Retrato de Jean-Paul Marat de Joseph Boze (1793)
EL AMIGO DEL PUEBLO A LOS PATRIOTAS FRANCESES
Marat, perseguido durante muchos años y obligado a cambiar de domicilio diariamente, pasando la mayor parte del tiempo en un sótano húmedo, fue finalmente elegido para el Consejo Comunal de París. A continuación, reproducimos un documento de campaña que publicó a principios de agosto de 1792, al menos antes del 10 de agosto, fecha de la toma de las Tullerías y la Proclamación de la República.
Un hombre que ha vivido oculto durante mucho tiempo para preservar su vida y serviros, hoy abandona su refugio subterráneo e intenta consolidar la victoria en vuestras manos.
Desea demostraros que no es indigno de vuestra confianza y pediros permiso para recordaros que ya en los días en que la tiranía reinaba, os reveló las viles maquinaciones de nuestros crueles enemigos.
Él os predijo que vuestros aliados serían llevados a la masacre por sus generales traidores, y el comienzo de la campaña fue anunciado por tres derrotas vergonzosas; él os predijo que las fronteras de vuestro reino serían entregadas al enemigo, y ya el enemigo ha tomado posesión por segunda vez de la ciudad de Bavay; él os predijo que la mayoría contaminada de la Asamblea Nacional continuaría para siempre traicionando a su país, y sus últimas leyes, que elevaron la indignación del público a su pináculo, fue la provocación de los crueles –pero, ¡ay!– demasiado necesarios acontecimientos de este día.
Él os predijo que seguiríais vendidos para siempre por vuestros infieles administradores, los funcionarios, hasta que no fuerais capaces de decidiros a hacer correr la sangre de vuestros enemigos, para salvar a vuestro país.
Queridos conciudadanos, crean estas palabras de los labios de un hombre que conoce todas las intrigas y conspiraciones, y que no ha cesado sus denuncias durante tres años aún por sobre su propia seguridad.
El glorioso día del 10 de agosto de 1792 puede ser decisivo para el triunfo de la libertad, si demuestran inteligencia al aprovechar las ventajas obtenidas. Muchos de los partidarios del déspota ya han mordido el polvo; sus enemigos irreconciliables parecen atónitos, pero pronto se habrán recuperado del terror y volverán al campo de batalla, más formidables que nunca. Piensen en el juicio de Châtelet, resultado de los sucesos de la noche del 5 al 6 de octubre. Estremeceos, no sea que prestéis oídos a la voz de una compasión mal dirigida. Después de haber derramado su sangre para salvar a su país del abismo, tiemblen, no sea que se conviertan en víctimas de sus tratados secretos. Temblad, no sea que seáis arrancados de vuestras camas por soldados sedientos de sangre en la oscuridad de la noche y seáis arrojados a prisiones subterráneas donde seréis abandonados a vuestra desespe- ración hasta que os arrastren al cadalso.
Repito, deben temer la reacción. Sus enemigos no los perdonarán cuando llegue su hora. ¡Por lo tanto, no tengan piedad ahora! Están perdidos para siempre si no se apresuran a eliminar a todos los miembros corruptos de la administración municipal, de los Departamentos, a todos los jueces de paz antipatriotas y a los miembros más contaminados de la Asamblea Nacional. Digo, de la Asamblea Nacional; ¿por qué un prejuicio fatal, una excepción ruinosa de respeto hacia ellos, debería perdonar a los miembros de ese cuerpo? No se cansan de decirles que, por muy mala que sea la Asamblea, es necesario obedecerla una vez más. Esto equivaldría a pedirles que se reúnan sobre la bomba que yace oculta bajo sus pies y que confíen la salvaguardia de su destino a sinvergüenzas decididos a destruirlos. No olviden que la Asamblea Nacional es su enemigo más peligroso; una vez que se consolide firmemente, hará todo lo posible por destruiros; y mientras tengan armas en sus manos, los adulará y tratará de acallarlos con falsas promesas. Iniciará maquinaciones secretas para anular vuestros esfuerzos; y si alguna vez logra hacerlo, os entregará a la merced de la soldadesca a sueldo del campamento. ¡No olvidéis el baño de sangre en Champs de Mars!
Nadie aborrece el derramamiento de sangre más que yo. Pero, para evitar la necesidad de derramar una onza de sangre, les suplico encarecidamente que derramen unas gotas, para conciliar los deberes de humanidad con su solicitud por el bienestar público; propongo que ejecuten a uno de cada diez hombres entre los miembros contrarrevolucionarios de la Administración Municipal, los Jueces de Paz, el Departamento y la Asamblea Nacional. Si se resisten a esto, no olviden que la sangre derramada hoy será una pérdida neta y que nada se habrá logrado en favor de la libertad.
Pero, sobre todas las cosas, tomen al Rey, a su esposa y a su hijo como rehenes, y dejen que sea presentado al pueblo cuatro veces al día hasta que se dicte su sentencia final. Y, ya que a él le corresponde liberarnos para siempre de nuestros enemigos, explíquenle que si los austriacos y los prusianos no se retiran en dos semanas a una línea a veinte millas más allá de las fronteras, para no regresar jamás, entonces su propia cabeza rodará bajo sus pies. Déjenlo redactar de su puño y letra esta condena aterradora, y enviarla a sus cómplices coronados; a él le corresponderá liberarlos a ustedes de la necesidad de ejecutarlo.
También detened a las personas del antiguo ministerio y engrilladlos. Todos los miembros contrarrevolucionarios del Estado Mayor de París deben ser ejecutados; todos los oficiales antipatriotas deben ser separados de sus batallones; desarmad a los infestos batallones de Saint-Roche, de las Filles-Saint-Thomas, de Notre-Dame, de Saint-Jean- en-Grève y de los Enfants Rouges. Todos los ciudadanos patriotas deben ser armados y pertrechados de abundante munición.
Demandad la convocatoria de una Convención Nacional con el fin de condenar al Rey y reformar la Constitución; sobre todo, sus miembros no deben ser elegidos por un cuerpo independiente de electores, sino por el voto directo del pueblo.
Que se decrete el retorno inmediato de todos los regimientos extranjeros y suizos, pues han demostrado ser enemigos de la Revolución. ¡Temblad, estremeceos, no sea que dejéis pasar ni una sola de las oportunidades que os ha puesto en las manos el genio protector de Francia para escapar de este abismo y consolidar vuestra libertad para siempre!
“L’Ami du Peuple”, Agosto de 1792.
Fuente: El Sudamericano
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