Título original: Ziemia obiecana
Año: 1975
Duración: 168 min.
País: Polonia
Dirección: Andrzej Wajda
Guión: Andrzej Wajda (Novela: W.S. Reymont)
Música: Wojciech Kilar
Fotografía: Witold Sobocinski
Reparto: Daniel Olbrychski, Wojciech Pszoniak, Andrzej Seweryn, Bozena Dykiel, Andrzej Szalawski, Anna Nehrebecka, Tadeusz Bialoszczynski, Franciszek Pieczka, Kalina Jedrusik, Jerzy Nowak, Kazimierz Opalinski, Andrzej Lapicki, Zbigniew Zapasiewicz
Sinopsis: A finales del siglo XIX, la ciudad de Lodz se ha convertido en el epicentro de la industria textil, con la consiguiente necesidad de mano de obra inmigrante. Tres jóvenes estudiantes de Riga: un polaco católico, hijo de nobles terratenientes, un ambicioso judío y un alemán luterano deciden abrir una fábrica en esa ciudad para hacer fortuna y, sin escrúpulos ni prejuicios, se lanzan a acumular dinero y poder.
Parto de un total desconocimiento de la obra cinematográfica del director polaco Andrzej Wajda y también de que La tierra de la gran promesa
es la primera película que veo de este realizador. Parto también de
poca sabiduría sobre los profesionales que salieron de la Escuela Polaca
de Cine (siendo el más internacionalmente conocido Roman Polanski).
Sólo decir que La tierra de la gran promesa me ha impactado de manera brutal.
Vivir las andanzas de tres amigos amorales (uno
polaco, otro judío y el de más allá alemán) que realizan todas sus
pesquisas para construir una industria en la ciudad de Lodz ha sido
escalofriante. Nos situamos a finales del siglo XIX y en esta localidad
polaca se encuentra el centro de la industria textil, así, la película
narra de manera impactante los pasos de un capitalismo feroz, sin ningún
tipo de ética, que sólo mira por la producción y la acumulación de
riqueza. Los trabajadores no son seres humanos, ya lo dicen varias veces
distintos personajes de la película, los empresarios no los miran como
personas con alma sino como piezas del engranaje para producir y poder
enriquecerse. Pero es que a los empresarios, usureros, jefes…, tampoco
se les puede tildar de humanos.
La tierra de la gran promesa
(que es una adaptación de una novela del escritor polaco W. S. Reymont)
está llena de escenas duras, tan duras que en más de una ocasión aparté
la vista. Pinta de una manera que hace temblar los distintos ambientes y
las distintas situaciones que se producen en esta película coral o
tapiz de época. No es de extrañar que al final, entre los trabajadores,
en otra escena extrema, salga a relucir una bandera roja.
Dentro de una película coral, destacan los
intérpretes que ponen cara a los tres amigos (que son los que digamos
dan un sentido narrativo a esta obra). Así he podido conocer a tres
intérpretes, con los que ha trabajado Wadja en varias ocasiones, Daniel
Olbrychski (él es el joven polaco, frío como el hielo, pero que serán
sus devaneos amorosos los que en un principio no le dejarán prosperar),
Wojciech Pszoniak (es el joven judío con dotes para las relaciones
sociales y los tratos) y, por último, Andrzej Seweryn (como el alemán
luterano que se va dejando llevar y se mete de lleno en el negocio con
sus dos amigos).
Los cimientos de un capitalismo cruel van
desarrollándose a lo largo de esta historia, la caída y ya poco peso de
la clase aristocrática, la subida al poder de hombres sin escrúpulos que
se van enriqueciendo a costa de la explotación y la pobreza de sus
trabajadores…
Para que os hagáis una idea. En una de las
primeras escenas se ve uno de los protagonistas repasando y revisando el
trabajo de las máquinas textiles y los obreros. De pronto, ve cómo una
de las telas que sale de una máquina va empapada de sangre, metros y
metros, se da la vuelta y se ve cómo a uno de los obreros la máquina le
ha arrancado el brazo. A él tan sólo le preocupa la cantidad de
producción pérdida, pide que quiten de ahí al obrero sin mostrar
compasión ni dar solución alguna, y exige que se siga trabajando y se
recupere la producción que se ha perdido. Sin pestañear siquiera. Y
escenas con esta crudeza aún hay más.
Otra escena que merece un pequeño análisis y que
llama la atención es toda la que transcurre en el teatro. Entre el
esperpento y el análisis de esa nueva clase que se está formando de
hombres de negocios. Las relaciones entre ellos. La vida en los palcos y
en el patio de butacas. Lo que menos interesa es un ballet de
jovencitas a lo Degás o un número cómico que roza el esperpento. Así
como, también queda reflejado cómo los protagonistas miran a las damas
tan sólo por las joyas que ostentan y las posibilidades de subir escala
social.
Dentro de este tapiz de personalidades brutales
donde se hacen y deshacen tratos, se desprende algún personaje
secundario positivo que da por lo menos una visión de que hay gente con
ápices de dignidad y de humanidad. Entre estos personajes destacarían un
empleado que no aguanta el sistema de trabajo y el trato que reciben
los obreros y que abandona su puesto expresando todo lo que piensa a sus
jefes o la dama aristocrática que en un principio es el objetivo
amoroso de dos de los protagonistas que termina retirándose y no
entrando en el juego de las apariencias. En un momento dado también
muestra interés por la suerte de los trabajadores de la fábrica de su
prometido.
La tierra de la gran promesa
es una película de análisis no sólo por lo que cuenta sino por el año
en que está realizada, por cómo lo cuenta, por la novela que adapta, por
la presentación y exposición de un capitalismo sin concesiones, por el
periodo en que la rodó Wadja y el lugar que ocupa en su obra.
Ahora, confieso que sin tener muchos conocimientos del director o del cine polaco, La tierra de la gran promesa impacta y es imposible que deje indiferente.
Fuente: El blog de Hildy Johnson
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