victoria se debió también al apoyo y el respaldo de las
fuerzas democráticas internacionales. Si en la guerra hubiéramos
combatido aislados, no habríamos podido vencer.
Gracias a todas las condiciones mencionadas, pudimos triunfar en la Guerra de Liberación de la Patria y venceremos siempre.
Hoy, después de la victoria en la guerra, se nos plantean nuevas y grandes tareas. La tarea revolucionaria más
importante consiste en consolidar la victoria alcanzada y, a la vez, realizar la reunificación pacífica de la Patria.
Para lograrla debemos fortalecer antes que nada la base democrática.
Esta es la fuente y el punto de apoyo de nuestra revolución.
Para dar mayor solidez a la base democrática, es necesario, ante todo,
sentar firmes cimientos para una economía independiente y normalizar lo
más pronto posible la arruinada vida del pueblo restableciendo la
industria y la agricultura devastadas por la guerra.
Tenemos condiciones favorables para cumplir con éxito esta difícil, pero
honrosa tarea y, más adelante, emprender la industrialización del país:
Primero, en el período de la construcción pacífica y la cruenta guerra,
nuestro pueblo adquirió valiosa experiencia y se preparó como
combatiente dispuesto a vencer con audacia todo tipo de contratiempos.
Contamos ahora con muchos técnicos y cuadros nacionales y seguimos
formándolos en gran número. En el tan difícil tiempo de guerra, enviamos
muchas personas a estudiar en otros países.
No hay ningún baluarte inconquistable para nosotros, gracias a que
contamos con el Partido del Trabajo de Corea, el Gobierno de la
República y excelentes cuadros dirigentes, templados en el fragor de la
guerra.
Segundo, tenemos abundantes recursos naturales.
Son inagotables nuestras riquezas de oro, plata, cobre, hierro, carbón,
electricidad, madera, pesca, etc. También tenemos tierras fértiles y
fuentes de abundantes materias primas, que nos permiten resolver a
satisfacción la cuestión del alimento y del vestido. El problema reside
en cómo movilizarlas y aprovecharlas adecuadamente.
Tercer, los pueblos de la Unión Soviética, de China y de otros países
hermanos, que nos apoyaron y respaldaron activamente durante la
construcción pacífica y en especial durante la guerra, nos prometieron
mucha ayuda para restablecer y construir la economía nacional en la
postguerra.
En resumidas cuentas, todo depende de lo que hagamos nosotros mismos. Si
trabajamos tesoneramente, con el mismo ímpetu con el cual aniquilamos
con valentía al enemigo en la guerra, si elevamos nuestra preparación
técnica y gestora para utilizar en forma correcta la ayuda de los países
hermanos y las riquezas naturales y fuentes internas de nuestro país,
realmente lograremos grandes éxitos en la construcción económica y en la
mejora de la vida del pueblo.
Acabaremos con el atraso secular y con la unilateralidad colonial de
nuestra industria, y echaremos sólidos cimientos para una economía
nacional independiente. Después de cumplido el Plan Trienal, no nos
orientaremos hacia el simple restablecimiento de la industria, sino
hacia la construcción en gran escala de fábricas necesarias y la
reconstrucción técnica de la economía nacional y entraremos en la etapa
de establecer las bases de la industrialización.
De esta manera, nuestra economía nacional se librará de la técnica
atrasada, progresará sobre la base de otra nueva, y podremos elevar el
nivel de vida material y cultural del pueblo y, en fin de cuentas,
solucionarle, en lo fundamental, el problema de la alimentación, el
vestido y la vivienda.
Cuando llevemos a exitosa culminación la construcción económica que
planeamos, entre el Norte y el Sur de Corea habrá una distancia como del
cielo a la tierra en el desarrollo económico y cultural y en las
condiciones de vida de la población. Entonces, la situación de la
camarilla de Syngman Rhee será, sin duda alguna, muy crítica.
Hasta recalcitrantes nacionalistas como Kim Ku y Kim Kyu Sik, que
vinieron a Corea del Norte para asistir a la Conferencia Conjunta de
Representantes de Partidos Políticos y Organizaciones Sociales de Corea
del Norte y del Sur, celebrada en 1948, antes de regresar, después de
ver nuestro régimen democrático popular y el desarrollo de la parte
Norte aún en etapa inicial, juraron diciendo: “Ustedes son auténticos
patriotas. No serviremos más a los norteamericanos”.
Más aún, cuando la parte Norte de la República vaya convirtiéndose en
paraíso terrenal, mientras que, por el contrario, la economía de la
parte Sur se destruya y sea cada vez más miserable la vida de la
población, los sudcoreanos no permanecerán de brazos cruzados, sino que
lucharán, junto con nosotros, contra el imperialismo yanqui y la
camarilla de Syngman Rhee. Entonces podríamos reunificar nuestra Patria
por vía pacífica.
Hace falta restaurar y desarrollar rápidamente nuestra economía y
fortalecer la base democrática. Consolidar la retaguardia es importante
para reforzar nuestras fuerzas armadas y para asegurar el triunfo en la
guerra. La camarilla de Syngman Rhee cacareó, desde el comienzo, que
colocaría la “bandera nacional de Corea del Sur” en el monte Paektu,
pero no lo logró ni lo logrará tampoco en el futuro. Al contrario,
llegará sin falta un día en que izaremos la bandera de la República
sobre el monte Halla.
Nuestro Ejército Popular debe defender firmemente la base democrática
del Norte de la República, que va creciendo y ganando en fortaleza día a
día. Debe hacer respetar el Acuerdo de Armisticio y proteger con
firmeza la línea defensiva de la Patria, para impedir que los invasores
se atrevan a tocar nuestra base democrática. Si el enemigo provoca otra
guerra, no sólo lo rechazará sin demora, sino que además le perseguirá
hasta
aniquilar su última guarida y así logrará la causa de la reunificación
del país. Por eso debe aprovechar con más eficacia la tregua y
consolidar sus fuerzas.
El Ejército Popular tiene que seguir elevando la vigilancia
revolucionaria y no aflojar el estado de tensión, como en tiempo de
guerra, construir más sólidas instalaciones de defensa a lo largo de las
costas Este y Oeste y de la línea de demarcación, así como estar
siempre perfectamente preparado.
Debemos fortalecer el Ejército Popular cualitativamente. Dotarlo
firmemente, aun cuando se reduzca el número de efectivos, de las ideas
marxistas-leninistas, así como de armas ultramodernas y potentes equipos
de fuego.
Hay que equipar a nuestro Ejército con armas y equipos técnicos de
combate, móviles y adecuados a la geografía de nuestro país y reforzar
la artillería.
Anteriormente, había tendencias muy erróneas. Incluso en la quinta
operación de la tercera etapa de la guerra, sujetos como Kim Ung
incurrieron en graves errores dejando los cañones en la retaguardia, sin
aprovecharlos, e insistiendo en los combates cuerpo a cuerpo, apoyados
con granadas de mano y armas ligeras. Los comandantes deberán elevar
decisivamente la capacidad de mando en cuanto al uso de la artillería.
Importante problema para consolidar cualitativamente el Ejército Popular es potenciar el papel de los estados mayores.
Estos adolecen todavía de muchas deficiencias en el trabajo. En nuestro
país hay un dicho: “no hay general sin soldados”. No se puede ganar una
batalla sin valerse adecuadamente del estado mayor, sin asegurar la
organización y el mando científico de los combates.
Nos incumbe la tarea de fortalecer a nuestros estados mayores para que
sepan organizar paciente y certeramente la
guerra moderna basándose en la correcta evaluación de la situación del
enemigo y de las fuerzas de nuestro Ejército, en juicios científicos.
Es importante, además, elevar la capacidad organizativa y de mando de
los oficiales de nuestro Ejército Popular. Les compete asimilar la
ciencia militar avanzada para dominar el arte de mando, que les permita
mantener y dirigir con maestría el ejército moderno.
Además, debemos preparar las reservas. Para ello debemos mejorar el
funcionamiento de las escuelas de oficiales y elevar el nivel de los
cuadros y los militares de modo que asuman y cumplan un cargo superior.
Por ejemplo, que un jefe de sección pueda desempeñar las funciones de
jefe de compañía, éste las de jefe de batallón. De tal modo podremos
convertir nuestro Ejército Popular en ejército de cuadros.
Al mismo tiempo que lo fortalecemos, debemos intensificar la capacitación militar de todo el pueblo.
Por otra parte es preciso mejorar la administración de las unidades.
Los jefes de batallón, compañía y sección aún tienen muchas deficiencias
en la administración de sus unidades. Hay algunos mandos que persisten
en el método de trabajo burocrático, razón por la cual en ciertas
unidades de nuestro Ejército Popular, ejército revolucionario, surgen
todavía diversas emergencias. Es aconsejable intensificar tanto entre
oficiales como entre sargentos mayores y subjefes de sección la
educación referente a la administración de las pequeñas unidades.
Es menester que el Ejército Popular esté siempre firmemente unido en lo
ideológico. Hay que establecer el rasgo moral de que el superior aprecie
sinceramente al subordinado y el subordinado respete al superior. Sin
esto no podremos
triunfar en la guerra.
Ahora, nuestro Partido lleva a cabo el control del espíritu partidista.
Hay que efectuarlo en el Ejército Popular en estrecha ligazón con el
problema de cómo se esfuerza cada comandante, como miembro del Partido,
en aras de la administración de las unidades y la educación de los
subordinados y de qué éxitos logra.
Además, hay que combinarlo con un balance justo de los tres años de
guerra y con el problema de extraer la rica experiencia y lecciones,
para tomarlas como guía en el servicio, así como con el de mejorar
cabalmente las actividades de los sectores de exploración,
comunicaciones e ingeniería e imprimir cambios cualitativos al uso de la
artillería y la administración de las unidades.
Estoy firmemente seguro de que ustedes cumplirán con lealtad todas las
tareas, con arreglo a las exigencias del Partido y el Gobierno.
Fuente: Marxists Internet Archive, diciembre de
2009.