miércoles, 14 de octubre de 2020

LA "DEUTSCHE SINFONIE", DEL COMPOSITOR COMUNISTA HANS EISLER

La Deutsche Sinfonía de Eisler: un himno contra el totalitarismo.

Eisler nació en el seno de una familia judío-protestante de Leipzig en 1898, su padre siendo maestro de filosofía. Mientras era aún un infante, su familia se mudó a Viena. Dada la profesión de su padre, Hanns y sus hermanos estuvieron altamente politizados desde temprana edad; casi todos ellos estuvieron involucrados en la política liberal o de izquierdas, siendo miembros de partidos comunistas e incluso agentes, si bien ellos acabaron trabajando para bandos opuestos durante la Guerra Fría: Su hermano Gerhardt terminó siendo un inquisidor de varios partidos comunistas y su hermana Ruth, quien se había desencantado del comunismo totalitario, laboraba como contraespía para el servicio secreto estadounidense. Hanns debió ser el más sensato de los tres, quizás porque tal y como Polanski lo sugiere en su aclamado filme El Pianista, los músicos no son buenos conspiradores. Hanns experimentó de primera mano la carnicería de los campos de batalla en la 1GM, resultando herido más de una vez en combate. No iniciaría su carrera musical sino hasta 1919 bajo la tutoría de nadie menos que Arnold Schoenberg. Él le enseñaría su recién inventada técnica dodecafónica en la que todas las notas tienen el mismo valor y mismas que durante una serie, no pueden aparecer más de una vez. Muchas de sus primeras composiciones poseen dichos procedimientos; mismos que Eisler aislaría o escondería en sus composiciones al notas que la música “funcional” era más efectiva al llevar sus mensajes al pueblo. En 1925 se mudó a Berlín como maestro de composición con el fin de experimentar aquél venturoso pero breve ensayo democrático llamado República de Weimar (1919-1933). En aquellos días, Eisler fue muy solicitado para escribir música dedicada a desfiles de obreros y coros populares, de igual forma siendo columnista en el diario de izquierdas “Die Rote Fahne”(La bandera roja). En 1928, comenzaría una larga colaboración con Berthold Brecht, uno de los dramaturgos más importantes de Alemania y quien ya había colaborado antes con Kurt Weill, ya entonces apodado “El Verdi de los marginados”. No obstante, la historia no estaría de su lado al surgir, de las sombras y del caos democrático, un régimen totalitario. Mientras que Hitler y sus hombres comenzaban a conquistar Alemania de manera ideológica, Brecht y Eisler se embarcaron en el estreno de su película anti-Nazi titulada “Estómago vacío”; misma que concluía con el himno Solidaridad de Eisler, prontamente convertido en un canto de batalla. Tal y como era de esperarse, a ambos artistas se les prohibió el retorno a Alemania  mientras realizaban una gira en Checoslovaquia en 1933 y sus obras fueron puestas en la infame lista negra del “arte degenerado”. Eisler entonces comenzó un largo viaje por Europa disfrutando lecciones ideológicas en Moscú, ayudando a tropas republicanas en España y regocijándose en cafés bohemios de París antes de instalarse en 1937 en EUA, sitio donde trabajó como compositor de películas. Durante su exilio, nunca detuvo su actividad política al escribir artículos ideológicos sobre la resistencia y obras musicales como su Deutsche Sinfonie, la cual es un himno contra el totalitarismo.
Compuesta entre 1935 y 1947, la sinfonía es heredera de las sinfonías-universo de Mahler, amalgamando oratorio con sinfonía, secciones corales y orquestales; poniendo canciones al lado de fugas, poemas junto a declaraciones, dodecafonicsmo y vanguardismo al lado de ideas populares… La obra fue completada al terminar el exilio de Eisler, del cual regresó en 1948 a Alemania Oriental tras ser acosado y deportado durante la purga macartista en EUA, dirigida a todo aquel que profesara simpatías hacia la izquierda. Le tomó a Eisler otros diez años para estrenar su obra ya que la burocracia cultural de Alemania Oriental era similar a la de la URSS. Sus diferencias con las autoridades de la RDA eran tales que en 1953 le cancelaron un libreto de una ópera presentando a Fausto como un renegado. La sinfonía fue estrenada en 1959 y si bien Brecht había provisto los poemas, no pudo ver su obra conjunta terminada al haber muerto tres años antes. La obra requiere de una orquesta mediana con tres solistas adicionales (mezzosoprano, barítono y bajo), dos recitantes y coro mixto.

Su Präludium inicial comienza con sonoridades oscuras para las cuerdas, gradualmente acompañadas por trompetas. Un corno llama y empieza una serie que realiza líneas contrapunteadas. El coro entra susurrando “¡Oh, Alemania, madre pálida! ¿Cómo yaces profanada en la sangre de tus mejore hijos?” en coloraciones opacas y transformaciones contrapuntísticas; esto conlleva a un interludio orquestal en el que la Internacional suena en los metales y las percusiones. El ambiente inicial regresa para introducir el segundo movimiento, un poema recordando a Los luchadores en los campos de concentración. La mezzosoprano lleva ahora la voz mientras cuenta los horrores de la desesperación, la reclusión, el aislamiento y la muerte de dichos lugares: “[ellos yacen] Sujetos a la brutalidad, a la tortura, desaparecidos e incorregibles”. Entonces el coro entra y ensalza su coraje “Ni las golpizas, ni las ejecuciones pudieron detener su causa justa” mientras las sonoridades suben en crescendos y unidas por las fuerzas orquestales. La mezzosoprano anuncia de nuevo en palabras fuertes “ustedes son y siempre serán los verdaderos líderes de Alemania”. Este movimiento quizás tuvo repercusiones sobre Eisler ya que al ser tanto judío como comunista, al haber permanecido en Alemania en aquél entonces lo más seguro es que habría sido ejecutado de inmediato. El tercer movimiento se titula Estudio para Orquesta, el cual es en verdad un veloz scherzo. Las cuerdas entran y son constantemente interrumpidas por los alientos y metales, siempre plagados de insistentes golpes en las percusiones. El pequeño trío central posee una melodía para trompeta sola que imitara el sonido del clarín, mismo que se transforma en una danza de cabaret. El cuarto movimiento se titula En Potsdam “bajo los robles” sobre un poema basado en repeticiones: éste a su vez está basado en una nota roja de la 1GM: habla sobre el asalto al funeral de un joven comunista que fue a la guerra bajo “los influjos y los trucos de la Patria”. El barítono aquí toma el rol inicial y su constante canto nos habla de ideas como un ataúd con la frase “listo para vida eterna de los héroes” o las “hojas de roble” en su carcaza. Las voces femeninas del coro son usadas en contraste con la profunda voz del solista. El movimiento termina con una feroz descripción orquestal del asalto policiaco final. El quinto poema se intitula Sonnenburg, el cual era un campo de concentración que se convirtió exclusivamente en prisión para activistas políticos. La mezzo y el barítono son clave para contar aquí la historia de “guardias y prisioneros llevados a la hambruna”, mismos que incluso en visitas de Hitler serían obedientes “ofreciendo nada más que sus manos vacías”. El sexto movimiento es un Intermezzo que sirve de Adagio. Un lied para viola  y trompeta abre su carácter seco y serial, siendo acompañados por el chelo. Pronto también se une el clarinete, avanzando progresivamente pero silenciosamente junto con las cuerdas. Esto pronto se vuelve una procesión fúnebre para los alientos y las cuerdas, mismo que es invadido por el sonido e instrumentación más densa, a veces acelerando su velocidad, a veces disminuyéndola. El movimiento cierra silenciosamente como abrió, dando paso al núcleo de la sinfonía.

Este se compone de tres cantatas que ensalzan las figuras de los intelectuales insurrectos, los campesinos y finalmente los obreros. En la primera cantata asistimos al Entierro de un “buscapleitos” en un ataúd de zinc, en otras palabras, un intelectual usado de chivo expiatorio. La oscura y poderosa voz del bajo sirve para contar su historia, mientras que la gente lanza continuas imprecaciones con los metales al gritar: “¡Entiérrenlo, entiérrenlo ya!” Ciertamente se trataba de un intelectual que insistía que todos deberían alzarse juntos “hasta que las cosas mejoraran para todos”, quien exigía una vida digna y solidaridad para los oprimidos; por éste crimen él fue condenado a morir y a ser puesto “en un ataúd de zinc” junto con sus iguales ”por toda la eternidad”. La segunda es la Cantata Campesina en la que se habla de las tribulaciones de los campesinos. Aquí figuran temas como el ateísmo (básico en la doctrina comunista) y la sumisión hacia las clases dominantes o las fuerzas de la naturaleza. La primera sección cuestiona la voluntad divina usando el clima adverso como ejemplo, mismo dilema hallado en las filosofías absurdas y existencialistas contemporáneas a la obra y que debaten sobre la indiferencia de los órdenes natural y divino ante la seguridad o el sufrimiento humano. También encontramos este cuestionamiento en la segunda sección en las que el coro clama “¿Acaso le importamos a Dios? o “El hombre nunca está seguro”.  A esto sigue un interludio orquestal con un solo para violín y un sprechsgesang sobre “aquellos que quieren imponer la civilización”, criticando a los generales y terratenientes. Este movimiento concluye con una canción popular en el que se implora un alzamiento campesino  a “no dejarse doblegar por aquella vida y mejor a resistir”.  La tercera y última de estas es la Cantata Obrera, misma que trata con la historia de Alemania desde Prusia hasta Hitler. Esta abre con cuerdas y alientos muy fatigados. La mezzo comienza este largo recitativo de la lucha de clases en como la educación ordena a respetar la propiedad antes que al ser humano, en cómo el mundo “injustamente se divide en dos” y en cómo “el pobre es cordero para matadero”.  Una marcha militar indica que la guerra se aproxima: el barítono cuenta las injusticias y el sufrimiento provocados por los oficiales gritando órdenes o de “los cuatro años que comimos mugre en el frente”.  La música de guerra se disipa y una república surge donde todos parecieran ser iguales en derechos y oportunidades, introducida por el coro. Las fallas de la república yacen, según Eisler y Brecht, en hacer que el capitalismo no funcione para los obreros. Solistas y coro se unen, como en aparente república, contando en como falsamente habían creído en Brüning (iglesia), von Papen (política) and Schleicher (militares) solo para ver “el diluvio caer sobre ellos”, siendo esto la caís de la república. Finalmente, un día “se vio pasar a la gente agitando banderas nuevas y proclamando que la enemistad de clases había muerto”: Los Nazis toman el poder en una masiva y amenazante marcha “señalando al Enemigo más allá de las fronteras; dejando morir al hambriento; silenciando al insurrecto y ejecutando a los hombres con consciencia”. Esto es concluido por un enorme canto llevado por el coro contra Hitler y los tiranos de su clase, fueran estos capitalistas, fascistas o incluso comunistas “Peleamos ustedes enemigos de la clase; ya sean Generales, Capitalistas o Nobles, ¡nuestros enemigos son ustedes!” Esta declaración del poder proletario se concluye por un largo Allegro orquestal. Éste comienza en las cuerdas y los metales, aproximándose al desarrollo musical contemporáneo propuesto por Karl Amadeus Hartmann en sus dos sinfonías finales. Eisler llama gradualmente a más instrumentos como metales y cuerdas para agregar dramatismo al desarrollo musical continuo. Una sección más lente comienza en los alientos y cuerdas que gana sonido intermitentemente. Este desarrollo fugal se reproduce gracias a los cuernos y las percusiones, que introducen la primera aparición del xilófono, cada vez proponiendo series musicales en vez de melodías, mismas que se rebelan ante las secciones tranquilas propuestas por los alientos. Un lied para violín, chelo y clarinetes comienza una fuga final, siempre permaneciendo dodecafónica y desafiante, la cual se funde en un gran final para toda la orquesta. Un corto pero conciso epilogo final para mezzosoprano y coro sirve como coda en las palabras “mirad a nuestros hijos, paralizados y ensangrentados, libres de su frígida prisión”. Una nación se alzará de sus cenizas dentro de poco.

¿Alemania se alzaría como una nueva y poderosa nación? Sí, pero le tomó un largo tiempo. Mientras Eisler aún vivía, la nación se separó en dos tras su derrota en la 2GM: dos tercios bajo dominio británico, francés y estadounidense y el otro bajo dominio de la URSS. Como resultado, la nación pronto experimentó un cisma ideológico que pronto tuvo consecuencias geográficas: entre 1948 y 1949, nacieron una Alemania Occidental capitalista y una Alemania Oriental comunista. Eisler vivió felizmente bajo el régimen comunista, incluso compuso el himno nacional, pero tal y como lo vimos esto terminaría al encontrarse con sus barreras ideológicas y burocráticas. No obstante, siguió ostentando posiciones estatales y prestigio en las dos Alemanias, tanto así que hoy en día la Academia musical de Berlín posee aún su nombre, por ejemplo. Al morir en 1962, Eisler dejó su nación en el zenit de la división ideológica de la Guerra Fría: Berlín, ciudad que había quedado libre, sucumbió a la separación y se volvió símbolo del estado mundial. Tomó 28 reunificar la ciudad y el país; cuando aquello ocurrió, la mitad de éste era parte de la Unión Europea y la otra mitad aún se hallaba atrasada tres décadas social y económicamente. No obstante, no le tomó mucho tiempo al pueblo alemán restaurarse al poderío económico que poseía antes de la 1GM e incluso más allá: Hoy en día, Alemania es la nación más próspera de Europa, comprometida con la paz entre sus vecinos (¡al menos!) y se ha vuelto el líder mundial incontestable en la producción de energías renovables.

Sebastián Rodríguez Mayén.

Fuente: Musical Histories

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