El 8 de septiembre empezó el episodio más sangriento de la Segunda Guerra Mundial: el cerco a Leningrado (hoy San Petersburgo) por parte de la Alemania nazi.
En medio de la ofensiva germánica contra la Unión Soviética, Leningrado era un objetivo estratégico y simbólico clave. Además de una ciudad importante, era la cuna de la Revolución de Octubre. Con un avance rápido, las tropas alemanas abrumaron a las defensas soviéticas para llegar a las afueras de la ciudad, mientras sus aliados finlandeses atacaron del norte. Leningrado quedó totalmente aislada.
Durante los 872 días siguientes, el ejército rojo y millones de civiles resistieron heróicamente a bombardeos, hambruna, frío extremo y enfermedades. El “Camino de la Vida”, una peligrosa ruta sobre el hielo del Lago Ladoga en los meses de invierno, era prácticamente la única forma de abastecer a los defensores en la ciudad.
En Leningrado murieron más de un millón de soldados del Ejército Rojo y más de un millón de civiles. Solo las bajas civiles fueron mayores que las pérdidas totales de Reino Unido y Estados Unidos sumadas en toda la guerra.
A principios de 1943 el panorama empezó a cambiar drásticamente en el Frente Oriental con la victoria soviética en Stalingrado. Tras varios intentos, el Ejército Rojo logró abrir un corredor terrestre para abastecer a Leningrado. Sin embargo, el cerco sólo sería derrotado el 27 de enero de 1944, en la gran ofensiva de Leningrado-Nóvgorod. El avance soviético ya era irreversible y llegaría a Berlín año y medio después.
Aunque hay muchos otros casos, Leningrado es el ejemplo emblemático de los sacrificios casi indescriptibles del pueblo soviético para resistir y luego derrotar al fascismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario