La novela gráfica Palestina, publicada inicialmente en nueve entregas independientes, recoge experiencias de una estancia de dos meses y medio en el país en el invierno de 1991-1992 (durante la primera intifada) y apareció en forma de libro en 1993 y 1996. Esta fue la primera gran obra de Joe Sacco, y en seguida se convirtió en una referencia del denominado “periodismo historietístico”. La versión española que acaba de sacar Planeta con una nueva traducción de José Torralba viene enriquecida con gran cantidad de material inédito: una introducción de Edward Said y notas de Sacco sobre las motivaciones e historia del libro y su método de trabajo.
Empujó al autor a Palestina, según nos confiesa, la conciencia de la terrible injusticia que allí se estaba cometiendo y la necesidad insoslayable de actuar; se trataba de vivir con las víctimas y narrar la experiencia. Nos revela también la evolución de su estilo tras las primeras páginas, de un tono caricaturesco al realismo que caracterizará su obra posterior. Sacco nos describe su rutina sobre el terreno, basada en entrevistas, vida en la calle y anotaciones en un diario. Vemos extractos de este y fotografías, que pueden compararse con los fragmentos del libro a que dieron lugar. También conocemos viñetas que al final fueron desechadas y los motivos para hacerlo.
La primera entrega nos muestra al autor sumergido en el bullicio de El Cairo, de donde parte en autobús hacia Palestina. En Nablús (Cisjordania) hace amistades en la calle y contempla por primera vez el triste panorama de muerte, cárcel y exilio que es la realidad cotidiana de los palestinos. Sigue una breve incursión en la historia: los orígenes del sionismo y la declaración Balfour; periódicos estallidos de resistencia se saldan siempre con nuevas expulsiones sin retorno posible; un anciano al que se permite un día regresar, comprueba que nada ha quedado en pie de lo que era su pueblo, borrado de la faz de la tierra. En Jerusalén, Sacco presencia la ocupación de una aldea, recién ejecutada, y manifestaciones de protesta a las que se une, aunque poco después no deja de sentirse frustrado por algunos palestinos pedigüeños, cazadores de turistas.
Segunda entrega. Sacco visita aldeas palestinas de Cisjordania. La intifada de sus lecturas se convierte allí en testimonio vivo de amputaciones y cicatrices. Y la lucha sigue; en el hospital de Nablús conoce a una niña tiroteada por intentar arrojar una piedra a militares armados hasta los dientes. En Hebrón vive el día a día del robo de tierras a punta de fusil y del hostigamiento de los colonos a los palestinos. En Balata, el mayor campo de refugiados de Cisjordania, Sacco disfruta de la hospitalidad árabe y con su acompañante Saburo, un fotógrafo japonés, sigue conociendo historias de brutalidad; allí quien resiste es castigado con la demolición de su casa. Aprende también a identificar las diversas facciones palestinas por su postura respecto a las conversaciones de paz.
Tercera entrega. En Jerusalén, una manifestación de protesta por deportaciones arbitrarias es reprimida brutalmente; los dibujos de Sacco reflejan a la perfección el caos. De nuevo en los territorios ocupados las entrevistas nos revelan la difícil coexistencia de colonos prepotentes en sus asentamientos y las viejas aldeas palestinas. El saldo de la imposible convivencia es demoledor: olivos talados, casas derribadas, asesinatos impunes; atropellos disfrazados de ley para robar un país a sus habitantes.
Cuarta entrega. La cárcel se ha convertido para los palestinos en un lugar de residencia habitual, que se acepta de alguna forma como una distinción. Tres entrevistas con exreclusos de Ansar III, la mayor de las penitenciarías israelíes, nos permiten conocer la “prisión administrativa”: encarcelamiento sin juicio que puede prolongarse indefinidamente. Vemos sin embargo cómo víctimas del hacinamiento, torturas y palizas, que no adivinan siquiera en muchos casos la razón de su detención, son capaces de organizarse para las rutinas cotidianas e impartir cursos sobre los temas más variados. Los soldados que vigilan son relevados cada quince días para que no se humanicen demasiado. “Presión moderada” nos introduce en las técnicas de tortura empleadas, generosamente toleradas por los jueces en la “lucha contra el terrorismo”. Las muertes bajo interrogatorio son frecuentes.
Quinta entrega. En Ramala, Sacco presencia algaradas de muchachos que queman neumáticos y arrojan piedras a los soldados. Después, en Hebrón, un testigo le narra un ataque de colonos judíos que causa varios heridos graves de bala; al día siguiente se sorprende al leer en la prensa que los agredidos fueron los colonos. Conversaciones con feministas lo ponen al día de las dificultades que entraña reivindicar la igualdad de la mujer en una sociedad musulmana con muchos componentes arcaicos, en la que, por ejemplo, no usar el hiyab es una fuente continua de problemas.
Sexta entrega. Magistrales dibujos, rotundamente realistas, recrean el ambiente de los campos de refugiados de Gaza. Custodiados por torres de vigilancia, viven allí su vida mísera los que han sido expulsados de su tierra, desposeídos de sus raíces mismas. En el campo de Nuseirat, amigos palestinos hablan a Sacco de paro y pobreza, de niños masacrados por tirar piedras a los soldados, de ejecuciones de colaboracionistas, y también, cómo no, de sueños imposibles de sublevación armada. Entrevista luego a supervivientes de la Nakba (la limpieza étnica de 1948), y a agricultores que se enfrentan a innumerables trabas y dificultades por parte del estado sionista.
Séptima entrega. En época de lluvias el campo de refugiados de Javaliya (Gaza) es un barrizal cuyas construcciones precarias se llenan de goteras, se inundan y amenazan ruina. No obstante, la vida sigue y Sameh, Mohammed y Husein, amigos palestinos de Sacco, le cuentan cómo comenzó allí la intifada y le llevan a conocer los callejones donde la rabia y la dignidad herida por una afrenta más arrojaron las primeras piedras. Los muertos no frenaron la lucha, sino que la avivaron; los jóvenes no temen la cárcel porque ya viven en una y no temen la muerte porque son musulmanes. Sin embargo, los testimonios nos acercan a las vidas rotas, al infinito dolor.
Octava entrega. Sameh, que fue profesor de filosofía en Yemen y hoy, parado, colabora en trabajos sociales, es el guía de Sacco en Javaliya; él se encarga de buscar a las personas con historias interesantes, como ancianos que vivieron la Nakba, o testigos de la violencia cotidiana: asesinatos de niños por el ejército, casas demolidas; escenarios todos de rabia y dolor, aunque también hay tiempo para vida social y asistir a una boda con canciones y bailes.
Novena entrega. En Jerusalén, Sacco hace de guía turístico para dos chicas judías y después las acompaña a Tel Aviv, una capital occidental; charlas con ellas nos revelan los mitos que alimentan al ciudadano israelí: su derecho a la tierra, la ética de su ejército, la doblez de los árabes… Vienen luego los últimos días en Palestina, en Nablús y Yenín, donde se repiten los rituales de la ocupación: controles, palizas indiscriminadas como respuesta a un atentado, piedras y disparos. Las conversaciones y entrevistas ponen de manifiesto la imposibilidad de la paz mientras Israel imponga la ocupación.
Un leitmotiv del libro es el ruego para que se dé a conocer en Occidente lo que ocurre en Palestina, otro la extrema hospitalidad y dignidad de los habitantes de aquella tierra. El arte luminosamente realista de Sacco y su involucración en las penosas situaciones que describe explican que la obra se haya convertido en poco tiempo en un clásico. No falta tampoco humor, ni bromas con el aspecto físico del autor, que lo hace ser confundido a veces con un japonés, ni reflexiones de campo sobre el cómic que ha de surgir de la experiencia, confesándose él a la busca siempre de escenarios lo más “arriesgados” que sea posible, que lo harán más atractivo, aunque de momento tenga que tragarse el canguelo.
Si alguien no conocía Palestina de Joe Sacco, esta es la ocasión para acercarse al trabajo magistral de un dibujante que acudió a compartir la angustia de un pueblo condenado a ser extranjero indeseado en su propia tierra y denunció con su arte el horror.
Blog del autor: http://www.jesusaller.com/
Fuente: Jesús Aller, Rebelión
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