Título: La religión de mi tiempo
Autor: Pier Paolo Pasolini
Traductor: Martín López-Vega
Tamaño: 13,5 x 22,5 cm.
Encuadernación: Rústica
Páginas: 272
Editorial: Nórdica Libros
Año: 2015
PVP: 19,50 €
ISBN: 978-84-16112-78-4
Pasolini no solo fue el principal cineasta de su generación en Italia, sino también el mayor poeta. Poseedor de diferentes lenguajes estéticos, llamaba a sus películas «cine-poemas». Fue un intelectual incómodo e incalificable, un erudito lingüista, filólogo y teórico de la literatura, además de un humanista que manejaba con soltura varias lenguas y se movía cómodo en el mundo de la filosofía, el materialismo histórico, el psicoanálisis, la antropología cultural y la historia del arte o de las religiones, lo que le hace prácticamente incomparable con ningún otro intelectual del siglo xx.
Esta edición bilingüe presenta su principal obra poética desde 1957 a 1971, con traducción del excelente poeta, experto en poesía italiana, Martín López-Vega. Suyo ha sido el reto de traducir la poesía de Pasolini, una mezcla de tragedia, lucidez crítica y un goce dionísiaco que abre los sentidos a la experiencia física (y metafísica) de la vida siempre al borde de la catástrofe.
Sus principales obras, «Las cenizas de Gramsci» (Garzanti, Milán 1957), «Poesía en forma de rosa» (1961-1964, Garzanti, Milán 1964) y «Trashumar y organizar» (Garzanti, Milán 1971) fueron editadas en España hace tiempo. Ahora se ven reunidas en un solo volumen que incluye uno de sus mejores y más emotivos títulos, «La religión de mi tiempo» (Garzanti, Milán 1961, que fue editado entre nosotros por Icaria en 1997).
Poema de «La religión de mi tiempo»
«los del corazón de perro, de ojos profanadores, los infames alumnos de un Jesús corrupto
en los salones vaticanos, en los oratorios,
en las salas de espera de los ministros, en los púlpitos: fuertes sobre un pueblo de sirvientes.
¡Qué lejos ha llegado desde los tumultos puramente interiores de su corazón, desde el paisaje de prímulas y vástagos
del materno Friuli, el dulciardiente Ruiseñor de la Iglesia Católica!
Su sacrílego, si bien religioso amor
no es más que un recuerdo, una ars retorica: pero es él quien está muerto, no yo, de ira,
de amor desengañado, de ansiedad espasmódica
por una tradición que es asesinada
cada día por quien se quiere defensor suyo; y con él ha muerto una tierra bendecida
por la luz religiosa, con su pulcritud campesina de campos y caseríos;
ha muerto una madre que es mansedumbre y candor
imperturbables en un tiempo de absoluto mal; y ha muerto una época de nuestra existencia, que en un mundo destinado a humillarnos
fue luz moral y resistencia.
(De La religión de mi tiempo, 1957).
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