lunes, 16 de noviembre de 2015

"LA MARSELLESA", EN HOMENAJE A LAS VÍCTIMAS DEL ATENTADO DE PARÍS

Historia de La Marsellesa

La Marsellesa fue escrita en plena Revolución Francesa. Su letra es una letra de combate en plena guerra presentada como una guerra entre los oprimidos y los opresores. La Francia a la que apela, y está es la gran diferencia con otros himnos, es la Francia de los oprimidos. Francia y la Humanidad, – su continuación lógica -, son sólo y únicamente los oprimidos. La nacionalidad que surge se basa en la pertenencia a la Revolución y no en el lugar de nacimiento. Así la revolución no consideraba franceses a los nobles huidos y sí a aquellos extranjeros que había llegado a Francia para combatir el Antiguo Régimen.

El espíritu internacionalista de la canción viene ya en su nacimiento, ya que Rouget de Liste, el oficial que escribió la letra lo hizo en Estrasburgo, en pleno corazón de esa Europa mestiza y poliglota, en 1792. La letra llevaba por título “Chant de guerre pour l’armée du Rhin”. Sin embargo, serán los representantes de Marsella que participaron en la insurrección del 10 de agosto quienes popularizarán la canción, dándole el nombre que la hará famosa. El éxito fue tal que el 14 de julio de 1795 la Marsellesa es declarada “canto nacional”. El moderno concepto de himno, como el de nación, estaban naciendo y ya la fuerza aglutinadora de la Marsellesa era evidente.

Napoleón muy pronto va a cambiar esa orientación oprimiendo a bávaros, prusianos, piamonteses, holandeses que esperaban con los brazos abiertos la llegada de la Revolución. Kant cuyos hábitos rutinarios eran inamovibles, no fue de paseo el día que la noticia de la caída de la monarquía llegó a la lejana Königsberg. Pero Napoleón deshizo con su Imperio las esperanzas de Europa y otros himnos surgirán como reflejos nacionales de la revolucionaria Marsellesa.

Napoleón, en sus fallidos retornos utilizará la Marsellesa a pesar de que no le gustaba, mostrando bien como los símbolos nacionales se convierten en elementos galvanizadotes de la población. La Restauración llevará incluso a la cárcel al autor Rouget de Lisle en 1826. Y Carlos X desterrará la Marsellesa con sus leyes tras haber visto las barricadas arder en la Revolución de 1830. En ese momento comienza una época donde la Marsella deberá imponerse en Francia, donde es considerada como un himno eminentemente revolucionario. En el exterior, en cambio su popularidad será total, entre los grupos y partidos revolucionarios, y la Revolución de 1848 hace tronar la Marsellesa en toda Europa.

Napoleón III no consigue que su nuevo himno imperial la substituya, recurriendo al final de su reinado a la Marsellesa, previa modificación de letra, en la guerra franco prusiana. Estamos en 1870 y la necesidad de convencer y encauzar a las masas es evidente, ya sea con la posibilidad del voto o con la integración en la nación. Todo suena muy actual.

La Marsellesa de los obreros

Para el movimiento revolucionario europeo de la primera mitad del siglo XIX, la Marsellesa era el canto de combate. Burgueses, obreros, lumpen urbano y campesinos caminan juntos en Varsovia, en Bruselas, en Hamburgo o en Milán y todos cantan la Marsellesa. Hasta 1848 la unidad revolucionaria se hace bajo la canción de Rouget de Liste. Los communards de la desgraciada Comuna de 1871 morirán cantando la misma canción que los soldados que les fusilaban.

Más tarde los socialistas, los marxistas, los primeros comunistas de la Europa de final del XIX cantarán la Marsellesa que seguirá siendo un himno de revolución, si bien, la Internacional irá substituyéndola. Esto se hará a medida que La marsellesa se nacionalice. El hecho de ser nombrada himno nacional por la III República en 1878 dará mayor ímpetu a su carácter “francés”. Franceses de todas las clases e ideologías la cantarán desde el colegio, lo que le restará parte de su valor social y revolucionario. Al mismo tiempo el que la Republica francesa se yerga sobre bases revolucionarias y sociales obligará al Estado a cumplir algunas de esas premisas, al menos en la metrópoli. Como en el caso de Napoleón, las mejoras que la República podía aplicar en Francia no se cumplirán en las colonias, donde los valores esenciales del republicanismo francés eran substituidos por conductas muchas veces inhumanas.

Ese doble cariz, esas raíces revolucionarias de los símbolos franceses y la complicidad de una buena parte de las élites, educadas en esos precepto, permitirán la existencia de lideres como Jules Ferry, Jean Jaures o Clemenceau que lucharán, cierto es que a su manera, por la mejora de la educación, las reformas sociales, el laicismo y el bienestar.

En la Primera Guerra Mundial, la Marsellesa se teñirá de la sangre de los casi dos millones de franceses que murieron en su nombre, la mayoría en absurdas ofensivas o como consecuencia del hambre y de las enfermedades. Y sin embargo, el apogeo del nacionalismo estaba aún por llegar.

En el extranjero su éxito es grande entre los reformistas y revolucionarios. El gobierno provisional salido de la Revolución Rusa de febrero de 1917, utilizará una versión de la Marsellesa como himno hasta la revolución de octubre. En España el partido socialista y los republicanos la utilizarán junto al himno de Riego y en la Guerra Civil los anarquistas y los republicanos tendrán sus propias versiones.

En los años 30 y 40 el fascismo y el nazismo provocan la II Guerra Mundial y Francia es derrotada casi sin luchar. La drole de guerre da paso al régimen de Vichy y al colaboracionismo. La Marsellesa es prohibida, transformándose de nuevo gracias a la clandestinidad en un símbolo contra la opresión. Como en Casablanca, donde el apátrida húngaro Viktor Laszlo dirige la ofensiva musical contra el invasor nazi. La resistencia de De Gaule y de los comunistas la cantará unida otra vez.

Fuente: Blog-Francia

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