jueves, 7 de noviembre de 2013

100 AÑOS DEL NATALICIO DE ALBERT CAMUS


ALBERT CAMUS Y ESPAÑA

La cosecha Anticapitalista ha editado ¡España libre!, de Albert Camus. El pretexto es el centenario (Mondovi, Argelia 1913-Villeblevin, Francia, 1960), del periodista, novelista, dramaturgo, ensayista, y moralista francés de origen menorquín. Se trata de la obra que editó y tradujo Juan M. Molina, más conocido como Juanel en los medios de la CNT, y en la que se refleje con fuerza su relación con el movimiento obrero español, con la República en guerra y el exilio.

Con Camus ha pasado algo no muy diferente a lo que pasó con George Orwell, escritor con el que tuvo no pocas concordancias comenzando con su parte española. Camus fue un joven comunista, su primera obra trata del UHP asturiano de 1934, se apartó del PCF en protesta de la vertiente colonialista del Frente Popular francés y por asco a los procesos. Camus no fue voluntario en la guerra española porque su tuberculosis se lo impidió, lo mismo que le impidió combatir durante la II Guerra Mundial. En los años 50 rompió con Sartre y otros compañeros de ruta del estalinismo. La polémica atravesó los años cincuenta y sesenta como expresión de dos maneras de entender el compromiso con los ideales socialistas, y tuvo un desdichado epílogo en las última décadas cuando, como había sucedido con Orwell, Camus acabó siendo instrumentalizado por algunos de los mandarines de la restauración conservadora que está causando más desastres humanitarios que los peores totalitarismo contra los que pretendía erigirse como referente. Por supuesto, al igual que Orwell, Camus no tiene nada que ver con esos intelectuales de talonario del tipo Bernard-Henri Levy o Mario Vargas Llosa y demás legitimadores de la tiranía de los mercados.

La primera edición de ¡España libre!, tuvo lugar a finales de los años cincuenta, poco antes de la muerte del escritor que siempre mantuvo una simpatía inequívoca hacia el anarquismo, y que no dudó en proclamar que el POUM había salvado el honor del socialismo al oponerse a la parte oscura de lo que siguió llamándose comunismo; la segunda fue en la colección Crónica General de España de la Editorial Júcar, Gijón, 1978. De no haber problema, la Cosecha quizás pueda editar los textos de la Polémica Sartre-Camus que publicó la Editorial el Escarabajo de Oro en Buenos Aires, en 1964, así como una antología de textos al calor de las jornadas que prepara para marzo la Fundació Andreu Nin catalana en la sala de actos del Palau de la Virreina, y sobre la que ofreceremos puntualmente información.

Al siglo de su nacimiento, cuando han transcurrido más de cincuenta años de su muerte, es ya posible una perspectiva más clara sobre las luces y las posibles sombras de este escritor privilegiado, tan representativo del espíritu antifascista y socialista de una generación que hizo mayor en la resistencia. Aunque nacido en el exilio, entre los parias de la rue Lyon de Ángel, una calle donde se hablaba por igual árabe, francés o castellano, en su casa la extrema pobreza se llevó con la intensa decencia del mundo del trabajo que sueña con una ilustración liberadora.

Albert fue beneficiado por un talento natural que le permitió asistir al liceo, y después a la universidad, en Argel, y destacar en todo momento. Su madre era analfabeta, pero era una digna representante de la cultura de la pobreza, de la entrega y la bondad, y aunque viuda, no permitió que a sus hijos le faltara lo más esencial No obstante, la miseria tenía un precio, y en Albert fue una tuberculosis que le impidió desarrollar una po­sible carrera académica. Pero no le impidió por entonces (1931), ganarse la vida con los más diversos em­pleos.

Camus no pudo tener su guerra de España, pero en 1936 ya había colaborado en la redacción de una obra tea­tral colectiva escrita con otros jóvenes comunistas, Révolte dans les Asturies (1937). Al calor de los eventos españoles, fue representada por el Théátre du Travail, una compañía de vanguardia que había creado con varios amigos en 1935. A partir le 1937, el grupo pasó a ser el Théátre de l' Equipe, donde Camus actuó sucesivamente como director, adaptador, actor y teórico. El gran objetivo del grupo era representar un buen repertorio para un público proletario, así como de una minoría intelectual muy activa.

De la misma época será su primera colección de ensayos, L'envers et l'endroit (1937), ofrece la imagen de sus primeros años de pobreza y contiene una temprana indica­ción de sus concepciones posteriores del absurdo, con su lírica orquestación de temas tales como la felicidad y el sufrimiento, la belleza natural y el horror a la muerte. Estos temas, desarrollados durante sus viajes por Francia, Italia, Checoslovaquia, figuran de nue­vo en los ensayos paganos de Noces (1938). En estos trabajos encontramos el claro testimonio de sus concepciones esencialmente mediterránea, luminosa en oposición a lo que Camus estimaba la tristeza nórdica de una Europa que obedece más a la historia que a la naturaleza, y que no siente con espontaneidad, sino que experimenta una torturada conciencia pesimista... El sentido de lo absurdo en Camus comprende experiencias que contradicen una explicación racional o parecen negar nuestro sentido de equidad y oponerse a nuestro deseo de una existencia feliz y li­bre.

La alienación metafísica y el proble­ma del sufrimiento son constantes de su obra. Camus investigó las características del nihilismo contemporáneo en sus dos primeros dramas publicados con el título de Le maletendu, suivi de Caligula (1944); El estado de sitio, Los justos, 1949). Con Caligula pretende llevar el nihilismo a su implacable conclusión lógica y prefigura curiosamente (lo escribió en 1938) los nuevos emperado­res dementes, Hitler y Mussolini, una lista que se podía ampliar; para Ignazio Silone, otra alma gemela de Camus, los peores emperadores y tiranos del pasado fueron poca cosa con los tiranos del siglo XX, y citaba entre otros ejemplos, el de Franco. El absur­do es también el tema de su primera y bri­llante novela, L'étranger (El extranjero, 1972), con su retrato de un extraño que es condenado a muerte, no tanto por el asesi­nato de un árabe como por el hecho de que nunca dice más de lo que siente y se niega a actuar conforme a lo que espera la sociedad. Estas mismas inquietudes están presentes en Le mythe de Sisyphe (1942), El hombre rebelde. Anotemos que la mayor parte de estas obras fueron vertidas al castellano a lo largo de los años sesenta por la Editorial losada, creada por republicanos españoles exiliados en Buenos Aires, y tuvieron una circulación underground en librerías como la barcelonesa Documenta, aunque también se podían encontrar en los rastrillos como Els Encants, de Barcelona.

Fue un autor obviamente mal visto por la dictadura franquista, aunque a partir de los años setenta fue editado por la prestigiosa editorial Alianza en traducciones mucho más cuidadas.

Albert Camus declaró en una de sus primeras etapas que el absurdo debía considerarse como punto de partida, no como fin. Su pensa­miento en especial, durante sus experien­cias en la Resistencia francesa fue toman­do progresivamente la postura de rebelión contra el nihilismo en nombre de la huma­nidad y en apoyo de esa coherencia moral para la cual el sentido de lo absurdo repre­sentaba, en realidad, una especie de nostal­gia. Este cambio está expresado en las cua­tro Lettres á un ami allemand (1945). La rebelión viene a ser tanto como estoicismo humano en su segunda novela, La peste (1947), con su descripción de la lucha contra una epidemia en Orán por personajes cuya acción importante no es tanto la eficacia como la afirmación de su propia dignidad humana. Es una novela de gran riqueza simbólica, con referencias tanto a la ocupa­ción alemana como a la situación humana en general. Un tema hasta cierto punto parecido se emplea en el fracasado drama L'état de siége (1948). El concepto de rebelión como una idea moral y metafísica se en­cuentra contrastado con el concepto políti­co-histórico de revolución en L'homme révolté (1951), concepciones que han sido muy controvertidas, y que se han interpretado a veces como una defensa a ultranza del individualismo, aunque lo cierto es que Camus fue un hombre que nunca dudó en tomar partido por los de abajo.

En la segunda posguerra mundial, Camus surgió de sus actividades en la prensa clandestina, como uno de los pe­riodistas y editorialistas más influyentes de Francia. Gran parte de su obra periodística ha sido recogida en los tres volúmenes de Actuelles, publicados respectivamente en 1950, 1953 y 1958. Otros ensayos compo­nen L' été (1954). Su cuarto drama, Les justes (1950), ha sido muy admirado, aunque también se ha dicho que su mejor obra para el teatro con­siste en sus adaptaciones de autores muy diversos entre los que incluyen Cal­derón, Lope de Vega, amén de Dostoievski , Faulkner, y el menos conocido pero no menos valioso, Dino Buzzati. En su tercera novela. La chute (1956), pareció sufrir una pasajera desilusión e insatisfacción con algunas de sus anterio­res ideas, aunque negó enérgicamente las sugerencias de que constituía la prueba de su regreso a un cierto cristianismo, aunque esta apreciación acabó siendo desechada. Recibió el Premio Nobel al año siguiente, en 1957. Al recibirlo, sus palabras más emotivas fueron para su madre. Murió en un desdichado accidente de automóvil, y después de su muerte se siguieron publicando obras suyas, diarios, novelas, ensayos.

Al editar parte de la copiosa obra española de Camus, la Cosecha Anticapitalista deja en evidencia el compromiso de Camus con el pueblo trabajador español, con la República en el exilio y con el anarcosindicalismo. Un hilo sobre el que habrá que volver.



Fuente: Comunidad El País

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