jueves, 30 de marzo de 2017

"UNA HISTORIA DE LOCOS", EL GENOCIDIO ARMENIO CONTADO POR UN CINEASTA COMPROMETIDO

El 30 de diciembre de 1980, cuando el periodista José Antonio Gurriarán, de 41 años, caminaba por la Gran Vía de Madrid, oyó una gran explosión. Había estallado una bomba en la fachada del edificio de Swissair. Después de ver lo que había ocurrido, entró en una cabina de teléfono cercana para llamar a un fotógrafo del diario Pueblo, y en ese momento estalló una segunda bomba a sus pies. Hubo 9 heridos, entre ellos Gurriarán, que resultó afectado en ambas piernas. Cuando salió del hospital, caminando con muletas, quiso conocer a los autores del atentado. Un año más tarde, en 1982, en Libano, se reunió con los líderes del ESALA (Ejército Secreto Armenio para la Liberación de Armenia). Iban cubiertos con pasamontañas y durante la entrevista no abandonaron los fusiles Kalashnikov. El periodista regaló un libro del pacifista estadounidense asesinado Martin Luther King, al jefe del grupo armenio.

Ese mismo año publicó La Bomba, un no rotundo a la destrucción y a la muerte y un viva a la vida), libro en el que relata su búsqueda por Francia, Estados Unidos, Alemania y Líbano, de los tres miembros del ESALA que colocaron la bomba que le dejó malherido. Hoy, Gurriarán encabeza el movimiento para que el gobierno español reconozca de una vez el genocidio armenio.

Traducido al armenio y al francés, tuvo gran repercusión internacional y, en 2015, el realizador francés de origen armenio Robert Guédiguian, presentó en el Festival de Cannes la película Une histoire de fou (Una historia de locos), libremente inspirada en el libro de Gurriarán.

En Una historia de locos, Guédiguian ha tenido el acierto de conectar la historia particular de un herido accidentalmente en un atentado que, evidentemente, no iba dirigido contra él, con la memoria de un pueblo que lleva casi cien años reclamando que se le haga justicia por el genocidio llevado a cabo entre los años 1915 y 1918, y posteriormente a la guerra mundial, entre 1920 y 1923, por el estado de Turquía: “El pueblo armenio –según las enciclopedias más reconocidas- se vio sujeto a deportaciones, expropiaciones, secuestros, tortura, masacre e inanición. Una gran parte de la población de Armenia fue trasladada a Anatolia y Siria, desde donde la mayoría fue enviada al desierto para morir de hambre y sed. Gran número de armenios fueron masacrados metódicamente a lo largo y ancho del Imperio otomano. Ya en 1915, la comunidad internacional condenaba el Genocidio Amenio como un crimen contra la humanidad”. 

Es probable que el realizador Guédiguian se haya planteado muchas veces como contar el genocidio de su pueblo; y desde luego su respuesta es con seguridad la más inteligente: no contándolo directamente, sino a través de las vivencias de una víctima colateral; es decir hablando de sus efectos, sus consecuencias casi un siglo después.

El propio director de Una historia de locos ha dicho que “quería contar la historia de la memoria de este genocidio y, más aun, la historia de la memoria de esta historia a través de sus personajes”. Protagonizada por Grégoire Leprince-Ringuet (Las nieves del Kimanjaro), Ariane Ascaride (El cumpleaños de Arianne), Simon Abkarian (Gett: El divorcio de Viviane Amsalem) y Syrus Shahidi (Reencontrar el amor), es una película realista en la que el personaje central, herido en un atentado, se centra, igual que hizo el periodista español, en entender la causa armenia.

Berlín 1921. Unos segundos de silencio. Un disparo y un hombre que cae al suelo. Talaat Pacha, principal responsable del genocidio armenio es ejecutado en plena calle por Soghomon Thelirian, cuya familia fue exterminada. En el juicio, Thelirian explica con tanto detalle el genocidio que el jurado popular le declara inocente. Sesenta años más tarde, Aram, un joven marsellés de origen armenio, atenta en París contra el coche del embajador turco. Un joven ciclista que pasaba por el lugar, Gilles Tessier, resulta gravemente herido. Huído, Aram se une al Ejercito de Liberación de Armenia en Beirut. Con sus camaradas, jóvenes armenios llegados de las cuatro esquinas del planeta, deciden que hay qe recurrir a la lucha armada para que se reconozca el genocidio y les devuelvan la tierra de sus abuelos. Mientras tanto, la madre de Aram visita en el hospital a Gilles, que ha perdido ambas piernas en el atentado y que ni siquiera sabía que existía Armenia: le pide perdón en nombre del pueblo armenio y le confiesa que su hijo puso la bomba. Gilles, en París, intenta comprender los motivos mientas Aram no está de acuerdo con sus superiores en Beirut; hasta el día en que accede a conocer a su víctima y convertirle en su portavoz.

Una película audaz, un deber de memoria, alguna reflexión sobre la venganza y el perdón, y una pregunta inevitable: «¿Existe un terrorismo justo?». Mezclando la Historia con mayúscula y las pequeñas historias personales, los recuerdos familiares y los traumas olvidados, Guédiguian, a los 62 años, que llegó al cine “por casualidad” a los 22 y con una veintena de filmes a sus espaldas, firma ahora una historia didáctica, muy sobria y humanista. Una historia militante, naturalmente, a favor de un pueblo sacrificado y en contra del verdugo turco. “Una obligación con las generaciones futuras”.

Mercedes Arancibia (Fuente: Crónica Popular)


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