jueves, 12 de julio de 2018

DECLARACION DE LA UNION DE ARQUITECTOS PROLETARIOS (VOPRA)


DECLARACION DE LA UNION DE ARQUITECTOS PROLETARIOS (VOPRA)

En todas las épocas de la sociedad clasista la arquitectura se hallaba al servicio de los intereses de la clase dominante; al responder ante todo a exigencias utilitarias y al estar determinada por la economía y la técnica de una época determinada, la arquitectura expresaba la psicología de la clase dominante en mayor medida aún que cualquier otra forma artística.
La arquitectura de la época del capitalismo se caracteriza por su tendencia al embellecimiento y por su exaltación del formalismo y del tecnicismo como fines en sí mismos.
En la U.R.S.S., dentro de las condiciones de la revolución proletaria y de la construcción socialista, la arquitectura continúa hallándose en una fase propia del arte burgués; el constructivismo, el formalismo y sobre todo el eclecticismo representan las corrientes dominantes de la arquitectura de nuestros días. Estas corrientes, idénticas a las del Occidente capitalista, aunque modificadas y adaptadas a nuestras condiciones bajo la influencia de nuestra realidad, siguen siendo esencialmente ajenas a esta última.
Al mismo tiempo, sobre los fundamentos económicos del período de transición está elevándose una arquitectura proletaria. Una arquitectura que surge sobre la base de una economía planificada y de una técnica de vanguardia y que está obligada a asumir las tareas planteadas por el proceso de construcción de la nueva sociedad socialista.
La función social de la arquitectura en manos del proletariado adquiere una importancia particular. La arquitectura proletaria no es un instrumento de opresión y esclavitud, no es un arte pasivo­contemplativo, sino un arte activo que debe convertirse en medio de emancipación de las masas, en potente levadura para la construcción del socialismo y de una nueva vida colectiva, organizando la psique, educando activamente la voluntad y el sentimiento de las masas para la lucha en favor del comunismo.
Rechazamos la arquitectura ecléctica y el método de los eclécticos que copian mecánicamente la vieja arquitectura siguiendo ciegamente los cánones y los esquemas clásicos. El eclecticismo se difunde particularmente en el campo arquitectónico en la época del capital comercial­industrial. Dada la anarquía de la producción y de la economía, fundadas en la propiedad privada y en la competencia, y reflejando los aspectos de este sistema económico, la arquitectura se iba transformando cada vez más en una mercancía. En nuestros días el eclecticismo es reaccionario por su utilización de los métodos más atrasados de la construcción; ignora las propiedades de los materiales modernos y los métodos de la producción urbanística, entrando en contradicción con las conquistas de la técnica industrial. El eclecticismo es reaccionario en cuanto que aspira a formas de vida fundadas en la pequeña propiedad, sofoca los gérmenes del nuevo modo de vida colectivista; es reaccionario y además enemigo nuestro en el plano ideológico, puesto que en la realidad da origen a formas clasistas que nos son extrañas.

Rechazamos el formalismo arquitectónico aparecido en el período del capitalismo industrial desarrollado, en el momento en que, como consecuencia del poderoso desarrollo de la técnica industrial, se produjo un distanciamiento entre las formas decorativas (ornamentos «en varios estilos» y las construcciones y materiales de nuevo tipo (cemento armado, vidrio, etcétera). Al destacar el eclecticismo, los arquitectos de esta tendencia que no tuvieron, sin embargo, la fuerza de hacer coincidir sus concepciones con las exigencias técnicas de los nuevos tiempos, se han hundido en los abstractos pantanos de una forma arquitectónica (nueva). El formalismo es la consecuencia del encuentro entre la psicoideología y las costumbres de la intelectualidad pequeño­burguesa y las tendencias monopolistas de la época del capital financiero.
Rechazamos el formalismo, su búsqueda de formas arquitectónicas abstractas realizada exclusivamente en laboratorios; unas formas en las que se introduce a la fuerza el contenido de la construcción y se ignora el proceso de la construcción, los materiales y la importancia de la técnica en el campo de la arquitectura.
Rechazamos el formalismo desarraigado de nuestras condiciones, de las tareas de carácter utilitario-social propuestas por el proletariado. Detestamos particularmente las fantasías y las utopías sin fundamento de los arquitectos formalistas en lo que concierne a la asunción de las tareas de carácter social y cotidiano, así como el carácter idealista de su teórica y de sus métodos de trabajo.
Reconocemos la función histórica positiva del constructivismo (así como del formalismo en el proceso de superación del eclecticismo, de la routine técnica en el planteamiento de los problemas de la racionalización, de la mecanización y de la standarización y en la propagación de la técnica industrial, etc. Pero al mismo tiempo observamos que el constructivismo, en las condiciones de la U.R.S.S., aun consiguiendo resultados positivos en lo que concierne a la crítica del eclecticismo y de las formas arquitectónicas preindustriales, no ha podido ir más allá de la fase de «izquierda» y «revolucionaria» ni en su teoría ni en su práctica.
Rechazamos el constructivismo que ha crecido sobre la base del capital financiero. Los rasgos esenciales del capital monopolista ­la aspiración a la racionalización y a la poderosa industrialización­ han determinado esta arquitectura. El constructivismo, además de negar el arte para sustituirlo con la técnica y la ingeniería, ha sido en el campo arquitectónico el reflejo de los grandes grupos capitalistas de la burguesía cuyo vehículo psicológico estaba representado por la intelectualidad técnica con su típico fetichismo de la máquina, con su antipsicologismo y su materialismo vulgar.
Renegamos del constructivismo de nuestra época que ignora el contenido artístico y los medios de influencia artística. Renegamos del constructivismo con sus invenciones abstractas, su ciega imitación y su pretensión de transferir mecánicamente a nuestro suelo la técnica occidental, sin tener en cuenta las condiciones locales y las posibilidades reales, la cantidad y la presencia de ciertos materiales y de ciertos factores económicos, con su fuga hacia adelante en lo que respecta a la solución de los problemas de carácter social­cotidiano.
Repudiamos el constructivismo que acaba en la complacencia estética por la construcción, en la imitación de las formas externas de la técnica industrial, y que se pierde en un tecnicismo sin más y en una fetichización de la máquina. Repudiamos la teórica de los constructivistas, fundada en el materialismo vulgar, y su funcionalismo formalmente técnico como método de trabajo y de análisis de la arquitectura.
Consideramos sin fundamento y nihilista la posición de los constructivistas que niegan toda función al arte en la conformación del organismo arquitectónico. Recordando que en nuestras circunstancias la arquitectura adquiere un papel dominante con respecto a las otras clases de artes espaciales, hemos de subrayar la necesidad, en el proceso formativo de la arquitectura, de investigaciones realizadas mediante la utilización de todos los tipos de arte con la vista en su unidad orgánica.
Rechazamos todo intento de enmascarar la función clasista de la arquitectura y de imponer al proletariado una arquitectura extraclasista cuya existencia sólo es posible en las condiciones de una sociedad comunista. Consideramos que en la época de la dictadura del proletariado y de la lucha por la organización socialista del mundo, la arquitectura debe ser clasista por su contenido y por su forma, debe satisfacer las exigencias del proletariado hoy hegemónico, proletariado que incluye a los trabajadores y a los oprimidos de todo el mundo; consideramos que la arquitectura de este período debe participar en la lucha de clases con todos los medios a su disposición.
Consideramos que la arquitectura proletaria debe desarrollarse utilizando el método del materialismo dialéctico en la teoría y en la práctica.
Estamos a favor de una arquitectura fundada en una base técnico­científica moderna. En esta época de industrialización y de construcción del socialismo no podemos imaginar una arquitectura que, sin un gran progreso técnico, asimile métodos de trabajo más perfeccionados.
Al rechazar todo conservadurismo y cualquier invención utópica, venga de donde viniere, nos mostramos favorables al máximo progreso en el campo de la ciencia y de la técnica; estamos por una reorganización radical de los métodos de construcción, por la
mecanización, la standarización, etc., por una utilización clasista y crítica de todas las conquistas de la técnica europea y americana desde el punto de vista de su funcionalidad en nuestras condiciones concretas y dentro de nuestras posibilidades reales.
Al partir de los objetivos fundamentales de nuestra teoría debemos orientar la ciencia y la técnica hacia la mayor racionalización y el mínimo costo de nuestras construcciones. Para nosotros la cuestión de la economía y la racionalidad es fundamental.
El interés de clase del proletariado ante una revolución cultural y de las costumbres ha planteado a los arquitectos nuevas tareas e indica a la arquitectura uno de los instrumentos de lucha más importantes para alcanzar un modo de vida colectivo así como la reforma cultural.
Tendencias fundamentales en nuestra vida son: la aspiración a la colectivización en todos los campos y la creación de condiciones sanas y racionales para la vida en común, para el trabajo y para el descanso. El arquitecto tiene frente así toda una serie de tareas prácticas: la construcción de habitaciones no fundadas en la pequeña propiedad, sino de tipo colectivo. la construcción de fábricas vistas como puestos de trabajo organizado en un ambiente sano, la construcción de círculos aptos para un descanso inteligente y para la educación comunista de las masas, casas de reposo, asilos, etc.
Todas estas tareas deben ser asumidas no sólo desde el punto de vista de la racionalidad técnico­utilitaria y, en consecuencia, no sólo desde el punto de vista de las funciones estrictamente particulares del edificio (constructivismo), sino, sobre todo, desde el punto de vista de la amplia importancia social del edificio.
Nosotros pretendemos tener en cuenta el nuevo tipo de vida, queremos dedicar la máxima atención a los particulares y deseamos dar plena satisfacción a todas las exigencias del consumidor masivo de la arquitectura, ofrecer una satisfacción activa y no pasiva: el arquitecto debe ser un propagandista, el organizador de nuevas formas de trabajo y de vida cotidiana, sin alejarse de la realidad y sin quedarse en lo que ya ha sido adquirido; el arquitecto ha de encontrarse en la vanguardia del movimiento proletario.
Las tareas cotidianas de la arquitectura (habitaciones, círculos, fábricas, etc.) no constituyen sólo problemas de carácter productivo, de hábitos y técnica, sino también artísticos; son problemas relativos a la influencia alcanzable con medios arquitectónicos sobre el mundo emotivo del hombre, sobre su psique.
Las tareas cotidianas de la arquitectura (habitaciones, círculos, fábricas, etc.) conllevan la tendencia a organizar sólo las sensaciones (formalismo), así como la tendencia a complacerse sólo con la «belleza» (eclecticismo y constructivismo). Estamos a favor de un arte proletario que con su contenido exprese los intereses más profundos y las aspiraciones de la clase obrera y abarque toda la gama de las sensaciones, todo el complicado conjunto de las emociones y de las ideas humanas.
Estamos a favor de una arquitectura proletaria, clasista, a favor de un arte integral en el plano de la construcción de la forma, a favor de un arte audaz, capaz de organizar la voluntad de las masas conduciéndolas hacía la lucha y el trabajo. Estamos contra la separación de forma y contenido, de forma y construcción, y a favor de su unidad orgánica. Para nosotros la forma no es un canon ni un símbolo abstracto; la construcción no es un fin en sí misma: ambas son medios de expresión de un contenido concreto. El arquitecto debe dominar tanto el mundo formal­compositivo como el constructivo. Estamos a favor de la asimilación de la cultura del pasado, a favor del estudio con los métodos del análisis marxista, pero no para imitar y copiar mecánicamente (eclecticismo), sino para emplear críticamente la experiencia histórica en el proceso de creación de la arquitectura proletaria. Estamos a favor de la utilización de la dialéctica en el campo de la creación arquitectónica, así como del empleo de todas las conquistas de la ciencia moderna sobre la forma, el color, etc.
Así, pues, nuestro método en el campo de la arquitectura consiste en abarcar por completo toda la gama de intereses, en tener en cuenta el mayor número posible de elementos que determinan la arquitectura misma, en la conexión recíproca, en sus contradicciones y recíprocas influencias (socio­económicas, emotivo­ideológicas, constructivo­técnicas, etc.). Estamos en contra de cualquier solución aislada de los momentos particulares. Estamos a favor de una solución orgánica de todo el problema en su conjunto, yendo de lo general a lo particular y de lo particular a lo general, del análisis de las partes a la generalización sintética del todo. Estamos a favor de todas las soluciones completas de la arquitectura partiendo de las tareas económicas de carácter general, de las exigencias actuales y de las aspiraciones hacia el futuro teniendo en cuenta las condiciones específicas locales.
En cada tarea concreta nosotros concretamos nuestra atención sobre los momentos fundamentales de la misma, momentos dictados ­como siempre­ por los intereses de clase del proletariado a la arquitectura en su conjunto.
Estamos a favor del método del materialismo dialéctico en el trabajo de proyección y de investigación. La arquitectura proletaria no debe quedarse cerrada en un estrecho círculo de especialistas; al contrario, debe constituirse en patrimonio de las grandes masas con cuya participación, control y juicio ha de ser creada. El camino de la arquitectura proletaria lleva desde «el arte para las masas» al «arte de las masas». Y éste no es el camino del estudioso aislado y encerrado, sino el camino del enérgico trabajador social y del combatiente por la causa de la clase obrera.

Miembros fundadores del Vopra:
Alabian, Baburov, Babenkov, Vlasov, Deriabin, Zapletín, Zaslavski, Zílberg, Ivanov, Kozelkov, Kocar, Krestin, Kriukov, Kupovski, Mazmazian, Maca, Michailov, Mordvinov, Poliakov, Terechin, Simbirchev, Solodovnik, Faifel.

Texto de 1930, aproximadamente.
Fuente: Constructivismo (Ed. Comunicación, 1973)

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