miércoles, 5 de septiembre de 2012

DESALOJADO TRAS 22 AÑOS EL TACHELES, EMBLEMA DEL BERLÍN "OKUPA"

 El portavoz del Tacheles, Martin Reiter, atiende a los medios después de que las autoridades decidieran desalojar el edificio. / MARC TIRL (EFE)

El edificio ofrecía talleres y exposiciones artísticas y será reconvertido en un centro cultural, según el Gobierno regional

De buena mañana, como acostumbran, llegaron el martes los encargados del desahucio a la mole del Tacheles. Hace 22 años que la habían tomado los primeros inquilinos ilegales, que entonces colgaron de la fachada el lema: “Los ideales están arruinados, salvemos la ruina”. La República Democrática Alemana (RDA) se acababa de hundir con un largo bostezo. El proyecto okupa del Tacheles parece haberse apagado igual: sin resistencia ni violencia ninguna, tras languidecer durante años.

El edificio ofrecía un espacio barato para estudios y exposiciones artísticas en una de las mejores zonas de la ciudad. Pero al final de sus días, muchos berlineses veían en el Tacheles poco más que una atracción turística. Como las prostitutas de tacón alto y los restaurantes caros y malos de la Oranienburger Strasse, el Tacheles terminó siendo una cosa para foráneos. La anémica manifestación de protesta del pasado sábado apenas dejaba lugar a dudas: el destino del Tacheles no moviliza. Al desalojo del martes acudieron casi tantos periodistas y fotógrafos como manifestantes. La mayoría de los 100.000 firmantes del manifiesto que pide la conversión del Tacheles en una fundación prefirieron quedarse en casa.

El Tacheles es un artefacto maloliente, pintarrajeado y tremendo. En el amplio parque temático de remedos de tiempos quizá más turbulentos, punk o anárquicos de Berlín, el Tacheles equivale al palacio de Cenicienta.

Fue un centro comercial hasta la Guerra. Tras la caída del Muro en 1989, las autoridades aprobaron su demolición, pero los okupas la impidieron. Esa parte de Berlín Oriental era una pura ruina. El edificio ocupado se convirtió muy pronto en una atracción para artistas de todo el mundo. Paradójicamente, este éxito contribuyó al desarrollo general de la antigua Judería berlinesa.


Dos personas disfrazadas protestan contra el desalojo del Tacheles. / MARC TIRL (EFE)

En 1998, un grupo de inversores se hizo con la propiedad. Planearon un hotel de lujo y apartamentos caros. Un proyecto absurdo para la arruinada capital de Alemania, que es incapaz de construir un aeropuerto. Quebró y el edificio quedó en manos del también arruinado HSH Nordbank, que lo sacará a subasta.

Hasta 2011 tuvo su cine, su café (llamado Zapata) y otros atractivos que se fueron tornando más comerciales con el tiempo. Hace algo más de un año, la mitad de los viejos inquilinos decidió abandonar el edificio a cambio de dinero. Un millón de euros para los okupas del Zapata y de los bares. El resto decidió quedarse y prometió aguantar indefinidamente. En junio, un tribunal ordenó el desalojo del teatro y de la galería de arte. Poco después, la Oficina de Urbanismo cerró el paso a los turistas. Los peritos municipales habían tardado 22 años en percatarse de supuestas deficiencias en las medidas contra incendios. Cortaron parte del suministro eléctrico. Los artistas pudieron quedarse, pero el desenlace era ya cuestión de tiempo.
Según el Senado (Gobierno regional) de Berlín, los 1.200 metros cuadrados tendrán uso cultural. Está por ver, porque la enorme superficie es un auténtico tesoro inmobiliario en el corazón de Berlín.

Fuente: El País

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