domingo, 12 de agosto de 2012

"CATEDRAL DEL SOCIALISMO", DE LYONEL FEININGER



Catedral del Socialismo
Lyonel Feininger
1919
Xilografía
19,7 x 32 cm
Archivo de la Bauhaus de Berlín

Gestada por Walter Gropius, la Bauhaus fue la “Nueva Academia” producto de la fusión en Weimar entre la Academia de Bellas Artes y la Escuela Kunstegewerbe fundada años atrás por Van de Velde; ésta recogía, en su mayoría, a reconocidos artistas de la época cuyo interés y buena voluntad estaban orientados a la reivindicación de la utopía civilizatoria de la modernidad a través de un arte que dignificaba las necesidades del hombre común extendiéndose a su vida cotidiana y ordinaria. A finales de 1919 nacía el primer manifiesto llamado “Proclama de la Bauhaus” que se convertiría en la postura programática de una naciente escuela que propendía por una formación en todas las ramas del diseño distinguiendo, como integrador y gran arte, a la arquitectura. Decía el manifiesto:

“El objetivo último de las artes visuales es el edificio total. (…) Arquitectos, pintores y escultores, todos debemos volvernos hacia la artesanía. (…) Vamos a concebir, a considerar y a crear juntos el nuevo edificio del futuro que reunirá en una sola creación integrada: arquitectura, pintura y escultura elevándose al cielo, saliendo de las manos de un millón de artesanos, símbolo cristalino de la nueva fe del futuro”.

Inicialmente, la idea del “edificio total” que permeó el pensamiento de la Bauhaus para aquel entonces, parecía hacer una analogía con la manera en que siglos atrás cientos de artesanos medievales habían logrado consumar el anhelo y la voluntad general del pueblo, en la mística catedral. El gótico se convirtió en la proclama de la imagen unificada del nuevo tiempo y, no en vano, este manifiesto fundacional de la Bauhaus incorporó la Catedral del Socialismo del Lyonel Feininger en la cubierta de su proclama. Una imagen expresionista que recuerda el interior espiritualizado de las catedrales, diáfanas y cristalinas, que gracias a la “inmaterialidad” de los traslucidos vitrales, la luz penetraba en el espacio casi celestial de un edificio de esbelta estructura que más parecía ser una osatura, facilitando el elevar las intenciones humanas hacia los cielos. La catedral era, entonces, la consumación de la anhelo del pueblo redimido, liberado y reivindicado, era el verdadero espacio de participación colectiva donde no había distinción de raza o de condición política o económica, la catedral era, simplemente, de todos y para todos.

Fuente: Valentina Mejía Amézquita
 

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