viernes, 25 de julio de 2025

OBRAS Y POEMAS ORIGINALES EN HOMENAJE A ANTONIO MACHADO DEL MUSEO DE LOS POETAS DE SORIA, EN EL 150 ANIVERSARIO DE SU NACIMIENTO

 

Los siguientes cuadros con poemas, textos en prosa y en verso, e ilustraciones originales, propiedad de la Fundación Española Antonio Machado (FEAM), figuran expuestos en el  MUSEO DE LOS POETAS de Soria

  

Frente al Paraná de las Palmas

Rafael Alberti

Madrid, Febrero 1979

Con cuánta melancolía

pienso en ti. Tú hubieras visto

Lo que yo miro esta tarde.

Cosas naturales, cosas

tan buenas, puras y santas,

que pueden mirarse

con lágrimas en los ojos.

Un río que no se mueve,

pero que nos da la mano,

susurrando nuestro nombre.

Un caballo que levanta,

al vernos pasar, la frente,

queriéndonos decir algo.

Un perro fiel que nos prueba

su amor y su mansedumbre,

durmiéndose a nuestras plantas.

Un árbol que nos ofrece

su sombra como el amigo

que nos entrega su casa.

Y una pradera encendida

que llega hasta el horizonte,

tendiendo pastos tranquilos

en el cielo.


Frente al Paraná de las Palmas. Rafael Alberti. 


Unas palabras que vuelven a la imprenta

Camilo José Cela (1916-2002)

En el número XXXV, febrero de 1959, de mi revista Papeles de Son Armadans, publiqué el breve artículo que copio a renglón seguido.

 

HACE POR ESTAS FECHAS VEINTE AÑOS

(RECUERDO DE ANTONIO MACHADO)

Hace por estas fechas treinta años que don Antonio el Bueno,

                              medio desnudo casi, como los hijos de la mar

se nos murió. Su clara voz, su noble y delicada y honda voz profética enmudeció de golpe, hace por estas fechas veinte años e igual que el canto de un pájaro sabio y entristecido, en un rincón del mundo y escoltado por la desgracia y el dolor.

          Al cabo de su último camino

                              (He andado muchos caminos,

                              he abierto muchas veredas;

                              he navegado cien mares,

                              y he atracado en cien riberas.)

hace por estas fechas veinte años que don Antonio, el Bueno, peón de la desordenada y atónita carava de tristeza, se nos murió –dicen que de gastroenteritis- de amargura.

                              Españolito que vienes

                              Al mundo, te guarde Dios.

                              Una de las dos Españas

                              Ha de helarte el corazón.

En Collioure

                              Por donde acaba España y sigue el mar,

a orillas de la mar de Ulises, ¡qué ironía!, y arropado del pavor de España, a don Antonio, el Bueno, hace por estas fechas veinte años que se paró el inmenso, el generoso corazón.

          ¡Qué lejos, el padrecito Duero: terso y mudo, los campos

                              (ya habrá cigüeñas al sol

                              mirando la tarde roja)

entre el Moncayo y Urbión: ¡Qué atrás, la varonil Castilla: bravía, adusta tierra gentil, visionaria y soñolienta; el viejo amigo Guadarrama; la árida, fría Soria, guerrera y mística, con sus montes azules, sus yermos de violeta! ¡Qué pérdida Granada, con sus montes de sol y piedra; Úbeda, en su agria melancolía; los campos de Córdoba la llana, que dieron su caballo al romancero; la Mancha –prados, viñedos y molinos-, donde tuvo su cuna Dulcinea! ¡Qué olvido sobre los cerros de Baeza, los montes de Cazorla, los olivarfes grises, los borriquillos de ramón cargados! ¡Qué inútil la florida vega

                              por donde se va,

                              entre naranjos de oro.

                              Guadalquivir a la mar!

          Sobre las conciencias cayó, plúmbeo y aparatoso, un silencio de muerte. Don Antonio, el Bueno, nos había contado que

                              un golpe de ataúd en tierra es algo

                              perfectamente serio.

          La mojada tierra de Collioure rompiéndose, clemente, sobre el ataúd de don Antonio, el Bueno, hace por estas fechas veinte años, retumbó con un fragor horrisono dentro de las cabezas españolas. Los símbolos, al quebrarse, crujen como los montes que se derrumban, con un clamor que tan sólo apaga el paso de los siglos.

Han pasado veinte años breves y veloces, veinte lentos y anchos años sobre el revuelo calendario del mundo. Don Antonio, el Bueno, hace por estas fechas veinte años que

                              definitivamente

                              duerme un sueño tranquilo y verdadero.

          Su alma y su poesía, su voz y el eco de su voz, su ejemplo, aún vive entre nosotros: alto y airoso, limpio y bien dibujado, claro espejo en el que cada mañana nos miramos. Porque fueron muchos los aprendizajes que nos legó y uno, el de su franciscana humildad, el qu nos empecinamos en no querer entender.

Poeta el más español de nuestros poetas, don Antonio, el Bueno, no pudo quedarse en la tierra que lo vio nacer. A los españoles, que no supimos guardarlo, sólo nos resta llorar.

          Ahora no han pasado veinte años, sino cuarenta, desde la muerte de don Antonio, el Bueno. No cambio ni una sola tilde de lo que entonces pensaba.

 

****

Homenaje a Machado

Enrique Tierno Galván

La persona se expresa, quiéralo o no, en lo que dice, particularmente si lo dice en esa forma ineludible de la sinceridad que es la poesía. Machado definía la poesía como la voz de lo esencial, y siendo lo esencial también lo verdadero, hay que preguntarse de cada poeta de qué modo trasmite a los demás la verdad esencial que busca y a veces, pocas veces, halla.

El modo de transmitir la verdad que nace del fundamento es en Machado la bondad. De toda la poesía de Don Antonio fluye la verdad de su bondad personal que le llevó al hallazgo inmediato, como un don de la conciencia, de la que él decía la voz esencial.

No hay lector que no se percate de ello y que no se sienta cogido por el flujo de la bondad, que nace de los árboles, de las llanuras de Soria, de las aulas, de las propias tribulaciones del poeta. El pueblo, particularmente el pueblo, reconoce sin esfuerzo la bondad de la poesía, lee a Machado y se educa, también sin esfuerzo, leyéndole.

Los niños repiten la poesía de Machado, incluso la que convencionalmente llamamos lírica, sin captar mucho más que el hálito de bondad y universal respeto que se desprende de la imagen y la palabra.

Estas razones, más que la formalidad del cuarentenario de su muerte, han llevado al grupo de amigos que concurre con su esfuerzo a estos actos de admiración y recuerdo, a intentar hacer algo que reconduzca la poesía bondad de D. Antonio a la fuente de donde salió, el pueblo. El pueblo es el cauce natural de lo esencial y de lo bueno. Así lo entendió D. Antonio y justo es que el pueblo, quien mejor lo entienda lo pueda tener cerca sin sacrificarse. De este homenaje saldrán la flor y el fruto de un libro que todo el mundo pueda adquirir. Que no quede en palabras la cultura para el pueblo, que la bondad y el pueblo no deben separarse, pues su destino es la unión y su vehículo la poesía.

 

****

El error

(Homenaje a Machado)

Carlos Bousoño

Tiene que haber un error en la cuenta,

un roto en el calcetín, una trampa en el juego;

a nuestras espaldas Alguien se bebe todo el alcohol

de la dicha, y se emborracha hasta caerse.

Alguien se hace a escondidas con el trigo de la

cosecha y la dulzura de las significaciones.

 

Buscad en el sótano o en el cuarto de los muñecos

la razón de la encrucijada pues ha de ocultarse un acontecer poderoso tras el hecho de

merendar ahora en el cenador, bajo el

emparrado, o a la sombra de los cerezos.

Forzosamente habrá un significado detrás de cada

vil instrumento, una matemática del parecer en

que cada latigazo es un número.

He aquí la felicidad del encuadre de los sistemas

excluyentes, la coexistencia de las dos verdades,

la cuadratura de la imposibilidad.

Ante nosotros se ofrece el encaje soberbio del

horror y la música, el engendro de la cifra

entusiasta, la melodía del nacer y el morir.

Se vislumbra por algún sitio la hermosura del agua

derramada en el suelo, en encanto incesante de

la gotera que nos hace reír.

Ved cómo todos danzamos alrededor del fuego,

pones los pies sobre los tizones con

naturalidad, nos aproximamos a la llama con

alegría, nos familiarizamos con la payesa.

Henos danzantes, gozos, en torno de la

ceremonia y del rito, en el ritmo que nos

congrega en el instante de la cremación.

 

Henos aquí sin miedo, como si alguien tal vez,

distraídamente tal vez, o jugando de nuevo; nos

fuese hacer mágicamente surgir, palomas

sorprendentes en el sombrero o el bolsillo del

hábil prestidigitador, por el otro lado incipiente

del caduco horizonte.

 

                                                 ****

A Antonio Machado

Segovia, Febrero 1959

(prohibido por la Censura)

Gabriel Celaya

En Segovia, y en Febrero

y en tu cara simple y rara,

Don Antonio, me avergüenzo.

No sé bien lo que me pasa.

Hoy he abierto tu ventana,

y son los campos, tus campos,

que ahí están como si nada.

Don Antonio, yo me aguanto

mas mil llantos me traspasan.

Fui estudiante de la FUE

y español con esperanza,

muchacho con una antorcha

que las lágrimas no apagan.

Machado y Ruiz, tú, ¡qué santo!

y yo a lo vasco, Celaya,

que así vine, que así duro

en todo lo que tú salvas.

He penado ante tu cama

vacía, y negra, y dorada,

donde el muerto presupuesto

estaba pero no estaba.

Me he mirado en el espejo

donde a veces te afeitabas.

Me he lavado en tu jofaina

bien plantada en sus tres patas

mas no he logrado limpiarme

de mi antigua pena amarga.

Porque pasó… ¿Qué pasó?

Don Antonio, luz en salvas

di tus poemas, di aquello

en que a todos anonadas,

pues piensen lo que ellos piensen

en tu luz grande se salvan

 


                                                                               **** 

Homero en Soria

Gerardo Diego

Soria sucedida, 1921-1976. En Poemas menores, Alianza Editorial, 1980.

La estufa de la sala

de profesores con su tubería

de obtusa oblicuidad

y su puchero de agua casi hirviendo.

Alma mater, materno claustro cálido

-sí, tiempos benignos,

no como los de Antonio

cuando disolvía los claustros a escobazos

la hembra del Director-

 

No; nosotros el asueto, el rumor, el cigarrillo.

Y el coro de libros absorbiéndolo todo.

 

Buenos compañeros; nombrarlos uno a uno

sería prosaizar

desigualar homérico catálogo.

Una excepción fugaz:

veinticuatro horas de traslado a permuta.

Fui un solo día colega sorianísimo

de Ayuso, el candidato,

el federal y helénico

amigo de Machado.

Me oyó tocar Beethoven y “cómo se conoce

que este chico sabe griego.”

 

                                     ****

Don Antonio va al destierro

Leopoldo de Luis

Febrero 1979

 

Don Antonio Machado va en un camión de guerra

por campos bombardeados y trágicos paisajes.

Lleva sobre sus hombres ceniza de otros viajes,

polvo de otros caminos y barro de otra tierra.

 

La caravana en manos del dolor se destierra

entre soldados lívidos de derrota y vendajes.

Don Antonio camina con otros equipajes,

otros muertos oscuros en su alma desentierra.

 

El invierno deshiela los pies bajo febrero.

la vida es como un pájaro cansado en el alero

de la memoria, un ave perdida en la distancia.

 

Don Antonio se palpa en el pecho una espina,

ve el paisaje de España en la última colina

y va a morir de pena a la costa de Francia.

 


Obra de Félix Vallejo para la exposición "Los Machado y su tiempo" (1987) para ilustrar el poema anterior


                                       ****


Homenaje a Machado

Soria, 1.975

Angelina Gatell


                                          …Una de las dos Españas

                                           ha de helarte el corazón

                                             A.  Machado

 

Al pie del olmo seco te convoco

fría de Soria y fría de tristeza.

Tocan mis dedos fríos la corteza

y es tu voz, fría y pura, lo que toco.

 

Suenas bajo mi piel… Escalofrío

de tu sentencia antigua y recobrada

aquí donde la brisa es una espada

buscándome la herida con su frío.

 

Desde tu ausencia el hielo ha edificado

su cadena de furias y montañas

porque no se desmande tu canción…

 

Al pie del olmo seco, acorralado,

por la más fría de las dos Españas,

se me muere de frío el corazón.

 

****



Elegía y Homenaje a un poeta (1951)

Elegía y Homenaje a un poeta

Rafael Montesinos

Elegía

Con su melancolía,

a la sombra nativa del olivo,

poñó el poeta, un día,

los álamos que el triste Duero baña

¡Buen don Antonio, solo y pensativo!

En la muerte, al final, se dormiría

sin la tierra y los árboles de España.

 

Homenaje

Cuando ya no tengo nada

que decir, diré tu nombre.

Se hará la tarde más clara.

 

****


Aplicación personal y otras glosas de un soneto de Don Antonio Machado

Jorge Urrutia

Esta luz de Sevilla la bebí de su mano cuando el

agua era fría.

Vuelvo a encontrarla ahora en esta hermosa plaza,

rectángulo infinito en sus cuatro fachadas.

De su mano tomé los dedos del poeta y emprendí

los viajes hasta el rumor de fuente.

En el rumor de gentes, junto al arroyo cálido,

junto al río tranquilo y la palmera amable había

querido estar.

 

Mi padre en su despacho, el comedor, la finca, el

Cortijo enlosado la propiedad inmensa por su

interior fecundo, plaza abierta a la casa,

trenzaba los poemas.

Yo jugaba a sus pies.

Mi madre en su costura compartía la lámpara.

De luz un solo plato.

 

Las aguas de la tierra eran tan frías que ni podían

beber los animales.

 

Mi padre, aún joven. Lee, escribe, hojea sus libros

y medita.

Se levanta, suspira, va hacia la puerta del pasillo.

Desea.

A veces llora solo, a veces…

 

Esta luz de Sevilla…

Su voz en el teléfono me mira y en su mano los

versos calentaron el agua hasta mi boca.


****


A Don Antonio Machado

Febrero 1979

Carmen Conde


Hasta el día que me llame como a ti

la buena voz querida desde un sueño,

vengo y voy esperándola serena.


Recuerdo de Valencia una mañana

última del tiempo que vivíamos

en acoso de metralla y de cascotes.

Hablábamos los dos con un amigo,

zumbaban aviones extranjeros…


****

Soneto para Antonio y Manuel

Antonio y Carlos Murciano


Antonio el bueno, el serio, el castellano,

y Manuel, el cantor de Andalucía.

Dos vidas, una pena, una alegría

y una infancia de patio sevillano.

 

Dos hermanos, mejor, un solo hermano,

un solo corazón hecho poesía

y dos guitarras de melancolía

pulsadas por la misma sola mano.

 

De negro por Antonio los alberos.

Por Manuel, las flamencas, los toreros.

Azahares de luto y clavellinas.

 

¡Caballeros de olivo y caracola!

Juan de Mañara y Julianillo y Lola

os lloran a los dos por las esquinas.


                                       ****

Mágico abuelo

Félix Grande

 Alta y misericordiosa,

dolorosa y pensativa,

por entre los lentos años

su cara vieja y magnífica

es como una lenta yedra

amparando a mi ruina.

 

Cuántas veces me ha vendado

mis más secretas heridas,

en cuánta amargura ha puesto

pomada de compañía,

cuánto ha refrescado el

infierno de mi desdicha.

 

Como un viento de silencio,

lleno de amor y de enigma,

se acerca a mi puerta oscura

y universalmente silba

un rumor universal

que me calma y me reanima.

 

Es como un milagro. Entra

paciente por las rendijas

del dolor, y distribuye

su cordial sabiduría

allí donde el corazón

está perdiendo la vista.

 

Y empiezo a ver. Y veo cosas

que sirven para la vida:

veo compasión y paciencia,

memoria, bondad, sonrisa,

profundidad y honradez:

sus estandartes de artista.

 

Qué provisión de coraje

en su humildad me aproxima,

qué provisión de humildad

me entrega desde las cimas

de su saber. Qué de grano

lleva su callada espiga.

 

Hato de fuerza, él me sacia

el hambre de esta fatiga;

tartera de ser, mi angustia

y mi soledad mitiga;

voz de buen fuego, él calienta

la conciencia que se enfría.

 

Don Antonio, don Antonio,

el que naciera en Sevilla,

el que sufriera en España,

el que muriera a su orilla,

junto a una madre que era

las vez su madre y su hija.

 

Misterioso y silencioso

cruzó la frontera. Iba

enfermo de muerte y pena

y derrota y despedida.

Tal vez llevaba en la ropa

su legendaria ceniza.

 

Desde entonces - yo era un niño

de dos años aquel día - fuiste llegando a mi casa,

mágico abuelo. Una silla

hay en ella para ti.

La mejor.

            La más vacía.

 

Fuente: Fundación Española Antonio Machado 

 


No hay comentarios: