El director turcoalemán presenta ‘The cut’, que aborda una herida abierta en la I Guerra Mundial
Llueve en Venecia. La noche anterior, una tormenta ha descargado su furia sobre las islas.
El cielo encapotado no invita al buen humor. Si a eso se le suma las innumerables críticas negativas que ha tenido tras sus primeras proyecciones The cut, la última película del turcoalemán Fatih Akin, el director podría permitirse un mal gesto ayer lunes, un mal humor que otras veces ha mostrado en público.
"Me han jodido un poco esta mañana al leerlas, pero ha sido un segundo. Ahora tengo que luchar por la película, hacer promoción y entrevistas, defenderla", dice entre carcajadas Akin (Hamburgo, 1973), que con The cut —una mezcla de western y drama épico— ha metido el dedo en una llaga dolorosa para cualquier turco, el genocidio que cometieron con los armenios durante la I Guerra Mundial.
El filme arranca en Mardin, una ciudad al noreste de Mesopotamia, en límite del imperio Otomano, una población que a los ojos de Akin parece el jardín del Edén, con unos vecinos felices aunque con cierta preocupación ante las noticias que llegan del conflicto bélico.
Allí vive un cerrajero, Nazaret (encarnado por el francés Tahar Rahim), al que un día la policía turca separa de su familia. Junto al resto de los hombres armenios, son enviados a trabajos forzosos. Lo que sigue es una epopeya en la que Nazaret esquiva por los pelos varias veces a la muerte, y en la que a la búsqueda de sus hijas gemelas, cruzará Oriente Próximo —a los armenios no les dejaron moverse libremente hasta 1921, tres años después de acabar la guerra—, llegará a La Habana, y tras entrar en Estados Unidos por la Florida acabará en las desoladas praderas de Dakota del Norte en 1922.
The cut es una superproducción rodada en Canadá, Jordania, Malta, Florida y Alemania, en la que Akin ha invertido cuatro años de vida. "En realidad más, porque con el guion llevo mucho más tiempo. Te diría que una década". Y que cierra una trilogía sobre el amor (Contra la pared), la muerte (Al otro lado) y el demonio (The cut).
"Ha sido un esfuerzo… no sé cómo explicártelo salvo que no haré una película de este tamaño de producción en por los menos diez años. Por otro lado, centrándome en su espíritu, siento que en realidad lo que yo llamo trilogía no ha acabado. Mis películas —estas y el resto— hablan de la humanidad, y nunca me voy a alejar de ese tema. En The cut defiendo la esperanza como motor vital. En un mundo asolado por el Ébola, con gravísimos problemas en lugares como Siria, Gaza o Israel no podemos rendirnos ante la tragedia. Debemos seguir adelante, yo creo en la esperanza. Formo parte en Turquía de un movimiento de transparencia".
Como alemán de ascendentes turcos, Akin conoce absolutamente bien el silencio impuesto en Turquía sobre el genocidio armenio en el que fueron asesinados hasta casi dos millones de personas. "Formo parte en Turquía de un movimiento de transparencia. Y lo estamos logrando. Está saliendo a la luz y la opinión pública empieza a conocer lo que ocurrió desde 1915". ¿Ya no es un tabú? "Creo que no, que desde hace unos años se ha impuesto la realidad. Y espero que The cut aporte algo a este cambio".
Como cineasta, Akin era conocido por sus personajes y ambientes sofocantes. De repente apuesta por otra opresión, la creada por los grandes paisajes: "Es la primera vez que ruedo en Cinemascope". "Sí, mis ídolos son Elia Kazan con América, América, David Lean y Lawrence de Arabia o Sergio Leone con Érase una vez en América. Bueno, unos creen en Batman o Spiderman y yo tengo esos superhéroes. Esta película está influida por todos ellos, es filme sobre otros filmes, es mi viaje al corazón del cine. Cada fotograma del filme homenajea a los clásicos, como la primera vez que Nazaret ve una película, y es El chico de Chaplin". Esa secuencia parece calcada a la del descubrimiento del cine de Ana Torrent en El espíritu de la colmena, de Víctor Erice. "Conozco la película pero no estoy seguro de haberla visto ni por tanto de su influencia".
Lo ocurrido con los armenios forma parte de alguna manera del pasado de Europa. "Obviamente no ocurrió en nuestro continente, aunque Mesopotamia fue la cuna de la humanidad, nuestro origen. Y todas las fronteras artificiales de Oriente han sido impuestas por nuestros ancestros. No hay más que recordar la época de Lawrence de Arabia. Yo me siento más alemán que turco. Mis hijos han nacido en Alemania, y allí sé dónde vive el médico o qué restaurante recomendaría. En Turquía no sería capaz. Sí, me siento cómodo en mis país natal sin olvidar mis raíces".
En este viaje, Akin ha tenido algunos guías de lujo. Con Roman Polanski, con el que ha compartido bastante equipo técnico, charlo sobre los idiomas y decidió que sus armenios hablaran en inglés y el resto de las etnias sus respectivos idiomas como hizo el francopolaco en El pianista, en el que los polacos se comunicaban en inglés. "No tengo con él la confianza que sí me ha dado Martin Scorsese, pero hemos hablado algunas veces". En cambio, Scorsese se ha convertido para Akin en alguien muy importante: "Lo considero mi tío. Leyó el guion, me recomendó que contratara a Mardik Martin [veterano coguionista de los primeros títulos del neoyorquino como Toro salvaje o Malas calles], ha visto dos veces la película y me dio consejos sobre el montaje. Y yo he aplicado todo lo que me dijo".
Fuente: EFE/La Voz Armenia
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