domingo, 25 de marzo de 2012

"LOS SIETE PECADOS CAPITALES", DE OTTO DIX


Los siste pecados capitales
Otto Dix
Técnica mixta sobre madera
179 x 120 cm
1933
Museo Estatal de Arte de Karlsruhe

En otoño de 1933, la pintura alegórica de Otto Dix titulada Los siete pecados capitales estaba aún sobre el caballete del artista cuando se le notificó que había perdido su prestigioso puesto docente en la Academia de Bellas Artes de Dresde y, con él, el estudio en el que su cuadro debía ser terminado. Dix fue víctima del encarnizado ataque diseñado por el partido nazi para librar al país de las figuras culturales que consideraba peligrosas. Aunque con la prohibición de enseñar y de exponer, Dix escapó a la tercera represalia reservada a algunos de sus colegas en la modernidad: toda una prohibición de la creación artística, monitorizada por la Gestapo. Amenazados con su encarcelamiento, muchos artistas habían abandonado ya el país a finales de 1933, pero aquellos que permanecieron en él (entre los más destacados figuran Dix, Käthe Kollwitz, Hannah Hüch y Ernst Barlach) se embarcaron en una “inmigración interior” sumándose a una oposición encubierta al régimen. De hecho, Los siete pecados capitales es la primera de las imágenes “disfrazadas” de la resistencia de Dix, una alegoría de la amenaza desatada sobre sus compatriotas que iba pronto a extenderse al mundo.

En cuanto a la obra de Dix, los nazis repudiaron por encima de todo las imágenes realistas y condenatorias del artista sobre la I Guerra Mundial y sobre las consecuencias que ésta tuvo en las ciudades, un tema que había ocupado al artista, veterano de las trincheras, durante casi veinte años. La controversia había acompañado a estas obras, personales y a la vez politizadas, ya desde 1923, con el cuadro Guerra de trincheras y se había intensificado con la serie de cincuenta grabados Der Krieg (La guerra), que documentaba sus experiencias en el Frente Occidental. A causa especialmente de esta serie, Dix pasó a ocupar uno de los primeros puestos en la lista de enemigos del partido, y todas las obras suyas que fueron confiscadas de las colecciones públicas serían pronto mostradas de forma casi continuada en las exposiciones dedicadas al “arte degenerado” que Hitler aborrecía. En la más conocida de ellas, la que se celebró en Múnich en 1937 con el título de Entartete Kunst (Arte degenerado) la obra del artista tuvo un lugar destacado y fue vilipendiada por su mensaje antibélico, por pretender “socavar la voluntad de batallar del pueblo”.

Al partido, por supuesto, le traía sin cuidado la técnica que Dix practicaba, el Lasur, un minucioso proceso que conlleva la delicada aplicación de témpera y óleo sobre paneles de madera y que el artista aprendió de artistas alemanes del Alto Renacimiento como Durero y Cranach. De hecho, George Grosz, un realista crítico con una mirada igualmente amarga hacia la locura humana, le llamaba “Otto Baldung-Grien Dix”, burlándose de esa precisión y de esa aproximación historicista que contribuyó a definir la Nueva Objetividad de los años 20. Dix fue uno de los líderes reconocidos de este movimiento, aunque se le situó en su “ala izquierda” y verista, en la cual se desplegaba un marcado contenido crítico bajo su “objetividad” realista. Este realismo crítico, combinado libremente con actitudes expresionistas, se presentaba irónicamente a través de una objetividad fría y controlada.

Permaneció en Alemania, trasladándose a las playas septentrionales del Lago Constanza durante el gobierno hitleriano, y dio comienzo a su “exilio” con paisajes y afiladas alegorías.

Fue allí donde almacenó Los siete pecados capitales, que probablemente había terminado antes en un estudio alquilado apresuradamente en los suburbios de Dresde. La procesión carnavalesca que avanza hacia la superficie del lienzo con una intensidad propia de una pesadilla, invita al espectador a enfrentarse a las tentaciones de la carne y del espíritu que sufrió San Antonio. Se trata de personificaciones bastante tradicionales de los pecados de la Avaricia (una bruja), la Ira (un demonio a la manera de Grönewald), la Lujuria (una prostituta que muestra su pecho mientras se pasa la lengua por unos labios sifilíticos), la Pereza (la muerte), la Gula (un niño con una máscara de cerámica), el Orgullo (un monstruo con una hinchada boca-ano), y la Envidia, galopando sobre la Avaricia. La Envidia, un enano que lleva una pálida máscara, se ha identificado con Richard Möller, profesor colega de Dix, un nazi cuyos celos habían precipitado la partida de Dix de la Academia. Esta sorprendente figura no tenía en 1933 bigote, rasgo identificativo fue añadido como “toque final” en 1946, mucho después de que Hitler yaciera bajo las ruinas de Berlín.

Si Dix no tuvo la agilidad de incluir el bigote, con su obvia crítica política, trece años antes, sí introdujo alusiones alegóricas al contexto cronológico del cuadro, insertando una advertencia de Nietzsche en Así habló Zaratustra, inscrita sobre el muro tras las figuras: “El desierto crece, maldito sea quien encubre los desiertos”. El surgimiento de esta parada grotesca que se precipita ávidamente hacia un mundo que carece del freno de la moral, Los siete pecados capitales encarnan el temor de Dix ante una inundación del mal, liderada por la personificación del poder paranoico.

Tras luchar en la I Guerra Mundial, Otto Dix (1891-1969) estudia en las academias de Dresde y Dösseldorf. En los años 20 es, con Grosz, el artista más destacado de la Nueva Objetividad, transmitiendo en su obra la desilusión e indignación por los horrores de la guerra y la depravación de una sociedad decadente. La guerra y la prostitución son sus temas favoritos, aunque será también un retratista incisivo. En 1927 es nombrado profesor de la Academia de Dresde y en 1931 es elegido miembro de la Academia Prusiana. Su postura contra el régimen nazi provocó su destitución de ambos cargos en 1933 y su obra fue declarada de “degenerada”. En 1939 es encarcelado acusado de complicidad en un complot para asesinar a Hitler; pronto fue puesto en libertad. Es reclutado en 1945 y cae prisionero en Francia. Después de la guerra su obra cambió de registro para inspirarse en el misticismo religioso.


Fuente: El Cultural


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