Presentación y traducción: Pablo Arraigada
Primer capítulo de la crónica de Vladimir Nazor Con los partisanos.
Dicho texto fue publicado hacia 1945, en Belgrado. Terminada la guerra,
Nazor se desempeñó como el primer presidente del parlamento croata
socialista, aunque también sobresalió por sus dotes como poeta, traductor
e intelectual. Para la presente traducción, se toma la versión de Mladi
dani que se publica en 1982.
Capítulo 1: escape de Zagreb
Bihać, 10/1
Una vez me dijo Goran[1], repentinamente:
—Te quieren a ti. ¿Vas a venir a ellos?
—Lo haré— respondí.
—¿Ahora? ¿De inmediato?
—Sí.
—¿Hablaste con el Escultor?
—Puedo hacerlo.
Eso fue todo.
Luego de un tiempo, el Escultor vino y
trajo con él a dos hombres desconocidos: uno al que llamábamos el
Ingeniero (aunque no lo era), y otro –el más bajo y con bigotes– al que
llamamos el Conspirador (y realmente lo era).
—Arregle todo con ellos— dijo el Michelangelo croata sin barba, y luego se fue.
Arreglamos antes que todo no dejar a mi hermana en Zagreb sin ayuda ni protección.
—¿Qué vas a llevar contigo?
—Lo menos posible. Dos valijas. En una
ropa de invierno, en la otra abrigo y zapatos. En dos días vamos a
recogerlas e iremos a destino.
—¿Y cuándo me van a recoger?
—Como mucho, en diez días.
—¿Dónde y cómo?
No me respondió.
Sin embargo, mi confidente duda, no dije
una palabra más. Y mi hermana (querida, razonable, devota, considerada…
¡Y hermana y madre!) rápido y de manera pulcra me preparó las valijas
que fueron a alguna parte.
Pero hubo un traspié.
Hubo un mes de impaciente espera. Yo y la
Navidad. Solo uno o dos días después del Año Nuevo vino, con el primer
invierno fuerte y una nieve seria, el enigmático y taciturno Ingeniero
vino y me llevó en auto a las afueras de Zagreb, al distrito de Dubrava,
donde un aún más misterioso Conspirador vino con Goran y conmigo, una
persona seria, hábil y preocupada por nosotros.
Más allá de eso, fue interesante, aunque
largo y difícil el viaje a través del río Sava y el Kolpa, día y noche,
por caminos equivocados, campos cultivados y bosques, por la entonces
llamada “Tierra de nadie”, por lo que el encuentro arreglado con una
tropa de partisanos y el triste paso por las aldeas serbias
completamente incendiadas y las cuevas llenas de seres humanos
asesinados no los voy a describir aquí. Goran me pidió que lo deje
hablar de todo esto.
Sin embargo, hay un episodio que deseo relatarlo yo.
Pasamos el Kolpa con un pequeño bote
desvencijado, primero yo y el Conspirador y luego Goran y el Partisano
(un joven comisario político), que nos guiaría en el viaje. Cuando
cruzamos el agua, me sorprendió aún más que la superficie del bote no se
voltease y nos obligase a nadar en el agua fangosa en invierno. No fue
juzgado que el río Kolpa –esas plantaciones de las fronteras entre los ustaši y las tierras partisanas– iba a ser mi Jordán, por lo que podría encontrar mi primer solemne bautismo partisano.
En la otra costa nos esperaba una carreta de campesinos para llevarnos a algún pueblo.
Entramos al patio, sobrepasamos el umbral de la casa.
Nadie nos recibe, pero el Conspirador no
era el menos avergonzado por llevarnos a un largo cuarto con camas
contra las paredes, en una esquina, una estufa y una mesa en el medio.
Junto a la mesa hay una vieja silla de madera, y en la silla un hombre.
Tendría más de sesenta años, bien corpulento, con bigotes y largas
cejas. Se sienta en silencio y sin moverse, pestañea más de lo que mira a
los recién llegados, mientras dos mujeres y varios niños están
apretados en la esquina.
—Buen día, jefe Miško— lo saluda el Conspirador—. Aquí otra vez con usted.
—Mmm, te veo— gruñe y no se mueve.
—Pero ves a estos otros dos conmigo. Uno de ellos es mayor que tú.
Me aproximé a él, aprieto su mano y se
levanta un poco. Me acerco más a él, les estrecho las manos y llevo a
los niños al centro del cuarto.
—¿Y todos son tuyos, jefe?
—Ninguno— respondió con una voz ronca y
tranquila—. Familia cercana. Viven conmigo. La casa está abarrotada. Nos
dejaron sin comida, sin bebida, sin siquiera un árbol…les fallé.
Mientras habla, constantemente frunce el
ceño, pero el Conspirador se mantiene tranquilo y animado, me lo deja
implícito y sonríe.
—No permitimos que los niños estén sin comida. ¡Goran, ponlo en la mesa y ábrelo!— dije.
Y Goran puso en la mesa las bolsas y los
paquetes. Abre todos los muebles en la mesa. Lleva banquitos y sillas
para sentar a los niños. El Conspirador sacó del bolsillo maravilloso
de su abrigo –que llamábamos “la piragua”– un termo y pidió vasos para
servir leche.
Pero como si el viejo empezase a
levantarse de su estado de sueño natural o artificial, sacude la cabeza,
se rasca la nuca, se frota la nariz. Las arrugas en su frente se
alisaron, sus cejas se enderezaron y las puntas de sus bigotes sonreían.
Dijo con una voz nueva:
—¡No así! ¡De ninguna manera! Kata, trae leña y pon la mesa ¡María, ordeña la vaca!
Él mismo fue a la estufa, para limpiar las cenizas.
Goran está con hambre, sentado. Corta
rodajas de pan y queso y fetas de jamón para los niños, incluso una
porción de torta, que su madre puso en su bolso durante su partida.
Hasta hace poco tiempo, estuvimos todos
sentados a la mesa. El jefe Miško apenas lo deja sentarse en su silla.
Sin embargo, la mujer se apresuró: trajo pan, crema y manteca, y comenzó
a prepararme unas gachas. La oscuridad nos cubrió y el Conspirador sacó
de su bolsillo una vela.
—¡No!— dijo el jefe otra vez—. Kata, busca el aceite. Va a haber más goteo.
Se sentó en silencio de otra manera, no
quiso probar nada. Pensó, y yo no pude darme cuenta, que él necesitaba
tristeza o ira. Era como si apenas pudiera escuchar nuestra conversación
con las mujeres y los niños. Sin embargo, me puse a pensar: si él
apoyase a los ustaši, no me hubiese traído el prudente
Conspirador a su casa para pasar la noche. Hay algo –quizás– de color.
Resguarda a los partisanos de esta zona, pero vendrán “otros” y lo
culparán de haber recibido partisanos más por ternura que por fuerza. Y
–quizás– sea esto y miserable. Las tropas, una tras otra, vienen y van, y
cada una de ellas –siendo una blanca y otra negra– tienen algo que
hacer.
El aceite claro alegró a todos. Debía hacer un buen tiempo que no lo veían.
Estaba sentado junto al dueño de casa.
—Jefe Miško, es como si fuésemos iguales en algo.
—Mmm, ¿En qué?
—Ambos somos solteros, ambos somos jefes.
—¡Ah! Aunque, por otro lado…Tú vagas, yo me quedo sentado.
—¿Y por qué te tragas eso? ¡Sal! Puedes hacer más que yo.
Se sintió como si lo hubiesen picado, pero inmediatamente cayó en su apatía primaria.
—¿Cuántos años has estado sentado en esta casa junto al Kolpa, en ese viejo sillón?
—No he estado más de dos años. Pasé mi
vida en Estados Unidos. Me atormentaron mucho, un poco lo merecía.
Cuando volví, me encontré sólo. Traje a mi casa a gente pobre. Y ahora
¡Ya van! Ustaši y četniki, alemanes, italianos, partisanos, me comerán a mí al final.
—¡Pero no, señor! Lo que lo comerá será otra cosa.
—¿Qué?— abrió bien los ojos y me miró de frente.
—La tristeza y el resentimiento— le respondí.
—¿Y qué más puedo hacer? No hay otra cosa.
—Hay. No se dé por vencido. Rebélese.
—Mmm… eso no es para mí. Sabes, una larga disciplina en una gran fábrica de Estados Unidos.
—¿A qué te ató ella ahora? ¿En esta ocasión? ¿Con esa fuerza física tuya? Eh, Jefe, Miško, honra tu nombre.
—¿Cómo…?
—Miško, así se llamaba a nuestros antiguos renegados y hajduks[2]— dije, ansioso de cambiar la conversación a otro tema.
Pensó de nuevo y dijo.
—Ahora difícilmente recuerdo a esa gente. En mi tiempo en Estados Unidos olvidé mucho.
—Yo te lo recordaré. Bueno, pero deja que los niños escuchen también.
Y empecé a hablar sobre las montañas de
Bosnia, el mar en Senj y las tormentas, los renegados y los hajduks. El
jefe me escuchó atentamente, se retorció, levantó la mano, encogió el
puño y se estiró los bigotes. Cuando le conté sobre Ivo, de Senj, guiñó
un ojo a Kata para que traiga vino a la mesa; cuando le conté de la
contienda de Bećir-ag en Zadar, el rakija y las salchichas vinieron a nosotros; y cuando Goran comenzó a contar de su libro Días de ira
y la persecución a los niños pobres, a quienes el espíritu hace tan
fuerte que se vuelven protectores de todos los débiles y perseguidos de
su ciudad, el jefe Miško se paró, buscó el jamón y lo cortó en rodajas
él mismo, sin ahorrar lo mínimo. Cuando Goran empezó a contar la
historia de Mihovil Tomić, inventé todo tipo de cosas en relación a los
partisanos e impliqué en algunos de sus versos “nacionales”, Miško,
amarillo del deslumbramiento y el rakija, se dio a invitar –un inesperado evento en su casa– a algunos vecinos a sentarse, beber y escuchar.
Tarde nos fuimos a dormir esa noche,
Miško es un verdadero jefe y cuenta sobre la lucha en Estados Unidos.
“Declaren la República de Croacia, y con esto estaré junto a los
partisanos”, aclama.
La cama era para todos. Yo me dormí en la
gran cama del jefe Miško, quien se acostó en una sábana en el piso. A
medianoche me desperté y vi cómo se levantó despacio, revisó el cuarto
para ver que todo esté bien, y fue a la estufa para encender el fuego de
nuevo. Se recostó lento en su lecho, fumando y gruñendo gentilmente:
—¡Al diablo con los partisanos! Podrían inducir a un hombre a cualquier cosa.
Al día siguiente, el jefe nos agasaja con café y nos da un boleto para el viaje. Todo giraba, jubiloso, a nuestro alrededor.
Al final nos despedimos como viejos amigos.
Llegamos a Slunj[3]
en la oscuridad y con la nieve. Nos recibió la cabeza directiva de la
tropa partisana croata. Eso me hizo reflexionar sobre el primer
inconveniente: mi paquete de ropa de invierto no daba señales de estar
por ninguna parte. Me sentí pequeño, sólo con lo que tenía conmigo.
Estuvimos ahí un par de días. Conocí
camaradas croatas: el comandante Rukavin, el comisario Đakarić, la
querida Ortigu (Karla M.), y otros. Me sentí a gusto con esta gente
joven, fiel y aventurera. Goran estuvo encantado. En la reunión con los
jóvenes (cada uno de ellos un activo combatiente) di –ante la inesperada
consulta de todos– mi primer discurso a los partisanos:
“Camaradas y amigos:
y me gustaría decir también ¡Muchachos y Muchachas!
No sabía que iba a hablar hoy, no
sospechaba que iba a tener la suerte de verlos juntos a ustedes, ver sus
caras sonrientes, esos ojos claros, con una esperanza, un deseo, llenos
de una llama que espero no se apague, que arderían hasta que algo se
queme en el suelo, hasta que ni siquiera quede la más pequeña ascua bajo
la ceniza, para que la serpiente no se despierte y muerda de nuevo.
Ustedes harán lo que tengan que hacer, cuando anden por su camino y
cuando vean una serpiente, de inmediato le pisan la cabeza con su talón.
Yo viajé estos días, y estoy feliz
que mi viaje haya crecido más de lo que esperaba. De casa en casa, desde
la tierra de nadie hasta donde ustedes gobiernan, eso somos (Aplausos).
Fui a varias casas de pobres, campesinos, y dormí en sus camas que
generosamente me ofrecieron para descansar. Miré a uno de los niños,
pero no encontré huellas de consternación en ninguna parte. Vi que había
esperanzas en todos. Vi que ustedes, jóvenes, no se quejan de esta
esperanza. En sus manos está la esperanza para ponerla en acción ahora.
Tenemos que vernos como los comunistas en Rusia. Y ellos discutieron
mucho desde cero: ellos trabajan, golpean. Tenemos que meditar nuestro
‘discurso croata’, y de una vez por todas romper con todas estas cosas,
disiparlo, para asegurarnos cosas nuevas. Bien, en ustedes hay un Deseo,
hay una voluntad, y espero que esta sea.
Un camarada me contó que ayer yo dije que es la primera vez que los croatas pelean por ellos mismos.
Y es verdad: desde los tiempos que
los antiguos reyes croatas regían a su pueblo, han peleado por otros,
por los Habsburgo, por los reyes de Hungría. Y entonces Jelačić[4]
unió a los croatas para pelear contra los húngaros en apoyo a Francisco
José; primero fue un general, luego otro, y después el tercero, para el
provecho de otros, y nunca pudieron estos miserables croatas dar su
sangre por su país. Mientras así luchaban, sus familias morían de
hambre. Nuestros croatas combatieron en Italia, pero su miserable esposa
no tenía en su hogar ni una vaca ni una cabra, pero igual la
confiscaron.
¡Y eso no es todo! Dimos nuestra
sangre, pero la dimos por nosotros mismos. Cuando se tiene ese
sentimiento en nosotros, se respira diferente y se trabaja, porque
sabemos para qué morimos (Aplausos). La memoria de su voluntad quedará
en la historia tanto como haya naciones, y será y permanecerá si ustedes
no le permiten irse ahora que los italianos y los alemanes quieren
destrozarla.
Hablo como croata. Ustedes, los
heroicos comunistas, combaten y trabajan ahora según el método comunista
¡Eso significa pelear, defenderse, no darse por vencido! Ustedes son
los primeros que pueden salvar a la nación croata de la situación
crítica en que estaba hasta ayer. Podría decir que el señor Hitler puso
una roca pesada en la cima, pero estuvo resbalándose y ahora rueda
cuesta abajo. Su fuerza es similar a la de una avalancha: más lejos
llega, más grande se vuelve, y eventualmente su miserable final será en
un abismo. Entonces: apresúrense, piensen siempre antes que los demás y
peleen hasta el final, no sucumban ni pierdan un momento.
Yo soy –como ven– un hombre de
‘algunos’ años, y me arrepiento de eso ahora. Nunca sentí la tristeza de
mis años, ahora me apeno. No estoy bien con que, en estos días, ya no
tenga el mismo estado físico. Si yo fuese joven y más fuerte, no
hablaría desde aquí, sino que me sentaría entre ustedes. Me gustaría
–como el camarada ahí sentado– aferrar el fusil en mi mano y ver a
alguien más hablando desde aquí.
Pero eso no podrá ser.
Me expresaré de manera poética, y no
deben reírse: los seguiré ‘en espíritu’. ‘El espíritu te sigue’, es la
expresión de todo aquel que se sienta a la poltrona y no desea trabajar,
que solo se quiere sentar. No es mi caso.
*
Solo deseo que Dios me dé suficiente
vida para ver la destrucción del enemigo, y ver algo nuevo que vendrá
después como una tormenta, después de un gran mal, después de una gran
voluntad que lo resistió”.
*
Estábamos felices de estar en Slunj, pero tuvimos que ir más allá. Nos llevaron a Bihać[5],
donde inmediatamente estuve frente al Comandante Tito, una persona con
el rostro de un león joven. Este hombre, medio misterioso a la vez que
medio legendario, me ganó para sí de inmediato con su postura y su
discurso. Lo conocí en Bihać, en una reunión de AVNOJ (Consejo
Antifascista de la Liberación Nacional de Yugoslavia). Goran, de
inmediato, se acercó a los jóvenes partisanos. Bajo la dirección del
actor África, hubo un evento en mi honor en la gran corte, con
declamaciones y canciones
Me dirigí a la corte así:
“Camaradas:
Cuando huía junto a Ivan Goran Kovačić de la capital del llamado Estado Independiente de Croacia[6]
(que no es ni un estado independiente ni croata), cuando pasábamos por
los llanos y por los bosques y a través de tres ríos para llegar a la
región de Bosnia, no sabía realmente adónde iría. Y cuando llegué a mi
destino, estuve muy feliz de que estuviésemos en Bihać. No solo porque
es una ciudad conocida y ordenada junto al río Una y porque vine aquí a
conocer al comandante Tito, sino porque nuestro nuevo destino se
construye en una ciudad llamada Bihać. Un antiguo encanto y un antiguo
poder tiene ese nombre para todos los croatas, y sobre todo para nuestra
gente y el lugar donde, en la antigüedad, ahí junto al mar, entre
Trogir y Kaštela, cerca de Split, nuestros antiguos županes y banes[7]
comenzaron a construir nuevas cortes, para sentar las bases de nuestro
primer y verdadero estado independiente ¡Esto no puede ser un caso del
pueblo, ya que nuestro nuevo futuro en común y nuestra nueva nación se
construye en un lugar que se llama exactamente como la cuna de nuestro
primer estado independiente! ¡En Bihać se construye, como si estuviese
destinado hace mucho tiempo esto por lo que los miramos! Y es que, tras
un largo éxodo y sufrimiento, nuestros abuelos vinieron a trabajar a
Bihać junto al mar. Y ellos ganarán junto a los partisanos en Bihać,
junto al río Una, bajo la montaña Plješivica. Cuando pienso en todo
esto, no puedo expresar mi felicidad de estar aquí, lo que veo entre la
gente que vive en Bihać, que me alegra, que echo vistazo a sus hogares,
la confusión en sus manos. Aquí veo cómo se conoció el circulo de la
hermandad: musulmanes, ortodoxos y católicos finalmente juntos. El viejo
dicho se volvió real, que solo los viejos problemas, los exilios y las
aflicciones reúnen a la gente buena. La pena y el sufrimiento son el
nexo más fuerte, el más sólido cemento para que la gente se una para
construir un edificio de su futuro por ellos mismos.
¡Gloria y orgullo por Bihać, donde, en un tiempo histórico, la fundación de nuestra felicidad compartida yace!
Pero el futuro de nuestra felicidad
cuenta con algo que es la fuente de nuestro éxito más lejano –lo que nos
llevará a la última victoria partisana–, y son nuestros jóvenes,
hombres y mujeres: es la juventud de todas partes, de los llanos y las
montañas, desde las cascadas de nuestros ríos hasta las olas del mar
Adriático. Estoy feliz por escucharlos y verlos ahora. El honor, que los
jóvenes aquí me demuestran, no lo considero un honor que se demuestre
hacia mí, personalmente, por estar un poco pelado y por mi cabello gris,
sino como un deseo de estallar con su ardiente entusiasmo de su
descanso y calentarse con su idea sagrada y su corazón que, quizás,
querían mantenerse fríos y lánguidos, con el pretexto que estuvieron
palpitando mucho, y los forzaron a permanecer el último año en pasiva
observación e inacción. La juventud se siente mejor con lo que es
correcto. El corazón de la gente –mientras el ser humano vive– siempre
arde. Los viejos dicen a los jóvenes “trabaja, compórtate,
pero…despacio, con cuidado, con inteligencia”. A su vez, los jóvenes les
dicen a los viejos “Eso es sabio pero, sin nuestra llamada imperdonable
vehemencia, todas estas cosas nunca empezarían”. Siempre me empujan
entre los viejos, por lo tanto, entre los viejos, pero yo estoy con los
jóvenes, con su valentía, con su despreocupación, con su deseo de evadir
cada obstáculo, cada zanja, cada corriente, sin desperdiciar el tiempo
en la búsqueda del vado, botes o puentes. Nosotros, católicos y serbios,
musulmanes, ortodoxos o católicos, perdimos en la carrera de la nación,
y mucho tiempo. Nos apuramos. Ahora se debe correr, perseguir y dar el
salto antes que nos retrasemos, para estar a la cabeza al fin, nunca más
correr la cola del caballo, otra yarda de obstáculos, otro puente sobre
el río.
Agradezco a la juventud no sólo por
la inclinación que tienen hacia mí, sino también en nombre de los viejos
a quienes no se les permite sostener un rifle en las manos o venir en
medio del invierno, a través de caminos difíciles y peligrosos. En algún
lado, los jóvenes casi abominan a los viejos, y viceversa. Ahora otra,
una nueva era ha llegado: una idea inmensa, nacional y social nos tiene
juntos a todos, nos han igualados a todos en la forma de mirar a mundo.
Compartimos nuestras esperanzas y objetivos, uno es el espíritu que
ahora respiramos, que es joven, veloz para vivir y maduro, que es
antiguo, se refresca, con el Mariscal Tito todos somos uno, en la misma
llama.
Podríamos declarar, ahora aquí en
Bihać algo que solo parece una frase en principio, y es realmente de
gran importancia en este tiempo loco: podemos decirles a todos esto:
‘Así como no hay más chauvinistas
croatas o chauvinistas serbios, como no hay más chauvinistas católicos,
ortodoxos o musulmanes, no hay más jóvenes furiosos o locos, tímido y
sabiondo anciano. Proclamamos que todos somos jóvenes, porque nuestra
nación recién ahora comienza a respirar con sus espíritus, para
construir desde la base su Humanidad.
Nuestro futuro y nuestra juventud ahora aquí nacen.
¡Camarada Tito, guíanos hacia la victoria!
¡Bihać, sé nuestra cuna!
¡Y todos nuestros heroicos partisanos felices y, de ahora en adelante, a todas partes nos acompañen!”.
*
Sin embargo, dos coléricas serpientes me
mordieron. La abrupta transición de la magra ciudad de Zagreb a la
comida abundante y grasosa de los partisanos me produjo dolores
estomacales. Dormir pobremente en camas a lo largo del camino (¡Debía
dormir vestido!) me produjo comezón. Esta empezó a curarse, pero el
fuerte remedio me irritó la piel, y una enfermedad larga e intolerable
llamada prurigo empezó a torturarme mucho –y junto con la molestia en
los intestinos–, sin dejarme dormir.
Y ahora llega la tercera tragedia.
Empezó contra nosotros, de todas partes (alemanes, italianos, ustaši y četniki), una furiosa, nueva (llamada la cuarta) ofensiva con los medios que nosotros no teníamos: tanques y aviones.
La guerra, aquí, no la podíamos recibirla.
Mi descanso fue interrumpido, mi tratamiento fue suspendido.
El enemigo avanza.
Debía ser repelido.
¿De qué manera?
Eso solo lo sabía Tito.
Notas
[1]
Ivan Goran Kovačić (1913-1943), poeta y escritor croata. Voluntario en
las tropas partisanas, es recordado sobre todo por su poema “La fosa” (Jama). Fue asesinado por tropas četniki tras la quinta ofensiva.
[2] Los hajduks
eran bandidos rurales, que solían habitar la región de los Balcanes y
surgieron hacia el siglo XVII. Solían robar y mantenían una férrea
organización interna. Se oponían al Imperio otomano y defendían la fe
cristiana, en general. Suele ser una figura romántica de rebelión en
muchos textos de la zona.
[3] Ciudad croata en la región de Karlovac, cercana a la frontera con Bosnia-Herzegovina.
[4]
Josip Jelačić von Bužim fue el Ban de Croacia entre los años 1848 y
1859. Tuvo un rol muy importante, tanto durante la Revolución de 1848
como por su impulso para abolir la esclavitud en su nación.
[5]
Ciudad bosnia en la región de Bosanska Krajina. Sede del AVNOJ, llegó a
declararse como una república independiente, liberada de los nazis,
durante unos pocos meses hacia fines de 1942.
[6]
El Estado Independiente de Croacia (Nezavisna Država Hrvatska) fue el
nombre que se le dio a la nación títere de los nazis en el territorio
ocupado de Yugoslavia, creada el 10 de abril de 1941.
[7] Dos títulos administrativos propios de la zona.
Fuente: Eslavia