jueves, 12 de mayo de 2022

"EL SALVADOR, EL ISTMO Y LA REVOLUCIÓN", ARTÍCULO DE ROQUE DALTON EN EL 47 ANIVERSARIO DE SU MUERTE

"El Salvador, el istmo y la revolución", de Roque Dalton*

Poeta, escritor y militante comunista salvadoreño. Roque Dalton vivió varios años exiliado en Cuba, donde publica, en 1971, en la revista Pensamiento Crítico, testimonios y documentos sobre la revolución de 1932 en El Salvador; fue así como por primera vez salió a la luz la importancia histórica de esta gran experiencia popular insurreccional. Es en cuanto miembro (disidente) del Partido Comunista de El Salvador que Roque Dalton redacta este artículo en 1969; pocos años después vuelve clandestinamente a El Salvador, rompe con el Partido Comunista y se integra en una organización guerrillera. En 1974, miembros de una de las fracciones de este grupo, en un acto absurdo e inexplicable, asesinan a Roque Dalton.

En lo que se refiere a El Salvador este proceso nos había llevado a ser
un país bastante peculiar en Centroamérica; el proceso de integración nacio-
nal desde el punto de vista étnico se había completado a principios de siglo; la
densidad de la población y la pequeñez territorial, si bien evitaron la apari-
ción de la gran plantación imperialista al estilo de las de la United Fruit
Company en Honduras, crearon la explosividad del problema social en las
relaciones inmediatas entre el pueblo y la oligarquía cafetalera; la lucha po-
pular tomó tempranamente los cauces de la organización revolucionaria, lo
que obligó a las clases dominantes a concentrar su respuesta represiva en el
tiempo y en el espacio. Desde otro punto de vista, básico, las características de
la oligarquía criolla, el carácter de la explotación imperialista en el país, el
nivel del sector comercial local, propiciaron que la tendencia hacia el desarro-
llo capitalista (así como el desarrollo capitalista en sí) tuviera un ritmo más
acelerado que en el resto de los países del istmo. El Salvador (en tanto núcleo
de la costa pacífica centroamericana y hablando en los términos que ha acu-
ñado la literatura revolucionaria moderna, desde Mao Tse-tung hasta Régis
Debray) comenzó a ser como conjunto la zona urbana y suburbana de Centro-
américa, lo cual le impone en la actualidad características y necesidades
específicas al planteamiento de su lucha revolucionaria. A partir de 1914 aparece, con las organizaciones gremiales de artesanos urbanos, suburbanos y rurales, la organización popular clasista en El Salvador.

En la década de los 20 esta labor organizativa cobra un desarrollo importante
a nivel nacional y funde sobre líneas político-gremiales un tanto ambiguas
(anarquistas, anarco-sindicalistas, reformistas, marxistas) a grandes capas de
trabajadores de la ciudad y el campo, a cuya vanguardia se van colocando
poco a poco los representantes incipientes marxistas de la más incipiente aun
clase obrera y del proletariado agrícola. De este auge organizativo radical surge
en 1930 el Partido Comunista de El Salvador, que comenzó a desarrollar, liga-
do a la Internacional Comunista, una labor extraordinaria. Tan extraordinaria
que, a menos de sus dos años de existencia, en el seno de lasituación revolucio-
naria que en los años 1931-32 se planteó en El Salvador como resultado nacional
de la crisis mundial capitalista, nuestro Partido llamó al pueblo a la insurrec-
ción armada para tomar el poder político en el país. Los detalles y el análisis
de esta acción histórica sobrepasan nuestros propósitos en estas líneas; baste
decir que la insurrección salvadoreña de 1932, tan desconocida aun en nues-
tro país, es uno de los acontecimientos clave de la historia contemporánea de
América Latina que permanece aun sin ser aprovechada como experiencia
para los revolucionarios del continente. Fundamentalmente por errores de
tipo militar y organizativo, aquella insurrección fue derrotada por el primer
gobierno oligárquico-imperialista propiamente tal que tuvo El Salvador: la
dictadura de Maximiliano Martínez. El pueblo fue asesinado y las organiza-
ciones revolucionarias arrasadas. El número de víctimas obreras y campesinas
llegó a cerca de 30 mil en menos de un mes. Esta profunda derrota, cuyo análisis
no ha sido efectuado correctamente por las organizaciones revolucionarias de El Sal-
vador, ha presidido durante décadas las concepciones organizativas y de ligazón con
las masas en el seno del Partido Comunista –principal organización revoluciona-
ria en el país desde su nacimiento, a pesar de su debilidad y sus concepciones
estratégicas y tácticas no siempre justas–, ha servido como punto de referencia
negativo para el planteamiento salvadoreño de la lucha armada revolucionaria, ha
significado de hecho una seria ruptura entre la tradición revolucionaria de nuestro
pueblo y su perspectiva de poder . Esto en lo subjetivo. En lo objetivo, la derrota
del año 32 fue la base material para la construcción de un aparato de poder oligárquico-imperialista de gran eficacia porque planteó a nivel operativo (a nivel local y nacional) el problema de la defensa del sistema frente a la lucha armada revolucionaria dirigida hacia la Revolución Socialista desde una época tan temprana como 1932.
La larga dictadura militar que, con cambios en las personas, continúa
hasta la fecha, se inició entonces. Al gobierno de Martínez (derrocado en 1944
por una huelga general nacional encabezada por los estudiantes universitarios
que culminó un proceso insurreccional que había sido iniciado con un levanta-
miento militar fracasado), le siguieron: el del sangriento coronel Osmín Aguirre (que sobrevivió a una etapa de acciones armadas citadinas y a una invasión (armada de estudiantes, profesionales y militares jóvenes que entró desde Guatemala a la zona de Ahuachapán, en donde fue rechazada por la guardia nacional y el ejército), el del general Salvador Castañeda Castro, el del coronel OscarOsorio y el del coronel José María Lemus (1956-1960). Las luchas populares contra este último gobierno abren una nueva etapa en la situación y las perspectivas políticas del país en el mismo período en que para América Latina en general las abre revolucionariamente el triunfo de la insurrección de Cuba. [...]
A partir de 1962 se abrió una etapa de reflujo en la acción revoluciona-
ria de masas. El Partido sufrió impactos serios (traiciones, deserciones,
paralización de frentes enteros de trabajo, etcétera) pero pudo reponerse en la
medida suficiente para estar de nuevo al frente del movimiento obrero en las
grandes huelgas de 1966, 1967 y 1968. Sin embargo las nuevas concepciones
de la lucha armada habían sido seriamente cuestionadas en la conciencia de
los comunistas salvadoreños (por dos vías: la de los afectados del reflujo y la
de la contraposición de hecho entre el movimiento huelguístico abierto y en-
tre el movimiento proinsurreccional, contraposición esta última que en la
cabeza de muchos se encarnaba en la diferencia entre las líneas políticas –y
sus resultados prácticos– del Partido Guatemalteco del Trabajo y del PC de El
Salvador), hasta el grado de poderse afirmar en la actualidad que ese cuestio-
namiento ha pasado a ser la labor más importante de la corriente conservadora
que predomina en la dirección y en extensos sectores de las bases del Partido,
todo lo cual se ha reflejado en distintos aspectos de su actividad práctica (ten-
dencias en la política de alianzas; política electoralista; caídas en desviaciones
economicistas y legalistas en el frente obrero sobre todo por no dar a las ma-
sas agremiadas una perspectiva revolucionaria subsiguiente al elevarse la lucha
abierta hasta determinados niveles; rupturas y escisiones en las filas del Par-
tido a un nivel y con unos resultados sin precedentes en los últimos años;
diversas carencias en el frente militar, etcétera).
¿Qué ha hecho por su parte el enemigo durante este período? A partir
de 1961 el imperialismo pasó a subrayar más aun el énfasis en la solución
político-militar frente a los problemas revolucionarios de Centroamérica. La
perspectiva marcada por el inicio de la guerra de guerrillas en Guatemala
aceleró aun más esta actividad contrarrevolucionaria. En lo que a El Salvador
respecta, el ejército pasó a ser directamente el instrumento fundamental de
gobierno y concentró gran parte de la actividad administrativa en manos de
sus cuadros de mando. Al desarrollo de la integración económica centroame-
ricana y a la creación del Mercomún en la zona siguió muy de cerca la
integración de los ejércitos centroamericanos bajo un estado mayor conjunto y un organismo planificador y ejecutivo común, el Consejo de Defensa Cen-
troamericano. Todo este aparataje militar regional ha actuado conjuntamente,
en los niveles en que hasta ahora ha sido necesario, contra los movimientos
guerrilleros aparecidos en nuestros países. Para resumir la actividad del im-
perialismo en este terreno en los últimos años, diremos que el gobierno de los
Estados Unidos ha creado y puesto en función en Centroamérica las instituciones y
los organismos de la guerra especial. Es decir que, hablando en términos amplios,
el imperialismo en complicidad con las oligarquías y los ejércitos locales ha
planteado ya institucionalmente la guerra contra los pueblos centroamericanos . Re-
toques de últimos niveles de acabado se están dando ya a este conjunto de
fuerza cuando, por ejemplo, se persigue una interpenetración entre el ejército
y las empresas mixtas de la Integración Económica usando el procedimiento
de hacer de los cuadros de mando militar, accionistas, administradores o altos
funcionarios de las grandes firmas industriales y comerciales o de las institu-
ciones estatales que instrumentan la Integración.

En El Salvador, la tradicional habilidad de la oligarquía criolla y las
experiencias de la lucha contra el pueblo y las guerrillas de Guatemala han
hecho que el ejército haya tratado de llevar las consignas imperialistas de or-
ganización de la violencia a un nivel de masas populares. El coronel José
Alberto Medrano, coordinador de los servicios de inteligencia del país y hom-
bre fuerte de la CIA, ha anunciado la existencia de una organización rural
paramilitar llamado ORDEN (Organización Democrática Nacionalista) que
con fines “anticomunistas y antiguerrilleros” agrupaba en 4 mil células de
combate de 15 individuos cada una a 60 mil campesinos en todo el territorio
nacional, a fines del año pasado. Esta organización, sumada a los efectivos del
ejército (infantería, policía militar, blindados, aviación y tropas aerotranspor-
tadas, artillería, caballería, marina, etcétera), la guardia nacional, policía de
hacienda, policía nacional, policías municipales, etcétera, forman una bastan-
te bien coordinada red antidemocrática cuyo real papel en el camino de la
revolución es imposible ignorar.
Datos como éstos, que se agregan a los tradicionalmente esgrimidos en
esta dirección (territorio pequeño, superpoblado, sin montañas o lugares in-
accesibles, cruzado en todas las direcciones por buenas carreteras y caminos;
presencia de un ejército relativamente numeroso y conocedor del terreno; ca-
rencia de bases revolucionarias en el campo y preponderancia de la fuerza
revolucionaria en dos o tres de las ciudades principales), hacen que las ten-
dencias al quietismo no revolucionario proliferen bajo diversos aspectos. Del
hecho de que la lucha armada revolucionaria presenta en nuestro país dificultades
especiales y problemas técnico-prácticos particulares suele llegarse muy a menudo
a la conclusión de que la lucha revolucionaria es allí imposible . Esto no siempre se
dice directamente en los documentos, pero se desprende nítidamente del con-
tenido de muchos de ellos con el más ligero análisis.
Solo mediante la elaboración en concreto de la estrategia de lucha armada en
El Salvador, de acuerdo con las condiciones concretas del país, y solo mediante el
emprendimiento práctico de las tareas que imponga esa perspectiva estratégica, podrá evitarse esa peligrosa tendencia al quietismo que es, en último término, la contrarrevolución. Esa perspectiva estratégica deberá elaborarse partiendo del análisis de nuestro país no como un país aislado sino como un país que pertenece a la zona centroamericana en los momentos en que el imperialismo le impone un nuevo desarrollo unitario contrario a los intereses de los pueblos. La estrategia de la revolución salvadoreña deberá ser una estrategia político-militar centroamericana [...]
El carácter centroamericano de la lucha de los pueblos de Guatemala,
Honduras, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica lo establece el hecho de la uni-
dad que de nuevo le ha planteado el enemigo imperialista a la región en la
forma que hemos dejado esbozada antes. La unidad económica básica no es ya
El Salvador, Guatemala, etcétera, sino el conjunto de países centroamericanos
que componen el Mercado Común. Para defender esta estructura económica
nueva (cuyas crisis estructurales comienzan a ser evidentes) el imperialismo
ha construido y continúa construyendo un aparato centroamericano de domi-
nación y represión. La respuesta de los revolucionarios debe ser también a
nivel centroamericano. En Guatemala y en Nicaragua esa respuesta han co-
menzado a darla los hombres que combaten bajo la dirección de César Montes
y de Carlos Fonseca Amador. Las organizaciones revolucionarias salvadore-
ñas no pueden ser indiferentes a esos esfuerzos extraordinariamente abnegados
pues ello equivaldría a serlo con su propio porvenir. De tal manera que subra-
yar en demasía el carácter interior de la lucha de clases de nuestros países como
lo hace la CP de nuestro Partido en el epílogo al Diario del Che, se convierte en
Centroamérica en una contraposición frente a la necesidad de centroamerica-
nizar la lucha, en un despropósito, basado en análisis obsoletos. [...]
Desentrañar hasta las últimas consecuencias la lección del Che es tarea
de quienes pudieron dejar definitivamente atrás las ilusiones pacifistas que se
encarga siempre de estimular el enemigo; es tarea de los comunistas decididos
a marchar por el duro camino de la guerra popular. Poco a poco las direcciones
de los PC de América Latina nos han venido construyendo un panorama des-
consolador en lo que se refiere a la participación del Partido en la lucha armada
revolucionaria: ¿no han sido más o menos similares a la del PCB las activida-
des concretas de los Partidos de Venezuela, Perú, Honduras, Nicaragua, Brasil
frente a las acciones armadas en sus países, y las posiciones teóricas de los PC
de Argentina, Costa Rica, Ecuador, y, ahora El Salvador, en esta problemática?
¿Es que hay una línea pacifista en el movimiento comunista latinoamericano,
encubierta hasta ahora por las declaraciones sucesivas en favor de la lucha
armada? De ser así, la discusión misma con esos Partidos se haría imposible
porque la discusión revolucionaria sobre los problemas de la lucha armada
solo podrá sustanciarse entre los revolucionarios que emprendan la ruta de la
lucha armada.
En el caso de nuestro Partido, creemos que el momento es grave y lleno
de inquietantes alternativas. Sin lugar a dudas se trata de una de las organiza-
ciones revolucionarias más maduras, fuertes e influyentes de Centroamérica,
cuyas posiciones políticas y cuya estructura orgánica dejan muy atrás a Parti-
dos como los de Honduras, Nicaragua y Costa Rica, para citar ejemplos
concretos. Sin embargo los resabios conservadores determinan aun gran par-
te de sus posibles proyecciones y los limitan. Estos resabios pueden convertirse
en freno definitivo para que el Partido pueda ocupar su puerto de vanguardia
en la lucha del pueblo salvadoreño y alejarlo del lugar que le estaría destina-
do en la lucha de las masas centroamericanas contra el enemigo común. En la
zona hay varios ejemplos de este proceso regresivo. Solo una discusión a fon-
do de la realidad centroamericana, procesada con espíritu constructivo e
independiente, y el emprendimiento de la acción que exijan las circunstancias
y el momento de las conclusiones podrá conjurar el peligro. En caso contrario,
nuestro Partido, presa del dogmatismo que ya se refleja aunque sea parcial-
mente en el epílogo al Diario del Che, se verá imposibilitado de seguir la ruta
que nos hemos marcado para tomar el poder político para el pueblo, se verá
imposibilitado de hacer la Revolución y dirigirla. En América Latina también
hay ejemplos en este sentido, en diverso nivel de desarrollo. Basta abrir bien
los ojos para saberlo.

* Roque Dalton, “El Salvador, el istmo y la revolución”, Tricontinental, N11, La Habana, marzo-
abril de 1969, pp. 9-10, 20-22.

Fuente: El marxismo en América Latina

No hay comentarios: