86 AÑOS DEL DISCURSO DE "DESPEDIDA DE LAS BROGADAS INTERNACIONES EN LES MASIES (TARRAGONA)", DE JUAN NEGRÍN
Discurso "Despedida de las brigadas internacionales en Les Masies (Tarragona)" pronunciado el 25 de octubre de 1938 por Juan Negrín
«Queridos internacionales amigos, queridos hermanos; hermanos
siempre, por una confraternidad que ha sellado en los campos de batalla
vuestro sacrificio de sangre; por los restos mortales de los que yacen
para siempre en España.
¡Qué magnífico espectáculo, queridos hermanos, el que presencio en estos instantes!
Porque, ¿qué es esto que veo yo, sino un plebiscito en pequeño de
todos los pueblos del mundo, testimoniado por todos los que sienten como
suya la causa de España, que es la causa de la libertad y del derecho?
Habéis venido a España, espontáneamente, a defender nuestro país: sin
ninguna obediencia a jerarquía superior a vosotros: por vuestra propia
voluntad de sacrificar lo que más difícilmente se presta a nadie: a
sacrificar la vida. Veníais a defender la justicia, el derecho
escarnecido, porque sabíais, también, que aquí, en España, se jugaba la
libertad del mundo entero.
Os halláis congregados aquí los representantes auténticos de
cincuenta y tres países; representantes que, para venir a luchar con
vuestros hermanos de España, tuvisteis que vencer grandes dificultades
hasta conseguir pisar tierra española. Cumplisteis como héroes en la
lucha por la libertad del mundo en esos dos años que habéis vivido
vinculados a nosotros, en horas inolvidables para la historia del
nuestro pueblo.
Muchas fueron las veces que los voluntarios internacionales – que
nunca han sido tantos como han querido demostrar nuestros enemigos -,
hermanados en la lucha, han escrito páginas gloriosas de nuestra
epopeya. Yo recuerdo aquí los tristes momentos del mes de noviembre
cuando pensábamos que, de un momento a otro, caería Madrid, ciudad
prácticamente indefensa, y, digo prácticamente, porque tan sólo la
defendían los pechos de sus hijos, que carecían de armas, para hacer más
contundente su gloriosa e inmortal defensa. No olvidaré nunca la
impresión extraordinaria que me produjo en aquellos momentos angustiosos
el desfile silencioso, sereno, sin un canto, pero con un aire de
resolución imponderable, de dos mil voluntarios internacionales que, por
las calles de Valencia, se dirigían con firmeza hacia Madrid, atacado
por el enemigo sin ninguna piedad, aun sabiendo que allí iban
indiscutiblemente a jugarse, y casi más que a jugarse, a perder la vida.
Lo que ha ocurrido en España ya lo sabéis vosotros, porque también ha
sucedido en otros países, aun cuando éstos no han sabido reaccionar
como nosotros. Elementos de todos conocidos consiguieron crear una
situación en la cual un Estado, un Gobierno legalmente constituido, se
encuentra, por la traición y la vileza, sin las defensas necesarias a
todo Gobierno y que sólo se encuentra asistido de una masa popular, no
preparada para una guerra. Junto a esa gran masa popular, desarticulada y
descoyuntada para la defensa, vosotros habéis contribuido grandemente a
que no se sintiera desasistido el pueblo español, porque os veía a
vosotros, auténticos representantes de vuestros pueblos, acudir en
defensa de nuestra causa y facilitar con vuestra colaboración las
grandes tareas de organización que han cristalizado en un magnífico y
potente Ejército, hoy ya auténticamente español, que marcha con paso
firme y seguro hacia la victoria.
Hoy me place, amigos míos, queridos hermanos nuestros, recordar, en
este momento solemne de despedida, aquellos días inolvidables de Madrid,
en la Ciudad Universitaria; en Brihuega, Guadalajara, Toledo, Belchite,
en Teruel, en Lérida y en el frente del Este; en fin, en tantos otros
lugares que ya no puedo seguir nombrando porque en casi todos los
sitios, teatros de nuestra tragedia, habéis colaborado con un heroísmo
sin precedentes, como el que corresponde a quienes sienten con toda
intensidad la justicia de nuestra causa. Yo quiero rendir un homenaje
póstumo a todos vuestros caídos, que son también los nuestros; quiero
recordaros, como símbolos representativos, por cuantos por ser jefes
vuestros y comisarios formaban parte integral de vosotros mismos, a
Hans, Kart, Wolf, general Luckas, gran hombre, muerto en el frente del
Este; Walter, y tantos y tantos otros, jefes y comisarios, que, con su
dirección y que con su entusiasmo, os han sabido conducir en los
momentos más duros hacia victorias positivas y resistencias
insuperables. Comisarios de gran capacidad que, como Gallo y Marty, han
sido los verdaderos puntales de vuestras Brigadas Invencibles.
Vuestra retirada es una necesidad que nos imponemos para demostrar a
esa falsa No Intervención que la retirada de los voluntarios no es
problema para la República y sí para los sublevados, coaligados con las
fuerzas extranjeras que pretenden en España conquistar nuevas
posiciones. Y España ha adoptado esta resolución considerando que podía
contribuir a la pacificación del mundo, haciendo cuanto estuviera de su
parte para localizar el conflicto, para lograr esta paz basada en la
justicia de la que España no se separa jamás.
El Gobierno español quisiera testimoniaros de una manera directa su
agradecimiento. Vuestro espíritu y el de vuestros muertos nos acompaña y
quedan unidos para siempre a nuestra historia. El Gobierno de la
República reconocerá y reconoce a los internacionales, que tan
bravamente han luchado con nosotros que ya pueden decirse son
connaturales nuestros, el derecho a reclamar, una vez terminada la
guerra, la ciudadanía española. ¡Con ello nos honraremos todos!
Buen camino, hermanos internacionales, como os ha deseado hace unos
momentos el jefe del Ejército del Este. Buen camino y continuad la
lucha, cerca de vuestros pueblos, para dar a conocer la verdad de lo que
ocurre en España, mientras nuestro pueblo continúa vuestra gesta en los
frentes de combate. Cuando hay un deber que cumplir, o se sucumbe o se
cumple. Nosotros tenemos un deber que cumplir y es el de conseguir para
España un porvenir nuevo, más humano y progresivo. Y lo cumpliremos.
Pueden caer diez, cien, mil; pero cuando un pueblo quiere vencer, no
sucumbe jamás y vence, aún a costa de los mayores sacrificios.
Camaradas combatientes, amigos y hermanos: ¡Viva la República!».
«Queridos internacionales amigos, queridos hermanos; hermanos siempre, por una confraternidad que ha sellado en los campos de batalla vuestro sacrificio de sangre; por los restos mortales de los que yacen para siempre en España.
¡Qué magnífico espectáculo, queridos hermanos, el que presencio en estos instantes!
Porque, ¿qué es esto que veo yo, sino un plebiscito en pequeño de todos los pueblos del mundo, testimoniado por todos los que sienten como suya la causa de España, que es la causa de la libertad y del derecho?
Habéis venido a España, espontáneamente, a defender nuestro país: sin ninguna obediencia a jerarquía superior a vosotros: por vuestra propia voluntad de sacrificar lo que más difícilmente se presta a nadie: a sacrificar la vida. Veníais a defender la justicia, el derecho escarnecido, porque sabíais, también, que aquí, en España, se jugaba la libertad del mundo entero.
Os halláis congregados aquí los representantes auténticos de cincuenta y tres países; representantes que, para venir a luchar con vuestros hermanos de España, tuvisteis que vencer grandes dificultades hasta conseguir pisar tierra española. Cumplisteis como héroes en la lucha por la libertad del mundo en esos dos años que habéis vivido vinculados a nosotros, en horas inolvidables para la historia del nuestro pueblo.
Muchas fueron las veces que los voluntarios internacionales – que nunca han sido tantos como han querido demostrar nuestros enemigos -, hermanados en la lucha, han escrito páginas gloriosas de nuestra epopeya. Yo recuerdo aquí los tristes momentos del mes de noviembre cuando pensábamos que, de un momento a otro, caería Madrid, ciudad prácticamente indefensa, y, digo prácticamente, porque tan sólo la defendían los pechos de sus hijos, que carecían de armas, para hacer más contundente su gloriosa e inmortal defensa. No olvidaré nunca la impresión extraordinaria que me produjo en aquellos momentos angustiosos el desfile silencioso, sereno, sin un canto, pero con un aire de resolución imponderable, de dos mil voluntarios internacionales que, por las calles de Valencia, se dirigían con firmeza hacia Madrid, atacado por el enemigo sin ninguna piedad, aun sabiendo que allí iban indiscutiblemente a jugarse, y casi más que a jugarse, a perder la vida.
Lo que ha ocurrido en España ya lo sabéis vosotros, porque también ha sucedido en otros países, aun cuando éstos no han sabido reaccionar como nosotros. Elementos de todos conocidos consiguieron crear una situación en la cual un Estado, un Gobierno legalmente constituido, se encuentra, por la traición y la vileza, sin las defensas necesarias a todo Gobierno y que sólo se encuentra asistido de una masa popular, no preparada para una guerra. Junto a esa gran masa popular, desarticulada y descoyuntada para la defensa, vosotros habéis contribuido grandemente a que no se sintiera desasistido el pueblo español, porque os veía a vosotros, auténticos representantes de vuestros pueblos, acudir en defensa de nuestra causa y facilitar con vuestra colaboración las grandes tareas de organización que han cristalizado en un magnífico y potente Ejército, hoy ya auténticamente español, que marcha con paso firme y seguro hacia la victoria.
Hoy me place, amigos míos, queridos hermanos nuestros, recordar, en este momento solemne de despedida, aquellos días inolvidables de Madrid, en la Ciudad Universitaria; en Brihuega, Guadalajara, Toledo, Belchite, en Teruel, en Lérida y en el frente del Este; en fin, en tantos otros lugares que ya no puedo seguir nombrando porque en casi todos los sitios, teatros de nuestra tragedia, habéis colaborado con un heroísmo sin precedentes, como el que corresponde a quienes sienten con toda intensidad la justicia de nuestra causa. Yo quiero rendir un homenaje póstumo a todos vuestros caídos, que son también los nuestros; quiero recordaros, como símbolos representativos, por cuantos por ser jefes vuestros y comisarios formaban parte integral de vosotros mismos, a Hans, Kart, Wolf, general Luckas, gran hombre, muerto en el frente del Este; Walter, y tantos y tantos otros, jefes y comisarios, que, con su dirección y que con su entusiasmo, os han sabido conducir en los momentos más duros hacia victorias positivas y resistencias insuperables. Comisarios de gran capacidad que, como Gallo y Marty, han sido los verdaderos puntales de vuestras Brigadas Invencibles.
Vuestra retirada es una necesidad que nos imponemos para demostrar a esa falsa No Intervención que la retirada de los voluntarios no es problema para la República y sí para los sublevados, coaligados con las fuerzas extranjeras que pretenden en España conquistar nuevas posiciones. Y España ha adoptado esta resolución considerando que podía contribuir a la pacificación del mundo, haciendo cuanto estuviera de su parte para localizar el conflicto, para lograr esta paz basada en la justicia de la que España no se separa jamás.
El Gobierno español quisiera testimoniaros de una manera directa su agradecimiento. Vuestro espíritu y el de vuestros muertos nos acompaña y quedan unidos para siempre a nuestra historia. El Gobierno de la República reconocerá y reconoce a los internacionales, que tan bravamente han luchado con nosotros que ya pueden decirse son connaturales nuestros, el derecho a reclamar, una vez terminada la guerra, la ciudadanía española. ¡Con ello nos honraremos todos!
Buen camino, hermanos internacionales, como os ha deseado hace unos momentos el jefe del Ejército del Este. Buen camino y continuad la lucha, cerca de vuestros pueblos, para dar a conocer la verdad de lo que ocurre en España, mientras nuestro pueblo continúa vuestra gesta en los frentes de combate. Cuando hay un deber que cumplir, o se sucumbe o se cumple. Nosotros tenemos un deber que cumplir y es el de conseguir para España un porvenir nuevo, más humano y progresivo. Y lo cumpliremos. Pueden caer diez, cien, mil; pero cuando un pueblo quiere vencer, no sucumbe jamás y vence, aún a costa de los mayores sacrificios.
Camaradas combatientes, amigos y hermanos: ¡Viva la República!».
Fuente:https://www.ersilias.com