martes, 3 de enero de 2012

"EL HAVRE", UNA FÁBULA EN LA QUE GANAN LOS BUENOS


La Federación Internacional de Críticos de Cine (FIPRESCI) eligió en el pasado Festival de Cannes 2011 a El Havre como mejor película; y como mejor película de habla no inglesa se presenta a los Oscar’s en representación de Finlandia.

Le Havre es el nombre de un pueblo francés normando, un puerto de pescadores y receptor también de tráfico internacional, preferentemente con salida y destino en el Reino Unido. Pero “havre”, sin mayúscula, significa en francés remanso, lugar tranquilo, refugio…y Le Havre resulta ser un buen refugio, el remanso que necesita un adolescente africano, emigrante clandestino, que llega hasta el puerto en un contenedor y hasta el pueblo en una carrera, escapando de los guardias de fronteras, para coger la suficiente distancia y emprender la última parte de su odisea en busca de una madre, emigrante también clandestina en Londres.

En Le Havre -película minimalista, sencilla, de las que llegan dentro y se quedan- hay personajes íntegros movidos por sentimientos de solidaridad e igualdad, y esta también todo lo que de absurdo tiene la existencia cotidiana; Kaurismäki, una vez más, utiliza el arte cinematográfico para compartir con nosotros una mirada benevolente hacia quienes carecen de todo, para encontrar el poco de humanidad que queda en un mundo que carece totalmente de ella: “un universo que si no existiera habría que inventarlo”, escribió el crítico Romain Le Vern, en excessif.com, cuando la película se exhibió en Cannes. No es una requisitoria política, ni un panfleto; solo una hipótesis utópica que sienta muy bien ver y escuchar.

Esta fábula, cuya moraleja es el triunfo de los buenos, va de cómo un limpiabotas (que antes fue un bohemio pero en un momento dado eligió cambiar de vida y marcharse a vivir al lado del mar) acaba protegiendo al joven ilegal, escondiéndole primero y consiguiendo después el dinero necesario para embarcarle en la sentina de un pesquero, y que vaya en busca de su madre, apelando a la solidaridad de todo un barrio que responde al unísono, y recibiendo incluso la de un comisario (Jean-Pierre Darroussin) que no cree en su trabajo y decide mirar para otro lado; al final, el limpiabotas y el comisario componen una secuencia –andando de espaldas camino del bar donde van a compartir un calvados- que no puede ser otra cosa que un homenaje a Casablanca. ¡Bien por Kaurismäki! Y, en medio, un encuentro inesperado y muy nostálgico: el del espectador con Jean-Pierre Leaud, el inolvidable niño de Los cuatrocientos golpes de Truffaut, una de las películas más emblemáticas de la nouvelle vague francesa de los ’60, convertido en el “chivato” del barrio. La verdad es que toda la película suena como un homenaje, tiene un aire de cine francés de los años 40-50.

El auténtico protagonistas de la historia, el limpiabotas, está interpretado por un peso pesado de los escenarios y la pantalla, André Wilms, nacido en Estrasburgo, lo que significa ser mitad francés, mitad alemán, procedente del mejor teatro contemporáneo, intérprete de Goethe, de Brecht y de Nabokov, y actor de cine con Clouzot, entre otros, y fetiche con Kaurismäki.

El Havre, “especie de pastiche surrealista -escribe Sandy Gillet en Ecranlarge.com- se podría haber titulado Lampedusa, Calais…”, o Gran Canaria, Ceuta… podría llevar el nombre de cualquiera de los lugares a los que afluyen diariamente los emigrantes subsaharianos, unas veces en contenedores como el joven Idrissa (Blondin Miguel) de esta película, otras en pateras y en situaciones aun más intolerables.

En resumen, una hermosa comedia dramática, elegida por Kaurismäki para hacer su primera película en francés, con los mismos tics de su anterior producción: diálogos casi sintéticos, una gestualidad desfasada, una comicidad sardónica… todo muy cerca del cine mudo. Película de calidad sobre la gente de buenos sentimientos, lo que no es poco, justamente ovacionada por la crítica en Cannes. En Le Havre, Kaurimäski se revela – lo he leído en el blog de un fan- como “el mejor aliado de la utopía política y la creencia en el poder encantador del cine”.

Aki Kaurismäki, inimitable y peculiar guionista, director, montador y productor finlandés,tiene en su filmografía pequeñas joyas como La Vida de bohemia, Nubes pasajeras, Un hombre sin pasado o Luces al atardecer.

Fuente: Isa Lund (Crónica Popular)

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