miércoles, 1 de abril de 2009

70 ANIVERSARIO DE LA DERROTA DE LA II REPÚBLICA

Una generación resquebrajada: Lorca y Alberti en un homenaje en Madrid en 1936 (EFE)

EL APAGÓN INTELECTUAL

La derrota de la República tras el golpe de estado y la consecuente Guerra Civil supuso la liquidación de la cultura, del arte y del pensamiento, de la poesía, de la ciencia, de todo el saber y la creatividad que habían llevado a España en las dos primeras décadas del siglo XX a una ilusionante Edad de Plata. La cultura con Franco sería la de los escritores que se suicidaban en el exilio mientras su país moría de hambre y provocaba la vileza de sus individuos.

En esta España rota y ruinosa, de picaresca y contrabando, represalias y vejaciones, encarcelamientos, prohibiciones y censura, el franquismo impuso su propia doctrina ideológica, negando el legado cultural anterior a 1936, destruyendo la tradición liberal del siglo XIX y los conceptos de laicismo e igualdad que habían arrancado en la Ilustración.

"Franco impulsó la fascistificación del Estado, la represión de la sociedad civil y la depuración política, espoleado por el catolicismo, que había visto cómo el modelo liberal le había golpeado y ahora estaba dispuesto a pegar duro", resume el historiador Julián Casanova, autor de Víctimas de la Guerra Civil (editorial Temas de hoy). "Se impuso el aislamiento. Las universidades quedaron bloqueadas 40 años, lo que tendrá unas repercusiones desproporcionadas. Si la renta per cápita económica no remontó hasta 1951, la renta per cápita intelectual no se recuperó hasta mucho más tarde", sostiene Casanova.

El también historiador Ángel Viñas, autor de El estallido de la Guerra Civil: Antecedentes y consecuencias (Alianza), añade: "España volvió a la Edad Media. Franco volvió al Concilio de Trento, a la forja, a la unión sagrada entre la espada y el altar. No es que hubiese un parón cultural... hubo un colapso, una paralización gravísima, un apagón, con generaciones que crecerán en el páramo más absoluto". La España de Franco se convirtió en la España que quería la Iglesia, que estableció su particular teocracia. "Se volvió a la tradición, a la pureza, a la visión almibarada del siglo de Oro, a las glorias imperiales, a la exaltación del líder único", precisa Viñas.

La España militante

Los centros de pensamiento fueron usurpados y suplantados. Tras la guerra, el franquismo inauguró el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) -sobre los restos de la extinta Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE)-, que enlazará rápidamente con el Opus Dei. Su ley fundacional, del 24 de noviembre de 1939, expone: "Hay que imponer, en suma, al orden de la cultura, las ideas esenciales que han inspirado nuestro Glorioso Movimiento, en las que se conjugan las lecciones más puras de la tradición católica con las exigencias de la modernidad".

En la Universidad se vivirán las persecuciones y las delaciones, las envidias y los celos académicos, que supondrán "una perversa ocupación del poder en todos los ámbitos", según el académico José Carlos Mainer, autor de De Postguerra (Crítica). "La Guerra Civil supuso una catástrofe cultural sin parangón en la historia del siglo XX", remata Mainer.

En este contexto, los intelectuales se dividieron acerca de cómo se debía reaccionar ante el nuevo orden. Mientras que algunos autores se quedaron en la Península y apoyaron el franquismo, como Eugenio D'Ors i Rovira, otros se fueron y regresaron con el beneplácito del régimen. Entre ellos, Azorín, Marañón, Pérez de Ayala, Ortega y Gasset o Zuloaga. "No aceptan la guerra, no saben lo que les espera y adoptan una posición de extraordinaria ambigüedad, son liberales, pero no demócratas, y ya rondan los 60 años", reflexiona Mainer. Ninguno de ellos produciría ya obras al margen del pensamiento oficial. Ortega, pese a todo, funda el Instituto de Humanidades, con alguna influencia en el Madrid cultural de la posguerra.

"Si se quería tener influencia, si se quería vivir de la prensa y de los libros, había que estar con la victoria", explica el profesor y crítico literario Jordi Gracia. El resto de literatos fueron silenciados, fusilados o denigrados, como ocurrió con Azaña, Federico García Lorca y Miguel Hernández. Los más jóvenes se ven forzados a la ruptura total y el exilio.

Muchos intelectuales capitularon, o no tuvieron más opción que reconducir su pensamiento, rendirse "al apocamiento y la obediencia, a la acomodación y la sumisión", como describe Casanova. Es decir, a vivir con miedo.

La exaltación del Estado fascista tiene un punto de partida: la Ley de Prensa de 1938, que nació con la intención de que todo lo publicado fuera un fiel difusor de la propaganda del régimen, para lo que se valió de un extenso aparato de autorizaciones, consignas y censura.

"La profesionalización del periodista, el sistema de carnés, no es más que una copia del modelo fascista italiano. La historia del periodismo español es muy poco heroica en ese momento. Los únicos oasis de libertad surgen de manera marginal y los periódicos simplemente repiten las consignas oficiales", apunta Mainer.

Los intelectuales de la derecha, como José María Pemán o Pedro Sáenz Rodríguez, se sentían cómodos. "Había mucho pastel, mucha cátedra por repartir. La victoria era para los vencedores. España les pertenecía", ilustra Viñas.

En los cines, héroes militares, mujeres abnegadas, sacerdotes dispuestos al martirio y conquistadores de tierras infieles. Las pantallas también exaltaban los valores del Movimiento, que impuso la proyección del NO-DO, otro extraordinario instrumento de adoctrinamiento. Se vigilan los cines, los cafés y el teatro, imposibilitando cualquier jaque al sistema durante décadas.

Incluso las primeras revistas literarias nacen con intención evangelizadora. Garcilaso (1943-1946) y La Estafeta Literaria (1944) reconstruyen la literatura española a su antojo: "No buscamos el servicio del arte por el arte, sino el arte y las letras por España y su Caudillo", reza la cabecera de La Estafeta. Bajo el paraguas de otra revista, Escorial, Dionisio Ridruejo, Pedro Laín Entralgo, Antonio Tovar y Leopoldo María Panero crean una comunidad intelectual que se declara al margen de cualquier posición partidista. "Aquello era absolutamente ridículo. Eran los más listos. Se declaran falangistas liberales, pero son sólo eso, falangistas, aunque cultos, pero poco más", resalta Mainer. Ridruejo, desencantado, acabó por decir: "El régimen se hunde como empresa, aunque se sostenga como tinglado".

No todos los pensadores del interior estaban a sueldo de la dictadura. Algunos no tuvieron la oportunidad de salir y otros confiaban en el final del régimen. Incluso esperan, durante la guerra mundial, que los aliados echen abajo el Gobierno de Franco. Sin embargo, tras 1945, esa ilusión se desvanecería por completo.

El humanismo exiliado

Las primeras manifestaciones del pensamiento crítico de posguerra no aparecerán hasta ya vencida la primera mitad del siglo. Cela, con su literatura realista y cruel, se construye a sí mismo, aupado por la prensa del régimen, y "acaba convirtiéndose en una especie de árbitro de la vida intelectual española, aunque luego se eclipsa, y acaba perdiendo los papeles", opina Mainer.

José Luis Aranguren, atormentado católico creyente que comenzó en el círculo de Escorial, participó en la política de apertura universitaria a finales de la década de 1950, "cuando los jóvenes, que no han participado en la guerra ni en la posguerra, empiezan a girar en torno al pensamiento europeo de su tiempo", dice Casanova. Es entonces cuando irrumpen Sánchez Ferlosio, Martín Gaite, Goytisolo, Benet y Marsé, quienes, sin olvidar que viven en una sociedad hipócritamente católica, "son los primeros en hablar sin miedo, los primeros en pensar por sí mismos", asegura Gracia.

La historia de los que no cedieron se escribió fuera del país. La fuga de cerebros supuso la pérdida de inteligencias muy valiosas para alcanzar una modernización que se retrasaría casi medio siglo. Los que se fueron, hombres de la cultura, filósofos, científicos e historiadores, representaban entonces a la España instruida y reflexiva. Franco afirmó que los exiliados no regresaban porque no lo deseaban, pero sólo en el exilio podían mantener sus intereses y filiaciones, cuyo objetivo era, como apunta Domingo Ródenas, "conquistar el derecho de pensar con independencia y sin mordazas".

La cultura liberal subsistió, incluso se fortaleció, pero creció fuera de España. Las obras en el exilio tenían otros condicionantes: "Alienación geográfica e incluso idiomática, pérdida de un auditorio natural, destierro cruel", dice Ródenas. "La censura fue tan rígida, que su obra se conoció tarde y mal, salvo para los que viajaban o vivían en el extranjero y estaban familiarizados con la cultura del exilio", subraya Viñas.

Bases para la recuperación

Autores como Sánchez Albornoz y Francisco Ayala, que conoció la República de Weimar y vivió el desencadenamiento de la barbarie nazi, crecieron en la adversidad. Juan Ramón Jiménez, Guillén, Alberti, Cernuda y Salinas -en novela y poesía-, Américo Castro, Zambrano y Bergantín -mediante el ensayo-, todos indagaron en las causas de la tragedia y lucharon contra el desarraigo. "En el exilio se producen algunas de las obras capitales de la literatura del siglo XX", afirma Mainer. "Había un desfase aterrador ente lo que se producía fuera de España y lo que se hacía dentro", añade.

Max Aub escribió con compromiso, retratando los sufrimientos de los desamparados frente al régimen, y definió como expatria la sensación angustiosa que aborda al intelectual tras el exilio, que no reconoce su país cuando regresa, pero que es capaz de escribir obras fundamentales.

Mainer concluye: "Es durante la apertura de la década de 1960 cuando se empiezan a editar sus obras, cuando se recupera el diálogo, mediante los Cuadernos Hispanoamericanos. Entonces surgen las nuevas generaciones, que son las que impulsan la recuperación cultural, las que se desmarcan de la educación católica, las que reivindican los valores liberales". Aunque tardarán en florecer: el mal estaba hecho.

Fuente: Jesús Centeno (Público)

1 comentario:

LA ESPINA ROJA dijo...

Se cargaron la cultura!! Fuera el franquismo, viva la democracia!! la libertad!!