Título original: Díaz: Non pulire questo sangue aka
Año: 2012
Duración: 120 min.
País: Italia
Director: Daniele Vicari
Guión: Daniele Vicari, Laura Paolucci, Alessandro Bandinelli, Emanuele Scaringi (Argumento: Daniele Vicari)
Música: Teho Teardo
Fotografía: Gherardo Gossi
Los acontecimientos de Génova
Del 20 al 22 de Julio, Génova fue la anfitriona de los 8 países más poderosos del mundo, al tiempo que lidiaban con una miríada de asuntos como la estratégica iniciativa de defensa, el Protocolo de Kioto y las crisis de los Balcanes y Oriente Medio.
Unas 300.000 personas llegaron el 19 de julio, las marchas del 20 y el 21 de julio dieron lugar a una guerra de guerrillas urbana. Carlo Guiliani fue muerto por una bala disparada desde un furgón. El balance final fue de unos 1000 heridos, 280 arrestados y unos 50 billones de liras en daños. Cuarenta y una tiendas, 89 coches, 9 oficinas de correos, 6 supermercados, 34 bancos, 16 gasolineras, 4 domicilios privados, 9 cabinas y una grúa fueron destruidos.
A medianoche del 21 de julio, una vez que las manifestaciones se habían acabado, más de 300 policías irrumpieron la escuela Diaz-Pascoli, sede del Centro de Prensa del Foro Social de Génova. Se efectuaron 93 arrestos entre alemanes, españoles, italianos, ingleses, suecos, etc… 83 personas resultaron heridas, de todas las edades y sexo.
Muchos de los arrestados en Diaz fueron más tarde trasladados a Bolzaneto. Unos barracones donde, sin explicación, y sin ser informados de qué se les acusaba, fueron sometidos a más abusos y violencia durante tres días.
Desde los barracones de Bolzaneto, los detenidos fueron llevados a prisión donde recibieron alguna asistencia y les dijeron que estaban acusados de “conspiración criminal para destruir la propiedad privada, saqueo, resistencia con agravantes y tenencia de armas ilegal”. Tras las investigaciones preliminares, el juez liberó a todos los detenidos, y los extranjeros fueron escoltados hasta la frontera y expulsados de Italia. Ningún gobierno europeo pidió explicación alguna. Las declaraciones hechas por los 93 detenidos dieron lugar al Juicio Diaz. De los más de 300 policías que formaron parte de la redada, 29 fueron juzgados, y en el Juzgado de Apelación, 27 fueron condenados por agresión con agravante, falsificación de pruebas y libelo.
En el juicio por los actos abusivos que tuvieron lugar en los barracones de Bolzaneto, fueron acusados 45 policías, carabinieri, oficiales de correccional, médicos y enfermeras. Para este juicio, “a causa de la no existencia del delito de tortura en nuestro código penal, la corte se ha visto obligada a juzgar el comportamiento inhumano y degradante (que podría haber entrado sin duda en la noción de tortura adoptada por las convenciones internacionales). Las apelaciones concluyeron con 44 condenas por abuso de autoridad contra los detenidos, y actos privados de violencia.
El juicio por el asesinato de Carlo Giuliani nunca se produjo. EL caso fue desestimado basado en la defensa propia. De acuerdo al fiscal, la bala fue disparada al aire y desviada por una roca.
Notas del director
La reunión del G8 en Génova, celebrada en julio de 2001, fue un acontecimiento enorme. Incluyendo a jefes de estado del G8, y cinco países más, atrajo a cientos de miles de manifestantes de todo el mundo, y motivó el despliegue de una cantidad de fuerzas de seguridad nunca antes vistas en Italia. Miles de video-activistas, cámaras de televisión, policías encargados de grabar, fotógrafos y directores cine filmaron los hechos de ese fin de semana: cada encuentro, cada reunión, cada ventana rota, cada carga de la policía. Unas mil horas de grabaciones se encuentran depositadas en los archivos del Foro Legal de Génova. Todo fue documentado, todo excepto lo que ocurrió en la escuela Diaz y en los barracones de Bolzaneto.
Estos hechos resultaron en dos juicios dramáticos, que a la hora de escribir esto, aún no se han resuelto.
Leer los archivos es inquietante, literalmente hace que no duermas por las noches, arrojando una sombra siniestra sobre nuestra democracia. Y pone en duda un cliché profundamente enraizado que dice que ciertas cosas solo pueden ocurrir bajo regímenes autoritarios. Por esto pensé inmediatamente que me gustaría fijarme en estas cosas y comprenderlas a un nivel más profundo, porque me afectan, son parte de mi vida como ciudadano europeo e italiano.
Es cierto que un puñado de activistas de autodenominado Bloque Negro destrozó tiendas e incendió coches, causando grandes daños. Pero sobre esta base, se tomó la decisión de que 100 personas, sin identificar previamente ni haber sido acusadas de nada, debían ser acorraladas en una escuela y de que pagaran el precio, con la autorización de los jueces. La decisión se tomó siguiendo métodos que nos transportan 80 años hacia atrás en el tiempo. Pero incluso si los que allí estaban hubieran sido radicales del Bloque Negro, ¿en qué reglas se puede basar el tomar una decisión así?, ¿basada en qué principios democráticos? Para perseguir crímenes contra la propiedad, ¿tiene el estado el derecho de cometer crímenes tan graves contra el pueblo? También me pregunto, ¿no marcó Génova 2001 un comienzo de una profunda crisis social e institucional, que en una década de fantasía política, llevó a Italia al borde del abismo?
La película
Ya durante la escritura del guión intentamos trasladar la sensación de desorientación que todo el que formó parte de esto recuerda. Manifestantes y policías, periodistas y ciudadanos envueltos en los hechos se vieron atrapados en una especie de caos terrorífico.
Durante el rodaje, tuve varios momentos de dificultad haciendo escenas con sangre, porque en esos momentos comprendí, en mi interior, el infierno que se desencadenó en esos edificios. Me preguntaba constantemente, ¿hasta dónde puedo ir para mostrar la violencia? ¿Qué sentido tiene esta violencia extrema y de dónde viene? ¿Qué democracia es esa que me desnuda, me viola y me roba mi identidad y mis derechos?
Una de las cosas que siempre me sorprendió de los relatos de la gente que tomó parte en los hechos es la sensación de no ser capaces de escapar a su destino, como si estuvieran atrapados en una pesadilla. Este elemento se filtró con fuerza en la película. Lo vi cuando estábamos rodando una escena muy difícil en la que Jennifer Ulrich (Alma) es forzada a ir al baño delante de sus carceleros. Se dio la vuelta y en su cuello vi un tatuaje “Destino”. Me sorprendió. Pensé que era maquillaje y algo que se me había escapado y me molestó un poco. Parecía una imagen fuera de lugar. Pero no, era un tatuaje real que Jennifer llevaba hace mucho. En mí, ese tatuaje me hizo preguntarme otra cosa, ¿a partir de qué grado ya no somos dueños de nuestras vidas? La estructura narrativa plantea estas cuestiones: la circularidad del relato alrededor un hecho menor del 21 de julio de 2001, una patrulla de la policía que pasaba frente a una escuela antes de la redada, pone diferentes niveles narrativos en juego al mismo tiempo, y destaca la absurda inevitabilidad de los hechos que llegaron a los extremos relatados en el juicio. Los diferentes niveles narrativos están entrelazados con los diferentes puntos de vista personificados por distintos personajes, ignorantes de lo que les va a pasar. Y con ellos, me pregunto qué ocurre. Pierdo toda certeza, y termino en un laberinto sin salida.
El reparto
Más allá de su talento, también elijo actores por su involucramiento emocional y político en la historia. Necesitaba gente independiente capaz de inventar un personaje consistente con la historia que se cuenta, a veces teniendo solo unas pocas escenas para conseguirlo: en unos pocos gestos, miradas, con una frase. Tuve la suerte de tener actores de talento incluso en las escenas más pequeñas, y eso enriqueció la película enormemente. Aunque los personajes estaban inspirados en los relatos de gente real que estuvo implicada en los hechos, desde el proceso de escritura quise crear rasgos autónomos, dejando a los actores libertad absoluta, también para imitar ciertos rasgos de gente real, extraídos de las grabaciones o de las reuniones celebradas con los participantes en los hechos, sin olvidar que se trata de un proceso creativo y no de emular la realidad. Los actores compartieron esta actitud profundamente, lo cual me dio una enorme libertad. Y el hecho de que vinieran de distintas partes de Europa le dio al set un ambiente internacional: alemanes, franceses, belgas, italianos, españoles, rumanos, ingleses y americanos, todos juntos, igual que ocurrió en el Media Centre de Via Battisti.
Rodando la película
En Rumanía reconstruimos la Via Battisti: 250 m cuadrados de set, una misión difícil en sí misma. Ver como se desarrollaba durante las semanas de preparación fue impresionante: un vecindario genovés completo creciendo a partir de un patio de hormigón gigante en las afueras de Bucarest. Rodar fue algo arduo, pero apasionante para todo el mundo. Diaz es un poco como una película bélica. Requirió mucho trabajo con especialistas, efectos especiales, muchos coches y abundante equipo técnico.
Para hacer una película tan exigente, por supuesto tienes que tener un productor que crea profundamente en el proyecto, pero creer no es suficiente. En este caso, Domenico Procacci no se limitó solo a producir, ahondó en el corazón de la película, con tacto y con pasión, desde el principio.
Trabajando junto a mí y a Laura Paolucci, investigó, celebró reuniones, tuvo discusiones interminables sobre el significado de cada escena, y nos apoyó artística y emocionalmente en todas las etapas hasta la postproducción.
Fuente: LaHiguera.net
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