La desmemoria, la política y el miedo, algunos de los temas recurrentes en los libros del escritor y periodista Eduardo Galeano, también estuvieron presentes ayer en Madrid, en el acto de entrega de la Medalla de Oro que el Círculo de Bellas Artes (CBA) concedió al creador uruguayo.
Tras la entrega de la medalla por parte del presidente de esta entidad, Juan Miguel Hernández León, que destacó la "mirada crítica, lirismo, agudeza, compromiso y sensibilidad" de Galeano, el escritor agradeció, muy emocionado, el galardón y desgranó, en tres historias, lo que, para él, es "el desafío en el arte de narrar".
Pero fue después, en un coloquio con el periodista y escritor Juan Cruz, cuando el narrador montevideano paseó por algunos de esos temas tan habituales en sus obras.
"Cuando (la memoria) está artificialmente borrada, el caso está condenado al fracaso. Esa basura no puede ser ocultada bajo la alfombra", explicó Galeano, al referirse a las dictaduras latinoamericanas, que escribieron una "historia oficial" para esconder la real.
El escritor uruguayo calificó de "peligrosa" la impunidad "porque estimula el delito", por lo que, una vez más, reclamó el voto contra la Ley de Caducidad en su país y recordó la importancia de "la herencia" que los republicanos españoles dejaron en su recuerdo.
La ausencia de democracia ("los países que hacen el negocio de la guerra son los mismos que gestionan la paz en este mundo al revés") y el racismo ("hay exclusión de ciudadanos que no están en categorías altas a la hora de repartir los premios y los castigos") fueron algunos asuntos políticos de los que habló Eduardo Galeano.
El escritor montevideano comentó que "es importante" que Barack Obama sea el presidente de Estados Unidos y calificó de "ofensivo a la inteligencia el bombardeo" contra Manuel Zelaya, dirigente derrocado en Honduras, "por querer reformar la constitución".
"Si en Estados Unidos no se hubiera reformado, Obama no sería hoy presidente, porque en la primera del país, decía que un negro era las tres quintas partes de un blanco y un país, obviamente, no puede ser gobernado por las 3/5 partes de una persona", ironizó.
El miedo, otro tema recurrente en su literatura, también apareció en el diálogo. Galeano destacó que, en la actualidad, la gente está sometida "a la dictadura universal del miedo", que "prohíbe decir y recordar" y también "decir no". "Nos obliga a la obediencia, pero hay que tener el coraje de decir no", aseveró.
La Medalla de Oro del CBA se entrega, desde 1996, a creadores e intelectuales, cuya obra ha contribuido a la renovación de las artes y la cultura contemporáneas. En la lista de premiados, figuran los españoles Francisco Ayala o Ana María Matute, el mexicano Carlos Fuentes y el italiano Umberto Eco, último galardonado.
EDUARDO GALEANO
Pocos intelectuales en América Latina tienen el peso de Eduardo Galeano. Su obra, vasta por cierto, bella, profunda, es una suma de aspectos: es, de hecho, uno de los más veraces historiadores sin haberse planteado escribir historia. Es uno de los más agudos comentaristas políticos sin plantearse explícitamente hacer periodismo. Es, por todos lados, un genial comunicador, un agudo exponente de su idioma, un exquisito de la expresión. Y al mismo tiempo, es un campeón en la comunicación clara, diáfana, nada rebuscada. Sin ser un poeta en sentido estricto, su obra literaria es una de las más atractivas, de las más atrapantes como narrador.
Su compromiso político está fuera de discusión: es uno de los intelectuales más consecuentes que ha tenido tanto Uruguay como toda Latinoamérica, siempre ligado a ideales de vanguardia.
Esta breve semblanza que presentamos hoy, tomada de la Revista Cultural Participativa Encontrarte, pretende ser una primera aproximación a una obra que merece ser recorrida con pasión.
…“ Los medios dominantes de comunicación, que muestran la actualidad del mundo como un espectáculo fugaz, ajeno a la realidad y vacío de memoria, bendicen y ayudan a perpetuar la organización de la desigualdad creciente. Nunca el mundo ha sido tan injusto en el reparto de los panes y los peces, pero el sistema que en el mundo rige, y que ahora se llama, pudorosamente, economía de mercado, se sumerge cada día en un baño de impunidad. La injusticia está fuera de la cuestión. El código moral de este fin de siglo no condena la injusticia, sino el fracaso”...
Eduardo Galeano
Extracto del cuento: ‘Noticias de los nadie’
Eduardo Galeano, periodista y escritor cuyas obras han sido traducidas a varios idiomas. Sus trabajos trascienden géneros ortodoxos combinando documental, periodismo, análisis político e historia. Galeano niega ser un historiador: "Soy un escritor que quisiera contribuir al rescate de la memoria secuestrada de toda América, pero sobre todo de América Latina, tierra despreciada y entrañable".
En él conviven el periodismo, el ensayo y la narrativa, siendo ante todo un cronista de su tiempo, certero y valiente, que ha retratado con agudeza la sociedad contemporánea, penetrando en sus lacras y en sus fantasmas cotidianos. Lo periodístico vertebra su obra de manera prioritaria. De tal modo que no es posible escindir su labor literaria de su faceta como periodista comprometido.
Su nombre completo: Eduardo Germán Hughes Galeano, nació en Montevideo, Uruguay el 3 de septiembre de 1940, en el seno de una familia católica de clase media con ancestros galeses, alemanes, españoles e italianos.
Durante su adolescencia transitó por diversos trabajos. A la edad de 14 años entró en el mundo del periodismo, publicando sus dibujos que firmaba “Gius” por la dificultosa pronunciación en castellano de su primer apellido. Siendo el periódico semanal “El Sol”, del partido socialista, el primero en publicar su trabajo.
Algún tiempo después empezó a publicar artículos. Se firmó Galeano y así es como se le conoce hasta el día de hoy. Ha hecho de todo: fue mensajero y dibujante, obrero en una fábrica de insecticidas, cobrador, taquígrafo, cajero de banco, diagramador, editor y peregrino por los caminos de América.
Comienza su carrera como periodista a principios de los años 60 como jefe de redacción de la prestigiosa revista “Marcha” (1960-1964), un semanario que, bajo la dirección de Carlos Quijano, ejerció fuerte influencia en el pensamiento uruguayo de la época, dando durante décadas cobijo a las voces más interesantes de las letras uruguayas, contando con contribuciones tales como las de Mario Vargas Llosa, Mario Benedetti, Manuel Maldonado Denis y Roberto Fernández Retamar. Esta publicación terminó siendo silenciada en 1974 por la dictadura.
Durante dos años Galeano es director del diario “Época” y trabajó como editor en jefe en la prensa universitaria.
Sus primeros escritos son reportajes de corte político en los que la realidad aparece continuamente golpeada por las circunstancias. Tanto el reportaje titulado "China" (1964) como "Crónica de un desafío", del mismo año, o "Guatemala, un país ocupado" (1967) reflejan una escritura de urgencia, de denuncia, que retrata la cotidianeidad de unos tiempos difíciles con una escritura situada siempre en primera línea de los hechos que vertebran el presente.
Con "Las venas abiertas de América latina" (1971), explicativo título, logró su obra más popular y citada, condenando la opresión de un continente a través de páginas brutalmente esclarecedoras que se sumergen en la amargura creciente y endémica de América Latina. Es un acta de acusación de la explotación de Latinoamérica por poderes extranjeros a partir del siglo XV. Esta obra ha sido traducida a dieciocho idiomas y mereció encendidos elogios desde diversos sectores. El escritor alemán Heinrich Böll, Premio Nobel de Literatura en 1972 y autor de "Opiniones de un payaso", obra clave de la literatura contemporánea, llegó a decir a propósito de la obra de Galeano que: “…pocas obras en los últimos tiempos le habían conmovido tanto”.
En 1973 un golpe militar toma el poder en el país, por lo que tuvo que exiliarse a Argentina en donde funda y dirige una revista literaria titulada “Crisis”, en la que también destaca la labor del poeta Juan Gelman.
En 1976, cuando el régimen de Jorge Rafael Videla tomó el poder en Argentina mediante un golpe militar que daría origen a una dictadura, su nombre fue agregado a la lista de aquellos condenados por los escuadrones de la muerte, debido a lo cual se instala en España, encontrando un país que estaba a punto de dar un salto histórico cualitativo, con el octogenario dictador como sombra de sí mismo. Reside en Calella, al norte de Barcelona. Publica en revistas españolas y colabora con una radio alemana y un canal de televisión mexicano. Escribe su famosa trilogía “Memoria del fuego”.
Junto al Galeano periodista comienza a aparecer el Galeano narrador que prolonga en sus obras su visión de América Latina. De la novela corta "Los días siguientes" (1963) a los relatos contenidos en "Vagamundo" (1973) pasan diez años pero se mantiene una misma percepción de las cosas, continuada en "La canción de nosotros" que mereció el premio ‘Casa de las Américas’ de 1975.
En Galeano el contexto político y social no puede eludirse y es el marco central en el que transitan sus historias. "Días y noches de amor y de guerra" (1978) se enmarca en los difíciles días de la dictadura en Argentina y Uruguay.
Con "Memoria del fuego" hay una recuperación del pasado indigenista. Esta obra narra la odisea de las dos Américas, centrándose en los hechos más cotidianos, componiendo una trilogía febril e incisiva, apoyada en la rigurosidad de las fuentes y en la que se entrecruzan crónicas históricas con pinceladas del presente, siempre en busca de un futuro más justo. De aquella trilogía histórica formaban parte "Los nacimientos" (1982), "Las caras y las máscaras" (1984) y "El siglo del viento" (1986). En los tres libros hay un mismo objetivo y como dice el periodista italiano Gianni Miná, “una voz incisiva y militante que trata de impedir que se olvide la tragedia que asola a quienes viven en el más completo subdesarrollo”.
"Memoria del fuego" está estructurada en torno a pequeñas vivencias cotidianas que es en donde encuentra Galeano la verdadera grandeza del ser humano. Sus personajes son figuras históricas; generales, artistas, revolucionarios, obreros, conquistadores y conquistados, quienes son presentados en episodios breves los cuales reflejan la historia colonial del continente. La intrahistoria es el universo en el que caminan las obras del escritor uruguayo, al margen de grandes gestas y de sucesos grandilocuentes, que se apartan del hombre de a pie y del verdadero devenir de los acontecimientos históricos. Son, en palabras de Galeano, “historias pequeñas, pero no minimalistas”.
Joan Manuel Serrat toma prestado un fragmento de una de estas historias de "Memoria del fuego" para ilustrar a modo de presentación en sus recitales el tema "Che Pykasumi", que el cantautor interpreta en lengua guaraní.
Un año antes de la publicación de "El siglo del viento" y una vez terminada la dictadura uruguaya regresa a Montevideo. Tres años después termina "El libro de los abrazos", de contenido más sutil y poético. El propio Galeano definiría de este modo la raíz de esta obra: "Creo que un autor al escribir abraza a los demás. Y éste es un libro sobre los vínculos con los demás, los nexos que la memoria ha conservado, vínculos de amor, solidaridad. Historias verdaderas vividas por mí y por mis amigos, y como mi memoria está llena de tantas personas, es al mismo tiempo un libro de "muchos"... Es un equívoco que ha fragmentado los lazos de solidaridad, que ha condenado a este mundo de finales de siglo a tener hambre de abrazos, a padecer de soledad, el peor tipo de soledad: la soledad en compañía. Es el mismo proceso que se manifiesta con la pobreza".
Precisamente en "El libro de los abrazos", uno de los libros más exitosos y logrados de Galeano, está contenido un pequeño relato titulado "La noche". Este relato dividido en cuatro partes sirvió de inspiración a Joan Manuel Serrat para su canción “Secreta mujer” que formó parte del álbum "Sombras de la China" (1998):
LA NOCHE / 1
No consigo dormir. Tengo una mujer atravesada entre los párpados. Si pudiera, le diría que se vaya; pero tengo una mujer atravesada en la garganta.
LA NOCHE / 2
Arránqueme, Señora, las ropas y las dudas.
Desnúdeme, desdúdeme.
LA NOCHE / 3
Yo me duermo a la orilla de una mujer: yo me duermo a la orilla de un abismo.
LA NOCHE / 4
Me desprendo del abrazo, salgo a la calle.
En el cielo, ya clareando, se dibuja, finita, la luna.
La luna tiene dos noches de edad.
Yo, una.
El mismo año de "El libro de los abrazos" aparece "Nosotros decimos no". En 1992 publica "Ser como ellos y otros artículos" y un año después "Las palabras andantes", recopilación de cuentos y reflexiones ilustrados por el artista brasileño José Francisco Borges.
El propósito de Galeano en los 90 sigue siendo el mismo que le había impulsado en las otras décadas. Palpar la realidad y luego derramarla en un libro. Como respiro, muestra su pasión por el fútbol y lo reivindica desde la literatura, al modo que también hará Javier Marías, en un libro titulado "El fútbol a sol y sombra".
En 1998 Galeano ofrece en "Patas arriba. La escuela del mundo al revés", otro de esos libros de denuncia que no edulcoran el presente ni rehuyen de sus sombras. Es por tanto Galeano un ejemplo de coherencia en una obra que sirve siempre de guía a la hora de definir un continente como el de América Latina que debe seguir cerrando heridas. La voz de Galeano suena clara en el marasmo de intereses e injusticias cotidianas. Más allá de una obra literariamente sólida, está la figura del cronista que persigue injusticias, que conjura temores, que rescata del abismo personajes e historias postergadas.
La obra de Eduardo Galeano nos convoca a mirar qué pasado hemos levantado y qué futuro estamos dejando para nuestros descendientes. Establece un frente común contra la pobreza, la miseria moral y material, la hipocresía de un mundo que sigue abriendo cada vez más distancias entre los que tienen y los que no tienen. Lo demagógico puede ser un riesgo inevitable en este tipo de propuestas, pero Galeano la salva con un estilo conciso, brillante y, sobre todas las cosas, necesario.
En Eduardo Galeano hay un compromiso constante con el ser humano y sobre todo una fidelidad a unas ideas que condenan el neoliberalismo y que siguen apostando por un socialismo real, no de andar por casa, y que de alguna forma recupere el pulso perdido, lejos del presente en el que el hombre es visto como una mercancía y en el que parece que no hay lugar para las utopías.
Eduardo Galeano reside desde 1985, -tras finalizar la dictadura uruguaya-, en su Montevideo natal donde sigue haciendo su literatura y su periodismo de marcado tinte político.
Algunos Premios
En dos ocasiones Eduardo Galeano obtuvo el premio Casas de las Américas: (en 1975 y en 1978) y su trilogía “Memorias del Fuego” conformada por: "Los nacimientos" (1982), "Las caras y las máscaras" (1984) y "El siglo del viento" (1986) fue premiada por el Ministerio de Cultura del Uruguay. En 1989 la misma trilogía recibió el “American Book Award”, distinción que otorga la Universidad de Washington, USA. También le fue otorgado el premio "Aloa" de los editores daneses en 1993. En 1999, Galeano fue el primer escritor galardonado por la Fundación Lannan (Santa Fe, Estados Unidos), con el premio a la libertad cultural.
La esperanza según Galeano:
“... para mí, la esperanza es una cosa que tengo cuando me despierto, que pierdo en el desayuno, que recupero cuando recibo el sol en la calle y que, después de caminar un rato, se me vuelve a caer por algún agujero del bolsillo. Y me digo: "¿Dónde quedó la esperanza?". Y la busco y no la encuentro. Y entonces, aguzando el oído, la escucho ahí, croando como un sapito minúsculo, llamándome desde todos los pastos.
La tengo, la vuelvo a perder. A veces duermo con ella y a veces duermo solo. Pero yo nunca tuve una esperanza de receta, comprada en una tienda de corte y confección, una esperanza dogmática. Es una esperanza viva y, por lo tanto, no sólo está a salvo de la duda, sino que se alimenta de la duda”.
De "Charla mano a mano en el último café", reportaje de Miguel Bonasso a Eduardo Galeano.
Enero de 1993
SUS OBRAS
Los días siguientes. 1962
China 1964: Crónica de un desafío. 1964
Los fantasmas del día del león y otros relatos. 1967
Guatemala: Clave de Latinoamérica. 1967
Reportajes: Tierras de Latinoamérica, otros puntos cardinales, y algo más. 1967
Siete imágenes de Bolivia. 1971
Las venas abiertas de América Latina. 1971
Crónicas latinoamericanas. 1972
Vagamundo. 1973
La canción de nosotros. 1975
Conversaciones con Raimon. 1977
Días y noches de amor y de guerra. 1978
La piedra que arde. 1980
Voces de nuestro tiempo. 1981
Memorias del fuego I – Los nacimientos. 1982
Memorias del fuego II – Las caras y las máscaras, 1984
Contraseña. 1985
Memorias del fuego III – El siglo del viento, 1986
Aventuras de los jóvenes dioses. 1986
Nosotros decimos no: Crónicas (1963-1988). 1989
El libro de los abrazos, 1989
El tigre azul y otros relatos, 1991
Ser como ellos y otros artículos, 1992
Las palabras andantes. 1993
Amares (Antología de relatos). 1993
Úselo y tírelo. 1994
El fútbol a sol y sombra, 1995
Las aventuras de los dioses. 1995
Mujeres (antología de textos). 1995
Patas arriba. La escuela del mundo al revés. 1998
Las aventuras de los jóvenes dioses. 1998
Patas arriba. La historia del mundo al revés, 1999
Fuentes:
http://www.jmserrat.com/bio/galeano.html
http://es.wikipedia.org/wiki/Eduardo_Galeano
http://www.escritores.org/galeano.htm#biografia
http://personales.alumno.upv.es/~pausalvi/Eduardo_Galeano/biografia.htm
Algunos de sus escritos:
1) “Los prisioneros”
El Estado, que jamás va preso, asesina por acción y por omisión. Crímenes por acción: a fines del año pasado, la policía militar de Río de Janeiro reconoció oficialmente que venía matando civiles a un ritmo ocho veces más acelerado que el año anterior, mientras la policía de los suburbios de Buenos Aires cazaba jóvenes como si fueran pajaritos. Crímenes por omisión: al mismo tiempo, cuarenta enfermos del riñón murieron en el pueblo de Caruarú, en el nordeste de Brasil, porque la salud pública les había hecho diálisis con agua contaminada; y en la provincia de Misiones, en el nordeste de la Argentina, el agua potable, contaminada por los plaguicidas, generaba bebés con labios leporinos y deformaciones en la médula espinal.
En la era de las privatizaciones y el mercado libre, el dinero se propone gobernar sin intermediarios. ¿Cuál es la función que se atribuye al Estado? El Estado debe ocuparse de la disciplina de la mano de obra barata, condenada a salarios enanos, y a la represión de las peligrosas legiones de brazos que no encuentran trabajo: un Estado juez y gendarme, y poco más. De los otros servicios públicos, ya se encargará el mercado, y de la pobreza, gente pobre, regiones pobres, ya se ocupará Dios, si la policía no alcanza. La administración pública sólo puede disfrazarse de madre piadosa muy de vez en cuando, atareada como está en consagrar sus menguadas energías a las funciones de vigilancia y castigo. En el proyecto neoliberal, los derechos públicos se reducen a favores del poder, y el poder se ocupa de la salud pública y de la educación pública como si fueran formas de la caridad pública.
El arte de borrar huellas
Mientras tanto, crece la pobreza y crecen las ciudades y crecen los asaltos y las violaciones y los crímenes. "La criminalidad crece mucho más que los recursos para combatirla", reconoce el ministro del Interior del Uruguay. La explosión del delito se ve en las calles, aunque las estadísticas oficiales se hagan las ciegas, y los gobiernos latinoamericanos confiesan, de alguna manera, su impotencia. Pero el poder jamás confiesa que está en guerra contra los pobres que genera, en pleno combate contra las consecuencias de sus propios actos. "La delincuencia crece por culpa del narcotráfico", suelen decir los voceros oficiales, para exonerar de responsabilidad a un sistema que arroja cada vez más pobres a las calles y a las cárceles y que condena cada vez más gente a la desesperanza y la desesperación.
Las cumbres irradian el mal ejemplo de su impunidad. Se castiga abajo lo que se aplaude arriba. El robo chico es delito contra la propiedad, el robo en gran escala es derecho de los propietarios: uno es asunto del Código Penal, el otro pertenece a la órbita de la iniciativa privada. El poder, que elogia al trabajo y a los trabajadores en sus discursos pero los maldice en sus actos, sin pudor alguno recompensa la deshonestidad y la falta de escrúpulos. La respetable tarea tiene por cómplices a los grandes medios de comunicación, que mienten callando casi tanto como mienten diciendo.
¿Denuncias o confesiones?
Y mientras el poder enseña impunidad, esos grandes medios, y sobre todo la televisión, difunden mensajes de violencia y de consumismo obligatorio. Una reciente investigación universitaria reveló que los niños de Buenos Aires ven, cada día, cuarenta escenas de violencia en la pantalla chica. ¿Cuántas escenas de consumismo ven? ¿A cuántos ejemplos de despilfarro y ostentación asisten cada día? ¿Cuántas órdenes de comprar reciben los que poco o nada pueden comprar? ¿Cuántas veces por día se les taladra la cabeza para convencerlos de que quien no compra no existe, y quien no tiene, no es? Paradójicamente, la televisión suele trasmitir discursos que denuncian la plaga de la violencia urbana y exigen mano dura, mientras la misma televisión imparte educación a las nuevas generaciones derramando en cada casa océanos de sangre y de publicidad compulsiva: en este sentido, bien podría decirse que sus propios mensajes están confirmando su eficacia mediante el auge de la delincuencia.
Las fábricas de opinión pública echan leña a la hoguera de la histeria colectiva, y mucho contribuyen a convertir la seguridad pública en obsesión pública. Cada vez tienen más ecos los gritos de alarma que se pronuncian en nombre de la población indefensa ante el acoso del crimen. Se multiplican los asustados, y los asustados pueden ser más peligrosos que el peligro que los asusta. Para acabar con la falta de garantías de los ciudadanos, se exigen leyes que suprimen las garantías que quedan; y para dar más libertad a los policías, se exigen leyes que sacrifican la libertad de todos los demás -incluso en países como el Uruguay, donde las estadísticas confiesan que los policías son, en proporción, los ciudadanos que más delitos cometen.
No sólo los vividores de la abundancia se sienten amenazados. También la clase media, y también numerosos sobrevivientes de la escasez: pobres que sufren el asalto de otros pobres más pobres o más desesperados. En sociedades que prefieren el orden a la justicia, hay cada vez más gente que aplaude el sacrificio de la justicia en los altares del orden: hay cada vez más gente convencida de que no hay ley que valga ante la invasión de los fuera de la ley. Hay un clamor creciente por la pena de muerte en la opinión pública de varios países latinoamericanos; y las matanzas de niños por los escuadrones parapoliciales de la muerte en Bogotá, Río de Janeiro o la ciudad de Guatemala son pública o secretamente aplaudidas por un sector considerable de la sociedad. Se considera normal la tortura del delincuente común, o de quien tenga cara de; y llama la atención el silencio de algunos organismos de derechos humanos, en países donde la policía tiene la costumbre de arrancar confesiones mediante métodos de tortura idénticos a los que las dictaduras militares aplican contra los presos políticos.
Las otras jaulas
Presos: las dictaduras militares ya no están, pero las frágiles democracias latinoamericanas tienen sus cárceles hinchadas de presos. Los presos son pobres, como es natural, porque sólo los pobres van presos en países donde nadie va preso cuando se viene abajo un puente recién inaugurado, cuando se derrumba un banco vaciado por los banqueros o cuando se desploma un edificio construido sin cimientos. Cárceles inmundas, presos como sardinas en lata: en su gran mayoría, son presos sin condena. Muchos, sin proceso siquiera, están ahí no se sabe por qué. Si se compara, el infierno del Dante parece cosa de Disney. Continuamente, estallan motines en estas cárceles que hierven. Entonces las fuerzas del orden cocinan a tiros a los desordenados y de paso matan a todos los que pueden, con lo que se alivia la presión de la superpoblación carcelaria -hasta el próximo motín.
En realidad, bien se podría decir que presos estamos todos, quien más, quien menos. Los que están en las cárceles y los que estamos afuera. ¿Están libres los presos de la necesidad, obligados a vivir para trabajar porque no pueden darse el lujo de trabajar para vivir? ¿Y los presos de la desesperación, que no tienen trabajo ni lo tendrán, condenados a malvivir a los zarpazos? Y los presos del miedo, ¿estamos libres? ¿No estamos todos presos del miedo? Todos enrejados: ya hay plazas públicas rodeadas de rejas en algunas ciudades latinoamericanas, y están enrejadas las casas de todos los que tenemos algo que perder, aunque sea poco, aunque sea nada; yo he visto rejas hasta en algunos ranchos de lata y madera de los suburbios pobres. Los de arriba y los del medio y los de abajo: en sociedades obligadas al sálvese quien pueda, aterrorizadas por los manotazos de sus náufragos, estamos todos presos: los vigilantes y los vigilados, los elegidos y los parias.
Los hechos se burlan de los derechos. Retrato de América Latina al fin del milenio: ésta es una región del mundo que niega a sus niños el derecho de ser niños. Los niños son los más presos entre todos los presos, en esta gran jaula donde se obliga a la gente a devorarse entre sí. El sistema de poder, que no acepta más vínculo que el pánico mutuo, maltrata a los niños. A los niños pobres los trata como si fueran basura. Y a los del medio los tiene atados a la pata del televisor.
En la burbuja del poder
En el océano de los que necesitan, las islas de los que más tienen tienden a convertirse en lujosos campos de concentración, donde los poderosos sólo se encuentran con los poderosos y nunca pueden olvidar, ni por un ratito, que son poderosos. En algunas de las grandes ciudades latinoamericanas, donde los secuestros se han hecho costumbre, los niños ricos crecen encerrados dentro de la burbuja del miedo. Habitan mansiones amuralladas, grandes casas o grupos de casas rodeadas de cercos electrificados y guardias armados, y están día y noche vigilados por los guardaespaldas y por las cámaras de los circuitos cerrados de televisión. Viajan, como el dinero, en autos blindados. No conocen, más que de vista, la ciudad donde viven. Descubren el subterráneo en París o en Nueva York, pero jamás lo usan en San Pablo o en la ciudad de México.
Ellos no viven en la ciudad donde viven. Tienen prohibido ese vasto infierno que acecha su minúsculo cielo privado. Más allá de las fronteras del privilegio, se extiende una región del terror donde la gente es mucha, fea, sucia y peligrosa. En plena era de la globalización, los niños ricos no pertenecen a ningún lugar. Crecen sin raíces, despojados de identidad nacional, y sin más sentido social que la certeza de que la realidad es una amenaza. Tienen por patria las marcas de prestigio universal y por lenguaje los códigos internacionales. Los niños ricos de las ciudades más diversas se parecen en sus costumbres, tanto como entre sí se parecen los shopping centers y los aeropuertos, que están fuera del tiempo y del espacio. Educados en la realidad virtual, los niños ricos se deseducan en la ignorancia de la realidad real, que sólo existe para ser temida o para ser comprada.
Desde que nacen, son entrenados para el consumo y para la fugacidad, y transcurren la infancia comprobando que las máquinas son más dignas de confianza que las personas. Fast food, fast cars, fast life: mientras esperan que llegue la hora del ritual de iniciación, cuando el primer Jaguar o Mercedes les sea regalado, ellos ya se lanzan a toda velocidad a las autopistas cibernéticas, a toda velocidad compiten en las pantallas electrónicas y a toda velocidad devoran imágenes y mercancías haciendo zapping y haciendo shopping.
La pobreza como delito
Muchos antes de que los niños ricos dejen de ser niños y descubran las drogas caras que aturden la soledad y enmascaran el miedo, ya los niños pobres están aspirando pegamento. Mientras los niños ricos juegan a la guerra con balas de rayos láser, ya las balas de plomo acribillan a los niños de la calle. Algunos expertos llaman "niños de escasos recursos" a los que disputan la basura con los buitres en los suburbios de las ciudades. Según las estadísticas, hay setenta millones de niños en estado de pobreza absoluta, y cada vez hay más, en esta América Latina que fabrica pobres y prohíbe la pobreza. Entre todos los rehenes del sistema, ellos son los que peor la pasan. La sociedad los exprime, los vigila, los castiga, a veces los mata: casi nunca los escucha, jamás los comprende.
Nacen con las raíces al aire. Muchos de ellos son hijos de familias campesinas, que han sido brutalmente arrancadas de la tierra y se han desintegrado en la ciudad. Entre la cuna y la sepultura, el hambre o las balas abrevian el viaje. De cada dos niños pobres, uno trabaja, deslomándose a cambio de la comida o poco más: vende chucherías en las calles, es la mano de obra gratuita de los talleres y las cantinas familiares, es la mano de obra más barata de las industrias de exportación, que fabrican zapatillas o camisas para las grandes tiendas del mundo. ¿Y el otro? De cada dos niños pobres, uno sobra. El mercado no lo necesita. No es rentable, ni lo será jamás. Y quien no es rentable, ya se sabe, no tiene derecho a la existencia. El mismo sistema productivo que desprecia a los viejos, expulsa a los niños. Los expulsa, y les teme. Desde el punto de vista del sistema, la vejez es un fracaso, pero la infancia es un peligro.
En muchos países latinoamericanos, la hegemonía del mercado está rompiendo los lazos de solidaridad y está haciendo trizas el tejido social comunitario. ¿Qué destino tienen los dueños de nada en países donde el derecho de propiedad se está convirtiendo en el único derecho sagrado? Los niños pobres son los que más ferozmente sufren la contradicción entre una cultura que manda consumir y una realidad que lo prohíbe. El hambre los obliga a robar o a prostituirse; pero también los obliga la sociedad de consumo, que los insulta ofreciendo lo que niega. Y ellos se vengan lanzándose al asalto. En las calles de las grandes ciudades, se forman bandas de desesperados unidos por la muerte que acecha. Según la organización Human Rights Watch, los grupos parapoliciales matan seis niños por día en Colombia y cuatro por día en Brasil. ¿Y ellas? Hay medio millón de niñas brasileñas que venden el cuerpo, casi tantas como en la India, y en la República Dominicana la próspera industria del turismo ofrece subastas de niñas vírgenes.
El pánico y sus trampas
Entre una punta y la otra, el medio. Entre los que viven prisioneros del desamparo y los que viven prisioneros de la opulencia, están los niños que tienen bastante más que nada, pero mucho menos que todo. Cada vez son menos libres los niños de clase media. Les confisca la libertad, día tras día, la sociedad que sacraliza el orden mientras genera el desorden. En estos tiempos de inestabilidad social, cuando se concentra la riqueza y la pobreza se difunde a ritmo implacable, ¿quién no siente que el piso cruje bajo los pies? La clase media vive en estado de impostura, simulando tener más que lo que tiene, pero nunca le ha resultado tan difícil cumplir con esta abnegada tradición. Está, hoy por hoy, paralizada por el pánico: el pánico de perder el trabajo, el auto, la casa, las cosas, y el pánico de no llegar a tener lo que se debe tener para llegar a ser. Nadie podrá reprocharle mala conducta. La sufrida clase media sigue creyendo en la experiencia como aprendizaje de la obediencia, y con frecuencia defiende todavía al orden establecido como si fuera su dueña, aunque no es más que una inquilina del orden, más que nunca agobiada por el precio del alquiler y el pánico al desalojo.
En el pánico, pánico de vivir, pánico de caer, cría a sus hijos. Atrapados en las trampas del pánico, los niños de clase media están cada vez más condenados a la humillación del encierro perpetuo. En la ciudad del futuro, que ya está siendo presente, los teleniños, vigilados por niñeras electrónicas, contemplarán la calle desde el balcón o la ventana: la calle prohibida por la violencia, o por el pánico a la violencia; la calle donde ocurre el siempre peligroso, y a veces prodigioso, espectáculo de la vida.
Fuente: http://www4.loscuentos.net/cuentos/other/10/16/141/
Tras la entrega de la medalla por parte del presidente de esta entidad, Juan Miguel Hernández León, que destacó la "mirada crítica, lirismo, agudeza, compromiso y sensibilidad" de Galeano, el escritor agradeció, muy emocionado, el galardón y desgranó, en tres historias, lo que, para él, es "el desafío en el arte de narrar".
Pero fue después, en un coloquio con el periodista y escritor Juan Cruz, cuando el narrador montevideano paseó por algunos de esos temas tan habituales en sus obras.
"Cuando (la memoria) está artificialmente borrada, el caso está condenado al fracaso. Esa basura no puede ser ocultada bajo la alfombra", explicó Galeano, al referirse a las dictaduras latinoamericanas, que escribieron una "historia oficial" para esconder la real.
El escritor uruguayo calificó de "peligrosa" la impunidad "porque estimula el delito", por lo que, una vez más, reclamó el voto contra la Ley de Caducidad en su país y recordó la importancia de "la herencia" que los republicanos españoles dejaron en su recuerdo.
La ausencia de democracia ("los países que hacen el negocio de la guerra son los mismos que gestionan la paz en este mundo al revés") y el racismo ("hay exclusión de ciudadanos que no están en categorías altas a la hora de repartir los premios y los castigos") fueron algunos asuntos políticos de los que habló Eduardo Galeano.
El escritor montevideano comentó que "es importante" que Barack Obama sea el presidente de Estados Unidos y calificó de "ofensivo a la inteligencia el bombardeo" contra Manuel Zelaya, dirigente derrocado en Honduras, "por querer reformar la constitución".
"Si en Estados Unidos no se hubiera reformado, Obama no sería hoy presidente, porque en la primera del país, decía que un negro era las tres quintas partes de un blanco y un país, obviamente, no puede ser gobernado por las 3/5 partes de una persona", ironizó.
El miedo, otro tema recurrente en su literatura, también apareció en el diálogo. Galeano destacó que, en la actualidad, la gente está sometida "a la dictadura universal del miedo", que "prohíbe decir y recordar" y también "decir no". "Nos obliga a la obediencia, pero hay que tener el coraje de decir no", aseveró.
La Medalla de Oro del CBA se entrega, desde 1996, a creadores e intelectuales, cuya obra ha contribuido a la renovación de las artes y la cultura contemporáneas. En la lista de premiados, figuran los españoles Francisco Ayala o Ana María Matute, el mexicano Carlos Fuentes y el italiano Umberto Eco, último galardonado.
EDUARDO GALEANO
Pocos intelectuales en América Latina tienen el peso de Eduardo Galeano. Su obra, vasta por cierto, bella, profunda, es una suma de aspectos: es, de hecho, uno de los más veraces historiadores sin haberse planteado escribir historia. Es uno de los más agudos comentaristas políticos sin plantearse explícitamente hacer periodismo. Es, por todos lados, un genial comunicador, un agudo exponente de su idioma, un exquisito de la expresión. Y al mismo tiempo, es un campeón en la comunicación clara, diáfana, nada rebuscada. Sin ser un poeta en sentido estricto, su obra literaria es una de las más atractivas, de las más atrapantes como narrador.
Su compromiso político está fuera de discusión: es uno de los intelectuales más consecuentes que ha tenido tanto Uruguay como toda Latinoamérica, siempre ligado a ideales de vanguardia.
Esta breve semblanza que presentamos hoy, tomada de la Revista Cultural Participativa Encontrarte, pretende ser una primera aproximación a una obra que merece ser recorrida con pasión.
…“ Los medios dominantes de comunicación, que muestran la actualidad del mundo como un espectáculo fugaz, ajeno a la realidad y vacío de memoria, bendicen y ayudan a perpetuar la organización de la desigualdad creciente. Nunca el mundo ha sido tan injusto en el reparto de los panes y los peces, pero el sistema que en el mundo rige, y que ahora se llama, pudorosamente, economía de mercado, se sumerge cada día en un baño de impunidad. La injusticia está fuera de la cuestión. El código moral de este fin de siglo no condena la injusticia, sino el fracaso”...
Eduardo Galeano
Extracto del cuento: ‘Noticias de los nadie’
Eduardo Galeano, periodista y escritor cuyas obras han sido traducidas a varios idiomas. Sus trabajos trascienden géneros ortodoxos combinando documental, periodismo, análisis político e historia. Galeano niega ser un historiador: "Soy un escritor que quisiera contribuir al rescate de la memoria secuestrada de toda América, pero sobre todo de América Latina, tierra despreciada y entrañable".
En él conviven el periodismo, el ensayo y la narrativa, siendo ante todo un cronista de su tiempo, certero y valiente, que ha retratado con agudeza la sociedad contemporánea, penetrando en sus lacras y en sus fantasmas cotidianos. Lo periodístico vertebra su obra de manera prioritaria. De tal modo que no es posible escindir su labor literaria de su faceta como periodista comprometido.
Su nombre completo: Eduardo Germán Hughes Galeano, nació en Montevideo, Uruguay el 3 de septiembre de 1940, en el seno de una familia católica de clase media con ancestros galeses, alemanes, españoles e italianos.
Durante su adolescencia transitó por diversos trabajos. A la edad de 14 años entró en el mundo del periodismo, publicando sus dibujos que firmaba “Gius” por la dificultosa pronunciación en castellano de su primer apellido. Siendo el periódico semanal “El Sol”, del partido socialista, el primero en publicar su trabajo.
Algún tiempo después empezó a publicar artículos. Se firmó Galeano y así es como se le conoce hasta el día de hoy. Ha hecho de todo: fue mensajero y dibujante, obrero en una fábrica de insecticidas, cobrador, taquígrafo, cajero de banco, diagramador, editor y peregrino por los caminos de América.
Comienza su carrera como periodista a principios de los años 60 como jefe de redacción de la prestigiosa revista “Marcha” (1960-1964), un semanario que, bajo la dirección de Carlos Quijano, ejerció fuerte influencia en el pensamiento uruguayo de la época, dando durante décadas cobijo a las voces más interesantes de las letras uruguayas, contando con contribuciones tales como las de Mario Vargas Llosa, Mario Benedetti, Manuel Maldonado Denis y Roberto Fernández Retamar. Esta publicación terminó siendo silenciada en 1974 por la dictadura.
Durante dos años Galeano es director del diario “Época” y trabajó como editor en jefe en la prensa universitaria.
Sus primeros escritos son reportajes de corte político en los que la realidad aparece continuamente golpeada por las circunstancias. Tanto el reportaje titulado "China" (1964) como "Crónica de un desafío", del mismo año, o "Guatemala, un país ocupado" (1967) reflejan una escritura de urgencia, de denuncia, que retrata la cotidianeidad de unos tiempos difíciles con una escritura situada siempre en primera línea de los hechos que vertebran el presente.
Con "Las venas abiertas de América latina" (1971), explicativo título, logró su obra más popular y citada, condenando la opresión de un continente a través de páginas brutalmente esclarecedoras que se sumergen en la amargura creciente y endémica de América Latina. Es un acta de acusación de la explotación de Latinoamérica por poderes extranjeros a partir del siglo XV. Esta obra ha sido traducida a dieciocho idiomas y mereció encendidos elogios desde diversos sectores. El escritor alemán Heinrich Böll, Premio Nobel de Literatura en 1972 y autor de "Opiniones de un payaso", obra clave de la literatura contemporánea, llegó a decir a propósito de la obra de Galeano que: “…pocas obras en los últimos tiempos le habían conmovido tanto”.
En 1973 un golpe militar toma el poder en el país, por lo que tuvo que exiliarse a Argentina en donde funda y dirige una revista literaria titulada “Crisis”, en la que también destaca la labor del poeta Juan Gelman.
En 1976, cuando el régimen de Jorge Rafael Videla tomó el poder en Argentina mediante un golpe militar que daría origen a una dictadura, su nombre fue agregado a la lista de aquellos condenados por los escuadrones de la muerte, debido a lo cual se instala en España, encontrando un país que estaba a punto de dar un salto histórico cualitativo, con el octogenario dictador como sombra de sí mismo. Reside en Calella, al norte de Barcelona. Publica en revistas españolas y colabora con una radio alemana y un canal de televisión mexicano. Escribe su famosa trilogía “Memoria del fuego”.
Junto al Galeano periodista comienza a aparecer el Galeano narrador que prolonga en sus obras su visión de América Latina. De la novela corta "Los días siguientes" (1963) a los relatos contenidos en "Vagamundo" (1973) pasan diez años pero se mantiene una misma percepción de las cosas, continuada en "La canción de nosotros" que mereció el premio ‘Casa de las Américas’ de 1975.
En Galeano el contexto político y social no puede eludirse y es el marco central en el que transitan sus historias. "Días y noches de amor y de guerra" (1978) se enmarca en los difíciles días de la dictadura en Argentina y Uruguay.
Con "Memoria del fuego" hay una recuperación del pasado indigenista. Esta obra narra la odisea de las dos Américas, centrándose en los hechos más cotidianos, componiendo una trilogía febril e incisiva, apoyada en la rigurosidad de las fuentes y en la que se entrecruzan crónicas históricas con pinceladas del presente, siempre en busca de un futuro más justo. De aquella trilogía histórica formaban parte "Los nacimientos" (1982), "Las caras y las máscaras" (1984) y "El siglo del viento" (1986). En los tres libros hay un mismo objetivo y como dice el periodista italiano Gianni Miná, “una voz incisiva y militante que trata de impedir que se olvide la tragedia que asola a quienes viven en el más completo subdesarrollo”.
"Memoria del fuego" está estructurada en torno a pequeñas vivencias cotidianas que es en donde encuentra Galeano la verdadera grandeza del ser humano. Sus personajes son figuras históricas; generales, artistas, revolucionarios, obreros, conquistadores y conquistados, quienes son presentados en episodios breves los cuales reflejan la historia colonial del continente. La intrahistoria es el universo en el que caminan las obras del escritor uruguayo, al margen de grandes gestas y de sucesos grandilocuentes, que se apartan del hombre de a pie y del verdadero devenir de los acontecimientos históricos. Son, en palabras de Galeano, “historias pequeñas, pero no minimalistas”.
Joan Manuel Serrat toma prestado un fragmento de una de estas historias de "Memoria del fuego" para ilustrar a modo de presentación en sus recitales el tema "Che Pykasumi", que el cantautor interpreta en lengua guaraní.
Un año antes de la publicación de "El siglo del viento" y una vez terminada la dictadura uruguaya regresa a Montevideo. Tres años después termina "El libro de los abrazos", de contenido más sutil y poético. El propio Galeano definiría de este modo la raíz de esta obra: "Creo que un autor al escribir abraza a los demás. Y éste es un libro sobre los vínculos con los demás, los nexos que la memoria ha conservado, vínculos de amor, solidaridad. Historias verdaderas vividas por mí y por mis amigos, y como mi memoria está llena de tantas personas, es al mismo tiempo un libro de "muchos"... Es un equívoco que ha fragmentado los lazos de solidaridad, que ha condenado a este mundo de finales de siglo a tener hambre de abrazos, a padecer de soledad, el peor tipo de soledad: la soledad en compañía. Es el mismo proceso que se manifiesta con la pobreza".
Precisamente en "El libro de los abrazos", uno de los libros más exitosos y logrados de Galeano, está contenido un pequeño relato titulado "La noche". Este relato dividido en cuatro partes sirvió de inspiración a Joan Manuel Serrat para su canción “Secreta mujer” que formó parte del álbum "Sombras de la China" (1998):
LA NOCHE / 1
No consigo dormir. Tengo una mujer atravesada entre los párpados. Si pudiera, le diría que se vaya; pero tengo una mujer atravesada en la garganta.
LA NOCHE / 2
Arránqueme, Señora, las ropas y las dudas.
Desnúdeme, desdúdeme.
LA NOCHE / 3
Yo me duermo a la orilla de una mujer: yo me duermo a la orilla de un abismo.
LA NOCHE / 4
Me desprendo del abrazo, salgo a la calle.
En el cielo, ya clareando, se dibuja, finita, la luna.
La luna tiene dos noches de edad.
Yo, una.
El mismo año de "El libro de los abrazos" aparece "Nosotros decimos no". En 1992 publica "Ser como ellos y otros artículos" y un año después "Las palabras andantes", recopilación de cuentos y reflexiones ilustrados por el artista brasileño José Francisco Borges.
El propósito de Galeano en los 90 sigue siendo el mismo que le había impulsado en las otras décadas. Palpar la realidad y luego derramarla en un libro. Como respiro, muestra su pasión por el fútbol y lo reivindica desde la literatura, al modo que también hará Javier Marías, en un libro titulado "El fútbol a sol y sombra".
En 1998 Galeano ofrece en "Patas arriba. La escuela del mundo al revés", otro de esos libros de denuncia que no edulcoran el presente ni rehuyen de sus sombras. Es por tanto Galeano un ejemplo de coherencia en una obra que sirve siempre de guía a la hora de definir un continente como el de América Latina que debe seguir cerrando heridas. La voz de Galeano suena clara en el marasmo de intereses e injusticias cotidianas. Más allá de una obra literariamente sólida, está la figura del cronista que persigue injusticias, que conjura temores, que rescata del abismo personajes e historias postergadas.
La obra de Eduardo Galeano nos convoca a mirar qué pasado hemos levantado y qué futuro estamos dejando para nuestros descendientes. Establece un frente común contra la pobreza, la miseria moral y material, la hipocresía de un mundo que sigue abriendo cada vez más distancias entre los que tienen y los que no tienen. Lo demagógico puede ser un riesgo inevitable en este tipo de propuestas, pero Galeano la salva con un estilo conciso, brillante y, sobre todas las cosas, necesario.
En Eduardo Galeano hay un compromiso constante con el ser humano y sobre todo una fidelidad a unas ideas que condenan el neoliberalismo y que siguen apostando por un socialismo real, no de andar por casa, y que de alguna forma recupere el pulso perdido, lejos del presente en el que el hombre es visto como una mercancía y en el que parece que no hay lugar para las utopías.
Eduardo Galeano reside desde 1985, -tras finalizar la dictadura uruguaya-, en su Montevideo natal donde sigue haciendo su literatura y su periodismo de marcado tinte político.
Algunos Premios
En dos ocasiones Eduardo Galeano obtuvo el premio Casas de las Américas: (en 1975 y en 1978) y su trilogía “Memorias del Fuego” conformada por: "Los nacimientos" (1982), "Las caras y las máscaras" (1984) y "El siglo del viento" (1986) fue premiada por el Ministerio de Cultura del Uruguay. En 1989 la misma trilogía recibió el “American Book Award”, distinción que otorga la Universidad de Washington, USA. También le fue otorgado el premio "Aloa" de los editores daneses en 1993. En 1999, Galeano fue el primer escritor galardonado por la Fundación Lannan (Santa Fe, Estados Unidos), con el premio a la libertad cultural.
La esperanza según Galeano:
“... para mí, la esperanza es una cosa que tengo cuando me despierto, que pierdo en el desayuno, que recupero cuando recibo el sol en la calle y que, después de caminar un rato, se me vuelve a caer por algún agujero del bolsillo. Y me digo: "¿Dónde quedó la esperanza?". Y la busco y no la encuentro. Y entonces, aguzando el oído, la escucho ahí, croando como un sapito minúsculo, llamándome desde todos los pastos.
La tengo, la vuelvo a perder. A veces duermo con ella y a veces duermo solo. Pero yo nunca tuve una esperanza de receta, comprada en una tienda de corte y confección, una esperanza dogmática. Es una esperanza viva y, por lo tanto, no sólo está a salvo de la duda, sino que se alimenta de la duda”.
De "Charla mano a mano en el último café", reportaje de Miguel Bonasso a Eduardo Galeano.
Enero de 1993
SUS OBRAS
Los días siguientes. 1962
China 1964: Crónica de un desafío. 1964
Los fantasmas del día del león y otros relatos. 1967
Guatemala: Clave de Latinoamérica. 1967
Reportajes: Tierras de Latinoamérica, otros puntos cardinales, y algo más. 1967
Siete imágenes de Bolivia. 1971
Las venas abiertas de América Latina. 1971
Crónicas latinoamericanas. 1972
Vagamundo. 1973
La canción de nosotros. 1975
Conversaciones con Raimon. 1977
Días y noches de amor y de guerra. 1978
La piedra que arde. 1980
Voces de nuestro tiempo. 1981
Memorias del fuego I – Los nacimientos. 1982
Memorias del fuego II – Las caras y las máscaras, 1984
Contraseña. 1985
Memorias del fuego III – El siglo del viento, 1986
Aventuras de los jóvenes dioses. 1986
Nosotros decimos no: Crónicas (1963-1988). 1989
El libro de los abrazos, 1989
El tigre azul y otros relatos, 1991
Ser como ellos y otros artículos, 1992
Las palabras andantes. 1993
Amares (Antología de relatos). 1993
Úselo y tírelo. 1994
El fútbol a sol y sombra, 1995
Las aventuras de los dioses. 1995
Mujeres (antología de textos). 1995
Patas arriba. La escuela del mundo al revés. 1998
Las aventuras de los jóvenes dioses. 1998
Patas arriba. La historia del mundo al revés, 1999
Fuentes:
http://www.jmserrat.com/bio/galeano.html
http://es.wikipedia.org/wiki/Eduardo_Galeano
http://www.escritores.org/galeano.htm#biografia
http://personales.alumno.upv.es/~pausalvi/Eduardo_Galeano/biografia.htm
Algunos de sus escritos:
1) “Los prisioneros”
El Estado, que jamás va preso, asesina por acción y por omisión. Crímenes por acción: a fines del año pasado, la policía militar de Río de Janeiro reconoció oficialmente que venía matando civiles a un ritmo ocho veces más acelerado que el año anterior, mientras la policía de los suburbios de Buenos Aires cazaba jóvenes como si fueran pajaritos. Crímenes por omisión: al mismo tiempo, cuarenta enfermos del riñón murieron en el pueblo de Caruarú, en el nordeste de Brasil, porque la salud pública les había hecho diálisis con agua contaminada; y en la provincia de Misiones, en el nordeste de la Argentina, el agua potable, contaminada por los plaguicidas, generaba bebés con labios leporinos y deformaciones en la médula espinal.
En la era de las privatizaciones y el mercado libre, el dinero se propone gobernar sin intermediarios. ¿Cuál es la función que se atribuye al Estado? El Estado debe ocuparse de la disciplina de la mano de obra barata, condenada a salarios enanos, y a la represión de las peligrosas legiones de brazos que no encuentran trabajo: un Estado juez y gendarme, y poco más. De los otros servicios públicos, ya se encargará el mercado, y de la pobreza, gente pobre, regiones pobres, ya se ocupará Dios, si la policía no alcanza. La administración pública sólo puede disfrazarse de madre piadosa muy de vez en cuando, atareada como está en consagrar sus menguadas energías a las funciones de vigilancia y castigo. En el proyecto neoliberal, los derechos públicos se reducen a favores del poder, y el poder se ocupa de la salud pública y de la educación pública como si fueran formas de la caridad pública.
El arte de borrar huellas
Mientras tanto, crece la pobreza y crecen las ciudades y crecen los asaltos y las violaciones y los crímenes. "La criminalidad crece mucho más que los recursos para combatirla", reconoce el ministro del Interior del Uruguay. La explosión del delito se ve en las calles, aunque las estadísticas oficiales se hagan las ciegas, y los gobiernos latinoamericanos confiesan, de alguna manera, su impotencia. Pero el poder jamás confiesa que está en guerra contra los pobres que genera, en pleno combate contra las consecuencias de sus propios actos. "La delincuencia crece por culpa del narcotráfico", suelen decir los voceros oficiales, para exonerar de responsabilidad a un sistema que arroja cada vez más pobres a las calles y a las cárceles y que condena cada vez más gente a la desesperanza y la desesperación.
Las cumbres irradian el mal ejemplo de su impunidad. Se castiga abajo lo que se aplaude arriba. El robo chico es delito contra la propiedad, el robo en gran escala es derecho de los propietarios: uno es asunto del Código Penal, el otro pertenece a la órbita de la iniciativa privada. El poder, que elogia al trabajo y a los trabajadores en sus discursos pero los maldice en sus actos, sin pudor alguno recompensa la deshonestidad y la falta de escrúpulos. La respetable tarea tiene por cómplices a los grandes medios de comunicación, que mienten callando casi tanto como mienten diciendo.
¿Denuncias o confesiones?
Y mientras el poder enseña impunidad, esos grandes medios, y sobre todo la televisión, difunden mensajes de violencia y de consumismo obligatorio. Una reciente investigación universitaria reveló que los niños de Buenos Aires ven, cada día, cuarenta escenas de violencia en la pantalla chica. ¿Cuántas escenas de consumismo ven? ¿A cuántos ejemplos de despilfarro y ostentación asisten cada día? ¿Cuántas órdenes de comprar reciben los que poco o nada pueden comprar? ¿Cuántas veces por día se les taladra la cabeza para convencerlos de que quien no compra no existe, y quien no tiene, no es? Paradójicamente, la televisión suele trasmitir discursos que denuncian la plaga de la violencia urbana y exigen mano dura, mientras la misma televisión imparte educación a las nuevas generaciones derramando en cada casa océanos de sangre y de publicidad compulsiva: en este sentido, bien podría decirse que sus propios mensajes están confirmando su eficacia mediante el auge de la delincuencia.
Las fábricas de opinión pública echan leña a la hoguera de la histeria colectiva, y mucho contribuyen a convertir la seguridad pública en obsesión pública. Cada vez tienen más ecos los gritos de alarma que se pronuncian en nombre de la población indefensa ante el acoso del crimen. Se multiplican los asustados, y los asustados pueden ser más peligrosos que el peligro que los asusta. Para acabar con la falta de garantías de los ciudadanos, se exigen leyes que suprimen las garantías que quedan; y para dar más libertad a los policías, se exigen leyes que sacrifican la libertad de todos los demás -incluso en países como el Uruguay, donde las estadísticas confiesan que los policías son, en proporción, los ciudadanos que más delitos cometen.
No sólo los vividores de la abundancia se sienten amenazados. También la clase media, y también numerosos sobrevivientes de la escasez: pobres que sufren el asalto de otros pobres más pobres o más desesperados. En sociedades que prefieren el orden a la justicia, hay cada vez más gente que aplaude el sacrificio de la justicia en los altares del orden: hay cada vez más gente convencida de que no hay ley que valga ante la invasión de los fuera de la ley. Hay un clamor creciente por la pena de muerte en la opinión pública de varios países latinoamericanos; y las matanzas de niños por los escuadrones parapoliciales de la muerte en Bogotá, Río de Janeiro o la ciudad de Guatemala son pública o secretamente aplaudidas por un sector considerable de la sociedad. Se considera normal la tortura del delincuente común, o de quien tenga cara de; y llama la atención el silencio de algunos organismos de derechos humanos, en países donde la policía tiene la costumbre de arrancar confesiones mediante métodos de tortura idénticos a los que las dictaduras militares aplican contra los presos políticos.
Las otras jaulas
Presos: las dictaduras militares ya no están, pero las frágiles democracias latinoamericanas tienen sus cárceles hinchadas de presos. Los presos son pobres, como es natural, porque sólo los pobres van presos en países donde nadie va preso cuando se viene abajo un puente recién inaugurado, cuando se derrumba un banco vaciado por los banqueros o cuando se desploma un edificio construido sin cimientos. Cárceles inmundas, presos como sardinas en lata: en su gran mayoría, son presos sin condena. Muchos, sin proceso siquiera, están ahí no se sabe por qué. Si se compara, el infierno del Dante parece cosa de Disney. Continuamente, estallan motines en estas cárceles que hierven. Entonces las fuerzas del orden cocinan a tiros a los desordenados y de paso matan a todos los que pueden, con lo que se alivia la presión de la superpoblación carcelaria -hasta el próximo motín.
En realidad, bien se podría decir que presos estamos todos, quien más, quien menos. Los que están en las cárceles y los que estamos afuera. ¿Están libres los presos de la necesidad, obligados a vivir para trabajar porque no pueden darse el lujo de trabajar para vivir? ¿Y los presos de la desesperación, que no tienen trabajo ni lo tendrán, condenados a malvivir a los zarpazos? Y los presos del miedo, ¿estamos libres? ¿No estamos todos presos del miedo? Todos enrejados: ya hay plazas públicas rodeadas de rejas en algunas ciudades latinoamericanas, y están enrejadas las casas de todos los que tenemos algo que perder, aunque sea poco, aunque sea nada; yo he visto rejas hasta en algunos ranchos de lata y madera de los suburbios pobres. Los de arriba y los del medio y los de abajo: en sociedades obligadas al sálvese quien pueda, aterrorizadas por los manotazos de sus náufragos, estamos todos presos: los vigilantes y los vigilados, los elegidos y los parias.
Los hechos se burlan de los derechos. Retrato de América Latina al fin del milenio: ésta es una región del mundo que niega a sus niños el derecho de ser niños. Los niños son los más presos entre todos los presos, en esta gran jaula donde se obliga a la gente a devorarse entre sí. El sistema de poder, que no acepta más vínculo que el pánico mutuo, maltrata a los niños. A los niños pobres los trata como si fueran basura. Y a los del medio los tiene atados a la pata del televisor.
En la burbuja del poder
En el océano de los que necesitan, las islas de los que más tienen tienden a convertirse en lujosos campos de concentración, donde los poderosos sólo se encuentran con los poderosos y nunca pueden olvidar, ni por un ratito, que son poderosos. En algunas de las grandes ciudades latinoamericanas, donde los secuestros se han hecho costumbre, los niños ricos crecen encerrados dentro de la burbuja del miedo. Habitan mansiones amuralladas, grandes casas o grupos de casas rodeadas de cercos electrificados y guardias armados, y están día y noche vigilados por los guardaespaldas y por las cámaras de los circuitos cerrados de televisión. Viajan, como el dinero, en autos blindados. No conocen, más que de vista, la ciudad donde viven. Descubren el subterráneo en París o en Nueva York, pero jamás lo usan en San Pablo o en la ciudad de México.
Ellos no viven en la ciudad donde viven. Tienen prohibido ese vasto infierno que acecha su minúsculo cielo privado. Más allá de las fronteras del privilegio, se extiende una región del terror donde la gente es mucha, fea, sucia y peligrosa. En plena era de la globalización, los niños ricos no pertenecen a ningún lugar. Crecen sin raíces, despojados de identidad nacional, y sin más sentido social que la certeza de que la realidad es una amenaza. Tienen por patria las marcas de prestigio universal y por lenguaje los códigos internacionales. Los niños ricos de las ciudades más diversas se parecen en sus costumbres, tanto como entre sí se parecen los shopping centers y los aeropuertos, que están fuera del tiempo y del espacio. Educados en la realidad virtual, los niños ricos se deseducan en la ignorancia de la realidad real, que sólo existe para ser temida o para ser comprada.
Desde que nacen, son entrenados para el consumo y para la fugacidad, y transcurren la infancia comprobando que las máquinas son más dignas de confianza que las personas. Fast food, fast cars, fast life: mientras esperan que llegue la hora del ritual de iniciación, cuando el primer Jaguar o Mercedes les sea regalado, ellos ya se lanzan a toda velocidad a las autopistas cibernéticas, a toda velocidad compiten en las pantallas electrónicas y a toda velocidad devoran imágenes y mercancías haciendo zapping y haciendo shopping.
La pobreza como delito
Muchos antes de que los niños ricos dejen de ser niños y descubran las drogas caras que aturden la soledad y enmascaran el miedo, ya los niños pobres están aspirando pegamento. Mientras los niños ricos juegan a la guerra con balas de rayos láser, ya las balas de plomo acribillan a los niños de la calle. Algunos expertos llaman "niños de escasos recursos" a los que disputan la basura con los buitres en los suburbios de las ciudades. Según las estadísticas, hay setenta millones de niños en estado de pobreza absoluta, y cada vez hay más, en esta América Latina que fabrica pobres y prohíbe la pobreza. Entre todos los rehenes del sistema, ellos son los que peor la pasan. La sociedad los exprime, los vigila, los castiga, a veces los mata: casi nunca los escucha, jamás los comprende.
Nacen con las raíces al aire. Muchos de ellos son hijos de familias campesinas, que han sido brutalmente arrancadas de la tierra y se han desintegrado en la ciudad. Entre la cuna y la sepultura, el hambre o las balas abrevian el viaje. De cada dos niños pobres, uno trabaja, deslomándose a cambio de la comida o poco más: vende chucherías en las calles, es la mano de obra gratuita de los talleres y las cantinas familiares, es la mano de obra más barata de las industrias de exportación, que fabrican zapatillas o camisas para las grandes tiendas del mundo. ¿Y el otro? De cada dos niños pobres, uno sobra. El mercado no lo necesita. No es rentable, ni lo será jamás. Y quien no es rentable, ya se sabe, no tiene derecho a la existencia. El mismo sistema productivo que desprecia a los viejos, expulsa a los niños. Los expulsa, y les teme. Desde el punto de vista del sistema, la vejez es un fracaso, pero la infancia es un peligro.
En muchos países latinoamericanos, la hegemonía del mercado está rompiendo los lazos de solidaridad y está haciendo trizas el tejido social comunitario. ¿Qué destino tienen los dueños de nada en países donde el derecho de propiedad se está convirtiendo en el único derecho sagrado? Los niños pobres son los que más ferozmente sufren la contradicción entre una cultura que manda consumir y una realidad que lo prohíbe. El hambre los obliga a robar o a prostituirse; pero también los obliga la sociedad de consumo, que los insulta ofreciendo lo que niega. Y ellos se vengan lanzándose al asalto. En las calles de las grandes ciudades, se forman bandas de desesperados unidos por la muerte que acecha. Según la organización Human Rights Watch, los grupos parapoliciales matan seis niños por día en Colombia y cuatro por día en Brasil. ¿Y ellas? Hay medio millón de niñas brasileñas que venden el cuerpo, casi tantas como en la India, y en la República Dominicana la próspera industria del turismo ofrece subastas de niñas vírgenes.
El pánico y sus trampas
Entre una punta y la otra, el medio. Entre los que viven prisioneros del desamparo y los que viven prisioneros de la opulencia, están los niños que tienen bastante más que nada, pero mucho menos que todo. Cada vez son menos libres los niños de clase media. Les confisca la libertad, día tras día, la sociedad que sacraliza el orden mientras genera el desorden. En estos tiempos de inestabilidad social, cuando se concentra la riqueza y la pobreza se difunde a ritmo implacable, ¿quién no siente que el piso cruje bajo los pies? La clase media vive en estado de impostura, simulando tener más que lo que tiene, pero nunca le ha resultado tan difícil cumplir con esta abnegada tradición. Está, hoy por hoy, paralizada por el pánico: el pánico de perder el trabajo, el auto, la casa, las cosas, y el pánico de no llegar a tener lo que se debe tener para llegar a ser. Nadie podrá reprocharle mala conducta. La sufrida clase media sigue creyendo en la experiencia como aprendizaje de la obediencia, y con frecuencia defiende todavía al orden establecido como si fuera su dueña, aunque no es más que una inquilina del orden, más que nunca agobiada por el precio del alquiler y el pánico al desalojo.
En el pánico, pánico de vivir, pánico de caer, cría a sus hijos. Atrapados en las trampas del pánico, los niños de clase media están cada vez más condenados a la humillación del encierro perpetuo. En la ciudad del futuro, que ya está siendo presente, los teleniños, vigilados por niñeras electrónicas, contemplarán la calle desde el balcón o la ventana: la calle prohibida por la violencia, o por el pánico a la violencia; la calle donde ocurre el siempre peligroso, y a veces prodigioso, espectáculo de la vida.
Fuente: http://www4.loscuentos.net/cuentos/other/10/16/141/
2) “Entre Venezuela y Nadalandia”
Extraño dictador este Hugo Chávez. Masoquista y suicida: creó una Constitución que permite que el pueblo lo eche, y se arriesgó a que eso ocurriera en un referéndum revocatorio que Venezuela ha realizado por primera vez en la historia universal.
No hubo castigo. Y esta resultó ser la octava elección que Chávez ha ganado en cinco años, con una transparencia que ya hubiera querido Bush para un día de fiesta.
Obediente a su propia Constitución, Chávez aceptó el referéndum, promovido por la oposición, y puso su cargo a disposición de la gente: “Decidan ustedes”.
Hasta ahora, los presidentes interrumpían su gestión solamente por defunción, cuartelazo, pueblada o decisión parlamentaria. El referéndum ha inaugurado una forma inédita de democracia directa. Un acontecimiento extraordinario: ¿Cuántos presidentes, de cualquier país del mundo, se animarían a hacerlo? Y cuántos seguirían siendo presidentes después de hacerlo?
Este tirano inventado por los grandes medios de comunicación, este temible demonio, acaba de dar una tremenda inyección de vitaminas a la democracia, que en América Latina, y no sólo en América Latina, anda enclenque y precisada de energía.
Un mes antes, Carlos Andrés Pérez, angelito de Dios, demócrata adorado por los grandes medios de comunicación, anunció un golpe de Estado a los cuatro vientos. Lisa y llanamente afirmó que “la vía violenta” era la única posible en Venezuela, y despreció el referéndum “porque no forma parte de la idiosincrasia latinoamericana”. La idiosincrasia latinoamericana, o sea, nuestra preciosa herencia: el pueblo sordomudo.
Hasta hace pocos años, los venezolanos se iban a la playa cuando había elecciones. El voto no era, ni es, obligatorio. Pero el país ha pasado de la apatía total al total entusiasmo. El torrente de electores, colas enormes esperando al sol, a pie firme, durante horas y horas, desbordó todas las estructuras previstas para la votación. El aluvión democrático hizo también dificultosa la aplicación de la prevista tecnología último modelo para evitar los fraudes, en este país donde los muertos tienen la mala costumbre de votar y donde algunos vivos votan varias veces en cada elección, quizá por culpa del mal de Parkinson.
“¡Aquí no hay libertad de expresión!”, claman con absoluta libertad de expresión las pantallas de televisión, las ondas de las radios y las páginas de los diarios.
Chávez no ha cerrado ni una sola de las bocas que cotidianamente escupen insultos y mentiras. Impunemente ocurre la guerra química destinada a envenenar a la opinión pública. El único canal de televisión clausurado en Venezuela, el canal 8, no fue víctima de Chávez sino de quienes usurparon su presidencia, por un par de días, en el fugaz golpe de Estado de abril del año 2002.
Y cuando Chávez volvió de la prisión, y recuperó la presidencia en andas de una inmensa multitud, los grandes medios venezolanos no se enteraron de la novedad. La televisión privada estuvo todo el día pasando películas de Tom y Jerry.
Esa televisión ejemplar mereció el premio que el rey de España otorga al mejor periodismo. El rey recompensó una filmación de esos días turbulentos de abril. La filmación era una estafa. Mostraba a los salvajes chavistas disparando contra una inocente manifestación de opositores desarmados. La manifestación no existía, según se ha demostrado con pruebas irrefutables, pero se ve que este detalle no tenía importancia, porque el premio no fue retirado.
Hasta ayercito nomás, en la Venezuela saudí, paraíso petrolero, el censo reconocía oficialmente un millón y medio de analfabetos, y había cinco millones de venezolanos indocumentados y sin derechos cívicos.
Esos y otros muchos invisibles no están dispuestos a regresar a Nadalandia, que es el país donde habitan los nadies. Ellos han conquistado su país, que tan ajeno era: este referéndum ha probado, una vez más, que allí se quedan.
Fuente: http://www.patriagrande.net/uruguay/eduardo.galeano/
Tomado de: Página/12, Buenos Aires, miércoles 18 de agosto de 2004.
3) “A pesar de los pesares”
1
América Latina ya no es una amenaza. Por tanto, ha dejado de existir. Rara vez las fábricas universales de opinión pública se dignan a echarnos alguna ojeada. Y sin embargo Cuba, que tampoco amenaza a nadie, es todavía una obsesión universal.
No le perdonan que siga estando, que maltrecha y todo siga siendo. Esa islita sometida a feroz estado de sitio, condenada al exterminio por hambre, se niega a dar el brazo a torcer. ¿Por dignidad nacional? No, no, nos explican los entendidos: por vocación suicida. Con la pala en alto, los enterradores esperan. Tanta demora los irrita. Al Este de Europa han hecho un trabajo rápido y total, contratados por los propios cadáveres, y ahora están ansiosos por arrojar tierra sin flores sobre esta porfiada dictadura roja que se niega a aceptar su destino. Los enterradores ya tienen preparada la maldición fúnebre. No para decir que la revolución cubana ha muerto de muerte matada: para decir que ha muerto porque morir quería.
2
Entre los más impacientes, entre los más furiosos, están los arrepentidos. Ayer han confundido al estalinismo con el socialismo y hoy tienen huellas que borrar, un pasado que expiar: las mentiras que dijeron, las verdades que callaron. Es el Nuevo Orden Mundial, los burócratas se hacen empresarios y los censores se vuelven campeones de la libertad de expresión.
3
Nunca he confundido a Cuba con el paraíso. ¿Por qué voy a confundirla, ahora, con el infierno?
Yo soy uno más entre los que creemos que se puede quererla sin mentir ni callar.
4
Fidel Castro es un símbolo de dignidad nacional. Para los latinoamericanos, que ya estamos cumpliendo cinco siglos de humillación, un símbolo entrañable.
Pero Fidel ocupa, desde hace añares, el centro de un sistema burocrático, sistema de ecos de los monólogos del poder, que impone la rutina de la obediencia contra la energía creadora; y a la corta o a la larga, el sistema burocrático -partido único, verdad única- acaba por divorciarse de la realidad. En estos tiempos de trágica soledad que Cuba está sufriendo, el Estado omni-potente se revela omni-impotente.
5
Ese sistema no proviene de la oreja de una cabra. Proviene, sobre todo, del veto imperial. Apareció cuando la revolución no tuvo más remedio que cerrarse para defenderse, obligada a la guerra por quienes prohibían que Cuba fuera Cuba; y el incesante acoso exterior lo fue consolidando a lo largo del tiempo. Hace más de treinta años que el veto imperial se aplica, de mil maneras, para impedir la realización del proyecto de la Sierra Maestra.
Continuo escándalo de hipocresía: desde aquel entonces, toman examen de democracia a Cuba, los fabricantes de todas las dictaduras militares que en Cuba han sido.
En Cuba, democracia y socialismo nacieron para ser dos nombres de la misma cosa; pero los mandones del mundo sólo otorgan la libertad de elegir entre el capitalismo y el capitalismo.
6
El modelo de la Europa del Este, que tan fácilmente se ha derrumbado allá, no es la revolución cubana. La revolución cubana, que no llegó desde arriba ni se impuso desde afuera, ha crecido desde la gente, y no contra ella ni a pesar de ella. Por eso ha podido desarrollar una conciencia colectiva de patria: el imprescindible auto-respeto que está en la base de la auto-determinación.
7
El bloqueo de Haití, anunciado con bombos y platillos en nombre de la democracia herida, fue un fugaz espectáculo. No duró nada. Terminó mucho antes del regreso de Aristide. No podía durar: en democracia o en dictadura, hay cincuenta empresas norteamericanas que sacan jugo a esa mano de obra baratísima.
En cambio, el bloqueo contra Cuba se ha multiplicado con los años. ¿Un asunto bilateral? Así dicen; pero nadie ignora que el bloqueo norteamericano implica, hoy por hoy, el bloqueo universal. A Cuba se le niega el pan y la sal y todo lo demás. Y también implica, aunque lo ignoren muchos, la negación del derecho a la autodeterminación.
El cerco asfixiante tendido en torno a Cuba es una forma de intervención, la más feroz, la más eficaz, en sus asuntos internos. Genera desesperación, estimula la represión, desalienta la libertad. Bien lo saben los bloqueadores.
8
Ya no hay Unión Soviética. Ya no se puede cambiar, a precios justos, azúcar por petróleo.
Cuba queda condenada al desamparo. El bloqueo multiplica el canibalismo de un mercado internacional que paga nada y cobra todo. Acorralada, Cuba apuesta al turismo. Y se corre el peligro de que resulte peor el remedio que la enfermedad.
Cotidiana contradicción: los turistas extranjeros disfrutan de una isla dentro de la isla, donde para ellos hay lo que para los cubanos falta. Se reabren viejas heridas de la memoria. Hay bronca popular, bronca justa, en esta patria que había sido colonia, y había sido putero, y había sido garito.
Penosa situación, sin duda; que por ser cubana, se mira con lupa. Pero, ¿quién puede tirar la primera piedra? ¿No se consideran normales, en toda América Latina, los privilegios del turismo extranjero? Y, peor, ¿no se considera normal la sistemática guerra contra los pobres, desde el mortal muro que separa a los que tienen hambre de los que tienen miedo?
9
¿En Cuba hay privilegios? ¿Privilegios del turismo y también, en cierta medida, privilegios del poder? Sin duda. Pero el hecho es que no existe sociedad más igualitaria en América. Se reparte la pobreza: no hay leche, es verdad, pero la leche no falta a los niños ni a los viejos. La comida es poca, y no hay jabones, y el bloqueo no explica por arte de magia todas las escaseces; pero en plena crisis sigue habiendo escuelas y hospitales para todos, lo que no resulta fácil de imaginar en un continente donde tantísima gente no tiene otro maestro que la calle, ni más médico que la muerte.
La pobreza se reparte, digo, y se reparte: Cuba sigue siendo el país más solidario del mundo. Recientemente, por poner un ejemplo, Cuba fue el único país que abrió las puertas a los haitianos fugitivos del hambre y de la dictadura militar, que en cambio fueron expulsados de los Estados Unidos.
10
Tiempo de derrumbamiento y perplejidad; tiempo de grandes dudas y certezas chiquitas.
Pero quizá no sea tan chiquita esta certeza: cuando nacen desde adentro, cuando crecen desde abajo, los grandes procesos de cambio no terminan en su lado jodido.
Nicaragua, pongamos por caso, que viene de una década de asombrosa grandeza, ¿podrá olvidar lo que aprendió en materia de dignidad y justicia y democracia? ¿Termina el sandinismo en algunos dirigentes que no han sabido estar a la altura de su propia gesta, y se han quedado con autos y casas y otros bienes públicos? Seguramente el sandinismo es bastante más que esos sandinistas que habían sido capaces de perder la vida en la guerra y en la paz no han sido capaces de perder las cosas.
11
La revolución cubana vive una creciente tensión entre las energías de cambio que ella contiene y sus petrificada estructuras de poder.
Los jóvenes, y no sólo los jóvenes, exigen más democracia. No un modelo impuesto desde afuera, prefabricado por quienes desprestigian a la democracia usándola como coartada de la injusticia social y la humillación nacional. La expresión real, no formal, de la voluntad popular, quiere encontrar su propio camino. A la cubana. Desde adentro, desde abajo.
Pero la liberación plena de esas energías de cambio no parece posible mientras Cuba continúe sometida a estado de sitio. El acoso exterior alimenta las peores tendencias del poder: las que interpretan toda contradicción como un posible acto de conspiración, y no como la simple prueba de que está viva la vida.
12
Se juzga a Cuba como si no estuviera padeciendo, desde hace más de treinta años, una continua situación de emergencia. Astuto enemigo, sin duda, que condena las consecuencias de sus propios actos.
Yo estoy en contra de la pena de muerte. En cualquier lugar. En Cuba, también. Pero, ¿se puede repudiar los fusilamientos en Cuba sin repudiar, a la vez, el cerco que niega a Cuba la libertad de elegir y la obliga a vivir en vilo?
Sí, se puede. Al fin y al cabo, a Cuba le dictan cursos de derechos humanos quienes silban y miran para otro lado cuando la pena de muerte se aplica en otros lugares de América. Y no se aplica de vez en cuando, sino de manera sistemática: achicharrando negros en las sillas eléctricas de los Estados Unidos, masacrando indios en las sierras de Guatemala, acribillando niños en las calles de Brasil.
Y por lamentables que hayan sido los fusilamientos en Cuba, al fin y al cabo, ¿deja de ser admirable la porfiada valentía de esta isla minúscula, condenada a la soledad, en un mundo donde el servilismo es alta virtud o prueba de talento? ¿Un mundo donde quien no se vende, se alquila?
Fuente: http://www4.loscuentos.net/cuentos/other/10/16/139/
Extraño dictador este Hugo Chávez. Masoquista y suicida: creó una Constitución que permite que el pueblo lo eche, y se arriesgó a que eso ocurriera en un referéndum revocatorio que Venezuela ha realizado por primera vez en la historia universal.
No hubo castigo. Y esta resultó ser la octava elección que Chávez ha ganado en cinco años, con una transparencia que ya hubiera querido Bush para un día de fiesta.
Obediente a su propia Constitución, Chávez aceptó el referéndum, promovido por la oposición, y puso su cargo a disposición de la gente: “Decidan ustedes”.
Hasta ahora, los presidentes interrumpían su gestión solamente por defunción, cuartelazo, pueblada o decisión parlamentaria. El referéndum ha inaugurado una forma inédita de democracia directa. Un acontecimiento extraordinario: ¿Cuántos presidentes, de cualquier país del mundo, se animarían a hacerlo? Y cuántos seguirían siendo presidentes después de hacerlo?
Este tirano inventado por los grandes medios de comunicación, este temible demonio, acaba de dar una tremenda inyección de vitaminas a la democracia, que en América Latina, y no sólo en América Latina, anda enclenque y precisada de energía.
Un mes antes, Carlos Andrés Pérez, angelito de Dios, demócrata adorado por los grandes medios de comunicación, anunció un golpe de Estado a los cuatro vientos. Lisa y llanamente afirmó que “la vía violenta” era la única posible en Venezuela, y despreció el referéndum “porque no forma parte de la idiosincrasia latinoamericana”. La idiosincrasia latinoamericana, o sea, nuestra preciosa herencia: el pueblo sordomudo.
Hasta hace pocos años, los venezolanos se iban a la playa cuando había elecciones. El voto no era, ni es, obligatorio. Pero el país ha pasado de la apatía total al total entusiasmo. El torrente de electores, colas enormes esperando al sol, a pie firme, durante horas y horas, desbordó todas las estructuras previstas para la votación. El aluvión democrático hizo también dificultosa la aplicación de la prevista tecnología último modelo para evitar los fraudes, en este país donde los muertos tienen la mala costumbre de votar y donde algunos vivos votan varias veces en cada elección, quizá por culpa del mal de Parkinson.
“¡Aquí no hay libertad de expresión!”, claman con absoluta libertad de expresión las pantallas de televisión, las ondas de las radios y las páginas de los diarios.
Chávez no ha cerrado ni una sola de las bocas que cotidianamente escupen insultos y mentiras. Impunemente ocurre la guerra química destinada a envenenar a la opinión pública. El único canal de televisión clausurado en Venezuela, el canal 8, no fue víctima de Chávez sino de quienes usurparon su presidencia, por un par de días, en el fugaz golpe de Estado de abril del año 2002.
Y cuando Chávez volvió de la prisión, y recuperó la presidencia en andas de una inmensa multitud, los grandes medios venezolanos no se enteraron de la novedad. La televisión privada estuvo todo el día pasando películas de Tom y Jerry.
Esa televisión ejemplar mereció el premio que el rey de España otorga al mejor periodismo. El rey recompensó una filmación de esos días turbulentos de abril. La filmación era una estafa. Mostraba a los salvajes chavistas disparando contra una inocente manifestación de opositores desarmados. La manifestación no existía, según se ha demostrado con pruebas irrefutables, pero se ve que este detalle no tenía importancia, porque el premio no fue retirado.
Hasta ayercito nomás, en la Venezuela saudí, paraíso petrolero, el censo reconocía oficialmente un millón y medio de analfabetos, y había cinco millones de venezolanos indocumentados y sin derechos cívicos.
Esos y otros muchos invisibles no están dispuestos a regresar a Nadalandia, que es el país donde habitan los nadies. Ellos han conquistado su país, que tan ajeno era: este referéndum ha probado, una vez más, que allí se quedan.
Fuente: http://www.patriagrande.net/uruguay/eduardo.galeano/
Tomado de: Página/12, Buenos Aires, miércoles 18 de agosto de 2004.
3) “A pesar de los pesares”
1
América Latina ya no es una amenaza. Por tanto, ha dejado de existir. Rara vez las fábricas universales de opinión pública se dignan a echarnos alguna ojeada. Y sin embargo Cuba, que tampoco amenaza a nadie, es todavía una obsesión universal.
No le perdonan que siga estando, que maltrecha y todo siga siendo. Esa islita sometida a feroz estado de sitio, condenada al exterminio por hambre, se niega a dar el brazo a torcer. ¿Por dignidad nacional? No, no, nos explican los entendidos: por vocación suicida. Con la pala en alto, los enterradores esperan. Tanta demora los irrita. Al Este de Europa han hecho un trabajo rápido y total, contratados por los propios cadáveres, y ahora están ansiosos por arrojar tierra sin flores sobre esta porfiada dictadura roja que se niega a aceptar su destino. Los enterradores ya tienen preparada la maldición fúnebre. No para decir que la revolución cubana ha muerto de muerte matada: para decir que ha muerto porque morir quería.
2
Entre los más impacientes, entre los más furiosos, están los arrepentidos. Ayer han confundido al estalinismo con el socialismo y hoy tienen huellas que borrar, un pasado que expiar: las mentiras que dijeron, las verdades que callaron. Es el Nuevo Orden Mundial, los burócratas se hacen empresarios y los censores se vuelven campeones de la libertad de expresión.
3
Nunca he confundido a Cuba con el paraíso. ¿Por qué voy a confundirla, ahora, con el infierno?
Yo soy uno más entre los que creemos que se puede quererla sin mentir ni callar.
4
Fidel Castro es un símbolo de dignidad nacional. Para los latinoamericanos, que ya estamos cumpliendo cinco siglos de humillación, un símbolo entrañable.
Pero Fidel ocupa, desde hace añares, el centro de un sistema burocrático, sistema de ecos de los monólogos del poder, que impone la rutina de la obediencia contra la energía creadora; y a la corta o a la larga, el sistema burocrático -partido único, verdad única- acaba por divorciarse de la realidad. En estos tiempos de trágica soledad que Cuba está sufriendo, el Estado omni-potente se revela omni-impotente.
5
Ese sistema no proviene de la oreja de una cabra. Proviene, sobre todo, del veto imperial. Apareció cuando la revolución no tuvo más remedio que cerrarse para defenderse, obligada a la guerra por quienes prohibían que Cuba fuera Cuba; y el incesante acoso exterior lo fue consolidando a lo largo del tiempo. Hace más de treinta años que el veto imperial se aplica, de mil maneras, para impedir la realización del proyecto de la Sierra Maestra.
Continuo escándalo de hipocresía: desde aquel entonces, toman examen de democracia a Cuba, los fabricantes de todas las dictaduras militares que en Cuba han sido.
En Cuba, democracia y socialismo nacieron para ser dos nombres de la misma cosa; pero los mandones del mundo sólo otorgan la libertad de elegir entre el capitalismo y el capitalismo.
6
El modelo de la Europa del Este, que tan fácilmente se ha derrumbado allá, no es la revolución cubana. La revolución cubana, que no llegó desde arriba ni se impuso desde afuera, ha crecido desde la gente, y no contra ella ni a pesar de ella. Por eso ha podido desarrollar una conciencia colectiva de patria: el imprescindible auto-respeto que está en la base de la auto-determinación.
7
El bloqueo de Haití, anunciado con bombos y platillos en nombre de la democracia herida, fue un fugaz espectáculo. No duró nada. Terminó mucho antes del regreso de Aristide. No podía durar: en democracia o en dictadura, hay cincuenta empresas norteamericanas que sacan jugo a esa mano de obra baratísima.
En cambio, el bloqueo contra Cuba se ha multiplicado con los años. ¿Un asunto bilateral? Así dicen; pero nadie ignora que el bloqueo norteamericano implica, hoy por hoy, el bloqueo universal. A Cuba se le niega el pan y la sal y todo lo demás. Y también implica, aunque lo ignoren muchos, la negación del derecho a la autodeterminación.
El cerco asfixiante tendido en torno a Cuba es una forma de intervención, la más feroz, la más eficaz, en sus asuntos internos. Genera desesperación, estimula la represión, desalienta la libertad. Bien lo saben los bloqueadores.
8
Ya no hay Unión Soviética. Ya no se puede cambiar, a precios justos, azúcar por petróleo.
Cuba queda condenada al desamparo. El bloqueo multiplica el canibalismo de un mercado internacional que paga nada y cobra todo. Acorralada, Cuba apuesta al turismo. Y se corre el peligro de que resulte peor el remedio que la enfermedad.
Cotidiana contradicción: los turistas extranjeros disfrutan de una isla dentro de la isla, donde para ellos hay lo que para los cubanos falta. Se reabren viejas heridas de la memoria. Hay bronca popular, bronca justa, en esta patria que había sido colonia, y había sido putero, y había sido garito.
Penosa situación, sin duda; que por ser cubana, se mira con lupa. Pero, ¿quién puede tirar la primera piedra? ¿No se consideran normales, en toda América Latina, los privilegios del turismo extranjero? Y, peor, ¿no se considera normal la sistemática guerra contra los pobres, desde el mortal muro que separa a los que tienen hambre de los que tienen miedo?
9
¿En Cuba hay privilegios? ¿Privilegios del turismo y también, en cierta medida, privilegios del poder? Sin duda. Pero el hecho es que no existe sociedad más igualitaria en América. Se reparte la pobreza: no hay leche, es verdad, pero la leche no falta a los niños ni a los viejos. La comida es poca, y no hay jabones, y el bloqueo no explica por arte de magia todas las escaseces; pero en plena crisis sigue habiendo escuelas y hospitales para todos, lo que no resulta fácil de imaginar en un continente donde tantísima gente no tiene otro maestro que la calle, ni más médico que la muerte.
La pobreza se reparte, digo, y se reparte: Cuba sigue siendo el país más solidario del mundo. Recientemente, por poner un ejemplo, Cuba fue el único país que abrió las puertas a los haitianos fugitivos del hambre y de la dictadura militar, que en cambio fueron expulsados de los Estados Unidos.
10
Tiempo de derrumbamiento y perplejidad; tiempo de grandes dudas y certezas chiquitas.
Pero quizá no sea tan chiquita esta certeza: cuando nacen desde adentro, cuando crecen desde abajo, los grandes procesos de cambio no terminan en su lado jodido.
Nicaragua, pongamos por caso, que viene de una década de asombrosa grandeza, ¿podrá olvidar lo que aprendió en materia de dignidad y justicia y democracia? ¿Termina el sandinismo en algunos dirigentes que no han sabido estar a la altura de su propia gesta, y se han quedado con autos y casas y otros bienes públicos? Seguramente el sandinismo es bastante más que esos sandinistas que habían sido capaces de perder la vida en la guerra y en la paz no han sido capaces de perder las cosas.
11
La revolución cubana vive una creciente tensión entre las energías de cambio que ella contiene y sus petrificada estructuras de poder.
Los jóvenes, y no sólo los jóvenes, exigen más democracia. No un modelo impuesto desde afuera, prefabricado por quienes desprestigian a la democracia usándola como coartada de la injusticia social y la humillación nacional. La expresión real, no formal, de la voluntad popular, quiere encontrar su propio camino. A la cubana. Desde adentro, desde abajo.
Pero la liberación plena de esas energías de cambio no parece posible mientras Cuba continúe sometida a estado de sitio. El acoso exterior alimenta las peores tendencias del poder: las que interpretan toda contradicción como un posible acto de conspiración, y no como la simple prueba de que está viva la vida.
12
Se juzga a Cuba como si no estuviera padeciendo, desde hace más de treinta años, una continua situación de emergencia. Astuto enemigo, sin duda, que condena las consecuencias de sus propios actos.
Yo estoy en contra de la pena de muerte. En cualquier lugar. En Cuba, también. Pero, ¿se puede repudiar los fusilamientos en Cuba sin repudiar, a la vez, el cerco que niega a Cuba la libertad de elegir y la obliga a vivir en vilo?
Sí, se puede. Al fin y al cabo, a Cuba le dictan cursos de derechos humanos quienes silban y miran para otro lado cuando la pena de muerte se aplica en otros lugares de América. Y no se aplica de vez en cuando, sino de manera sistemática: achicharrando negros en las sillas eléctricas de los Estados Unidos, masacrando indios en las sierras de Guatemala, acribillando niños en las calles de Brasil.
Y por lamentables que hayan sido los fusilamientos en Cuba, al fin y al cabo, ¿deja de ser admirable la porfiada valentía de esta isla minúscula, condenada a la soledad, en un mundo donde el servilismo es alta virtud o prueba de talento? ¿Un mundo donde quien no se vende, se alquila?
Fuente: http://www4.loscuentos.net/cuentos/other/10/16/139/
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