Obra bautizada por el autor como Isla 70
El inquieto creador Raúl Martínez que cumpliría 90 años en este 2017 creó la más monumental iconografía de la Cuba posterior a 1959.
Con una exposición retrospectiva en el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam se conmemora en Cuba el noventa aniversario del pintor Raúl Martínez, uno de los más inquietos y renovadores artistas plásticos cubanos del siglo XX.
Pintor, diseñador y fotógrafo, Martínez transitó del expresionismo abstracto al pop art inclinándose siempre hacia una experimentación que dio como resultado una obra monumental donde las influencias no restan un ápice de cubana a la que es considerada por la crítica una de las obras más importantes del período posterior a 1959.
La presencia de Raúl Martínez en todos los momentos claves de la cultura cubana de la segunda mitad del siglo XX se expresa en sus diseños de revistas y libros y en la cartelística tanto teatral como cinematográfica así como en sus temperas y óleos donde late el fervor de los primeros años de la Revolución Cubana.
El abanderado, 1972
Así fue testigo del proceso fundacional del cine cubano, fundador de Casa de las Américas, participante en la creación y desarrollo del Instituto Cubano del Libro y protagonista del fomento y extensión de la fotografía artística en la Isla además de un ente activo en las escenografías teatrales de Cuba.
Nacido en Ciego de Ávila, antigua provincia de Camagüey se trasladó a La Habana en 1940 con el objetivo de estudiar dibujo pero solo permaneció dos años en la Academia de San Alejandro a consecuencia de las dificultades económicas que encontró para continuar sus estudios.
La primera obra que expuso la presentó en 1947 en el XXIV Salón del Círculo de Bellas Artes donde repitió su presencia en 1949 y 1950 recibiendo menciones honoríficas.
En 1951 se acerca a la Sociedad Cultural Nuestro Tiempo donde se une al empeño de un grupo de intelectuales de renombre por iniciar al público en las claves del arte contemporáneo de la cual salió enriquecido por la relación con escritores, músicos y pintores empeñados en introducir en el país la cultura de vanguardia.
Pero no menos importante que su vinculación con Nuestro Tiempo resultó su estancia en el Instituto de Diseño de Chicago donde se deslumbró con la integración interdisciplinaria propuesta por Moholy Nagy y los lienzos de Jacson Pollock.
Posiblemente fue allí donde desarrolló sus habilidades para integrar la fotografía, el diseño y los collages a una obra que no puede identificarse como pintura solamente pues es mucho más abarcadora y multifacética.
Aunque antes de 1959 ya Raúl Martínez demostraba al mundo cultural cubano su talento es en la década del 60 cuando llega a la cúspide de su carrera, especialmente cuando transita de las tendencias informalistas a un pop art que de una manera un tanto irreverente retrató a los grandes héroes de la Patria como José Martí, Ernesto Guevara, Camilo Cienfuegos y Fidel Castro.
Es también a partir de 1960 que empieza a diseñar libros y revistas, se convierte en el director artístico del suplemento literario Lunes de Revolución e incursiona en la cartelística teatral y cinematográfica creando en esta última obras maestras como el conocidísimo afiche de la película Lucía, de Humberto Solás que todavía muchos cubanos exhiben montada en sus casas.
A esta obra también de la década de 1970 la denominó Rosas y Estrellas
Dos exposiciones suyas, Homenajes de 1964 y ¿Foto-mentiras? De 1966 en colaboración con Mario García Joya y Luc Cheesex, revolucionan las artes plásticas de aquellos años.
En la primera mostraba el inicio de su experimentación en el collage: fragmentos de impresos, fotografías y objetos con brochazos gestuales como fondo o aplicados sobre los fragmentos superpuestos dejan atrás el expresionismo abstracto y se instalan definitivamente en el pop.
En la segunda, la reiteración de una misma imagen resalta la mentira de la foto y afirma la verdad del arte.
En los 70 el retrato colectivo de la nación mediante el procedimiento de yuxtaponer fotografías con fuerte colorido e insertando en la superficie otros símbolos de cubana como flores, frutas y animales del país, consolidan un estilo inconfundible que identificará para siempre la obra de Raúl Martínez.
Sin embargo en los ochenta vuelve a la abstracción reafirmando de este modo la vocación que siempre sintió por o dormirse sobre sus laureles y mantenerse abierto a todas las maneras de expresión de las que sintiera necesidad.
Con la pintura de Raúl Martínez, la Revolución cubana alcanza un modo de mirarse que no descarta la originalidad con que el pintor supo alejarse del panfleto o el realismo socialista que caracterizaba a otros procesos en la Europa Oriental.
No fue una casualidad que al instaurarse en 1994 el Premio Nacional de Artes Plásticas le fuera concedido, antes que a cualquier otro a Raúl Martínez.
Para colmo no le bastó con expresarse con los pinceles y la cámara. Nos dejó también unas memorias que, bajo el título de Yo, Publio relatan con sorprendente inhibición la vida de un hombre que este año hubiera cumplido los noventa y al que indudablemente la muerte no dejó ni podrá dejar jamás en el olvido.
Fuente: IPS en Cuba
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