La editorial Atrapasueños se ha portado: todo han sido facilidades y aportación técnica competente; esta editorial-cooperativa que representa Joaquín Recio y que tiene plena confianza en la respuesta militante ante este libro serio, completo, que supone una buena antología organizada por la Comisión Federal de Cultura del PCE, introducida por un texto de José Luis Centella y un prólogo de Ana Moreno Soriano. La colaboración de Julia Hidalgo ha sido también importante. Y es preciso destacar los dibujos, las pinturas y los grabados de Cristóbal Aguilar y de Andrés Vázquez de Sola.
Colaboran más de treinta poetas, consagrados unos, desconsagrados otros, famosos algunos, también poetas desconocidos y otros poco conocidos todavía. Un par de ellos ya no están, y es preciso agradecer las facilidades dadas por sus herederos y albaceas, como en el caso de Ángel González (Susana Rivera) y Javier Egea (Elena Capetillo y José Luis Alcántara, albacea). El caso de Egea es singular: la antología contiene dos poemas inéditos pertenecientes a épocas diferentes.
Contiene igualmente el libro un epílogo cubano, redactado por Víctor Casaus, Director del Centro Cultural Pablo de la Torrente Brau, de La Habana. Miguel y Pablo de la Torriente se conocieron y se apreciaron intensamente, pero no mucho tiempo, hasta que a finales de 1936 Pablo muriera en el frente de Majadahonda, y Miguel, deshecho, conmocionado, le dedicara la Elegía Segunda, que cierra el libro PARA MIGUEL.
PARA MIGUEL es un trabajo programado por la Comisión de Cultura del PCE. Es un libro singular y muy cuidado. Y sería conveniente que se presentara en muchos sitios, casi como una especie de misión pedagógica en este año del centenario de Miguel, y se siguiera presentando más allá del 2010, como señal de que, para nosotros, no se ha puesto el tiempo amarillo sobre la poesía de este poeta que tanto sufrió y tanto luchó, de este poeta comunista, y comunista poeta, que murió joven, sin renegar de su vida ni pedir perdón por su lucha, que precisamente murió por eso, resistiendo las presiones de fascistas y clérigos, y que murió con los ojos abiertos, esos ojos grandes y aniñados, color aceite, que tenía y que nadie ha podido cerrar todavía.
Texto de Felipe Alcaraz para Mundo Obrero (Septiembre de 2010).
El acto contó con la presencia de familiares directos de Miguel Hernández
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