viernes, 3 de abril de 2015
"ODA A LOS NIÑOS DE MADRID MUERTOS POR LA METRALLA", DE VICENTE ALEIXANDRE
En el 76 aniversario del fin de la Guerra Civil española
Oda a los niños de Madrid muertos por la metralla
Se ven pobres mujeres que corren en las calles como bultos o espanto entre la niebla. Las casas contraídas, las casas rotas, salpicadas de sangre: las habitaciones donde un grito quedó temblando, donde la nada estalló de repente, polvo lívido de paredes flotantes, asoman su fantasma pasado por la muerte. Son las oscuras casas donde murieron niños. Miradlas. Como gajos se abrieron en la noche bajo la luz terrible. Niños dormían, blancos en su oscuro. Niños nacidos con rumor a vida. Niños o blandos cuerpos ofrecidos que, callados los vientos, descansaban. Las mujeres corrieron. Por las ventanas salpicó la sangre. ¿Quién vio, quién vio un bracito salir roto en la noche con la luz de sangre o estrella apuñalada? ¿Quién vio la sangre niña en mil gotas gritando: ¡crimen, crimen!, alzada hasta los cielos como un puñito inmenso, clamoroso? Rostros pequeños, las mejillas, los pechos, El inocente vientre que respira: La metralla los busca, la metralla, la súbita serpiente, muerte estrellada para su martirio. Ríos de niños muertos van buscando un destino final, un mundo alto. Bajo la luz de la luna se vieron las hediondas aves de la muerte: aviones, motores, buitres oscuros cuyo plumaje encierra la destrucción de la carne que late, la horrible muerte a pedazos que palpitan y esta voz de las víctimas, rota por las gargantas, que irrumpe en la ciudad como un gemido. Todos la oímos. Los niños han gritado. Su voz está sonando. ¿No oís? Suena en lo oscuro. Suena en la luz. Suena en las calles. Todas las casas gritan. Pasáis, y de esa ventana rota sale un grito de muerte. Seguís. De ese hueco sin puerta sale una sangre y grita. Las ventanas, las puertas, las torres, los tejados gritan, gritan. Son niños que murieron. Por la ciudad gritando, un río pasa: un río clamoroso de dolor que no acaba. No lo miréis: sentidlo. Pequeños corazones, pechos difuntos, caritas destrozadas. No los miréis: oídlos. Por la ciudad un río de dolor grita y convoca. Sube y sube y nos llama. La ciudad anegada se alza por los tejados y alza un brazo terrible. Un solo brazo. Mutilación heroica de la ciudad o su pecho. Un puño clamoroso, rojo de sangre libre, que la ciudad esgrime, iracunda y dispara. Autor: Vicente Aleixandre (1898-1984)
Publicado: “Ahora, diario de la juventud”, periódico de las JSU, núm. 17, 18 de enero de 1937, pàgina 11.
Fuente: Historiata
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