El pasado 12 de abril se cumplieron 45 años de la huelga más larga de la historia del movimiento obrero español, 290 días: la huelga de los trabajadores de la empresa Crimidesa en Cerezo de Río Tirón (Burgos).

Crimidesa era una empresa que explotaba una mina de sulfatos en esa localidad, una de las principales empresas del sector a nivel mundial que controlaba más de la mitad de la producción nacional de sulfato sódico en España, clave para la fabricación de detergentes y vidrio. Obtenía importantes beneficios con una plantilla de poco más de un centenar de trabajadores. Cuando en 1980 se rompe por parte de la empresa el acuerdo verbal que existía con el comité para el convenio colectivo, se genera el conflicto. La plantilla en asamblea decide ir a la huelga en el mes de abril de ese año y la empresa se niega a negociar mientras los trabajadores mantuvieran la movilización.

El conflicto se enconó por la intransigencia de la patronal, que con la excusa de asegurar el mantenimiento de las instalaciones, pretendía obtener de uno a dos tercios de la producción habitual. Las negociaciones por parte de la empresa las dirigía un consulting de la CEOE y el abogado que asesoraba a la empresa en aquel momento era Pedro Arriola, el que después sería asesor de José María Aznar y el Partido Popular.

Marcelino Camacho saluda a los integrantes de la marcha en Fuencarral, antes de su entrada en Madrid

La huelga desató una enorme ola de solidaridad, con la creación de una caja de resistencia de trabajadores de toda España y una concentración de 80.000 personas que recibió en Madrid a La Marcha del Sulfato, el recorrido a pie de 304 kilómetros desde el 6 al 18 de noviembre de 1980 para pedir al Gobierno su mediación. La columna fue recibida en Plaza de Castilla (Madrid) por una multitud que aplaudía y abrazaba a los mineros. Marcelino Camacho, que acudió a recibirles, definió la huelga de Crimidesa como «El Fuenteovejuna de la democracia».

La huelga se extendió del 12 de abril de 1980 al 29 de enero de 1981. Durante los largos meses de huelga se produjeron despidos, detenciones y enfrentamientos, ya que la empresa quería sacar a la venta la producción obtenida procedente de las labores de mantenimiento necesarias. El pueblo fue ocupado por la Guardia Civil, que hirió de dos disparos en una pierna al trabajador Alberto Miguel Busto, hecho que fue recogido por la única crónica y las únicas fotos de esos sucesos, las del reportero de Mundo Obrero, Santiago Aroca.

Finalmente, tras 290 días de huelga y cuando ya las fuerzas no daban para más, los trabajadores tuvieron que ceder sin haber obtenido las reivindicaciones demandadas. La decisión de cesar la huelga se cerró en una asamblea en la que se alcanzó el compromiso de continuar la lucha por otros medios e incluir pasar el salario a los trabajadores despedidos hasta su readmisión o conseguir empleo, para lo que se dedicó solidariamente el 12% de la nómina de cada trabajador activo. En cualquier caso, como relata el libro, la lucha no fue baldía, el fruto vendría dos años después con la firma de un buen convenio.

El libro que acaba de publicar la editorial Atrapasueños, de nuestro compañero y colaborador, el periodista Manuel González, relata el conflicto de forma cronológica mes a mes. Un conflicto largo y duro, con treinta despedidos en el comienzo por negarse a cumplir los servicios mínimos dictados unilateralmente por la empresa; otros tres despidos por ofensas al director general y dos encargados; un herido grave por disparos de la Guardia Civil como señalábamos más arriba y nueve trabajadores y un sindicalista en el banquillo por haber retenido a los directivos en las instalaciones de la mina y una larga marcha a pie hasta Madrid que conquistó la solidaridad de miles de personas de la clase trabajadora.

Como ha explicado Manuel González, el autor, en entrevistas concedidas con motivo de la publicación del libro, el enconamiento que desembocó en la larga duración del conflicto fue también el resultado no previsto ni deseado al que se vieron abocados por intereses que iban más allá de la mina y de Cerezo de Río Tirón. El año 1980 fue un año de fuertes conflictos, había también convocadas elecciones sindicales y la CEOE creyó tener la ocasión de dar una lección a Comisiones Obreras en las espaldas de unos cien trabajadores que en principio no iban a estar en condiciones de aguantar más de unas semanas de presión.

Agustín Moreno, que en el momento de la huelga de Crimidesa era secretario de Acción Sindical Confederal de CC.OO. y fue muchas veces a Burgos y a Cerezo a asambleas, reuniones de negociación y búsqueda de mediaciones con las inspección o la Dirección General del Trabajo, concluye en el prólogo que «una de las lecciones aprendidas y para no olvidar es la dificultad de gestionar una huelga indefinida cuando la empresa está muy fuerte y respaldada por todo una clase empresarial que quiere mandar un mensaje de intolerancia al resto de trabajadores. Pero al fina, sí se pudo. Ninguno de los nueve compañeros que vivieron el calvario de estar sometidos a un juicio por retener a los directivos fue a la cárcel. se logró un convenio para la plantilla, que hubiera sido imposible sin aquella lucha. Se tomó conciencia de que a los trabajadores no nos regalan nada, que todo hay que conquistarlo, y que nunca se vence de una vez por todas. Y este Fuenteovejuna obrero pasó a ser historia».

Fuente: Mundo Obrero