sábado, 31 de agosto de 2024

"EL CASO GLEIWITZ", PELÍCULA DE LA RDA SOBRE EL FALSO INCIDENTE QUE DIO INICIO A LA INVASIÓN NAZI DE POLONIA, EN SU 85 ANIVERSARIO

Título original: Der Fall Gleiwitz
Dirección: Gerhard Klein
Intérpretes: Hannjo Hasse, Christoph Beyertt, Wolfgang Kalweit, Georg Leopold, Herwart Grosse, Rolf Ripperger, Manfred Günther, Rudolf Woschiek, Hilmar Thate, Rolf Ludwig, Friedrich Richter, Günter Naumann, Paul-Dolf Neis, Heinz Schröder, Margarete Taudte, Georg Gudzent, Heinz Kögel, Heinz Isterheil, Horst Giesen, Achim Wolff, Martin Angermann, Paul Bielecke, Jochen Diestelmann, Werner Dissel, Hans Bosenius, Axel Triebel, Marianne Christina Schilling, Heinz Behrens, Siegfried Göhler, Dieter Wallrabe 
Música:Kurt Schwaen
Fotografía:Jan Curík
País: RDA
Año: 1961
Duración:  70 minutos
Sinopsis: Reconstrucción de la preparación y ejecución por los nazis del simulacro de asalto polaco a la estación de radio de Gleiwitz en la noche del 31 de agosto d 1939, que sirvió de pretexto para la invasión alemana de Polonia el 1 de septiembre de 1939 que desencadenó la II Guerra Mundial.

El incidente de Gliwice (Überfall auf den Sender Gleiwitz en alemán y Prowokacja gliwicka en polaco) fue una operación de bandera falsa que tuvo lugar el 31 de agosto de 1939 en Gliwice contra la estación radiofónica Sender Gleiwitz, en el día previo al inicio de la Segunda Guerra Mundial.

El suceso empezó cuando un grupo de agentes nazis se hicieron pasar por polacos para sabotear dicha señal de radio. El objetivo del ataque fue utilizar un pretexto para invadir Polonia. Esta acción pasó a formar parte de una serie de operaciones especiales lideradas por las SS dentro de la Operación Himmler.

La mayor parte de lo que se conoce del caso proviene del acta notarial del SS-Sturmbannführer Alfred Naujocks, el cual admitió en los juicios de Núremberg haber organizado el incidente siguiendo órdenes de Reinhard Heydrich y Heinrich Müller, jefe de la Gestapo.

En la noche del 31 de agosto de 1939, un pequeño grupo de agentes alemanes vestidos con uniforme polaco liderados por Naujocks irrumpieron en la estación y proclamaron en polaco un mensaje antigermánico radiado. El objetivo fue hacer creer que el ataque fue producido por saboteadores polacos.

Para que dicha acción fuese más creíble, los alemanes recurrieron a figurantes. Uno de ellos fue Franciszek Honiok, granjero de 43 años y que fue arrestado el día anterior por la Gestapo y disfrazado. Posteriormente fue ejecutado y su cuerpo abandonado en la escena del crimen para ser presentado después como prueba.

Entre el grupo de "extras" había prisioneros del campo de concentración de Dachau, también fusilados y con sus rostros desfigurados para imposibilitar sus identificaciones.

Dicho acto fue orquestado por la Abwehr y las SS. También se produjeron otros incidentes a lo largo de la frontera germano-polaca al mismo tiempo que la operación de Gliwice tenía lugar, un ejemplo fue diversos incendios en el corredor polaco y la consecuente propaganda antialemana para presentar a los polacos como "agresores".

El 1 de septiembre de 1939, el III Reich da inicio a la operación Fall Weiss, con la cual daría comienzo a la II Guerra Mundial en Europa. Hitler justificó su decisión en el Reichstag en respuesta a los "ataques polacos en la frontera".

VER PELICULA CON SUBTITULOS EN CASTELLANO:

viernes, 30 de agosto de 2024

SINFONÍA Nº 13 DEL COMPOSITOR POLACO-SOVIÉTICO MIECZYESLAW WEINBERG, SOBRE LA BARBARIE DE LOS CAMPOS DE CONCENTRACIÓN NAZIS

La “Sinfonía Nº 13"  Op.115 compuesta en 1976 está dedicada a la memoria de su madre, muerta junto con su padre y su hermana, en el campo de concentración polaco de Trawniki a principios de la década de 1940. Sorprendentemente parece que no hubo ninguna interpretación pública en su época. Solamente desde su Decimocuarta Sinfonía, de 1977 en adelante Weinberg se aseguró la defensa de su obra por Vladimir Fedoseyev. Para su descripción se utiliza la traducción de los comentarios de Richard Whitehouse, procedentes del folleto que acompaña la grabación del sello Naxos.

A diferencia de su sinfonía predecesora, que se adhiere al formato arquetípico de cuatro movimientos, la Decimotercera Sinfonía está estructurada en un solo movimiento, un procedimiento seguido en la Decimocuarta y la Dieciseisava, que se desarrolla como un arco casi simétrico desde su culminación central.

Utiliza una gran orquesta incluyendo madera por triplicado, seis trompas. cuatro trompetas, cuatro trombones, pero se usan generalmente con moderación, en texturas que son austeras o en forma de música de cámara. No menos notable aquí es la evitación de lo que podría describirse como temas auto contenidos, en favor de ideas lineales o motivicas que evolucionan a lo largo de sus casi 35 minutos. Weinberg había trabajado con tales procesos en sus cuartetos de cuerda y sonatas instrumentales solistas de la década de 1960, pero aquí las transfiere a un lienzo más grande con resultados apasionantes aunque a menudo inquietantes.

La obra se abre con un tema sombrío en las violas, pronto continuado por las cuerdas a medida que este crece en volumen e intensidad. El corno inglés hace una contribución pensativa, seguida por el clarinete y luego por los bajos de la madera a medida que la música se dirige a un breve clímax. Se desvanece para dejar las cuerdas superiores en la incertidumbre de la reflexión, unidas al piccolo y otras maderas en solitario, a medida que el impulso aumenta constantemente. Luego gradualmente es tomado por la orquesta completa hasta que la percusión entra y se alcanza un clímax estridente.

Los instrumentos solistas ahora inesperadamente saltan al primer plano, en particular el violín con un pasaje similar a una cadenza, que se intensifica a medida que las cuerdas y los metales se involucran en la confrontación con los golpes de los timbales. La madera añade un comentario sardónico, no menos importante que el glissando de los trombones, alcanzando entonces una dramática cumbre, coronada por tristes llamadas de las trompetas.

El tema inicial de las cuerdas regresa en forma de una amplia cantilena, con el acompañamiento palpitante de arpas y cuerdas inferiores, pero se corta repentinamente para dejar la madera en solitario y las cuerdas buscando a tientas su camino hacia adelante. La intensidad emocional disminuye a medida que se recupera el estado de ánimo introspectivo del principio, con un último intento de clímax, que se derrumba en motivos quejumbrosos de fagots y timbales. En la lejanía, la viola solista entra en primer plano, lo que conduce al final de la obra con respuestas fragmentadas de la madera, que se fusionan a breves acordes del arpa y ascienden más allá de lo audible.

Una observación final es la cita, después del primer clímax, de un coral del segundo acto de la ópera del propio Weinberg "El pasajero" (1968), vinculada al mutuo apoyo de las reclusas en Auschwitz y que cumple debidamente una función personal en esta pieza en general de carácter abstracto.

Una sinfonía de carácter triste y dramático, sin ningún momento de esperanza, para recordar y reflexionar sobre la barbarie de los campos de concentración nazis, que golpearon con tanta fuerza al compositor.

Fuente: Historia de la Sinfonía

jueves, 29 de agosto de 2024

CINE RUSTAVELI, EN TIFLIS, OBRA DEL ARQUITECTO SOVIÉTICO NIKOLAI SEVEROV, CON ESCULTURAS DE VALENTIN TOPURIDZE Y SHOTA MIKATADZE

 

El cine Rustaveli en Tiflis se construyó en 1939 en el emplazamiento de la antigua iglesia Hauptwacht y Kaloubni, en la Avenida Rustaveli. Esta vía es conocida como el corazón de la capital georgiana por sus numerosos edificios culturales y gubernamentales, como el Teatro Shota Rustaveli, el Parlamento de Georgia y el Cine Rustaveli. Al ser una de las primeras estructuras de Tiflis concebida originalmente como cine, su arquitectura refleja debidamente esta función. Aunque en la época soviética se construyeron muchas otras salas de cine en Tiflis, el Cine Rustaveli es el único que sigue funcionando como tal.

La majestuosa estructura fue diseñada por el arquitecto Nikolai Severov, que también construyó el Museo Nacional de Georgia. Se trata de un edificio postconstructivista, decorado con elementos arquitectónicos clasicistas pero con las características de la arquitectura estalinista. El postconstructivismo se desarrolló en la URSS en la década de 1930 y se generalizó rápidamente, lo que dio lugar a la transición del constructivismo a la arquitectura estalinista, representada en el Cine Rustaveli. El edificio del cine es famoso en Tiflis por sus esculturas de Valentin Topuridze y Shota Mikatadze: el lado que da a la Avenida Rustaveli está decorado con destacadas esculturas de una agricultora colectiva, un obrero y dos atletas, mientras que desde la calle Purtseladze se ve la estatua de un escalador.

En 1988, el Cine Rustaveli fue declarado monumento del patrimonio cultural por su papel en la historia de Tiflis. En la década de 1970 se llevaron a cabo reformas, seguidas de una reconstrucción estilística del interior a finales de la década de 1990. Fue entonces cuando el vestíbulo y los pisos superiores se reconvirtieron para desempeñar un papel multifuncional. El Cine Rustaveli en Tiflis se cerró para una nueva reconstrucción en julio de 2018, y actualmente se están llevando a cabo amplios planes para restaurar sus columnas, techos, escaleras y el exterior con sus queridas esculturas.





 


miércoles, 28 de agosto de 2024

"PERSPECTIVAS DE MODIFICACIÓN CONSCIENTE DE LA VIDA COTIDIANA", TEXTO DE GUY DEBORD PUBLICADO HACE 63 AÑOS

Perspectivas de modificación consciente de la vida cotidiana

Guy Debord

Publicado en el # 6 de Internationale Situationiste (agosto, 1961). Traducción extraída de Internacional situacionista, vol. I: La realización del arte, Madrid, Literatura Gris, 1999.


El estudio de la vida cotidiana sería una empresa completamente ridícula, y estaría sobre todo condenada a no entender su objeto, si no se propusiera explícitamente transformarla.

La crítica de la vida cotidiana abarca también la conferencia, la exposición de determinadas consideraciones intelectuales ante un auditorio, como forma extremadamente banal de las relaciones humanas en un sector bastante amplio de la sociedad.

Los sociólogos, por ejemplo, tienen excesiva tendencia a apartar de la vida cotidiana y a arrojar a esferas separadas -que se dicen superiores- todo lo que les sucede a cada instante. El hábito en todas sus formas, empezando por el de manejar conceptos profesionales -producidos por la división del trabajo- enmascara así la realidad tras condiciones privilegiadas.

Por consiguiente, es deseable hacer ver, mediante un ligero desplazamiento de las fórmulas corrientes, que la vida cotidiana se halla aquí mismo. Está claro que la difusión de estas palabras mediante un magnetófono no pretende ilustrar precisamente la integración de las técnicas a esta vida cotidiana que está al margen del mundo técnico, sino aprovechar la mínima oportunidad para romper con la apariencia de pseudocolaboración, de diálogo ficticio, que se han instituido entre el conferenciante "en persona" y sus espectadores. Esta leve ruptura del confort puede servir para introducir repentinamente en el marco del cuestionamiento de la vida cotidiana (cuestionamiento que de otro modo sería completamente abstracto) esta misma conferencia, como tantas otras disposiciones del empleo del tiempo y de las cosas consideradas "normales" que ya no se perciben y que nos condicionan finalmente. Tanto a propósito de los detalles como del propio conjunto de la vida cotidiana, su modificación constituye siempre la condición necesaria y suficiente para la aparición experimental del objeto de nuestro estudio, que en su ausencia seguiría siendo dudoso, y al que no se trata tanto de estudiar como de modificar.

Acabo de decir que la realidad de un conjunto observable que se designaría con el término de "vida cotidiana" corre el riesgo de seguir siendo hipotética para muchas personas. En efecto, desde que se constituyó este grupo de investigación, el rasgo más sorprendente no es por supuesto que todavía no haya descubierto nada, sino que se haya planteado desde el primer momento la contestación de la existencia misma de la vida cotidiana, y no haya dejado de insistir sobre ello de sesión en sesión. La mayoría de las intervenciones que hasta ahora se han podido escuchar en esta discusión procedían de personas que no estaban en absoluto convencidas de que la vida cotidiana existiera, pues no la han visto en ninguna parte. Un grupo de investigación sobre la vida cotidiana animado por este espíritu es comparable en todos sus aspectos a un grupo que hubiese partido en busca del yeti, y cuya investigación podría desembocar perfectamente en la conclusión de que en realidad no se trataba más que de un bufo folklórico.

Sin embargo, todo el mundo está de acuerdo en que determinados gestos repetidos cada día, como abrir las puertas o llenar los vasos, son absolutamente reales; pero se encuentran en un plano de realidad tan trivial que se cuestiona con razón su posible interés para justificar una nueva especialización de la investigación sociológica. Y cierto número de sociólogos parecen poco inclinados a imaginar otros aspectos de la vida cotidiana a partir de la definición propuesta por Henri Lefebvre, es decir, "lo que queda cuando se sustraen de lo vivido todas las actividades especializadas". Aquí descubrimos que la mayoría de los sociólogos -¡y ya sabemos que se sienten a sus anchas en sus actividades especializadas, justamente, y cómo les consagran por costumbre una fe ciega!- la mayoría de los sociólogos, digo, ven actividades especializadas en todas partes y la vida cotidiana en ninguna. La vida cotidiana se encuentra siempre en otra parte. En los otros. Y en todo caso, en las clases no sociologistas de la población. Alguien ha dicho aquí que sería interesante estudiar a los obreros, como si fuesen cobayas probablemente inoculadas con ese virus de la vida cotidiana, pues no teniendo acceso a las actividades especializadas, sólo pueden vivir la vida cotidiana. No deja de sorprender esta forma de mirar hacia el pueblo en busca de un lejano primitivismo de lo cotidiano, y sobre todo esta complacencia declarada y sin rodeos, este orgullo ingenuo por participar en una cultura cuya ruidosa bancarrota nadie puede ocultar, ni su incapacidad radical de comprender el mundo que la produce.

Existe una voluntad manifiesta de ampararse en una formación del pensamiento basada en la parcelación artificial de campos a fin de rechazar el concepto inútil, vulgar y molesto de "vida cotidiana". Semejante concepto encubre un residuo de realidad catalogada y clasificada con el que a algunos les repugna enfrentarse, pues constituye al mismo tiempo el punto de vista de la totalidad e implicaría la necesidad de un juicio global, de una política. Se diría que ciertos intelectuales se vanaglorian así de una ilusoria participación personal en el sector dominante de la sociedad a través de su posesión de una o más especializaciones culturales, lo que les coloca en el primer plano para advertir que el conjunto de esta cultura dominante está sensiblemente apolillado. Pero cualquiera que sea el juicio que se pronuncie respecto a la coherencia de esta cultura o al interés de sus detalles, la alienación que ella ha impuesto a los intelectuales en cuestión consiste en hacerles creer, desde el cielo de los sociólogos, que se hallan completamente fuera de la vida cotidiana de cualquier pueblo, o situados demasiado alto en la escala de lo poderes humanos, como si ellos mismos no fueran sobre todo pobres.

No cabe duda de que las actividades especializadas tienen una existencia; en una época dada adquieren incluso un uso general que debe reconocerse siempre desmistificadamente. La vida cotidiana no lo es todo. Aunque se dé una ósmosis con las actividades especializadas hasta el punto de que, en cierto modo, nunca estamos fuera de la vida cotidiana. Pero si se recurre a la sencilla imagen de una representación espacial de las actividades, hay que situar la vida cotidiana en el centro de todo. Todo proyecto en parte y toda realización toman su nueva significación de ella y la proyectan sobre ella. La vida cotidiana es la medida de todas las cosas: del cumplimiento o más bien del no-cumplimiento de las relaciones humanas, del empleo del tiempo vivido, de la búsqueda del arte, de la política revolucionaria.

No basta con recordar que la especie de vieja estampa de Epinal científica del observador desinteresado es falaz en todos los casos. Debe subrayarse que la observación desinteresada todavía es menos factible aquí que en cualquier otro lugar. Y la dificultad para reconocer siquiera un terreno de la vida cotidiana no reside únicamente en que éste constituiría el punto de encuentro de una sociología empírica y de una elaboración conceptual, sino en que supondría también en ese mismo momento la consideración de toda renovación revolucionaria de la cultura y de la política.

La vida cotidiana no criticada implica ahora la prolongación de las formas actuales, profundamente degradadas, de la cultura y de la política, formas cuya crisis extremadamente avanzada, sobre todo en los países modernos, se traduce en una despolitización y en un neo-analfabetismo generalizados. La crítica radical y en actos de la vida cotidiana dada puede conducir en revancha a una superación de la cultura y de la política en el sentido tradicional, es decir, a un plano superior de intervención en la vida.

Pero, se dirá, ¿cómo es que la importancia de esta vida cotidiana, que según yo es la única real, es tan completa e inmediatamente despreciada por personas que no tienen, después de todo, ningún interés en hacerlo, si muchas de ellas están lejos de ser enemigas de cualquier renovación del movimiento revolucionario?

Creo que ello se debe a que la vida cotidiana está organizada dentro de los límites de una pobreza escandalosa. Y, sobre todo, a que esta pobreza de la vida cotidiana no tiene nada de accidental: es una pobreza impuesta a cada instante por la fuerza y la violencia de una sociedad dividida en clases; una pobreza históricamente organizada de acuerdo con las necesidades de la historia de la explotación.

El uso de la vida cotidiana, en el sentido de un consumo del tiempo vivido, está dominado por el reinado de la escasez: escasez de tiempo libre, y escasez de empleos posibles de este tiempo libre.

Así como la historia acelerada de nuestra época es la historia de la acumulación, de la industrialización, así también el retraso de la vida cotidiana, su tendencia al inmovilismo, son producto de las leyes e intereses que han dirigido esa industrialización. La vida cotidiana presenta efectivamente hasta nuestros días resistencia a lo histórico. Ello condena en primer lugar a lo histórico, en tanto que herencia y proyecto de una sociedad de la explotación.

La extremada pobreza de la organización consciente, de la creatividad de las personas en la vida cotidiana, traduce la necesidad fundamental de la inconsciencia y de la mistificación en una sociedad explotadora, en una sociedad de la alienación.

En este punto, Henri Lefebvre ha aplicado por extensión el concepto del desarrollo desigual para caracterizar la vida cotidiana, desprendida pero no cortada de la historicidad, como un sector atrasado. Creo que puede calificarse este nivel de la vida cotidiana mismo como sector colonizado. Se ha visto, a escala económica mundial, que el subdesarrollo y la colonización son dos factores que interactúan. Todo hace pensar que sucede lo mismo en el plano de la formación económico-social, de la praxis.

La vida cotidiana, mistificada por todos los medios y controlada policialmente, es una especie de reserva para los buenos salvajes que, sin saberlo, hacen marchar la sociedad moderna al compás del rápido acrecentamiento de sus poderes técnicos y de la expansión forzosa de su mercado. La historia -es decir, la transformación de lo real- no puede utilizarse actualmente en la vida cotidiana porque el hombre de la vida cotidiana es el producto de una historia sobre la que no tiene control. Es evidentemente él mismo quien hace esta historia, pero no libremente.

La sociedad moderna se compone de fragmentos especializados, poco menos que intransmisibles, y la vida cotidiana, donde amenazan con plantearse todas las cuestiones de una manera unitaria, es naturalmente por ello el dominio de la ignorancia.

A través de su producción industrial, esta sociedad ha vaciado de sentido los gestos del trabajo. Y ningún modelo de conducta humana ha mantenido una verdadera actualidad en lo cotidiano.

Esta sociedad tiende atomizar a las personas como consumidores aislados y a impedir toda comunicación. La vida cotidiana se hace así vida privada, dominio de la separación y del espectáculo.

De este modo, la vida cotidiana se convierte también en la esfera de la dimisión de los especialistas. Es ahí donde, por ejemplo, uno de los pocos individuos capaces de comprender la más reciente imagen científica del universo, se convierte en un estúpido y pondera ampliamente las teorías artísticas de Alain Robbe-Grillet, o bien manda peticiones al presidente de la República con la pretensión de desviar su política. Es la esfera del desarme, del reconocimiento de la incapacidad de vivir.

No se puede por tanto caracterizar el subdesarrollo de la vida cotidiana únicamente por su relativa incapacidad para integrar algunas técnicas. Este rasgo es un resultado importante, pero todavía parcial, del conjunto de la alienación cotidiana que podría definirse por su incapacidad para inventar una técnica de liberación de lo cotidiano.

De hecho muchas técnicas modifican más o menos claramente algunos aspectos de la vida cotidiana: las artes domésticas, como se ha dicho aquí, pero también el teléfono, la televisión, la grabación musical en discos de vinilo, los viajes aéreos popularizados, etc. Estos elementos intervienen anárquicamente, al azar, sin que nadie haya previsto sus conexiones ni sus consecuencias. Pero no cabe duda de que, en su conjunto, este movimiento de introducción de ciertas técnicas en el interior de la vida cotidiana, enmarcado en definitiva en la racionalidad del capitalismo moderno burocratizado, tiende más bien a limitar la independencia y la creatividad de las personas. Así, las nuevas ciudades de nuestros días perfilan claramente la tendencia totalitaria de la organización de la vida por el capitalismo moderno: los individuos aislados (aislados generalmente en el marco de la célula familiar) contemplan cómo su vida se reduce a la pura trivialidad de lo repetitivo, combinada con la absorción obligatoria de un espectáculo igualmente repetitivo.

Hay que pensar por tanto que la censura que las personas ejercen sobre las cuestiones relativas a su propia vida cotidiana se explica por la conciencia de su insostenible miseria, y al mismo tiempo por la sensación, quizás no declarada, pero inevitablemente experimentada un día u otro, de que todas las posibilidades verdaderas, todos los deseos impedidos por el funcionamiento de la vida social, residían precisamente en ella, y de ningún modo en actividades o distracciones especializadas. Es decir, que el conocimiento de la riqueza profunda, de la energía abandonada en la vida cotidiana, es inseparable del conocimiento de la miseria de la organización dominante de esa vida: sólo la existencia perceptible de esa riqueza inexplotada lleva a definir por contraste la vida cotidiana como miseria y como prisión, y a negar por tanto el problema en el mismo movimiento.

En estas condiciones, enmascarar la cuestión política que plantea la miseria de la vida cotidiana significa enmascarar la profundidad de las reivindicaciones que supone la riqueza posible de esta vida; reivindicaciones que no conducirían nada menos que a reinventar la revolución. Se admitirá que eludir una política a este nivel no es de ningún modo contradictorio con el hecho de militar en el Partido Socialista Unificado, por ejemplo, o de confiar en lo que escribe L'Humanité.

Todo depende efectivamente del nivel en que se ose plantear el siguiente problema: ¿cómo se vive? ¿cómo se satisface uno? ¿o no se satisface? Y eso sin dejarse intimidar ni un solo instante por los diversos anuncios que tratan de persuadirnos de que se puede ser feliz gracias a la existencia de Dios, del dentrífico Colgate o del C.N.R.S.

Me parece que el término "crítica de la vida cotidiana" también podría o debería entenderse en este sentido inverso: la crítica que la vida cotidiana ejercería soberanamente sobre todo lo que es exterior a ella.

El problema del empleo de los medios técnicos, en la vida cotidiana y donde sea, es un problema político (pues entre todos los medios técnicos que pueden encontrarse sólo se han puesto en práctica aquellos que han sido seleccionados en realidad conforme al objetivo de mantener el dominio de una clase). Cuando se considera la hipótesis de un futuro, tal como se la admite en la literatura de ciencia-ficción, donde las aventuras in-terestelares coexistieran con una vida cotidiana mantenida en la misma indigencia material y el mismo moralismo arcaico en la tierra, quiere decirse con ello exactamente que seguiría existiendo una clase de dirigentes especializados manteniendo a su servicio a las masas proletarias de las fábricas y oficinas; y que las aventuras interestelares no serían más que la empresa elegida por esos dirigentes, la mejor manera que habrían encontrado para desarrollar su economía irracional, la cumbre de la actividad especializada.

La pregunta es: ¿de qué está privada la vida privada? Simplemente de vida, cruelmente ausente. La gente está tan privada de comunicación y de realización de sí misma como resulta posible. Habría que decir: de hacer personalmente su propia historia. Las hipótesis que traten de responder positivamente a esta cuestión de la naturaleza de la privación no podrán enunciarse si no es en forma de proyectos de enriquecimiento, de otro estilo de vida, de estilo en definitiva... O bien, si se considera que la vida cotidiana se encuentra en los límites entre el sector dominado y el sector no dominado de la vida, es decir en el lugar de lo aleatorio, habrá que llegar a sustituir el presente ghetto por unos límites constantemente móviles; trabajar permanentemente en la organización de posibilidades nuevas.

La cuestión de la intensidad de lo vivido se plantea hoy a propósito por ejemplo del uso de estupefacientes en los términos en que la sociedad de la alienación es capaz de plantear cualquier cuestión: quiero decir, en los términos del falso reconocimiento de un proyecto falsificado, en términos de fijación y de sujeción. Conviene también señalar hasta qué punto la imagen del amor elaborada y difundida en esta sociedad se emparenta con la droga. En ella, la pasión se reconoce en primer lugar como rechazo de todas las demás pasiones y es después obstruida, hasta que finalmente ya no se reencuentra más que en las compensaciones del espectáculo reinante. La Rochefaucauld escribió: "Lo que a menudo nos impide abandonarnos a un solo vicio es que tenemos varios". He aquí una constatación muy positiva si, desechando sus presupuesto moralistas, la colocamos sobre sus pies, como base de un programa de realización de las capacidades humanas.

Todos estos problemas están a la orden del día en una época claramente dominada por la aparición del proyecto de abolir toda sociedad de clases y comenzar la historia humana, cuyo portador es la clase obrera, y dominada también, corolariamente, por la encarnizada resistencia a este proyecto, por los desvíos y los fracasos que ha sufrido hasta nuestros días.

La crisis actual de la vida cotidiana se inscribe dentro de las nuevas formas de la crisis del capitalismo, que siguen sin ser percibidas por quienes se obstinan en calcular el clásico vencimiento de las próximas crisis cíclicas de la economía.

La desaparición de todos los antiguos valores, de todas las referencias de la antigua comunicación en el capitalismo desarrollado, y la imposibilidad de reemplazarlos por otros, cualesquiera que sean, antes de haber dominado racionalmente, tanto en la vida cotidiana como en cualquier otro lugar, las nuevas fuerzas industriales que cada vez escapan más a nuestro control; estos hechos producen no sólo la insatisfacción casi oficial de nuestra época, particularmente aguda en la juventud, sino también el movimiento de autonegación del arte. La actividad artística siempre ha sido la única que ha rendido cuentas de los problemas clandestinos de la vida cotidiana, aunque de una forma velada, deformada, parcialmente ilusoria. Se desarrolla ante nuestros ojos el testimonio de la destrucción de toda expresión artística: el arte moderno.

Si se examina en toda su extensión la crisis de la sociedad contemporánea, creo que no es todavía posible considerar el ocio como una negación de lo cotidiano. Se ha admitido aquí que había que "estudiar el tiempo perdido". Pero veamos el movimiento reciente de esta noción de tiempo perdido. Para el capitalismo clásico, el tiempo perdido es el tiempo exterior a la producción, la acumulación y el ahorro. La moral laica que se enseña en las escuelas de la burguesía ha implantado esta norma de vida. Sin embargo, por un artificio inesperado, el capitalismo moderno necesita acrecentar el consumo, "elevar el nivel de vida" (recuérdese si se quiere que esta expresión carece rigurosamente de sentido). Como al mismo tiempo las condiciones de la producción, parcelarizada y cronometrada hasta el extremo, han llegado a ser completamente indefendibles, la moral, que ya circula en la publicidad, la propaganda y en todas las formas del espectáculo dominante, admite francamente que el tiempo perdido es el del trabajo, que ya sólo se justifica por sus diversos grados de ganancia, lo cual permite comprar el reposo, el consumo, el ocio -es decir, la pasividad cotidiana fabricada y controlada por el capitalismo.

Si ahora consideramos la facticidad de las necesidades de consumo que crea y estimula incesantemente la industria moderna -si se conoce el vacío del ocio y la imposibilidad del reposo-, podemos plantear la cuestión en términos más realistas: ¿Qué no sería tiempo perdido? Dicho de otro modo: ¿De qué abundancia hablamos cuando hablamos del desarrollo de la sociedad de la abundancia?

Esto puede servir evidentemente como piedra de toque para muchos puntos de vista. Por ejemplo, cuando en uno de los periódicos en los que se despliega la inconsistencia teórica de esas personas a las que llaman intelectuales de izquierda -me refiero al France Observateur- puede leerse un titular que anuncia algo así como "El utilitario al asalto del socialismo" sobre un artículo que explica que los rusos empiezan a perseguir individualmente un consumo privado de bienes al estilo americano, comenzando, naturalmente, por los automóviles, no podemos evitar pensar que no es necesario haber asimilado, después de Hegel, toda la obra de Marx, para advertir por lo menos que un socialismo que retrocede ante la invasión del mercado por automóviles utilitarios no es en modo alguno el socialismo por el que ha luchado el movimiento obrero. De forma que no es en función de su táctica o de su dogmatismo por lo que hay que oponerse a la burocracia dirigente de Rusia, sino sobre la base de que la vida de los individuos no haya cambiado realmente de sentido. No se trata aquí de la oscura fatalidad de la vida cotidiana destinada a seguir siendo reaccionaria. Es una fatalidad impuesta desde el exterior por la esfera reaccionaria de los dirigentes especializados, cualquiera que sea la etiqueta bajo la que planifican la miseria en todos sus aspectos.

Luego la despolitización actual de muchos de los antiguos militantes de la izquierda, su abandono de una cierta alienación para abandonarse a otra, la de la vida privada, no tiene tanto el sentido de un retorno a la privatización como refugio contra las "responsabilidades de la historicidad" cuanto el de un alejamiento del sector político especializado, y por tanto manipulado siempre por otros, en el que la única responsabilidad que se asume realmente es la de abandonar todas las responsabilidades en manos de jefes incontrolados. Es ahí donde se ha burlado y se ha frustrado el proyecto comunista. No puede oponerse en bloque la vida privada a la vida pública sin preguntarse: ¿qué vida privada? ¿qué vida pública? (pues la vida privada contiene los factores de su propia negación y superación, igual que la acción revolucionaria colectiva ha podido nutrir los factores de su degeneración), así como sería un error calibrar la alienación de los individuos en la política revolucionaria, cuando de lo que se trataría sería de la alienación de la política revolucionaria. Está bien dialectizar el problema de la alienación y señalar las posibilidades de alienación que constantemente aparecen en el seno de la lucha contra la alienación misma, pero debemos subrayar también que todo esto debe aplicarse en el plano más elevado de la investigación (por ejemplo, en la filosofía de la alienación en su conjunto), y no en el del estalinismo, cuya explicación, desgraciadamente, es más tosca.

La civilización capitalista no ha sido superada en ninguna parte, a pesar de que sigue engendrando por doquier a sus enemigos. El próximo avance del movimiento revolucionario, radicalizado por la experiencia de las derrotas anteriores, y cuyo programa reivindicativo deberá enriquecerse en la medida de los poderes prácticos de la sociedad moderna, los cuales constituyen virtualmente a partir de ahora la base material que faltaba a las corrientes del socialismo llamadas utópicas, éste próximo intento de contestación total del capitalismo del que hablamos, sabrá inventar y proponer otro uso de la vida cotidiana, y se apoyará inmediatamente en nuevas prácticas cotidianas, en nuevos tipos de relaciones humanas (sin ignorar ya que toda conservación en el seno del propio partido revolucionario de las relaciones dominantes en la sociedad existente lleva insensiblemente a la restauración, con diversas variantes, de esta misma sociedad).

Así como la burguesía en su momento, en su fase ascendente, tuvo que liquidar implacablemente todo lo que estaba más allá de la vida terrenal (el cielo, la eternidad), así también el proletariado revolucionario -que jamás pudo reconocer un pasado o un modelo sin dejar de existir como tal- deberá renunciar a todo lo que esté más allá de la vida cotidiana. O más bien a todo lo que pretende estar más allá: el espectáculo, el gesto o la frase "históricos", la "grandeza" de los dirigentes, el misterio de las especializaciones, la "inmortalidad" del arte y su importancia extraña a la vida. Lo que quiere decir: renunciar a todos los subproductos de la eternidad que han sobrevivido como armas del mundo de los dirigentes.

Al destruir su actual resistencia a lo histórico (y a todo tipo de cambio), la revolución en la vida cotidiana creará las condiciones para que el presente domine sobre el pasado, y en las que la creatividad se imponga a la repetición. Hay que esperar por tanto a que el lado de la vida cotidiana expresado por los conceptos de la ambigüedad -malentendido, compromiso o abuso- pierda mucha de su importancia, en provecho de sus contrarios, la elección consciente o el riesgo.

El actual cuestionamiento artístico del lenguaje, contemporáneo del metalenguaje de las máquinas, que no es sino el lenguaje burocratizado de la burocracia en el poder, será superado entonces por formas superiores de comunicación. La noción presente de texto social descifrable deberá desembocar en nuevos procedimientos de escritura de dicho texto social, en la dirección sobre la que investigan actualmente mis camaradas situacionistas con el urbanismo unitario y el esbozo de un comportamiento experimental. La producción central de un trabajo industrial completamente transformado será la gestión de nuevas configuraciones de la vida cotidiana, la creación libre de acontecimientos.

Antes de ser efectuada de una forma natural por todos los hombres, la crítica y la recreación constantes de la totalidad de la vida cotidiana debe emprenderse bajo las condiciones de la presente opresión, y con el objetivo de arruinarlas.

No es sin embargo un movimiento cultural de vanguardia el que puede cumplir semejante programa, aunque comparta simpatías revolucionarias. Ni tampoco un partido revolucionario de corte tradicional, aunque otorgue un lugar importante a la crítica de la cultura (entendiendo por ello el conjunto de instrumentos artísticos o conceptuales mediante los que una sociedad se explica a sí misma y se representa los objetivos de la vida). Esa cultura y esa política están agotadas, y no es extraño que la mayoría sienta indiferencia hacia ellas. La transformación revolucionaria de la vida cotidiana, que no está reservada a un vago futuro sino planteada inmediatamente ante nosotros por el de-sarrollo del capitalismo y sus insoportables exigencias, no siendo su otra alternativa sino la perpetuación de la esclavitud moderna, esta transformación señalará el fin de toda expresión artística unilateral y almacenada bajo la forma de mercancía, al mismo tiempo que el de toda política especializada.

Esta será la tarea de una organización revolucionaria de nuevo tipo; tarea que comenzará a partir de su formación.

Esta exposición fue presentada el 17 de mayo de 1961 en cinta magnetofónica ante el Grupo de Investigaciones sobre la vida cotidiana, reunido por H. Lefebvre en el Centre d'études sociologiques del C.N.R.S.

Fuente:  Archivo Situacionista Hispano

martes, 27 de agosto de 2024

REPORTAJE DE TVE "ALBANIA, UN VIAJE AL PASADO" (1989)

Documental sobre Albania de TVE (1989):Albania, un viaje al pasado by tokyvideo.com

"ALBANIA, UN VIAJE AL PASADO"

Reportaje de TVE sobre la República Socialista Popular de Albania realizado en 1989.

Tras el ascenso al poder en Albania de Ramiz Alia en 1985, después de la muerte del líder Enver Hoxha, se empezarían a dar en el país una serie de reformas que abrieron al país al mundo. Se instituyó la libertad religiosa y política, y se empezó a liberar a los primeros presos políticos, al tiempo que se daba libertad de prensa. Tras una serie de reformas como las de liberalización de mercado y las privatizaciones, tendrían lugar las primeras elecciones multipartidistas en 1991 y la disolución de la República Socialista Popular de Albania el 29 de abril del mismo año 

Fruto de la apertura iniciada en 1985, un equipo de TVE viajó al país en 1989, año en el que la mayor parte de los países de Europa del Este entraron en crisis hasta desembocar, pocos años más tarde, en el fin de los regímenes de la Europa comunista, como fue el caso de la República Socialista Popular de Albania.

lunes, 26 de agosto de 2024

"MONUMENTO A LA ARMADA YUGOSLAVA", DEL ARQUITECTO RAJKO RADOVIC, EN PODGORA (CROACIA)

 

En Podgora, un pequeño pueblo del Adriático al sur de Makarska, se creó el primer destacamento de la marina yugoslava en septiembre de 1942. Su papel en la guerra de liberación (1941-1945) fue conmemorado veinte años más tarde con un monumento inaugurado por el presidente yugoslavo Tito. . El monumento fue diseñado entre 1960 y 1961 por el escultor serbio Rajko Radovic. Esta fue su obra pública más grande y conocida. La escultura tiene 32 m de altura y está hecha de hormigón blanco que se eleva directamente desde la plataforma de granito negro que mide 12 m por 30 m.

Además de la exigente técnica constructiva utilizada para la ejecución de la alta y esbelta escultura de hormigón, la característica más importante del monumento es su ubicación sobre la autopista del Adriático. Situada entre la costa del mar y la escarpada montaña de Biokovo, constituye un poderoso acento visual en el paisaje, aunque está cuidadosamente situada para ser visible sólo desde determinadas curvas de la carretera costera panorámica. La vista principal es, naturalmente, desde el mar; está destinado principalmente a aquellos en cuyo honor fue construido: los marineros y los habitantes del pueblo de Podgora. Se puede acceder al monumento y a la amplia plataforma conmemorativa a través de una carretera estrecha que sale de la autopista del Adriático. Inicialmente, la plataforma estaba destinada a conmemoraciones oficiales. A principios de la década de 1980, frente al monumento se construyó un anfiteatro orientado hacia el mar, destinado a reuniones informales y eventos culturales. A principios de la década de 1990, en medio de cambios políticos y tendencias nacionalistas extremistas en Croacia, hubo varios intentos fallidos de volar el monumento, mientras que posteriormente se minimizó deliberadamente la importancia de la resistencia antifascista. Las tendencias revisionistas también se pueden ver en la nueva descripción del monumento en la placa conmemorativa, afirmando que el monumento está dedicado a todos los "marineros croatas", evitando cualquier mención de la lucha partisana.


 

domingo, 25 de agosto de 2024

"VISTA DEL COMPLEJO INDUSTRIAL DEL PUERTO DE SEVILLA", OBRA DEL PINTOR JOSÉ LUIS MAURI

Vista del complejo industrial del puerto de Sevilla desde azotea en Heliópolis
José Luis Mauri
1980
¨Ólero sobre lienzo
Colección del artista

En los setenta, en los paisajes de Mauri se introducía un interés por la luz y las atmósferas. Elementos en los que, sin dejar la impronta de su pintura directa ante el motivo, irá desarrollando el pintor con nuevos encuadres y contenidos. Este es el caso de algunos temas que encara en las siguientes décadas como testimonia la Vista del complejo industrial del puerto de Sevilla: una composición de gran formato del año 1980, que comprende el complejo fabril y portuario de los astilleros del Guadalquivir. El río queda eludido y oculto entre los volúmenes de naves, depósitos y chimeneas, dentro de un escenario igualmente deshabitado y ausente, pero muy novedoso para lo que hasta ahora nos tenía acostumbrado el artista. El encuadre está tomado desde un punto de vista alto desde un primer plano en penumbra cercano al barrio de Heliópolis, en una hora un tanto melancólica con las ultimas luces tornasoladas de atardecida, a lo cual contribuye el ritmo cadencioso del humo de las chimeneas. En realidad, con una mirada si se quiere algo cercana a la de algunos realistas, en especial cercana a algunos de los integrantes del grupo de los realistas madrileños, con los que ahora se mide como artista en su capacidad de pintor.

sábado, 24 de agosto de 2024

"OPERACIÓN BÉTON", PRIMERA PELÍCULA DE JEAN-LUC GODARD

 
Título: Operación Concreto
Director: Jean-Luc Godard
Texto: Jean-Pierre Laubscher , Jean-Luc Godard
Fotografía: Adrián Porchet
Montaje: Jean-Luc Godard
Producción: Actua Films
País de origen: Suiza 
Duración: 16 minutos
Fecha de lanzamiento: 2 de julio de 1958 
Sinopsis: Documental que trata sobre la construcción de la presa de la Grande-Dixence, particularmente sobre la fase "Beton" (Hormigón). Primer cortometraje de Jean-Luc Godard. Documental financiado por él mismo con su trabajo como trabajador de la construcción en Suiza.

“A 2500m. d'altitude, dans le Val des Dix, un miller d'homme dresse un mur de béton aussi haut que la Tour Eiffel: le bombardeo de la 'GRANDE-DIXENCE'.” Así comienza la primera película de Jean-Luc Godard, Opération Béton. Los francófonos habrán deducido que, para el debut que iniciaría su larga y apasionada carrera cinematográfica, Godard eligió filmar la construcción de “un muro tan alto como la Torre Eiffel” por mil hombres y en concreto, mucho de concreto de hecho. La presa Grande Dixence de Valais no sólo proporcionó al director Godard el tema de su primera película, sino también los fondos para realizarla. A pesar de haber ganado cierto impulso escribiendo artículos críticos para Cahiers du cinéma, Godard, de 23 años, emprendió un duro trabajo manual en la obra de la presa, uniéndose a su amigo Jean-Pierre Laubscher, que ya trabajaba allí. Entonces se le ocurrió la idea: ¿por qué no rodar un documental sobre todo esto?

Tras organizar un traslado a través de Laubscher a un lugar menos exigente en la presa como telefonista, Godard pidió prestada una cámara de 35 milímetros a un amigo de un amigo y se puso a trabajar: su verdadero trabajo, el cine. “El comentario original de La Campagne du beton (La campaña del hormigón o El campo de hormigón), escrito por Laubscher y fechado el 17 de octubre de 1954, tenía dos páginas y era conciso; simplemente etiquetó la acción”, escribe el crítico Richard Brody en Everything is Cinema: The Working Life of Jean-Luc Godard . “Pero Godard le dio a la película un título que rimaba, Opération béton (Operación Concreto) y reescribió el comentario. Aunque mantuvo varios de los felices giros de frase de Laubscher, la versión de Godard, que grabó con su propia voz, amplificó enormemente la verborrea y se parecía, en lugar de una serie de pies de foto, al relato entusiasta y digresivo de una persona sobre su experiencia en el trabajo. Ciertos fanáticos acérrimos de Godard también pueden identificar indicios de los temas favoritos del autor: el trabajo, el capital, el nacionalismo, los sistemas maquinistas que rodean a la humanidad. Ciertamente, el tono de admiración de la industria parece apropiado.

VER DOCUMENTAL CON SUBTÍTULOS EN CASTELLANO:

viernes, 23 de agosto de 2024

"SINFONIETTA EN DO MAYOR" (OP. 40), DEL COMPOSITOR SOVIÉTICO NIKOLAI ALADOV, SOBRE TEMAS FOLCLÓRICOS DE LA REPÚBLICA SOVIÉTICA DE BIELORRUSIA

Nikolai Aladov (1890-1972) en cirílico Николай Ильич Аладов nació el 9 de diciembre de 1890 en San Petersburgo. Se graduó en el Conservatorio de San Petersburgo en 1910 después de estudiar con Yakov Prokhorov.

Durante unos años enseñó teoría de la música en el Conservatorio de Kazan, antes de instalarse en 1924 en la capital de Bielorrusia, Minsk. Es considerado como uno de los pioneros en la educación musical de Bielorrusia. En 1924 fundó la primera Escuela de Música del país y fue uno de los fundadores del Conservatorio de Bielorrusia en 1932, del que fue director entre 1944 y 1948.

También fue presidente de la Unión de Compositores de Bielorrusia a partir de 1932, realizando un estudio sobre el folclore del país recogiendo datos sobre sus canciones.

Crea su Primera Sinfonía, escribe romances y arregla canciones populares de Chuvash y Mari. El trabajo de N. Aladov en el campo de la canción popular no pasó desapercibido y en 1923 el compositor fue invitado a trabajar en el Instituto Estatal de Ciencias de la Música en Moscú. Aquí N. Aladov se convirtió en miembro de los “cinco”, cuya tarea era procesar y promover los mejores ejemplos del arte popular bielorruso.

La “Sinfonietta en do mayor" Op.40 fue compuesta en 1936. Se trata de una breve obra basada en un tema folclórico popular, tratado en forma de unas sencillas variaciones en un estilo clásico conservador.

Actualmente no existen grabaciones de su música. Solamente se ha podido encontrar, además de la Sinfonietta, unas breves "Variaciones sobre una canción popular judía" para violín y cuarteto de madera y los "Tres Preludios para piano" Op.125, compuestos en 1961.

Fue galardonado con la Orden Bandera Roja del Trabajo en dos ocasiones (1944 y 1970) y nombrado Artista del Pueblo de la República  Socialista Soviética de Bielorrusia (1955).

Fue miembro del PCUS desde 1944. Falleció en 1972

jueves, 22 de agosto de 2024

"MEMORIAL A LA LIBERACIÓN DE HUNGRÍA POR EL EJÉRCITO ROJO", DEL ARQUITECTO JANOS HECKENAST

 

En la Segunda Guerra Mundial, al igual que sucedió con otras poblaciones de la región, Szombathely se convirtió en un objetivo estratégico debido al ferrocarril, al aeródromo, a la confluencia de vías de comunicación, a las playas de clasificación y al cuartel. Por tanto, la localidad formó parte de la infraestructura logística militar de las fuerzas del Eje. 

El 28 de marzo de 1945 el Sexto Ejército Panzer y el Sexto Ejército alemán fueron obligados a retroceder por un asalto a través del río Raba por los ejércitos 46 y 26 de la URSS y por el Tercer Frente Ucraniano. Concretamente, Szombathely fue ocupada el 29 de marzo de 1945.

El monumento a la liberación soviética de la Segunda Guerra Mundial fue diseñado por János Heckenast en Szombathely (Hungría) siguiendo el estilo brutalista. La inscripción indica el año de la liberación: 1945.

El monumento de 29 metros de altura está fabricado con 414 metros cúbicos de hormigón y se inauguró en 1970, el día del cumpleaños de Lenin. Más de 20.000 personas acudieron a la ceremonia para ver con sus propios ojos la obra terminada.

János Heckenast recibió el Premio por la Cultura Socialista en 1970 y 1977.

miércoles, 21 de agosto de 2024

"CARTA A LOS OBREROS ESTADOUNIDENSES", DE V.I. LENIN, DE 20 DE AGOSTO DE 1918

V.I. Lenin, «A Letter to American workingmen» (1918)

Camaradas: Un bolchevique ruso, que tomó parte en la revolución de 1905 y que después ha pasado muchos años en vuestro país, se ha ofrecido para haceros llegar mi carta. He aceptado su ofrecimiento con tanto mayor placer, por cuanto los proletarios revolucionarios norteamericanos están llamados a desempeñar precisamente ahora un papel de singular importancia como enemigos inconciliables del imperialismo norteamericano, el más lozano, el más fuerte, el último que se ha incorporado a la matanza mundial de pueblos organizada por el reparto de los beneficios entre los capitalistas. Precisamente ahora, los multimillonarios norteamericanos, esos esclavistas contemporáneos, han abierto una página particularmente trágica en la sangrienta historia del sangriento imperialismo al dar su aprobación -directa o indirecta, abierta o velada por la hipocresía, es igual- a la intervención armada emprendida por las fieras anglo-japonesas para estrangular a la primera república socialista.

La historia de la Norteamérica moderna, de la Norteamérica civilizada, comienza con una de las grandes guerras verdaderamente liberadoras y revolucionarias, tan escasas frente a la multitud de guerras de rapiña provocadas, a semejanza de la actual guerra imperialista, por las peleas entre los reyes, los terratenientes y los capitalistas en torno al reparto de las tierras usurpadas o de las ganancias obtenidas como fruto del pillaje. Fue una guerra del pueblo norteamericano contra los bandidos ingleses, que oprimían a Norteamérica y la tenían sometida a un régimen de esclavitud colonial, lo mismo que esos vampiros "civilizados" siguen oprimiendo hoy y manteniendo en esclavitud colonial a centenares de millones de personas en la India, en Egipto y en todos los confines del mundo.

Han transcurrido desde entonces unos 150 años. La civilización burguesa ha dado todos sus espléndidos frutos. Norteamérica se ha puesto a la cabeza de los países libres y cultos en cuanto al nivel de desarrollo de las fuerzas productivas del trabajo humano asociado, al empleo de la maquinaria y de todas las maravillas de la técnica moderna. Norteamérica se ha convertido, a la vez, en uno de los países donde es más profundo el abismo entre un puñado de multimillonarios insolentes, sumidos en el fango y en el lujo, y los millones de trabajadores que viven siempre al borde de la miseria. El pueblo norteamericano, que dio al mundo un modelo de guerra revolucionaria contra la esclavitud feudal, ha caído en la moderna esclavitud capitalista, en la esclavitud asalariada impuesta por un puñado de multimillonarios, y se ha visto obligado a desempeñar el papel de verdugo mercenario, que estranguló, en beneficio de la opulenta canalla, a las Filipinas en 1898 so pretexto de "liberarlas", y que en 1918 estrangula a la República Socialista de Rusia so pretexto de "defenderla" de los alemanes.

Pero los cuatro años de matanza imperialista de pueblos no han pasado en vano. El engaño del pueblo por los miserables que forman los dos grupos de bandidos, tanto el grupo inglés como el alemán, ha sido desenmascarado plenamente por hechos incontrovertibles y evidentes. Los resultados de los cuatro años de guerra han mostrado la ley general del capitalismo aplicada a la guerra entre los bandidos por el reparto del botín: los más ricos, los más fuertes, se han enriquecido y han expoliado más que nadie; los más débiles han sido despojados, torturados, oprimidos y estrangulados sin contemplaciones.

Los bandidos del imperialismo inglés eran los más fuertes por el número de "esclavos coloniales". Los capitalistas ingleses no han perdido ni una pulgada de "sus" tierras (es decir, de las tierras reunidas por ellos durante siglos como fruto del pillaje) y se han apoderado de todas las colonias alemanas de África, se han adueñado de Mesopotamia y de Palestina, han estrangulado a Grecia y han comenzado el saqueo de Rusia. Los bandidos del imperialismo alemán eran los más fuertes por la organización y la disciplina de "sus" tropas, pero más débiles en colonias. Han perdido todas las colonias, pero han saqueado a media Europa, han estrangulado el mayor número de países pequeños y de pueblos débiles. ¡Qué gran guerra "liberadora" por ambas partes! ¡Qué bien "defendían la patria" los bandidos de ambos grupos, los capitalistas anglo-franceses y alemanes con sus lacayos, los socialchovinistas, es decir, los socialistas que se pasaron al lado de "su" burguesía! Los multimillonarios norteamericanos eran, probablemente, los más ricos de todos y los que se encontraban en la situación geográfica más segura.

Se han enriquecido más que nadie; han convertido en tributarios suyos a todos los países, incluso a los más ricos; han reunido como fruto del pillaje centenares de miles de millones de dólares. Y en cada dólar se ven huellas de lodo, las huellas de los sucios acuerdos secretos entre Inglaterra y sus "aliados", entre Alemania y sus vasallos; de los acuerdos sobre el reparto del botín expoliado; de los acuerdos de "ayuda" mutua para oprimir a los obreros y perseguir a los socialistas internacionalistas. En cada dólar hay huellas del lodo de los "ventajosos" suministros militares que enriquecían aún más en cada país a los ricos y arruinaban más aún a los pobres. En cada dólar hay manchas de sangre, de la sangre que vertieron a mares los diez millones de muertos y los veinte millones de mutilados durante esa magna y noble lucha, durante esa lucha liberadora y sagrada en que se ventilaba cuál de los dos bandidos, el inglés o el alemán, habría de obtener mayor botín, cuál de los dos verdugos, el inglés o el alemán, sería el que más pueblos débiles estrangulase en todo el mundo.

Si los bandidos alemanes han batido la marca por la ferocidad de sus represiones militares, los bandidos ingleses lo han batido no sólo por la cantidad de colonias expoliadas, sino también por el refinamiento de su repugnante hipocresía. Precisamente ahora, la prensa capitalista anglofrancesa y norteamericana difunde mentiras y calumnias sobre Rusia en millones y millones de ejemplares, tratando de justificar con falacia su cruzada ladronesca contra ella, alegando la supuesta intención de "defenderla" de los alemanes. Para desmentir esta infame y vil mentira no hacen falta muchas palabras: basta mencionar un hecho de todos conocido. Cuando los obreros de Rusia derrocaron el gobierno imperialista de su país en octubre de 1917, el Poder soviético, el poder de los obreros y campesinos revolucionarios propuso abiertamente a todos los países beligerantes una paz justa, una paz sin anexiones ni contribuciones, una paz basada en la plena igualdad de derechos de todas las naciones.

¡Fueron precisamente la burguesía anglo-francesa y la burguesía norteamericana las que rechazaron nuestra propuesta; precisamente esas burguesías rehusaron incluso tratar con nosotros sobre la paz general! ¡Esas burguesías precisamente traicionaron los intereses de todos los pueblos; ellas precisamente han hecho que se prolongue la matanza imperialista! Fueron ellas precisamente las que, especulando con la posibilidad de arrastrar de nuevo a Rusia a la guerra imperialista, rehusaron participar en las negociaciones de paz, dejando así las manos libres a otros bandidos capitalistas del mismo jaez, a los de Alemania, ¡que impusieron a Rusia por la fuerza la paz anexionista de Brest!

Es difícil imaginarse una hipocresía más repugnante: la burguesía anglo-francesa y la burguesía norteamericana nos echan la "culpa" de la paz de Brest ¡y son precisamente los capitalistas de esos países, de quienes dependía convertir las negociaciones de Brest en negociaciones generales de una paz universal, los que hacen de "acusadores" nuestros! Los buitres del imperialismo anglo-francés, enriquecidos con el saqueo de las colonias y con la matanza de pueblos, prosiguen la guerra casi un año después de Brest; y son ellos quienes nos "acusan" a nosotros, a los bolcheviques, que hemos propuesto a todos los países una paz justa, a nosotros, que hemos roto, que hemos publicado y estigmatizado ante todo el mundo los criminales tratados entre el ex zar y los capitalistas anglo-franceses.

Los obreros de todo el mundo, cualquiera que sea el país en que vivan, se congratulan y simpatizan con nosotros, nos aplauden por haber roto las férreas argollas de los vínculos imperialistas, de los sucios tratados imperialistas, de las cadenas imperialistas; por haber logrado la libertad aun a costa de los mayores sacrificios; porque, como república socialista que somos, aunque martirizada y saqueada por los imperialistas, hemos quedado fuera de la guerra imperialista y hemos enarbolado ante el mundo entero la bandera de la paz, la bandera del socialismo.

No es extraño que la pandilla de imperialistas internacionales nos odie por ello, nos "acuse", que todos los lacayos de los imperialistas, sin exceptuar a nuestros eseristas de derecha ni a nuestros mencheviques, nos "acusen" también. El odio que estos perros de presa del imperialismo, lo mismo que la simpatía que los obreros conscientes de todos los países nos tienen a los bolcheviques, nos infunde mayor seguridad aún en la justedad de nuestra causa. No es socialista quien no comprenda que en aras de la victoria sobre la burguesía, en aras del paso del poder a manos de los obreros, en aras del comienzo de la revolución proletaria internacional no se puede ni se debe retroceder ante ningún sacrificio, ni siquiera ante el sacrificio de una parte del territorio, ante el sacrificio de sufrir penosas derrotas de manos del imperialismo. No es socialista quien no haya demostrado con hechos que está dispuesto a que "su" patria haga los mayores sacrificios para impulsar de verdad la causa de la revolución socialista.

En aras de "su" causa, es decir, en aras de la conquista del dominio mundial, los imperialistas de Inglaterra y de Alemania no han vacilado en arruinar por completo y en estrangular a toda una serie de países, comenzando por Bélgica y Serbia y siguiendo por Palestina y Mesopotamia. y los socialistas, en aras de "su" causa, en aras de la liberación de los trabajadores de todo el mundo del yugo del capital, en aras de la conquista de una paz universal duradera, ¿deberán esperar que se encuentre un camino que no exija sacrificios, deberán precaverse de comenzar el Carta a los obreros norteamericanos combate antes de que esté "garantizado" un triunfo fácil, deberán poner la seguridad y la integridad de "su patria" -creada por la burguesía- por encima de los intereses de la revolución socialista mundial? Los bellacos del socialismo internacional y los lacayos de la moral burguesa que piensen así merecen el más profundo desprecio.

Las fieras voraces del imperialismo anglo-francés y norteamericano nos "acusan" de que tenemos un "convenio" con el imperialismo alemán. ¡Qué hipócritas! ¡Qué miserables! ¡Calumnian al gobierno obrero, temblando de miedo ante la simpatía que por nosotros sienten los obreros de "sus" propios países! Pero su hipocresía será desenmascarada. Fingen no comprender la diferencia existente entre un convenio de los "socialistas" con la burguesía (la propia y la extranjera) contra los obreros, contra los trabajadores, y un convenio para la defensa de los obreros triunfantes sobre su burguesía, un convenio con la burguesía de un color contra la burguesía de otro color nacional a fin de que el proletariado aproveche las contradicciones entre los diferentes grupos de la burguesía.

En realidad, cualquier europeo conoce a la perfección esa diferencia, y el pueblo norteamericano, como lo demostraré ahora, la ha "vivido" en su propia historia de modo bien palpable. Hay convenios y convenios, hay fagots et fagots (casos y casos), como dicen los franceses. En febrero de 1918, cuando las fieras voraces del imperialismo alemán lanzaron sus tropas contra la Rusia inerme, que había desmovilizado su ejército, confiada en la solidaridad proletaria internacional, antes de que madurara plenamente la revolución mundial, no vacilé lo más mínimo en concertar cierto "convenio" con los monárquicos franceses. El capitán francés Sadoul, que de palabra simpatizaba con los bolcheviques, mientras de hecho servía en cuerpo y alma al imperialismo francés, me presentó al oficial francés de Lubersac. "Yo soy monárquico -me confesó de Lubersac-. Mi único objetivo es la derrota de Alemania". Se sobrentiende, le contesté (cela va sans dire). Ello no me impidió en absoluto "convenir" con de Lubersac en cuanto a los servicios que los oficiales franceses especializados en voladuras estaban dispuestos a prestarnos para volar las vías férreas y obstaculizar así la invasión de los alemanes. Fue un modelo de "convenio" que aprobará todo obrero consciente, un convenio en provecho del socialismo. Un monárquico francés y yo nos estrechamos la mano sabiendo que cada cual colgaría gustoso a su "consocio". Pero nuestros intereses coincidían temporalmente. Nosotros aprovechamos intereses opuestos, igualmente de fieras, de otros imperialistas, en beneficio de la revolución socialista rusa y de la revolución socialista mundial, contra las fieras alemanas que nos atacaban. Así servíamos a los intereses de la clase obrera de Rusia y de otros países; reforzábamos al proletariado y debilitábamos a la burguesía del mundo entero; empleábamos medios archilegítimos e imprescindibles en toda guerra: la maniobra, la estratagema, el repliegue en espera del momento en que sazone la revolución proletaria que va madurando rápidamente en varios países avanzados.

Y por mucho que vociferen de rabia los tiburones del imperialismo anglo-francés y norteamericano, por mucho que nos calumnien, por muchos millones que gasten en sobornar a los periódicos eseristas de derecha, mencheviques y demás socialpatrioteros, yo no dudaré un solo instante en concertar un "convenio" idéntico con las fieras voraces del imperialismo alemán, en el caso de que el ataque de las tropas anglo-francesas a Rusia lo haga necesario. Y yo sé muy bien que el proletariado consciente de Rusia, de Alemania, de Francia, de Inglaterra, de los Estados Unidos, en una palabra, de todo el mundo civilizado aprobará mi táctica. Semejante táctica facilitará la revolución socialista, acelerará su advenimiento, debilitará a la burguesía internacional, reforzará las posiciones de la clase obrera en su victoriosa lucha contra aquélla.

El pueblo norteamericano hace ya tiempo que empleó con éxito para la revolución esa táctica. Cuando hizo su gran guerra de liberación contra los opresores ingleses, tuvo también que enfrentarse con los opresores franceses y españoles, en cuyas manos se hallaba una parte del actual territorio de los Estados Unidos de Norteamérica. También el pueblo norteamericano, en su difícil guerra de liberación, concertó con unos opresores "convenios" dirigidos contra otros opresores para debilitar a los opresores y reforzar a los que desplegaban una lucha revolucionaria contra la opresión, en beneficio de las masas oprimidas. El pueblo norteamericano aprovechó las discordias entre franceses, españoles e ingleses; se batió en ocasiones incluso al lado de las tropas de los opresores franceses y españoles contra los opresores ingleses; venció primero a los ingleses y después se redimió (en parte, mediante rescates) de los franceses y españoles.

La obra de la historia no es una acera de la Avenida Nevski, decía el gran revolucionario ruso Chernyshevski. Quien "admite" la revolución proletaria sólo "a condición" de que transcurra lisa y llanamente, de que actúen de consuno los proletarios de distintos países, de que exista una garantía contra las derrotas, de que el camino de la revolución sea ancho, recto y esté despejado, de que para vencer no haya necesidad de pasar a veces por los más penosos sacrificios, de "permanecer en una fortaleza sitiada" o abrirse camino por las más tortuosas, angostas, impracticables y peligrosas veredas montañosas, ése ni es revolucionario ni se ha despojado de la pedantería intelectual burguesa y, de hecho, se deslizará siempre al campo de la burguesía contrarrevolucionaria, como les ocurre a nuestros eseristas de derecha, a nuestros mencheviques e incluso (aunque con menos frecuencia) a nuestros eseristas de izquierda.

A esos señores les agrada culparnos, repitiendo palabras de la burguesía, de ser los causantes del "caos" de la revolución, de la "destrucción" de la industria, del paro y del hambre. ¡Qué hipócritas son estas acusaciones en boca de quienes aplaudieron y apoyaron la guerra imperialista o "convenido" con Kerenski para que la guerra continuase! Precisamente la guerra imperialista es la culpable de todos estos desastres. Una revolución originada por la guerra no puede menos de pasar por dificultades y tormentos increíbles, recibidos en herencia de esa reaccionaria matanza devastadora de pueblos que dura ya varios años. Acusarnos de "destrucción" de la industria o de "terror" es dar prueba de hipocresía o mostrar una pedantería obtusa, mostrar incapacidad de comprender las condiciones fundamentales de esa rabiosa y exacerbada hasta el extremo lucha de las clases que se llama revolución.

En el fondo, si los "acusadores" de este jaez llegan a "reconocer" la lucha de las clases, se limitan a reconocerla de palabra; pero de hecho caen siempre en la utopía pequeñoburguesa de la "conciliación" y de la "colaboración" de las clases. La lucha de las clases, en períodos de revolución, ha tomado siempre y en todos los países, indefectible e inevitablemente, la forma de guerra civil. Y la guerra civil es inconcebible sin las más crueles destrucciones, sin terror ni restricción de la democracia formal en provecho de la guerra. Sólo unos curas almibarados, tanto da que lleven sotana o que sean "legos", como los socialistas de salón y de tribuna parlamentaria, pueden no ver, ni comprender, ni palpar esta necesidad. Sólo unos "hombres enfundados" sin vida pueden ser capaces de apartarse de la revolución por este motivo, en lugar de lanzarse al combate con toda vehemencia y resolución en el momento en que la historia exige que la lucha y la guerra decidan los más grandes problemas de la humanidad.

El pueblo norteamericano tiene una tradición revolucionaria, recogida por los mejores representantes del proletariado estadounidense, quienes nos han expresado en reiteradas ocasiones su completa adhesión a nosotros, los bolcheviques. Esa tradición ha sido creada por la guerra de liberación contra los ingleses en el siglo XVIII y, más tarde, por la guerra civil en el siglo XIX. En cierto sentido, si se tiene en cuenta sólo la "destrucción" de algunas industrias y de la economía nacional, Norteamérica había retrocedido en 1870 con relación a 1860. ¡Pero qué pedante e imbécil sería el individuo que, basándose en eso, negara la inmensa significación histórica universal, progresista y revolucionaria de la guerra civil de 1863-1865 en Norteamérica!

Los representantes de la burguesía comprenden que la supresión de la esclavitud de los negros y el derrocamiento del poder de los esclavistas valieron bien que todo el país pasase por los largos años de guerra civil, devastaciones colosales, destrucciones y terror que acompañan a toda guerra. Pero ahora, cuando se trata de una tarea inconmensurablemente más grande, cuando se trata de suprimir la esclavitud asalariada, la esclavitud capitalista, de derrocar el poder de la burguesía, los representantes y defensores de ésta, así como los socialreformistas que, amedrentados por la burguesía, se apartan temerosos de la revolución, no pueden ni quieren comprender que la guerra civil es necesaria y legítima.

Los obreros norteamericanos no seguirán a la burguesía. Estarán a nuestro lado, al lado de la guerra civil contra la burguesía. Me convence de ello toda la historia del movimiento obrero norteamericano y mundial. Recuerdo también las palabras que Eugenio Debs, uno de los jefes más queridos del proletariado norteamericano, escribió en el Llamamiento a la Razón ("Appeal to Reason"), creo que a finales de 1915, en su artículo What shall I light for ("Por qué voy a luchar") (citado por mí a comienzos de 1916 en una reunión obrera pública celebrada en Berna, Suiza). Debs decía que se dejaría fusilar antes que votar los créditos para la actual guerra, guerra reaccionaria y criminal; que conocía una sola guerra sagrada y legítima desde el punto de vista de los proletarios: la guerra contra los capitalistas, la guerra para liberar a la humanidad de la esclavitud asalariada.

No me extraña que Wilson, cabeza de los multimillonarios norteamericanos y servidor de los tiburones capitalistas, halla encarcelado a Debs. ¡La burguesía puede ensañarse con los auténticos internacionalistas, con los auténticos representantes del proletariado revolucionario! Cuanto mayores sean su ferocidad y su ensañamiento, tanto más cerca estará el día del triunfo de la revolución proletaria. Nos acusan de las destrucciones causadas por nuestra revolución... Pero, ¿quiénes nos acusan? Los lacayos de la burguesía, de esa misma burguesía que en cuatro años de guerra imperialista ha destruido casi por completo la cultura europea, sumiendo a Europa en la barbarie, en el embrutecimiento y en el hambre. Y esa burguesía nos exige hoy que no hagamos la revolución sobre el terreno de esas destrucciones, en medio de los cascotes de la cultura, de los escombros y de las ruinas originados por la guerra, con los hombres embrutecidos por la guerra. ¡Oh, qué burguesía tan humana y tan justa!

Sus criados nos acusan de terror... Los burgueses británicos han olvidado su 1649, y los franceses su 1793. El terror era justo y legítimo cuando la burguesía lo empleaba a su favor contra los señores feudales. ¡El terror se ha hecho monstruoso y criminal en cuanto los obreros y los campesinos pobres se han atrevido a emplearlo contra la Carta a los obreros norteamericanos burguesía! El terror era justo y legítimo cuando lo empleaban para remplazar a una minoría explotadora por otra minoría explotadora. ¡El terror se ha hecho monstruoso y criminal cuando se aplica para derrocar a toda minoría explotadora en beneficio de la mayoría verdaderamente aplastante, en beneficio de los proletarios y semiproletarios, de la clase obrera y de los campesinos pobres!

La burguesía imperialista mundial ha exterminado a diez millones de hombres y ha mutilado a veinte millones en "su" guerra, en una guerra hecha para decidir quién habrá de dominar en el mundo: las fieras voraces inglesas o las alemanas. Si nuestra guerra, la guerra de los oprimidos y explotados contra los opresores y explotadores, costara medio millón o un millón de víctimas, entre todos los países, la burguesía diría que las víctimas antes mencionadas son legítimas mientras que estas últimas son criminales.

El proletariado dirá una cosa muy distinta. Ahora, en medio de los horrores de la guerra imperialista, el proletariado asimila prácticamente en toda su plenitud la gran verdad que enseñan todas las revoluciones, la verdad que legaron a los obreros sus mejores maestros, los fundadores del socialismo moderno. Esta verdad dice que no puede triunfar la revolución si no se aplasta la resistencia de los explotadores. Cuando los obreros y los campesinos trabajadores conquistamos el poder del Estado, nuestro deber consistió en aplastar la resistencia de los explotadores. Estamos orgullosos de haberlo hecho y de hacerlo. Y lamentamos que no se haga con suficiente firmeza y decisión.

Sabemos que la resistencia exasperada de la burguesía contra la revolución socialista es inevitable en todos los países y que dicha resistencia aumentará en la medida en que se desarrolle esa revolución. El proletariado vencerá esa resistencia, y durante la propia lucha contra la resistencia de la burguesía adquirirá la madurez necesaria para triunfar y ejercer el poder.

La venal prensa burguesa puede gritar a los cuatro vientos siempre que nuestra revolución incurra en una falta. No tenemos miedo a nuestras faltas. Los hombres no se han vuelto santos por el hecho de que haya comenzado la revolución. Las clases trabajadoras, oprimidas y engañadas durante siglos, condenadas a vivir por fuerza en la miseria, en la ignorancia y el embrutecimiento, no pueden hacer la revolución sin incurrir en faltas. Y, como ya he dicho en otra ocasión, no se puede meter en un ataúd y enterrar el cadáver de la sociedad burguesa. El capitalismo muerto se pudre, se descompone entre nosotros, infestando el aire con sus miasmas, emponzoñando nuestra vida y envolviendo lo nuevo, lo fresco, lo joven, lo vivo con miles de hilos y nexos de lo viejo, de lo podrido, de lo muerto. Por cada cien faltas nuestras, proclamadas a los cuatro vientos por la burguesía y sus lacayos (incluidos nuestros mencheviques y eseristas de derecha), hay 10.000 hechos grandes y heroicos, tanto más grandes y tanto más heroicos porque son hechos sencillos, imperceptibles, ocultos en la vida diaria del barrio fabril o de la aldea perdida, y son realizados por hombres que no tienen la costumbre (ni la posibilidad) de proclamar al mundo entero cada uno de sus éxitos.

Pero incluso si fuera al revés -aunque sé que es erróneo suponerlo-, incluso si por cada cien aciertos nuestros hubiera diez mil yerros, aun así nuestra revolución sería, y lo será ante la historia universal, grande e invencible; pues por primera vez no es una minoría, no son sólo los ricos, no son únicamente los instruidos, sino la verdadera masa, la inmensa mayoría de los trabajadores quienes crean por sí mismos una vida nueva, quienes resuelven con su propia experiencia los dificilísimos problemas de la organización socialista.

Cualquier falta cometida en semejante trabajo, en ese trabajo tan concienzudo y sincero que decenas de millones de sencillos obreros y campesinos llevan a cabo para reorganizar toda su vida; cada una de esas faltas vale por miles y millones de éxitos "infalibles" de la minoría explotadora, de éxitos obtenidos en la obra de engañar y estafar a los trabajadores. Pues sólo a través de esas faltas aprenderán los obreros y campesinos a crear una vida nueva, aprenderán a prescindir de los capitalistas; sólo así se abrirán camino, a través de miles de obstáculos, hacia el socialismo victorioso.

Cometen faltas en su trabajo revolucionario nuestros campesinos, que de un solo golpe, en una sola noche, la del 25 al 26 de octubre (según el viejo calendario) de 1917, suprimieron por completo la propiedad privada de la tierra y ahora, un mes tras otro, venciendo inmensas dificultades, corrigiéndose a sí mismos, cumplen en la práctica la dificilísima tarea de organizar nuevas condiciones de economía, de luchar contra los kulaks, de asegurar que la tierra sea para los trabajadores (y no para los ricachones), de pasar a la gran agricultura comunista.

Cometen faltas en su trabajo revolucionario nuestros obreros, que han nacionalizado ahora, en el curso de unos meses, casi todas las fábricas y empresas más importantes y que, en el duro trabajo de cada día, aprenden por vez primera a administrar ramas enteras de la industria, hacen funcionar las empresas nacionalizadas, venciendo la resistencia enconada de la rutina, del espíritu pequeñoburgués, del egoísmo; ponen, piedra sobre piedra, los cimientos de nuevas relaciones sociales, de una nueva disciplina laboral, y de una nueva autoridad de los sindicatos obreros respecto a sus afiliados.

Cometen faltas en su trabajo revolucionario nuestros Soviets, creados ya en 1905 por un potente auge de las masas. Los Soviets de obreros y campesinos representan un nuevo tipo de Estado, un tipo nuevo y superior de democracia; son la forma de la dictadura del proletariado, el medio de gobernar el Estado sin burguesía y contra la burguesía. Por primera vez la democracia sirve aquí a las masas, a los trabajadores, dejando de ser una democracia para los ricos, como sigue siendo la democracia en todas las repúblicas burguesas, incluso en las más democráticas. Por primera vez las masas populares resuelven a escala de un centenar de millones de personas el problema de dar cuerpo a la dictadura de los proletarios y los semiproletarios, un problema que, de no resolverse, no da pie ni para hablar siquiera de socialismo.

Los pedantes o las personas henchidas sin remedio de prejuicios democráticos burgueses o parlamentarios pueden extrañarse de nuestros Soviets de diputados, alegando, por ejemplo, la falta de elecciones directas. Esa gente no ha olvidado ni ha aprendido nada durante las grandes conmociones de 1914-1918. La unión de la dictadura del proletariado y de la nueva democracia para los trabajadores, de la guerra civil y la más amplia incorporación de las masas a la política, no se obtiene de golpe y porrazo ni encaja en las formas trilladas de la rutinaria democracia parlamentaria. Lo que se yergue en esbozo a nuestra vista, como República de los Soviets, es un mundo nuevo, el mundo del socialismo. Y no debe extrañar que ese mundo no nazca ya hecho, no surja de improviso como Minerva de la cabeza de Júpiter.

En tanto que las viejas constituciones democráticas burguesas exaltaban, por ejemplo, la igualdad formal y el derecho de reunión, nuestra Constitución soviética, proletaria y campesina, rechaza la hipocresía de la igualdad formal. Cuando los republicanos burgueses derribaban tronos, no se preocupaban de la igualdad formal de los monárquicos con los republicanos. Cuando se trata de derrocar a la burguesía, sólo los traidores o los idiotas pueden reclamar la igualdad formal de derechos para la burguesía. Bien poco vale la "libertad de reunión" para los obreros y campesinos cuando los mejores edificios están en poder de la burguesía. Nuestros Soviets han arrebatado a los ricos todos los buenos edificios de la ciudad y del campo, entregándoselos totalmente a los obreros y campesinos para uso de sus asociaciones y asambleas. ¡Esa es nuestra libertad de reunión para los trabajadores! ¡Ese es el sentido y el contenido de nuestra Constitución soviética, de nuestra Constitución socialista!

Y por eso todos estamos tan seguros de que nuestra República de los Soviets, cualesquiera que sean los reveses por los que aún haya de pasar, es invencible.

Es invencible porque cada golpe del furioso imperialismo, cada derrota que nos inflige la burguesía internacional alza a la lucha a nuevos y nuevos sectores de obreros y campesinos, los instruye al precio de los mayores sacrificios, los templa y despierta en ellos un nuevo heroísmo de masas.

Sabemos, camaradas obreros norteamericanos, que vuestra ayuda aún tarde tal vez en llegar, pues el desarrollo de la revolución en los diversos países se produce en formas distintas, a ritmo diferente (y no puede producirse de otro modo). Sabemos que la revolución proletaria europea puede no estallar en las próximas semanas, por rápida que sea en este último tiempo su maduración. Contamos con que la revolución mundial es ineludible, pero eso no quiere decir, ni mucho menos, que cifremos nuestras esperanzas como unos simples en la indefectibilidad de la revolución a plazo breve y determinado. Hemos visto en nuestro país dos grandes revoluciones, la de 1905 y la de 1917, y sabemos que las revoluciones no se hacen por encargo ni por convenios. Sabemos que las circunstancias han puesto en vanguardia a nuestro destacamento, al destacamento de Rusia del proletariado socialista, y no a causa de nuestros méritos, sino a causa del atraso particular de Rusia, y que hasta que estalle la revolución mundial son posibles derrotas de algunas revoluciones. A pesar de ello, sabemos a ciencia cierta que somos invencibles, ya que la humanidad no se doblegará ante la matanza imperialista, sino que acabará con ella. Y el primer país que ha roto los grilletes de la guerra imperialista ha sido el nuestro. Hemos hecho los mayores sacrificios en la lucha por destruir esos grilletes, pero los hemos roto. Estamos libres de ataduras imperialistas y hemos enarbolado ante el mundo entero la bandera de la lucha por el derrocamiento completo del imperialismo.

Nos encontramos como si estuviéramos en una fortaleza sitiada en tanto no nos llegue la ayuda de otros destacamentos de la revolución socialista mundial. Pero esos destacamentos existen, son más numerosos que los nuestros, maduran, crecen y se fortalecen a medida que se prolongan las ferocidades del imperialismo. Los obreros rompen con sus socialtraidores: los Gompers, los Henderson, los Renaudel, los Scheidemann y los Renner. Los obreros marchan con paso lento, pero firme, hacia la táctica comunista, bolchevique, hacia la revolución proletaria, la única que puede salvar la cultura y la humanidad del hundimiento definitivo.

En pocas palabras, somos invencibles, pues invencible es la revolución proletaria mundial.

V.I. Lenin.

20 de agosto de 1918