El rostro de García Lorca golpeado por el verde. Abajo, ocho paisajes del alma de Lorca, pintados por el chileno Roberto Matta.
Vivir verde o raíces de la conciencia, de Roberto Matta
Descubrí la poesía un poco por casualidad. Gracias a mi familia, me encontré con García Lorca que era un personaje que cambiaba la vida a su alrededor así como un río hace crecer un árbol que él ha escogido.
Lo conocí en la casa de mis tías, embajadora en Madrid en 1935, a quien yo escribía en papel de borrador verde, del más barato. Al presentarme a Federico, mi tía anunció:
“este es mi sobrino, el que me escribe en papel verde…” Se lanzó hacia mí felicitándome, dando saltos y vueltas, como si estuviera tocando piano. Hablaba con la risa. Era un provocador de energía. Era el triunfo de lo verde.
Nunca había conocido a un hombre igual, sin trabas, una rareza del sistema nervioso de la especie. Un hombre Libre, tal como uno se lo sueña.
Cada vez que lo vi era el mismo hombre, incansablemente nuevo: aquel ser cantante fue la revelación del vivir integral. Solo cuando supe que lo habían asesinado se despertó en mí toda la realidad de ser García Lorca. Federico era, es, un verdadero poeta político.
Federico es un poeta político porque en el carácter fundamentalmente español, el gitano no es el zíngaro en el sentido negativo y racista, sino que representa un injerto africano en España, en Europa. Se descubría entonces cada vez más la vida que le aporta África a Europa. Al asesinar a Lorca, los franquistas apagaron ese soplo de cultura que habitaba en el poeta español. Una España que quería vivir verde.
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