Hoy recordamos, en el 125º aniversario de su nacimiento, la figura del compositor musical alemán Hanns Eisler (1898-1962) quien, nacido en Leipzig, pasa sus primeros años en Austria y participa en la I Guerra Mundial, donde vive como soldado los horrores de la guerra.

En dicho país es donde comenzaría su actividad musical como pupilo de Arnold Schönberg, con quien se forma en la composición dodecafónica; pero en el joven compositor comienzan a forjarse las ideas acerca de la posibilidad de una sociedad nueva al calor de los acontecimientos de 1917, además de por las propias circunstancias económicas y la influencia de sus hermanos mayores,ya activos políticamente en aquellos años.

En 1925 regresa a Alemania y, cercano al Partido Comunista Alemán (DKP) y tras contactar con Bertolt Brecht, siente la necesidad de dedicar su talento al servicio de la causa revolucionaria; así, tras unos inicios en los que se podía encuadrar en la denominada Segunda Escuela de Viena, se distancia de su maestro austríaco y opta por evolucionar hacia un estilo más accesible a las clases populares, en línea con su compromiso político; es en estos años cuando precisamente se dedica a componer música para obras teatrales de su amigo dramaturgo.

El ascenso del Partido Nazi supone, a partir de 1933, el exilio para el músico, exilio que pasa periódicamente entre Estados Unidos y Europa; es entonces cuando comienza la composición de su obra capital: la Sinfonía Alemana, en la que trabajó durante más de veinte años y que condensa simbólicamente su gran objetivo vital y artístico, que no era otro que difundir a través de su música la existencia de otra Alemania enfrentada a la aberración en que se había convertido su patria.

Entre otros muchos viajes a Europa, como decíamos, uno de ellos tiene lugar en 1937, cuando viaja a la España que acaba de sumergirse en la Guerra Civil, y para la que compone himnos de apoyo a las Brigadas Internacionales, siendo los más conocidos la Marcha del 5º Regimiento,No pasarán y Canción del 7 de enero.

En los Estados Unidos se enfrenta en varias ocasiones al riesgo de ser deportado debido a sus posiciones políticas, y durante su estancia llega a trabajar en Hollywood donde entra en contacto, entre otros, con Charles Chaplin. Sin embargo, en 1947 comienza a operar el tristemente célebre Comité de Actividades Antiamericanas que, en el marco de la caza de brujas macartista, persigue a diferentes artistas sospechosos de filiación comunista; finalmente Eisler resulta deportado en 1948 debido a acusaciones tales como la de ser el “Karl Marx de la música”.

Fija definitivamente su residencia en Berlín Este, convencido de que debe colaborar con su talento en la construcción del socialismo en su patria; sin embargo,una amarga polémica en 1953 en torno a su Opera Faustus, criticada por una parte importante de los representantes culturales de la RDA, le sume en un proceso depresivo acompañado de un silencio creativo durante años; en cualquier caso, y siguiendo fiel a su pensamiento marxista, finalmente se produce un acercamiento entre el artista y los dirigentes germano-orientales, llegando a recibir el Premio Nacional de la República Democrática Alemana. Fallecería de un ataque al corazón en 1962.

Silenciada y proscrita su figura tras la reunificación alemana, quedó sin embargo para la posteridad uno de los más aplaudidos himnos nacionales en la Historia de la música clásica. Efectivamente, en 1949 recibe el encargo para componer el himno de la RDA: Auferstanden aus ruinen (Resurgida de las ruinas), composición que les animamos a escuchar mientras recuerdan la figura del compositor irreductible, ejemplo del artista virtuoso que entendió la cultura como una herramienta más al servicio del cambio social.

“Un compositor sabe que la música está escrita por seres humanos, para seres humanos, y que la música es una prolongación de la vida, no algo separado de ella”. Hanns Eisler.

Fuente: Mundo Obrero

Hanns Eisler (1898-1962): Lenin, Requiem para contralto, barítono, coro y orquesta (1935)