miércoles, 17 de junio de 2020

"INTOLLERANZA 1960", ÓPERA DEL MÚSICO COMUNISTA LUIGI NONO



Intolleranza 1960 (Intolerancia 1960) es una acción escénica en dos partes con música de Luigi Nono basada en una idea de Angelo Maria Ripellino sobre textos de Henri Alleg, Bertolt Brecht, Paul Éluard, Vladimir Mayakovski, Julius Fucik y Jean-Paul Sartre. Se estrenó en la Bienal de Venecia el 13 de abril de 1961 por el coro polifónico de Milán y la Orquesta Sinfónica de la BBC dirigida por Bruno Maderna sobre una puesta en escena de Vaclav Kaslik y decorados y vestuario de Émilio Vedova. La obra fue revisada en 1970 bajo el título Intolleranza 1970 ópera en un acto estrenada en 1974 en Florencia.

Un músico revolucionario, un neohumanista, un innovador, un hombre de convicciones, que ya de joven provocó sensación y llegó a ser admirado y respetado. Se comprometió social y políticamente como ningún otro músico de su generación. En cuanto a sus convicciones, continúa en cierta medida la línea de Kurt Weill, pero desde el punto de vista musical procede de un mundo completamente diferente.

Mientras los poetas “maquinistas” de los años 20 querían ser “sencillos”, machacar las cabezas con melodías duras y nítidas, trasladar el ritmo de las máquinas al arte musical, pintar murales con grandes pinceladas, manifestarse con lenguaje y expresiones vulgares y populares, crear un estilo para las masas, Nono, en cambio, muestra influencias de Webern, de Schoenberg (que fue suegro suyo), y es compañero de lucha de todos los experimentadores, de todos los compositores “seriales»” de su época: escribe por lo tanto una música de gran complejidad, a la que no se puede aplicar ninguna ley anterior.

En su ópera Intolleranza, que también en los escenarios de los países no latinos se representa con este título, acusador y comprensible en todas partes, todo se eleva a un punto muy difícil de soportar tanto física como psíquicamente. Mientras otras obras de arte se basan en la alternancia sabia y dada por la naturaleza de serenidad y excitación, de lirismo y drama, de tragedia y sátira, en Intolleranza no hay sino una desesperación que corre vertiginosamente entre la vida y la muerte, la lucha rabiosa contra la injusticia y la aniquilación total. Un «fugitivo» (como se le llama simplemente en el programa del teatro), un miembro anónimo del ejército de millones de desarraigados y apátridas; un extranjero, tal vez un «obrero extranjero», anhela emigrar, pero es denunciado, apresado y torturado por los esbirros del poder, de la dictadura. Huye, llega a otro país, pero no a la libertad, sino que cae en la máquina de la burocracia, igualmente inhumana, en el absurdo sistema de los sellos y las actas, detrás de las cuales ha desaparecido hace mucho tiempo todo sentimiento humano, toda personalidad (Menotti ha descrito esto de manera grandiosa en su Cónsul). Se le une «una compañera», y juntos luchan contra la creciente marea de la intolerancia, contra el odio, contra la bomba atómica, contra la aniquilación de la humanidad. Cuando el horizonte parece iluminarse ante ellos, un nuevo diluvio arrastra todo hacia la destrucción.

Nono puso música a esta idea de Angelo María Ripellino. ¿Sigue siendo música? Dejemos la respuesta a una época posterior. Es el alboroto de nuestro mundo, el ruido de nuestra vida, formada de una manera horrorosa por gritos de desesperación, órdenes vociferadas, bombas que estallan, estridentes eslóganes de propaganda, crueldad y placeres vulgares. ¿Debemos exigir «melodía», sonidos puros y agradables, de semejante documento de época? Nono tiene algo de visionario. «La intención es noble y pura», se dice en La flauta mágica de Mozart; tal es también la intención de Nono. Es la lucha, la rebelión contra toda clase de intolerancia, contra toda violencia, contra toda opresión, toda mentira, toda esclavitud, toda destrucción, contra los dictadores y los campos de concentración, contra la destrucción atómica, pero también contra el «orden» muerto de una burocracia deshumanizada.

La «música» de este grandioso manifiesto político que debería ser aplaudido incondicionalmente, es nueva, «inaudita» en el sentido literal del término. Combina masas de sonidos electrónicos, que surgen de distintos altavoces distribuidos en el espacio, con violentos sonidos orquestales por encima de los cuales sobresalen sólo en parte los gritos estridentes de las voces, sin que se pueda entender una sola palabra. Si ésa fuera la idea, no utilizar más el lenguaje, sino sólo los sonidos, comunes a todos los pueblos y razas, que surgen de la angustia y de la desesperación primordiales, entonces sería un experimento fascinante. Pero hay un texto (en cuya traducción alemana se ha esforzado un poeta como Alfred Andersch) que resulta completamente ininteligible en medio del furor. Una apelación a la humanidad, pero no queda clara, desaparece en el ruido de nuestra época. ¿Es ése el sentido? ¿Es un diluvio universal el fin de nuestra época? ¿Estamos atrapados en un horror sin salida? ¿Es la deslumbrante explosión de la bomba atómica la única luz de nuestra era?

No es de extrañar que Intolleranza despierte pasiones. Si nuestra época no estuviera interiormente tan cansada, tan destruida, esta extraña ópera debería suscitar revueltas. Las representaciones que ha habido hasta la fecha sólo han provocado discusiones. El estreno, celebrado en Venecia el 13 de abril de 1961, produjo un gigantesco escándalo, al que por lo demás contribuyó en su mayor parte un grupo de opositores políticos. Casi un año más tarde, durante el estreno alemán, celebrado en Colonia, hubo nuevas manifestaciones, pero esta vez de un origen más puro, pues tenían que ver con la validez de aquella expresión artística. La lucha entre el público duró mucho tiempo. Los enemigos se oponían a la música, no a la idea. ¿Puede Intolleranza ser representada y provocar una «aprobación» convencional? Es casi impensable, en realidad sería un desconocimiento, un empequeñecimiento, un desprecio del mensaje. Sin embargo, Nono le ha dado ¡forma artística y sacándolo de lo político lo ha colocado en otro nivel, donde la idea no puede identificarse con la capacidad. Y es así como Intolleranza toca problemas para cuya discusión nuestro libro no puede ser un foro, por más fascinante que sea una confrontación a fondo.

Fuente: Jaén, ciudad habitable

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