lunes, 21 de febrero de 2011

"VANGUARDIAS RUSAS EN LAS COLECCIONES THYSSEN-BORNEMISZA"

Marc Chagall, La casa gris, 1917

DEL 15 DE FEBRERO AL 20 DE MARZO DE 2011 EN EL MUSEO THYSSEN

Durante las primeras décadas del siglo XX, en el seno de la Rusia imperial —que pronto iba a convertirse en la Unión Soviética—, se fraguó un renacimiento cultural sin precedentes. La vida artística rusa se llenó de exposiciones programáticas, enardecidos manifiestos y declaraciones teóricas, al tiempo que se sucedían numerosos movimientos de vanguardia que combinaban influencias exteriores con aspectos genuinos de la naciente Rusia revolucionaria.

El Museo Thyssen-Bornemisza alberga la más importante representación de arte soviético de vanguardia en España, tanto en la colección permanente como en la colección Carmen Thyssen-Bornemisza. Este conjunto de obras, que habitualmente se presentan dispersas en diferentes salas del Museo, se muestran ahora reunidas de forma temporal en las salas 42 y 43 de la planta baja del palacio de Villahermosa. Con esta nueva instalación queremos ofrecer a nuestros visitantes una visión condensada de los distintos movimientos vanguardistas rusos, denominados en ocasiones el Gran Experimento. El montaje, intencionadamente denso y en varias alturas, trata de emular la forma provocativa que eligieron aquellos rebeldes inconformistas para exhibir las obras en sus exposiciones e intenta recrear el espíritu renovador de las vanguardias rusas en búsqueda permanente de la transformación de la vida a través del arte.

NEOPRIMITIVISMO POPULAR

En los primeros años del siglo XX, Mijaíl Lariónov y su mujer Natalia Goncharova, o los ucranianos Vladímir y David Burliuk, fueron los primeros en compaginar diversas influencias internacionales —simbolistas y postimpresionistas— con un primitivismo, o ingenuismo, de formas sintetizadas y colorido intenso, derivado de las tradiciones culturales rusas. La búsqueda de inspiración en el folclore y en las raíces populares o en ciertos aspectos de la vida campesina, tan arraigados en la población, también están presentes en el peculiar arte metafórico de Marc Chagall. Procedente del lejano y provinciano pueblo judío de Vitebsk, Chagall supo combinar mejor que ningún otro artista los recursos de la plástica contemporánea con los reinos encantados de los cuentos rusos.

FANTASÍA, EXPRESIONISMO Y ABSTRACCIÓN

Tras su traslado a Múnich, tanto Wassily Kandinsky como Alexej von Jawlensky, incorporaron imágenes de una Rusia imaginaria o real al nuevo lenguaje expresionista. El arte espiritual y romántico de Kandinsky, que se convirtió en cabeza del grupo expresionista Der Blaue Reiter (El Jinete Azul), fue paulatinamente derivando hacia postulados cada vez más abstractos. El artista ruso investigó plástica y teóricamente las repercusiones psicológicas de los colores y su potencial para suscitar emociones en el espectador. En una vía espiritual similar, se sitúa la pintura de Vladimir Baranov-Rossiné, cercano al orfismo de Robert y Sonia Delaunay.

Por su parte, Tatiana Glebova representa en su obra un mundo de fantasía plagado de formas fantasmales inspirado en distintas fuentes de la tradición de la pintura y del arte popular. Glebova siguió las teorías analíticas de su maestro Pável Filónov, que consideraba que la pintura debería reflejar el proceso de crecimiento constante del mundo, similar al de las plantas.

Alexandra Ekster, Naturaleza muerta, 1913

ASIMILACIÓN DEL CUBISMO

Hacia 1915 aparecieron en la vanguardia artística rusa sucesivas tendencias derivadas de la asimilación del cubismo. Junto al cubo-futurismo, que cautivó a casi todos los artistas de vanguardia, y el rayonismo, una variopinta mezcolanza de cubismo, futurismo y expresionismo, desarrollado sobre todo por Lariónov y Goncharova, surgieron diversas adaptaciones del cubismo, como las realizadas por Alexandra Ekster, Olga Rózanova o Nadeshda Udaltsova o del cubismo sintético, como la del georgiano David Kakabadze.

Goncharova, El Bosque, 1913

ARTE PARA LA VIDA

Los años anteriores y posteriores a la Revolución de 1917 fueron especialmente intensos y agitados en el desarrollo de las vanguardias rusas. El ambiente de agitación política propició que los artistas se comprometieran enérgicamente y se lanzaran, firmes y convencidos, en busca de un nuevo arte adecuado a los nuevos tiempos. Excitados por el nuevo espíritu revolucionario, suprematistas y constructivistas, las dos corrientes surgidas con el nuevo régimen, defendían la supresión total de leyes y propugnaban la transformación social y la desaparición del orden burgués europeo.

El suprematismo de Kazimir Malévich proponía una imagen utópica del arte y, a través de una serie de figuras geométricas, planteaba la reducción paulatina de la pintura a su mínima expresión. Por su parte, los postulados utilitarios del constructivismo buscaban un nuevo arte para el nuevo hombre y anunciaban una nueva organización del espacio pictórico y el camino para la creación de objetos abstractos en tres dimensiones. “¡Arte para el pueblo! ¡Arte para la vida!”, pregonaban en Moscú en 1917 los seguidores del constructivista Vladímir Tatlin.

En la práctica las dos corrientes se interrelacionan y la mayoría de los artistas intentaron llegar a una síntesis entre ambas. En torno a Malévich se aglutinaron artistas jóvenes como Popova, Rózanova, Kliun, Udaltsova, Ilyá Chashnik, Nikolái Suetin o El Lissitzky. Bajo la poderosa influencia del constructivismo tatliniano encontramos también a El Lissitzky, y a otros artistas presentes en nuestras colecciones como Alexander Rodchenko, Alexander Vesnin o Varvara Stepanova. Tanto unos como otros quisieron simbolizar el concepto del nuevo ser humano socialista.

El Lissitzky, uno de los artistas más comprometidos con el Gran Experimento, fue quizás quien supo combinar de manera más armoniosa la superficie plana suprematista con las leyes de la arquitectura constructivista. El Museo posee varios de sus característicos Prouns, que creó como metáfora de las transformaciones de la sociedad.

Son obras con una marcada impronta geométrica pero con un juego espacial muy dinámico, dominado por la asimetría.

Durante el tiempo que vivió en Alemania, a mediados de los años veinte del pasado siglo, El Lissitzky se convirtió en una de las figuras clave del constructivismo europeo y ejerció una significativa influencia en los componentes del grupo holandés De Stijl y en el entorno de la Bauhaus alemana. Por influjo de esta escuela, también la pintura de Kandinsky evolucionó hacia un mayor compromiso con la estética constructiva.

Mientras el espíritu constructivista se generalizaba internacionalmente, la consolidación del régimen soviético y la llegada de Stalin al poder acabaron con la libertad artística en la URSS. El Realismo Socialista se imponía como arte oficial y, a partir de entonces, la utopía artística revolucionaria de El Gran Experimento fue aniquilada.

Vassili Kandisnki, Tensión suave, 1923

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