viernes, 28 de febrero de 2014

135 AÑOS DEL NACIMIENTO DEL ARTISTA SOVIÉTICO KASIMIR MALEVICH


“EL SUPREMATISMO” (1920)

Mis amigos se han propuesto editar este pequeño libro de mis trabajos suprematistas. A pesar de su deseo de editarlo lo mejor y lo más completo posible, se ha conseguido solamente ejecutar una pequeña parte del proyecto inicial. Este pequeño libro ha aparecido en negro y en gris con una pequeña cantidad de construcciones. Nuestros medios no nos han permitido editarlos en el estado en que están. El suprematismo se divide en tres estadios, según el número de cuadrados, negros, rojos y blancos: el periodo negro, el periodo coloreado y el periodo blanco. En este último son ejecutadas las formas blancas en blanco. Estos tres periodos comprenden de 1913 a 1918. Estos periodos estaban construidos en un desarrollo puramente plano. La base de su construcción era el principio fundamental de economía: restituir por la simple superficie plana la fuerza de la estática o bien la de reposo dinámico visible. Si hasta ahora todas las formas posibles sólo expresan estas sensaciones táctiles a través de la multitud de todas las interdependencias posibles de las formas unidas entre ellas que constituyen el organismo, entonces en el suprematismo la acción en el interior de una sola superficie o de un solo volumen está alcanzada por una relación geométrica de economía. Si cada forma aparece como una expresión de la perfección puramente utilitaria, entonces la forma suprematista, también ella, no es otra cosa que los signos de la fuerza reconocida de la acción, de la perfección utilitaria del mundo concreto que llega. La forma indica claramente el dinamismo, no por medio de un motor ni venciendo el espacio por el procedimiento explosivo de una máquina torpe de construcción puramente catastrófica, sino que aparece como la inserción armoniosa de la forma en la acción natural según la naturaleza física a través de ciertas relaciones magnéticas de una forma que, tal vez, estará compuesta de todos los elementos de las fuerzas naturales de las interdependencias, y para esto no tendrá necesidad de motor, de alas, de ruedas, de gasolina; es decir, que su cuerpo no será construido a partir de organismos diversos al crear el Todo. El aparato suprematista —si se puede expresar así— será de un solo bloque sin ninguna juntura. La viga está fundida con todos los elementos, al igual que el globo terrestre que lleva en él la vida de las perfecciones de tal manera que cada cuerpo suprematista construido estará insertado en la organización natural según la naturaleza física y formará por sí mismo un nuevo satélite; basta con encontrar la relación entre dos cuerpos que corren en el espacio: la tierra y la luna; entre ellas puede ser construido un nuevo satélite suprematista equipado con todos los elementos, satélite que se desplazará sobre una órbita al haber trazado su nueva ruta.
Habiendo analizado la forma suprematista en el movimiento, llegamos a la solución siguiente: el movimiento según la línea recta que conduce hacia cualquier planeta sólo puede ser vencido con un movimiento anular de los satélites suprematistas intermedios que forman la línea recta de los anillos de satélite a satélite. Trabajando en el suprematismo he descubierto que sus formas no tienen nada en común con las técnicas de la superficie terrestre. Igualmente, todos los organismos técnicos no son más que pequeños satélites, todo un mundo vivo preparado para volar en el espacio y ocupar un sitio particular. En realidad, cada uno de estos satélites está equipado por la razón y preparado para vivir con su vida personal. En la escala enorme y cósmica de los sistemas planetarios se ha producido también una pulverización, un desprendimiento de algunos estados que formaban la vida auto personal al crear todo un sistema de construcciones del mundo después de haberse unido amigablemente para asegurar su vida al apartar la catástrofe. Las formas suprematistas, como abstracción, se han convertido en perfección utilitaria. Ya no conciernen a la tierra, se las puede analizar y estudiar como a cualquier planeta o como a todo un sistema. Digo: no conciernen a la tierra, no en el sentido de un desprendimiento que la dejaría abandonada; indico solamente la construcción de los arquetipos de los organismos técnicos del porvenir suprematista que están condicionados por una necesidad puramente utilitaria; tal necesidad permanece como su unión. El sentido de cada organismo de la técnica utilitaria tiene el mismo fin y la misma intención, y busca la ocasión de penetrar en esta región que vemos en la tela suprematista. En efecto, ¿qué es la tela? ¿Qué es lo que allí está representado? Al examinar la tela vemos, ante todo, en ella una ventana a través de la cual descubrimos la vida; la tela suprematista representa el espacio blanco y no el espacio azul. La razón de ello es clara: el azul no da ninguna representación real de lo infinito. Los rayos de la vista golpean, diríase, sobre una cúpula y no pueden penetrar en el infinito. El infinito suprematista blanco permite a los rayos de la vista avanzar sin encontrar límite. Vemos los cuerpos en movimiento. Cuál es su movimiento y qué son, eso es lo que hay que desvelar. Habiendo inventado este sistema, me he puesto a hacer el estudio de las formas que pasan que hay que desvelar y de las que es preciso encontrar la esencia, y ellas se han puesto entre todo el mundo de las cosas. Este desvelamiento exige un gran trabajo. La construcción de las formas suprematistas de orden coloreado en nada está unida por la necesidad estética, tanto del color como de la forma o de la figura. Se puede decir lo mismo de los periodos negro y blanco. Lo principal en el suprematismo son las dos bases: las energías del negro y del blanco. Negro y blanco, que sirven al desvelamiento de la forma de la acción; he visto solamente la necesidad puramente utilitaria de la reducción económica; por ello todo lo que está coloreado está eliminado.
En las creaciones la iluminación coloreada o tonal no depende de un fenómeno estético, sino del origen genérico del material, del ensamblaje de los elementos que constituyen un terrón o una forma de energía. Ahora, si cada forma o bien todos los materiales genéricos son la energía que colorea su propio movimiento, entonces se deduce que en la creación infinita se produce una transformación de los materiales y la formación de nuevos ensamblajes energéticos; como consecuencia, cada serie de movimientos cambia la forma debido a consideraciones económicas, y la coloración, transformará también su propio aspecto. La ciudad, como forma de un ensamblaje energético de los materiales, ha perdido sus colores, se ha vuelto tonal; en ella predominan el negro y el blanco.
(Pero el análisis de la cuestión del movimiento del color, en tanto que energía, exigiría repetir mis investigaciones de 1917 sobre el color.)
He observado que el negro y el blanco, en el suprematismo, sirven como energías que desvelan la forma; esto concierne sólo a los momentos de la construcción sobre la tela de los proyectos, del suprematismo en volumen, mientras que en la acción real, tangible, esto no desempeña ningún papel, pues la iluminación de la forma es dejada a la luz, pero en la formas del suprematismo ya real permanecen sólo en negro y el blanco y a partir de ellos toda la gradación de energía del material, es decir, que llegará la época de nuevos materiales privados de color y de tono.
(Considero al blanco y al negro como deducciones de gamas de colores altamente coloreados.)
El suprematismo, en su evolución histórica, ha tenido tres etapas: del negro, del coloreado y del blanco. Todos los periodos han transcurrido bajo los signos convencionales de las superficies planas al expresar, diríase, los planos de los volúmenes futuros, y efectivamente, en el momento actual el suprematismo crece en el tiempo, volumen de la nueva construcción arquitectónica. De esta manera el suprematismo se establece en relación con la tierra, pero en razón de sus construcciones económicas cambia toda la arquitectura de las cosas de la tierra al unirse, en el sentido amplio del término, con el espacio de las masas monolíticas móviles del sistema planetario. En el curso de mi investigación he descubierto que en el suprematismo se encuentra la idea de una nueva máquina, es decir, de un nuevo motor del organismo sin rueda, sin vapor, sin gasolina.
(A propósito de esto hay que dar muchos argumentos.)
Una de las bases del suprematismo es lo natural, según la naturaleza física como experiencia y práctica, dando la posibilidad de acabar con el mundo libresco al reemplazarlo por la experiencia, la acción, a través de las cuales todos comunicarán con la creación total. La relación del suprematismo con los materiales es hoy opuesta a la agitación creciente en favor de una cultura del material; es una llamada a la estética. El tratamiento de las superficies de los materiales aparece como la psicosis de los pintores contemporáneos.
En lugar de deducir una imagen a partir de la perfección utilitaria de la necesidad económica, al abandonar la transformación natural según la naturaleza física, y en lugar de tocar en su tratamiento los lugares en los que aparece la necesidad técnica pero no estética, se tiene la preocupación de la belleza, de las plumas del organismo.
Los tres cuadrados suprematistas son el establecimiento de divisiones y de construcciones del mundo bien precisas. El cuadrado blanco, además del movimiento puramente económico de la forma de toda su nueva construcción del mundo blanco, aparece aún como la impulsión hacia los fundamentos de la construcción del mundo, como acción pura considerada como conocimiento de sí en la perfección puramente utilitaria de «el hombre universal». En la vida corriente estos cuadrados han recibido todavía una significación: el cuadrado negro como signo de la economía, el cuadrado rojo como señal de la revolución y el cuadrado blanco como puro movimiento. El cuadrado blanco que yo he pintado me ha dado la posibilidad de analizarlo y de escribir mi folleto sobre la «acción pura». El cuadrado negro ha definido la economía que he introducido como quinta dimensión en el arte. La cuestión económica se ha convertido en el belvedere principal, desde lo alto del que considero todas las creaciones del mundo de las cosas (lo que es mi trabajo principal), no ya por el pincel, sino por la pluma. De esto se deduce, parece ser, que por el pincel no es posible alcanzar lo que se puede obtener por la pluma. El pincel es confusión y no puede alcanzar las sinuosidades del cerebro; la pluma es más aguda. Cosa extraña: tres cuadrados muestran el camino, mientras que el cuadrado blanco lleva al mundo blanco (la construcción del mundo) al afirmar el signo de la pureza de la vida creadora humana. ¡Qué papel tan importante tienen los colores como señales al mostrar la ruta! A propósito de los colores y del blanco y del negro, nacerán aún una multitud de comentarios que serán coronados por la vía del rojo en la perfección blanca.
(Al referirme al blanco no hablo de la concepción política que se ha establecido en estos días.)
En el movimiento puramente coloreado tres cuadrados muestran aún el color que se apaga allí donde desaparece en el blanco. No puede existir problema de pintura en el suprematismo. La pintura ha creado su tiempo hace mucho, y el pintor, a su vez, es un prejuicio del pasado. Los argumentos referentes a estas cuestiones han sido expresados en el librito que he escrito: «Nosotros como perfección utilitaria». En estas tres páginas que he escrito no es posible expresar todo lo que se ha hecho, cómo se ha hecho, lo que se ha hecho y qué resultados han dado estas investigaciones. Habiendo establecido los planos determinados del sistema suprematista, la evolución ulterior del suprematismo, en adelante arquitectónico, la confío a los jóvenes arquitectos, en el sentido amplio del término, pues veo la época de un nuevo sistema de arquitectura sólo en él. Yo mismo me he retirado en el dominio nuevo para mí del pensamiento y en la medida de mis posibilidades; voy a exponer lo que aperciba en el espacio infinito del cráneo humano.
¡Viva el sistema unido de la arquitectura mundial de la tierra!
¡Viva la OU. NOV IS (afirmación de lo nuevo en el arte) que crea y afirma lo nuevo en el mundo!







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